Cada vez más frecuente entre los jóvenes uruguayos, un informe sondea los riesgos sanitarios que conlleva esta moda. Se desaconseja su uso en varias zonas del cuerpo.
El piercing se ha convertido en una práctica cada vez más extendida del llamado body art. De acuerdo con algunos estudios esta forma de enjoyar el cuerpo comenzó en el país con el tatuaje hace unos veinte años, pero solo ahora gana terreno, sobre todo entre los jóvenes.
Según las publicaciones especializadas, la moda de los aritos y pendientes tendrá este 2017 su máxima expresión. El uso de labret, barbell o anillos, en sus tres grandes tipos, dejará atrás su tímido lucimiento unitario para copar buena parte del pabellón de la oreja. Constelaciones se llama a esta profusión de adornos que ya en Los Angeles es furor.
Pero precisamente la expansión de esta modalidad de arreglo personal es lo que motivó la preocupación de un grupo de profesionales de la Facultad de Odontología que presentó un estudio sobre el tema. El foco de dicho informe se ubica en los riesgos desde el punto de vista sanitario que la aplicación del piercing conlleva. El equipo de siete académicos despliega una investigación de campo que compara con otros estudios internacionales.
En el preámbulo del informe, los autores señalan que dicho estudio "buscó analizar los alcances patológicos y socioculturales concernientes al uso del piercing". Para ello hicieron pie en una encuesta realizada en un centro educativo de enseñanza media de la ciudad de Rivera, donde presentaron un cuestionario de 26 preguntas que los encuestados podían responder en forma anónima.
En carne propia.
Muchos de los encuestados que se han hecho piercing describieron algunos de los problemas que les trajo aparejado. Y algunos de ellos comentaron su arrepentimiento, aunque a decir verdad la mayoría se siente satisfecha con su arreglo.
La institución utilizada como muestra del estudio reúne una población de 1.750 estudiantes, 1.001 varones y 749 mujeres. Las edades de ese universo van desde los 12 a los 60 años; la mayoría de ellos firmó el consentimiento informado necesario para participar en la encuesta.
El 89,28 % de los consultados dijo saber qué era un piercing, en tanto que el 18,57 % dijo poseerlo. En cambio, fueron bastante más quienes dijeron poseer uno o más tatuajes, 22,64 %.
El ombligo es uno de los sitios más escogidos para colocar un accesorio. Florencia (23), una estudiante de enfermería, decidió que quería llevar uno en ese lugar. Pero en vez de concurrir a un local especializado le pidió a su tío, que es médico, que la ayudara. "Se lo había visto a mi tía y me gustó cómo le quedaba, por eso le pedí a mi tío que me lo hiciera", cuenta Florencia a Domingo.
No tiene un mal recuerdo del procedimiento. De hecho, se lo hizo dos veces. "Mi tío me colocó anestesia local y no sentí nada", asegura. Y si bien el material que habían utilizado para el piercing era el acero quirúrgico, el más recomendado por su cualidad hipoalergénica, en el caso de Florencia tuvo un resultado adverso. "Me provocó alergia las dos veces y se me cayó", dice.
No volvió a probar en esa zona, pero conserva un par en el pabellón de la oreja.
En muchos casos, el piercing acompaña o define una actitud de rebeldía muy propia de la adolescencia. Tal fue el caso de Agustina (20), una vendedora de la ciudad de Colonia que a los 16 resolvió revolucionar su imagen colocándose un piercing en el labio inferior. "Tuve que viajar a Montevideo para hacérmelo, porque los locales que había por acá no me inspiraban confianza", cuenta Agustina.
Finalmente encontró un local que le había recomendado su hermana, quien conocía a un chico que trabajaba allí haciendo perforaciones. "Me lo hicieron sin anestesia porque dicen que en ese lugar no se puede dar", recuerda. El procedimiento fue expeditivo, el perforador le tomó el labio inferior, lo estiró y a la cuenta de tres lo atravesó con una aguja. "En el momento sentí dolor y además el clac de cuando atraviesa la aguja", recuerda ahora Agustina.
Durante cierto tiempo disfrutó de su piercing. Pero poco antes de cumplir los veinte tuvo que someterse a una operación de columna y los médicos le exigieron el retiro del piercing. Agustina no cree que volvería a repetir la experiencia. Una compañera de trabajo que tiene un piercing en la nariz, cuenta, se lo debe quitar cuando queda expuesta a la supervisora. Los dueños de la tienda sostienen que no es adecuado para quienes deben atender al público.
Los riesgos.
El mencionado informe del grupo de siete especialistas de la Facultad de Odontología, dos de ellos residentes y docentes en Brasil, hizo un relevamiento de los sitios del cuerpo más utilizados para colocar los accesorios.
De ello resultó que la colocación más frecuente es la del ombligo (32,69 %), seguido por el pabellón auricular (28,5 %) y los labios (23,08 %, 19,23 % en el superior y 3,85 % en el inferior). Las cejas, la nariz, la lengua y los pezones ocupan los rangos menos frecuentados del piercing.
Los expertos señalan en sus conclusiones que la extensa lista de complicaciones que pueden surgir de las perforaciones devienen, en buena medida, de las condiciones de higiene en las que sean practicadas. Los problemas sanitarios derivados incluyen "la ocurrencia de hemorragias, hematomas y hasta shocks o choques hipovolémicos, por lesiones vasculares; inflamaciones y patologías localizadas (celulitis, tromboflebitis superficiales, condritis, mastitis, balanitis, pericondritis, queilitis, glositis, pulpitis, gingivitis, periodontitis, granulomas, hiperplasias fibrosas, fibromas, neoplasias malignas, quistes, mucoceles, abscesos, alopecias, parafimosis, priapismos, etc.); ulceraciones, efracciones o desgarros de la barrera cutaneomucosa en lengua y labios", son solo algunos de los problemas descriptos como consecuencias.
Los expertos agregan que a raíz de estos problemas, la Academia Americana de Dermatología adoptó una posición contraria a los piercings, a excepción de los practicados en ombligo y lóbulo auricular. Tampoco se recomienda la perforación con fines estéticos para embarazadas, inmunodeprimidos, anticoagulados, quienes padecen de dermatitis infecciosas, atópicas y dermografismos y portadores de discrasisas sanguíneas, cardiopatías congénitas o adquiridas.
De todos modos, las recomendaciones sanitarias ponen foco en las condiciones de higiene en las que se practica el piercing. Todo aquel que esté interesado en practicarse uno debe considerar primero estas condiciones, antes que cuestiones económicas o meramente estéticas.
Expertos ven el fenómeno en Uruguay
El informe que está disponible en la web se titula "El fenómeno piercing en Uruguay: aspectos patológicos y socioculturales". Lo firman los doctores Carlos Sassi, Alicia Picapedra, Verónica Gargano, Viviane Ulbricht, Cristhiane Martin Schmidt, Luis Francesquini Júnior, Eduardo Daruge Júnior. El documento de 32 páginas fue publicado el pasado 2 de noviembre, e incluye una encuesta realizada a estudiantes de un centro educativo de enseñanza media de Rivera. A ellos se los sometió, previa firma de consentimiento informado, a un cuestionario de 26 preguntas sobre el uso de piercing. Estos datos fueron cruzados con estudios similares efectuados en otros países. El informe trata de hacer un perfil social y cultural de quienes se han practicado el piercing. Por último, incluye una extensa enumeración de los problemas patológicos ocasionados por la realización de perforaciones.
El dolor y la mano del piercer
Brian Keith Thompson es algo así como el gurú del piercing. Su estudio Body Electric en Los Angeles atiende a varias estrellas de Hollywood, como Jessica Alba o Melanie Griffith. "Siempre les digo a mis clientes cuando me preguntan por el dolor. Esto es como la buena cocina, un buen chef significa una buena comida", declaró Thompson en una reciente entrevista. "Cuanto más experimentado es un perforador, menos le va a doler (al cliente), porque sus movimientos son más fluidos", asegura este experto que marca tendencias.
Entre la moda y la antigüedad
Piercing es una voz inglesa, en rigor un gerundio del verbo to pierce que significa penetrar, agujerear, atravesar, introducir algún cuerpo en otro. Aunque como moda parece bastante reciente, es una costumbre que se remonta a la antigüedad y persiste como tal en tribus del África. Por ejemplo, las mujeres de Kenia austral y Tanzania septentrional lucen llamativas dilataciones de sus orejas, que sirven de asiento a piezas de madera. Las mujeres del sur de Etiopía agrandan sus labios inferiores y lóbulos auriculares por medio de discos de calabaza o de arcilla.
TENDENCIASRENZO ROSSELLO