Empezó en Guambia, fue mozo, denunció un plagio en Carnaval y tiene un ranking de chorizos caseros

Álvaro Carballo conduce el programa de entrevistas "Historias propias" en Canal 5. Además fue periodista de cultura, deporte y actualidad en diarios y TV; también hizo radio y fue jurado de Carnaval.

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Álvaro Carballo.
Foto: Leonardo Mainé.

Ese día llega preocupado porque no sabe cómo empezar la entrevista a Pedro Daltonque en la tarde va a grabar para Historias propias. “Me pesa mucho cómo quiero arrancar la charla. Me parece que la primera pregunta en este tipo de programas es la que te dice si pensé en vos, si no pensé, si te estudié, si no te estudié… y yo quiero que los entrevistados se sientan respetados”, señala Álvaro Carballo a Domingo sobre el ciclo semanal de entrevistas que conduce en Canal 5.

Entonces cuenta que una vez se estudió 27 horas de entrevistas a Juan Ramón Carrasco. “No quería hacer una entrevista que fuera quilombera, de provocarlo para que dijera un disparate”, apunta, preocupado siempre por encontrar algo distinto. “A veces lo logro, a veces no. Cuando lo logro me quedo contento”, añade.

El reconocimiento que recibe de la gente comprueba que lo logra. Confiesa que no le sucede algo así desde la época en que era movilero de Subrayado y lo sorprende más porque Historias propias no fue pensado para ser masivo. “Capaz que antes me costaba aceptar que me dijeran que algo estaba bueno y ahora lo disfruto. Debe ser porque estoy más grande”, admite quien en noviembre cumplirá 50 años.

La propuesta comenzó en 2019 como un ciclo de charlas con personas anónimas. El entonces director de Canal 5, Ernesto Kreimerman, quería un programa de cierre de jornada con gente hablando. Álvaro propuso mechar personas públicas, pero en ese momento no se dio. Cuando asumió Gerardo Cotelo la cosa siguió igual hasta que llegó el parate de la pandemia y al reintegro se planteó el cambio. “Es redistinto y también me gusta”, expresa el comunicador, que además es el productor periodístico trabajando codo a codo con Kristel Latecki.

Las cosas han salido tan bien que ahora se encuentra grabando un ciclo de especiales con referentes de las artes escénicas. “Vacas sagradas”, como las llama él, que lo han maravillado solo con la disposición mostrada para sacarse las fotos promocionales. “Surgió a través del Instituto Nacional de Artes Escénicas y me generó otro desafío porque yo no soy cien por ciento teatrero, entonces eso me lleva a investigar. Pero después es conversar y esa es la parte que a mí me gusta”, comenta quien agasaja a sus invitados con un café y les regala un libro de autor nacional.

Hace unas pocas semanas vivió una situación que le demostró que sus entrevistas pueden cambiar vidas. Iba en el ómnibus 183 de camino a Canal 5, sentado “en el asiento de los bobos”, y de repente apareció una mano que le puso un papelito adelante. “Gracias a una nota que le hiciste a Piruja Brocos hoy llevo 3031 días limpio”, decía la esquelita de cuyo autor solo alcanzó a ver que tenía pelo corto porque se bajó enseguida. Hizo el ejercicio y se dio cuenta de que era una entrevista de hacía unos ocho años al fundador de Falta y Resto, que había hecho en algún otro medio de los tantos en los que ha trabajado.

“Hubo algo en la charla conmigo que a ese individuo le llegó y en el momento que razoné eso me ericé. Se lo mandé a mi compañera Nadia; luego al Piruja, que se puso a llorar, y lo puse en redes para que el tipo supiera que le había dado sentido a lo que hago. Ojalá se haya enterado”, dice.

Álvaro Carballo

Un oficio

Álvaro quería ser psiquiatra o pediatra, pero cuando hizo el test vocacional en el liceo le dio que estaba para habilidades científicas. Igual quien se lo realizó le aconsejó seguir lo que sentía, el problema fue que le quedaron varias materias de quinto y no podía entrar a sexto. “El día que perdí el último examen volví a casa, estaban todos dormidos y yo me quedé con la cabeza trabajando hasta que dije: ‘¿pero qué estoy haciendo si siempre me ha gustado leer y escribir? Eso es periodismo’. En esa divagación tonta de la madrugada llegué a mi vocación y adoro lo que hago”, comenta en charla con Domingo.

Ahí pesaron los dos diarios que traía su padre todos los días y que él leía de noche o las mañanas escuchando el programa En vivo y en directo que su madre sintonizaba en radio Sarandí.

“Ahí conocí a Cuque Sclavo y me encantó el humor, pero también empecé a entender un poquito de política. Leía Guambia y pude trabajar en Guambia”, recuerda del que sería su primer trabajo entre 1996 y 2000.

Con el tiempo también escribiría en Crónicas y El Observador o en suplementos como El Cultural y Qué Pasa del diario El País. Para este último hizo una nota sobre la Liga de Fútbol de San José de la que hasta el día de hoy se ríe porque las pelotas estaban auspiciadas por el prostíbulo El Dado Rojo.

Seguramente aplicó mucho de lo que el escritor Osvaldo Soriano y sus crónicas casi novelescas imprimieron en él en sus ratos de lectura.

Guambia cerró en el 2000, se quedó sin trabajo y por un tiempo fue mozo de El Lobizón. Hasta que un día lo llamó Daniel Figares, de quien era oyente, para que fuera a su casa porque estaba preparando un programa nuevo. “Yo me imaginé que necesitaba un productor. Entro al apartamento y me dice ‘pará que estoy mandando unos mails, sentate que quiero que seas el co-conductor del programa; ya te explico’ y se fue. El sillón se me agrandó, quedé chiquitito ahí sentado y ese día volví caminando de la Rambla y Ejido a Pocitos en 20 minutos del acelere que tenía. Piré”, asegura sobre el origen de Plan B (AM Libre).

Entonces recuerda a varios periodistas de los que aprendió “toneladas”, pero “por ósmosis porque, de verlos, aprendías”. Nombra a Antonio Dabezies (Guambia) y en el rubro deportivo, en el que también supo incursionar (estuvo en 13 a 0 en El Espectador), a Eduardo Mateo y Lalo Fernández. A este último lo trataba de usted, “no por convención social, sino porque lo tenía un escalón más arriba”, asegura.

Sostiene que fueron esas charlas y la práctica lo que lo terminó de formar en una actividad que considera un oficio. “Profesión es la del cirujano que abre un fulano al medio y si le erra muere alguien. Yo lo veo así”, lanza quien empezó la carrera de Comunicación en la Universidad Católica, pero que no pudo terminar porque empezó a trabajar enseguida. Igual considera que “está buenazo estudiar, te ayuda a quemar etapas muy rápido”.

También fue periodista de Carnaval en Radio Centenario o conduciendo Salú Carnaval en Canal 5, el programa más longevo del género en la TV abierta. Incluso fue jurado del Concurso Oficial y recuerda como una desilusión tremenda el haber tenido que denunciar a “Catusa” Silva por plagio, máxime teniendo presente que de chico se había hecho hincha de Araca la Cana. Pero lo justo es justo y Álvaro tiene la conciencia tranquila de que obró como correspondía.

Otra cosa que rememora con mucho cariño son los programas sobre fiestas populares del Uruguay que hizo en el ciclo Hay fiesta en el pago. Las que más disfrutó fueron el Carnaval de Artigas y el Festival de la Integración de Lascano (o del Asado con Cuero), además de enorgullecerse de haber hecho un relevamiento de los chorizos caseros de todo el país. “Que me perdonen en Tacuarembó, pero los peores son los de la Patria Gaucha y los mejores los de Villa Independencia, en Florida”, acusa entre risas.

Labor humanitaria

Cuando no había tantas responsabilidades familiares, a Álvaro le gustaba irse por el mundo para trabajar en ayuda humanitaria. “Tengo empatía fácil con la gente que anda jodida”, apunta. Entonces recuerda cuando con el peluquero Heber Vera fueron a enseñarle a los peluqueros de Haití a peinar el pelo lacio para que pudieran ofrecer sus servicios a quienes trabajaban en ONGs europeas o americanas.

También anduvo por Bosnia y por Francia, pero quizás lo que más lo marcó fue haber sido parte junto al periodista español Julio Alonso de un plan para que el genocida congolés Ntabo Ntaberi Cheka terminara preso. Una historia que merecería una nota aparte y que el resume en la frase “joder a un hijo de puta es de las cosas más lindas que te puede pasar”.

Quizás por eso sueña con poder hacer un programa cubriendo conflictos bélicos o de temas de ayuda humanitaria. Uno de sus anhelos junto con volver algún día a la radio.

Por el momento se siente feliz viviendo en Neptunia, donde la calidad del aire es otra, los ritmos son distintos y el teletrabajo que dejó la pandemia le permite hacer más cosas a la distancia. Y eso se traduce en más tiempo para estar con su hija Julia de 6 años, a la que le tiene prometido llevarla al Gran Parque Central porque se hizo tan hincha de Nacional —y de Unión Atlética— como su padre. “Me gustaría hacer otras cosas, pero no me quejo porque estoy disfrutado de algo que tiene un valor intangible. Estar más horas con mi hija no cabe en ninguna billetera”, concluye sonriente.

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Álvaro Carballo.
Foto: Leonardo Mainé.

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