"Uno de los brillantes pianistas de nuestros tiempos” (The Washington Post), “La musicalidad es su tarjeta de presentación” (La Nación), “Impresionante virtuosismo” (The New York Times). Las últimas críticas sobre los conciertos internacionales del uruguayo Enrique Graf hacen honor a una trayectoria impecable y de medio siglo. El pianista y docente, que reside en Estados Unidos desde hace 52 años, no ha cortado raíces con su terruño, al cual regresa cada tanto -como ocurrió esta semana- para dar conciertos benéficos o impulsar el desarrollo de la música clásica.
¿Por qué a los jóvenes no les interesa la música clásica? La pregunta es frecuente y ha derivado en varios ensayos y foros de discusión en internet. Básicamente, la respuesta es la pérdida de valores culturales y el hecho de que las generaciones más jóvenes buscan lugares de pertenencia, que no encuentran en una sala de conciertos a la que no concurren sus pares y en donde se interpretan repertorios desconocidos para ellos, que consideran anticuados y por fuera del mundo “cool”. Un mundo en el que, en ocasiones, la banda sonora es de muy mala calidad o incluso, basura.
Sin embargo, algunas iniciativas llevadas adelante en los últimos años, por ejemplo por el Sodre, han aproximado un repertorio más popular al auditorio (galas Queen-Beatles y clásicos de la “Noche de la Nostalgia”), contagiando el interés a un público más amplio que luego regresa a los teatros a vivir otras experiencias. En este contexto, Enrique Graf ha intentado, junto con un grupo de músicos destacados, proveer de pianos a las principales salas públicas del país (incluso obtenido un acuerdo con una conocida marca de instrumentos que los proporcionaría a precio de costo), pero no lo ha logrado.
“Lo que más me interesa a esta altura de mi vida es hacer sonar una alarma, porque no he encontrado en la fuerza política de este gobierno ni en la del que vendrá el tipo de respuesta que me gustaría. Quiero ayudar, somos varios los que queremos hacer cosas, y no hay caso. Yo creo que es porque no da rédito en este momento, no se venden suficientes entradas para los recitales de piano. No hay pianos en todo el país, incluso hay muy pocos afinadores. Han arreglado los teatros y este gobierno empezó un montón de centros culturales, pero en ningún lado han puesto un piano”, comenta a Domingo el músico que regresó a Uruguay para hacer un concierto en beneficio de la Fundación Amigos del Teatro Solís.
“Hace tres o cuatro años me reuní con el gobierno, con el Sodre, con el Ministerio de Cultura, las intendencias, con los directores de Cultura de todo el país. Pero nadie se interesó en comprar los pianos, en un negocio muy conveniente y en el que por supuesto yo no gano nada”, agregó con preocupación.
Un uruguayo global
Graf nació en Montevideo y comenzó a tocar con aproximadamente 4 años. A los 16 se abocó con más dedicación y, tras la muerte de sus padres, en sus treinta, decidió dedicarse de lleno al piano. La música no era algo extraño en su casa. Sus padres fueron sus principales fanáticos (lo impulsaron a irse a estudiar a Estados Unidos hace más de medio siglo) y su hermano Jorge fue el baterista de grupos fundacionales del rock uruguayo como Opus Alfa y Días de Blues.
Luego de ganar distintos concursos nacionales, la OEA y el Conservatorio Peabody le otorgaron una beca completa para estudiar con Leon Fleisher, el conocido pianista y director de orquesta estadounidense fallecido hace cuatro años. Más adelante ganó el primer premio en el concurso internacional de Piano “William Kapell”, el “National Ensemble Competition”, y el “East and West International Auditions” en Nueva York.
Desde entonces ha actuado en salas como el Lincoln Center, el Kennedy Center, South Bay Center en Los Ángeles, el Broward Center en Florida, el Krannert Center y el Carnegie Hall.
Participó en los Festivales de San Miguel de Allende, Chautauqua, Spoleto, Kiev, Maryland, Houston y Perugia, Mozarteum Argentino, Centro Cultural de Sao Paulo y Manila, Sociedad Beethoven de Europa en St. Martin in the Fields y St. James Piccadilly en Londres.
Además, ha tocado como solista con orquestas de varias ciudades estadounidenses, Moscú, Praga, Kiev, Lviv, Puerto Rico, Bogotá, Santiago, Concepción, Rosario, Tucumán, Mendoza, Natal, Belo Horizonte, Caracas, Lima y Montevideo, entre otras. “El público uruguayo es bárbaro, me encanta porque es súper caluroso y yo noto acá más gente joven que en otros lados. No sé si es por la radio del Sodre o por la Babel, que combina un poco de la música clásica con lo popular, o porque hacen buena publicidad de estas orquestas que traen gente joven. Pero todavía existe la idea de que es algo para una elite, entre otras cosas porque los músicos usan esmoquin, algo que yo no hago. Pero esto es ridículo: la música clásica siempre fue popular. Y tiene que volver a ser popular”, destaca.

Preservar la cultura
El disco de Enrique Graf sobre el compositor francés Francis Poulenc fue elogiado por el London Sunday Times. Y otros de sus trabajos, con obras de Bach, Mendelssohn, Mussorgsky y Liszt, así como un recital en vivo con favoritos del repertorio pianístico, han recibido altos elogios de parte de la crítica especializada. Pero el uruguayo, que viene de dar conciertos en Brasil y Europa, está preocupado porque estos autores no son conocidos por el gran público. Y, desde su punto de vista, en ello tienen responsabilidad las autoridades. “Hoy cualquiera puede ir al Teatro Solís o al Sodre y disfrutar. O a los teatros del interior, que hay algunos que son realmente preciosos. Pero eso hay que ayudarlo”, destaca. Aunque también admite: “La gente ahora tiene menos concentración, porque está acostumbrada a que todo sea rápido, por internet y las redes. Y lo que se consume son las canciones cortas, escuchar una obra que dura 30 minutos o más es complicado”.
Enrique Graf, un uruguayo que ha recorrido el planeta con su arte en el último medio siglo (y que ha sido aplaudido en todos los escenarios en los que se ha presentado), asegura que todavía le “encanta” su país, al que vuelve todos los años para tocar y visitar a la familia. “La gente no se da cuenta de que esto es un paraíso en cierto sentido. Y Montevideo es una de las ciudades más lindas que he conocido en el mundo”, remata.