Viviana Ruiz creció en una casa donde el estímulo para consumir el arte fue una constante. Fue así que, desde chica, frecuentó un conservatorio y allí adquirió una base musical. A los 15 no quería saber nada de anillo, ni de fiesta o baile. Quería, sí, una guitarra, y eso fue lo que le regalaron.
Después de aquella guitarra, que conserva hasta el día de hoy, cruzó mucha agua bajo el puente. Tomó clases con Mandrake Wolf, quien le acercó a la poética de músicos como Eduardo Mateo y Urbano Moraes. Luego, en clases con Rubén Olivera, una puerta se abrió: entendió que podía escribir y compartir con el mundo sus canciones, algo que siguió puliendo en los talleres de Coriún Aharonián. También estudió canto con Nelly Pacheco y, concomitante a todo eso, se recibió de profesora de historia en el IPA. La docencia la llevaría, más tarde, a investigar la música uruguaya en el Centro Nacional de Documentación Musical Lauro Ayestarán y, en la actualidad, en la Fundación Archivo Aharonián-Paraskevaídis.
“Fue como una respuesta el ver que podía estar habitando la música, además de actuar como profesora y hacer la parte de investigación”, rescata Ruiz en charla con Domingo.
Eso fue, también, y a lo largo del tiempo, entender que todas las actividades que la convocaban, convergían en repertorio y la alimentaban en lo artístico.
“Me di cuenta de que el estar dentro de la música no es solamente estar ensayando, tocando. Lo es y eso son muchas horas de la vida, pero es también estar escuchando, conociendo, habitando ese otro espacio que pasa en el lenguaje musical, el espacio de lo que hicieron otras y otros, que es, al fin y al cabo, lo que significa estar en el mundo de la investigación, en los archivos. Entonces, en realidad una cosa nutre a la otra”, afirma.
Durante muchos años también compartió escenarios en un proyecto de dúo con Clara García. Fue el caldo de todas estas experiencias que la llevó, en 2021, a publicar Madreselva, su primer disco solista, producido junto al músico artiguense Ernesto Díaz.
Ahora, tres años después, llegó Añil, su nuevo álbum editado por Ayuí. Lo presentará oficialmente la próxima semana (ver abajo).
Se trata de un material que tiene la producción musical de Diego Janssen y en él se nota la maduración de las canciones de esta cantautora natural de Lagomar. El nombre del disco remite a este color entre el azul y el violeta que, para Ruiz, es también una palabra que se parece mucho a la música: “Ese lugar de cruce un poco indescifrable entre sabiduría, intuición y misterio”.

Postales en formato de canciones
El nuevo trabajo de Ruiz trae ocho postales en formato canciones, que van de un nuevo amor —que llega como quien abre una persiana y deja que la luz entre—, pasan por la historia de alguien que emigró y reposan en una esperanza en el porvenir.
Hay frescor en temas como “Canción de primavera”, luminosidad en “Vi la vida” y también tensión en “No hay lugar”, canción con tintes de “Construcción” de Chico Buarque y referencias a la obra de Jorge Lazaroff. Allí, Ruiz hace una crónica de lo trágico y de la marginalidad de un barrio montevideano, algo que presenció de cerca y que la marcó.
“La pregunta era cómo hacerlo, cómo contar esta historia. La respuesta fue estar en ese lugar y que el mundo sonoro vaya siendo el que va generando esa presión, que es un poco de miedo, un poco de violencia, un poco todo”, cuenta.
Cada tema tiene su correlato audiovisual en una serie de visualizers, a cargo de Hilacha Audiovisual, que se pueden ver en YouTube.
Añil ya se encuentra disponible en todas las plataformas digitales y será presentado oficialmente el sábado 29 a las 21.00 en la Sala Hugo Balzo. Ruiz estará acompañada de una banda completa: Diego Balseiro en contrabajo, Sebastián Pereira en batería, Victoria Gutiérrez en guitarras y coros, Ernesto Díaz en congas, Ana "Chacha" de León en percusión y Ramiro Hernández en bandoneón. Además, Guadalupe Calzada tendrá un momento especial en la velada como artista invitada. El show contará con un detallado diseño de iluminación, escenografía y puesta en escena a cargo de Sofía Epíscopo.
“A mí me interesa pensar los espectáculos, no con una banda quieta, que está tocando todo el tiempo, sin habitar ese espacio. Me interesa ir, venir, trabajar la palabra, lo sonoro, lo vocal, lo guitarrístico. Por eso venimos trabajando mucho en el armado del show”, adelanta. Las entradas se consiguen en Tickantel.
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