Basta con que el público del Monte de la Francesa vea a Karen Francia enfilar rumbo al estrado con su bastón blanco para que estalle la ovación: “Vamos, nena”, le gritan desde la tribuna. “Lo único que les falta es subirse al escenario a pedir fotos. Son todos tan cariñosos. A veces tiene que hablar uno de mis compañeros (Bruno o Matías) para que la gente corte el aplauso, porque siguen de largo”, cuenta Karen a Domingo con una inmensa sonrisa. Ese amor que recibe a diario desde que anima el Teatro de Verano de Colón -escenario popular que frecuenta desde que era una niña- la tiene deslumbrada: “Me siento una diva total del tablado”, comenta.
Karen tiene 27 años, es no vidente, estudió tres años locución en la Universidad Católica -tuvo que dejar porque en paralelo cursaba el liceo y se le complicaron las materias- y recibe esta oportunidad inesperada como un hermoso regalo de la vida.
“Es un desafío, nunca me imaginé que podía llegar a pasar. Me sorprende todavía estar en el escenario presentando, más allá de ser mujer como persona ciega. Pienso que es una oportunidad para todas las personas que están pasando por la misma discapacidad de demostrar que todo lo que quieran lograr se puede, que las barreras las pone uno, en definitiva. A veces decía, ‘no puedo’, por el simple hecho de cómo será el lugar, y después de que subí al escenario y sentí el conjunto de personas, que son todos de diez, me di cuenta de que sí se puede”, confiesa.
A medida que los miembros de la Comisión Directiva del tablado y el público en general se le acercaban para darle para adelante empezó a ganar más confianza. Le repetían: ‘He escuchado otros locutores que tienen linda voz, pero tu carisma y esa naturalidad nunca la vi, sos genia’. “Si la gente lo dice y aplauden como aplauden, mentira no debe de ser”, se jacta ilusionada.
Mágica oportunidad
Karen es oriunda de La Paz y asiste a los desfiles de Carnaval de su ciudad natal desde que tiene uso de razón. Heredó la pasión por la fiesta de Momo de su mamá, fiel seguidora de las categorías murgas y parodistas. A esa niña histriónica que se movía cada vez que escuchaba un tambor repiquetear la enamoraron el sonido de los instrumentos, las voces potentes de las murgas, el apasionante ritmo del candombe y la marcha camión.
“Me gustaba hasta el que pasaba vendiendo algodón de azúcar”, comenta sobre su infancia en el Monte de la Francesa. Y recuerda que aplaudía entusiasmada a todos los conjuntos y bailaba sin parar. “El candombe me llama la atención y hasta lo bailo, no como Yessy López, pero escucho una lonja y me muevo en el lugar”, bromea.
Jamás imaginó que podía terminar como presentadora del tablado que la vio crecer. Y aunque tenía cero experiencia como animadora, no dudó en aceptar esta oportunidad de oro que le acercó la Comisión Directiva del Teatro de Verano de Colón y la Secretaría de Discapacidad de la Intendencia de Montevideo.
Y relata cómo fue que se le dio: “Hay un matrimonio amigo de mis padres que integra la Comisión Directiva, una vez les comenté que me gustaba la locución, que había tomado clases en la Universidad Católica y me dijeron, ‘tenés la voz y el potencial’. A los pocos días se comunican con mi mamá y mi papá y les dicen que piensan que puedo aportar mucho al Monte de la Francesa como presentadora de los conjuntos”.
En principio la convocaron solo para presentar los conjuntos inclusivos (el 3,10 y 24 de febrero) pero su profesionalismo hizo que fuera la noche anterior a tantear el panorama para evitar errores, la invitaron a presentar una murga, se animó, conquistó al público, y a partir de ahí le hace el dos todas las noches a sus compañeros Matías y Bruno.
“Tendría que haber empezado el sábado 3 y fui el viernes 2 para ver cómo se manejaban y me dice uno de los locutores: ‘¿Querés presentar una murga?’ Al principio le dije, ‘no, me toca mañana’. Me vino a buscar de nuevo y fijate qué importante es que me haya insistido: fui, presenté, tenía nervios obviamente, porque me venían soplando de atrás lo que tenía que decir y en un momento dije algo que no iba, por suerte nada malo. Después de ese día lo hago natural. Y la gente de la Comisión me dice: ‘Parece que hubieras nacido para esto’”, cuenta.
Hoy siente que toca el cielo con las manos y sus padres están locos de la vida por verla brillar en el escenario: “No imaginaban que iba a terminar arriba de un escenario. Están felices y agradecidos al matrimonio amigo que me recomendó y a la gente. Cuando bajo del escenario son los que más se escuchan gritar ‘vamos, vamos’”, dice.
Futuro
La rutina de Karen cambió un montón desde que se convirtió en animadora del tablado. Durante la mañana ayuda en su casa y espera ansiosa a que sean las siete de la tarde para que su padre vuelva del trabajo y la lleve al tablado. “Me quedo hasta que se va el último”, afirma.
Su sueño, dice, es poder seguir haciendo feliz al público con cada aparición y disfrutar de ellos, pero también anhela conseguir un empleo que le permita independizarse. Si es de locutora, mejor, pero está abierta a todo.
“De mayo a diciembre estuve atendiendo al público en el municipio de La Paz por medio del plan Accesos del Mides. Fue una linda experiencia porque ese trabajo lo venía buscando desde que terminé el liceo”, comenta.
Asegura también que su principal barrera ha sido que la mayoría de los llamados públicos tienen como requisito excluyente ser afro o trans, y que la discapacidad no se nombra.
“Mi meta es tener un trabajo porque las personas ciegaspueden y deben independizarse y es lo que quiero. Los padres toda la vida no están, es una realidad, y uno quiere tener sus cosas: su dinero, un lugar”, expresa.