POBLACIÓN
Nuevo informe revela cifras sobre la venta y explotación de personas en nuestro país. Las heridas no se han cerrado del todo.
La labor de las organizaciones y movimientos sociales siempre ha sido -o debería ser- la de ponerle rostro a los números, para hacer más visible y humanizar los problemas de las comunidades. Esto ha ocurrido, aunque de forma tardía e insuficiente, con la memoria de la esclavitud y lapoblación afrodescendiente en Uruguay. No obstante, un reciente informe de la Facultad de Ciencias Económicas aborda el tema desde la perspectiva inversa; es decir, desde los números. Esto también permite dimensionar una historia cuyas heridas todavía marcan a una parte de la población uruguaya.
El informe del Instituto de Economía de esa casa de estudios, titulado Precios de esclavos y esclavas en inventarios post mortem 1760-1825, tiene datos que impactan, como por ejemplo que un promedio de 2.000 personas por año fueron traficadas hacia el Virreinato del Río de la Plata entre los años 1777 y 1812.
El documento, elaborado por Rebeca Riella, indica que el precio promedio de los esclavos en la jurisdicción de Montevideo se situó en todo el período en 300 pesos de ocho reales, la moneda instalada por el imperio español en sus colonias de América. “Se encuentra que existió estabilidad en el nivel de precios en el correr de los años. Al mismo tiempo, se constata que existe un rango de variación importante entre las observaciones, que está vinculado a atributos de las personas esclavizadas y que era tenido en cuenta por los tasadores a la hora de fijar el precio”, detalla.
Y agrega: “Tanto las estadísticas descriptivas como los resultados econométricos permiten concluir que la diferencia en los precios entre distintas personas esclavizadas puede explicarse en una medida considerable en función de su edad, oficio y estado de salud, elementos que surgen además de la observación directa de la fuente. Sin embargo, el sexo de las personas esclavizadas no mostró ser significativo a la hora de la determinación de precios”.
Según el informe, el mayor determinante del precio de un esclavo era su edad: “Esta presenta una relación cóncava con el precio, que se maximiza a los 22 años para luego empezar a descender”.
Motor de la economía
Oscar Montaño, historiador, activista y difusor de la cultura afrouruguaya desde hace más de 30 años, explica a Revista Domingo que la esclavitud ocupó un rol preponderante como motor de la economía, tanto en Montevideo como en el interior. “La mano de obra esclavizada fue fundamental en todos los ámbitos y propició que familias hicieran dinero comprando y vendiendo gente. En las primeras industrias, sobre todo en lo que tiene que ver con lo saladeril, se utilizaron miles de personas. Hacia 1830 había decenas y decenas de saladeros y la mano de obra esclavizada era fundamental. La carne salada, el tasajo o charque era el producto de exportación más importante de aquel Montevideo. Se llevaba sobre todo a Brasil y a Cuba. Y había un comercio triangular con África y Brasil”, detalla.
“Los esclavos también cumplieron roles muy importantes en el trabajo en el puerto, en las estancias... Y en Montevideo en todas las tareas, incluso en las panaderías. A principios del siglo XIX aparecen decenas y decenas de africanos trabajando en estos comercios, algunos en condición de esclavos y otros en condición de libertos, que no tenían una libertad total”, agrega el investigador.
Montaño destaca que la población afrodescendiente de principios del siglo XIX era de aproximadamente un tercio de todos los habitantes (actualmente se encuentra en el entorno del 10%). “Por eso se evitaba ser muy severo en los castigos, para no provocar sublevaciones como las que habían ocurrido en Brasil y en otros lugares donde había gente esclavizada. Aunque hubo una sublevación en 1803 y se pretendió conformar una población separada entre los límites de Brasil y la Banda Oriental, bajo las banderas de la Revolución Francesa”, anota.
Según detalla el informe del Instituto de Economía de la Facultad, el esclavo tasado a un mayor precio en todo el período abordado fue un albañil, es decir, alguien que poseía un oficio calificado y escaso en el mercado laboral del Montevideo de la época.
Carpinteros, barberos y mujeres con habilidades para lavar, planchar, cocinar o coser también presentan un diferencial en el precio. “A modo de ejemplo, en el expediente de Miguel de Otormin, en 1811, se tasan en 250 pesos cada una de las esclavas Joaquina y Catalina, de 18 y 17 años, ambas con la descripción ‘algún servicio de la casa, sin vicio’; mientras se tasa en 350 pesos (100 pesos más) a la ‘esclava María del Carmen de la misma edad’, pero que ‘sabe lavar y planchar’”, indica el documento.
Estos elementos remiten al fenómeno que ha sido llamado por algunos historiadores como “esclavitud estipendiaria”: está documentado que los amos “conchababan” a sus esclavos, empleándolos en determinadas tareas al servicio de terceros a cambio de una paga cuya porción mayor quedaba en manos del amo. La ley de abolición de la esclavitud fue promulgada el 12 de diciembre de 1842.
El Caserío de los Negros
Hace más de 10 años la Junta Departamental de Montevideo solicitó que se construyera un memorial a la esclavitud en un conjunto arqueológico ubicado en la planta de Ancap de Capurro. Este vestigio bajo tierra y a metros de la bahía, había sido estudiado por la Facultad de Humanidades y Ciencias y declarado Monumento Histórico Nacional por el Poder Ejecutivo, al asegurar los técnicos de esa Facultad que allí estuvo el Caserío de los Negros.
Sin embargo, una investigación de varios años realizada por un particular aclaró que en ese sitio no funcionó el tristemente célebre paraje de la historia de la esclavitud uruguaya.
El Caserío de los Negros fue construido para albergar, curar y “engordar” a los esclavos que llegaban desde Brasil y África. Según explicó el investigador Carlos Camino a Revista Domingo, el sitio funcionó en los terrenos delimitados por las calles Juan María Gutiérrez, Capurro y Rambla Sudamérica, donde actualmente se halla la escuela pública N° 47. En su momento ocupaba un terreno de forma triangular que se encontraba sobre el barranco encima del actual Parque Capurro. “En la parte más alta, a 18 metros de altura, estaban las construcciones”, precisó.
De acuerdo al investigador, el caserío se hizo “en altura” por motivos de “sanidad” y seguridad, lo cual se corresponde -siguiendo el pensamiento de la época- a lo escrito por los historiadores Aníbal Barrios Pintos y Washington Reyes Abadie en Los Barrios de Montevideo: “Soplan generalmente vientos del Este y Sureste (y) estos vientos reinantes defienden a esta población, como opuesta a aquél lugar, de todo contagio en los hálitos”.
Camino halló tres reproducciones de planos históricos que señalan que el Caserío de los Negros -construido hacia 1787- se encontraba sobre la barranca: los de los agrimensores Minondo (1838), Minsen (1838) y Aizpurúa (1839).
Durante los dos sitios que sufrió Montevideo, entre 1811 y 1814, el caserío sirvió como asiento de tropas de la guarnición de la ciudad. Se lo utilizó también -según el cronista Isidoro de María- de alojamiento temporario para las tropas que evacuaron la ciudad en junio de 1814. Tras una inspección realizada por el Cabildo en febrero de 1816, se constató que el estado de la construcción era lamentable: las habitaciones habían sido destechadas, faltaban 40 puertas y ventanas con sus marcos y unas ocho puertas y marcos de las piezas de la azotea.
Camino agrega que entre 1831 y 1844 se vendieron los terrenos de la parte más baja del triángulo de tierra. Y posee documentos que señalan que en 1831, durante el gobierno de Fructuoso Rivera, fueron destinados a plaza pública. Luego, en 1844, se hizo un abordaje sobre la parte superior donde se encontraban las ruinas, terrenos que fueron comprados por un sobrino del general Augusto Pozzolo.
En un ejemplar de la revista Rojo y Blanco de 1902 -en el que incluso se reproduce una imagen de las últimas edificaciones- se señala que para entonces no quedaba “más que un montón de escombros y ruinas” del caserío. El artículo, que lleva por título Cosas del municipio, añade que “ha cedido a las piquetas de los obreros sin un quejido doloroso, sin una protesta (…), a las necesidades del transporte público”.
Rezagados por la sociedad
Isabel “Chabela” Ramírez, nacida en Palermo en 1958, es una reconocida activista, figura del candombe y el carnaval. Actualmente preside la Casa de la Cultura Afrouruguaya, inaugurada en 2011 a iniciativa del profesor de historia (exdiputado y hoy director de OSE) Edgardo Ortuño.
Entrevistada por Revista Domingo, Ramírez sostiene que desde la época de la esclavitud “subyace el miedo” de que los negros pidan reparaciones al Estado (como antiguamente existía temor de que se sublevaran contra la autoridad) y que el racismoen la sociedad uruguaya “no está solapado, como se acostumbra a decir, sino totalmente naturalizado”.
“El tema siempre está presente. El daño psicológico de la esclavitud en nuestra comunidad ha sido terrible, porque hay cosas que impuso el colonialismo que todavía no se han podido sacar de la sociedad. Nos dicen que América es un continente que ha sido muy benévolo, que nos ha dado cosas que nos ayudaron a ser gente, y eso no es real. Como activista afro de este país, entiendo que la equidad racial es necesaria contextualizando lo que sucedió”, sostiene.
Ramírez introduce un tema en el que probablemente pocos se han detenido a reflexionar: que los apellidos de la comunidad afrodescendiente siguen siendo los mismos de la época de la esclavitud. “El hecho de no tener apellidos propios condiciona. Heredamos los apellidos de los amos. Nadie sabe de su pasado. Si no sabés de tu pasado, ¿cómo construís tu identidad?”, se pregunta.
La presidenta de la Casa de la Cultura Afrouruguaya sostiene que hay un resabio de los tiempos de la esclavitud en las cuestiones más cotidianas del Uruguay contemporáneo. “A mí me gusta desdramatizar todo, pero la situación real es que a nivel implícito no tenemos las mismas oportunidades que otras personas. Si no, no tendrían que existir las leyes de racismo y discriminación, o que ‘legalizan’ nuestras cosas porque la sociedad no se hace cargo de lo construido desde la comunidad negra”, dice Ramírez.
La activista agrega que cuando los esclavos fueron “liberados”, la comunidad negra quedó “en la calle” y no hubo reparación con respecto al trabajo, la salud, la educación o la vivienda. “Eso nos trajo todo el atraso que tenemos”, destaca.
Un reclamo que subsiste
Otra figura destacada de la comunidad afrodescendiente es Claudia de los Santos, activista, madre y abuela. Se desempeñó como diputada en el período 2015-2020 y fundadora de Mundo Afro, que ayudó a formar hace más de tres décadas. Fue además parte del primer equipo que tuvo la Unidad Temática por los Derechos de los Afrodescendientes de la Intendencia de Montevideo.
“El pasado marca y condiciona el presente de nuestra comunidad. Las diferentes generaciones se plantearon y siguen planteando el cambiar la situación de desigualdad que hoy en día nos aqueja. La esclavitud fue una época que no debemos olvidar, sobre todo para que no vuelva a repetirse. Las nuevas generaciones deben responsabilizarse por informarse e investigar, no es bueno empezar de cero”, declara a Revista Domingo.
Según la fundadora de Mundo Afro, los indicadores sobre la brecha de desigualdad en nuestra sociedad muestran “claras diferencias” en materia de salud, trabajo, educación y vivienda: “Una de las causas es la esclavitud, el no poder ejercer los derechos como ciudadanos, porque se debe tener en cuenta que en el censo la variable étnica no existía. A partir del trabajo de la sociedad civil pudo lograrse saber la cantidad de afrodescendientes y su situación. Una situación que hoy sigue estando en agenda para solucionar”.
Publicaciones que van a las raíces
Oscar Montaño es historiador, activista y difusor de la cultura afrouruguaya desde hace más de 30 años. Ha participado de organizaciones como Mundo Afro, Acsun (Asociación Cultural Social Uruguay Negro) y Cecupi (Centro Cultural para la Paz y la Integración), con las que continúa interactuando.
Autor de Sudáfrica entre el apartheid y Nelson Mandela (1991); Reseña de los afro-orientales (1992); Umkhonto (Lanza). Historia del aporte negro-africano en la formación del Uruguay (1997); Yeninyanya (Los Ancestros). Historia de los afrouruguayos (2001); Rituales africanos en el Montevideo del Siglo XIX (realizado para la Unesco en 2005) e Historia afrouruguaya (2008). Próximamente verá la luz su último trabajo, un breviario sobre los orígenes del candombe. Entre 1995 y 2002 intervino en el programa Raíces Negras, de Alfa FM. Y participó en los documentales Los Afrouruguayos (2002) de Darío Arce; El Tango (2004), de Martín Borteiro y Llamadas (2005), de Daniel Correa.
Viajes desde África a un altísimo costo de vidas humanas
En Maldonado se encuentran los restos de un navío negrero que se fue a pique frente a la isla Gorriti el 29 de setiembre de 1728. El escritor Alfredo Köncke ha señalado que el Sea Horse inició su viaje en Inglaterra el 9 de junio de 1726 con la intención de comprar esclavos en el sudeste de África y las islas del Océano Índico, entre ellas Madagascar.
“El navío llegó al Río de la Plata y recaló en la muy recientemente fundada ciudad de San Felipe y Santiago de Montevideo. Allí, el comandante del presidio, al ver el estado calamitoso de los esclavos después de pasar 12 meses a bordo, accedió a suministrarles alimentos y atención médica.
“No tenemos datos exactos de cuántos individuos cargó el navío en África, pero sabemos que lo largo de la navegación ocasionó gran mortandad entre ellos. En el primer lugar de carga embarcaron 400, siendo el total de embarcados 450 esclavos, de los cuales llegaron a Buenos Aires 150. Muertos durante el viaje: 300. Duración del viaje desde la partida de Londres: 581 días”, detalla Köncke en su libro La trata de esclavos africanos y el episodio del Caballo de Mar.
La preciada herencia del candombe
Según Oscar Montaño, el candombe es un fenómeno tan fuerte, profundo y esencial que en lugar de haber desaparecido -destino al que fue condenado en diferentes etapas históricas del país- sobrevivió, venciendo todas las barreras y represiones. Ha impregnado de tal manera nuestra sociedad, que desde hace mucho tiempo es un elemento cultural que identifica a Uruguay dentro y fuera de fronteras.
“Los originarios candombes, realizados por aquellos africanos que encontraban en su música y danza una válvula de escape a la tragedia que enfrentaban, fueron una forma de sentirse vivos, a través de un íntimo e intenso impulso que llamaba a la rebeldía ante las imposiciones y el avasallamiento que eran objeto”, dice el historiador.
Y agrega: “En esos momentos (de esclavitud), al reunirse en las costas montevideanas, evocaban sus vidas en su madre África, haciendo del mar el enlace, el nexo entre aquella y ellos, y afianzando esas tradiciones a través de su fuerza espiritual”.