Doce horas y 24 minutos. Esa fue la marca que puso Tita Llorens (54) para cruzar a nado el Río de la Plata. El pasado 6 de febrero se convirtió en la primera nadadora de aguas abiertas de origen europeo en conquistar el curso que se conoce como el río más ancho del mundo.
Aunque Llorens -nacida en Ciutadella de Menorca, en Islas Baleares, España- ha nadado hasta 100 kilómetros de corrido e inclusive una vez lo hizo en aguas infestadas de medusas, confiesa que el reto del Río de la Plata fue uno de los más motivadores de su vida. “Estaba en un país que no es el mío, en un agua que no es la mía”, cuenta a Revista Domingo.
Se sumergió a las 4:30 horas frente a Colonia del Sacramento en unas aguas que curiosamente no estaban frías. “La temperatura era de 24 grados; estaba perfecta”, dice. Una ventaja de la ola de calor.
Doce horas y 24 minutos después llegó a la localidad de Punta Lara, provincia de Buenos Aires: un total de 42 kilómetros. La travesía la hizo junto a los nadadores Mariano Pellegrinetti (12 horas y 30 minutos) y Fernando Espina (11 horas y 58 minutos).
Y recién cuando braceó varios kilómetros pudo sacarse el desasosiego que la acompañó durante los últimos cuatro meses más intensos del entrenamiento: el color del agua. “Yo iba preparada mentalmente. Siempre nado en aguas cristalinas y esto era lo que más me preocupaba, más que las corrientes o las mareas. Tenía una foto del Río de la Plata y trabajé en la visualización del color”, relata a Revista Domingo desde España.
Llorens dice que, al principio, intentaba estirar los brazos para ver si los podía ver, y la marea estaba tan amarronada que era imposible. “En ese momento es cuando te vienen las preguntas: ¿qué haces aquí?, ¿por qué te metes en estos líos?... Pero siempre en el agua se me pasa todo. Tengo como un cambio de chip. Y dejé de preocuparme”, reconoce.
La nadadora se convirtió en la primera de origen europeo en enfrentarse y superar este reto. También se convirtió en la primera nadadora de mayor edad y en la sexta mujer en 100 años -la primera fue la argentina Lilian Harrison en 1923-. Y, si hubiera hecho lo que quería hacer, la distinción hubiese sido más grande. Su objetivo era nadar ida y vuelta, dado que, por su experiencia, 42 kilómetros en aguas abiertas era muy poco. “Era un vuelo de 12 horas, pues igual que un reto de 12 horas nadando se me quedaba corto”, bromea. No obstante, tuvo que acortarlo porque las autoridades argentinas le prohibían nadar de noche y la Prefectura uruguaya solo le autorizaba comenzar a la salida del Sol. Es decir, Llorens tenía previsto nadar por, al menos, 25 horas sin parar.
Bueno, hay que decirlo, hay pausas, pero muy breves. Por el gran esfuerzo físico (sin contar la alta concentración que también cansa) que requiere nadar en aguas abiertas, el deportista debe comer algo cada 45 minutos o una hora. Los alimentos -que van desde barritas de cereal o de proteínas a bebidas isotónicas- se ofrecen desde el barco que acompaña a los deportistas por seguridad; el nadador no puede subirse en ningún momento.
A disfrutar.
Cada travesía es planificada meticulosamente nueve meses antes. Llorens eleva la cantidad de kilómetros cada tres meses. No obstante, en julio de 2022 completó un recorrido de 50 kilómetros y luego otro de 30 kilómetros, por los que entrenó especialmente para llegar al Río de la Plata a partir de octubre. Al final, nadaba unos 58 kilómetros semanales, además de visitas al gimnasio. En esta oportunidad alternó entre mar y piscina, dado que debía acostumbrarse al agua dulce.
“Empecé a nadar tarde. A los 30 años. Y hace 12 años que llevo haciendo estos retos. Soy muy estricta con la preparación y por eso digo que siempre sufro más durante los entrenamientos que el día de la travesía”, cuenta. Y antes de despedirse apunta por si alguien quiere seguir el ejemplo: “Me meto en el agua y ya no pienso en cosas malas; si te vas a tirar enfadado, no vale la pena. Yo lo hago para disfrutar”.