Es la primera mujer que asume la dirección de la Filarmónica de Montevideo, pero ha sido pionera en varias ciudades del mundo haciendo la música de los mejores compositores.
A los cinco años le pidió a sus padres que la dejaran aprender piano. Una pasión que era más grande que ella la impulsaba. Había acompañado a su madre a los ensayos del coro cuando era bebé. Por eso cree que su vocación por la música nació antes que ella. Desde entonces no se ha detenido hasta convertirse en una de las directoras de orquestas con mayor trayectoria en el mundo.
Ligia Amadio (San Pablo, 1964) es una mujer pionera. Hace apenas unos días fue designada como directora de la Orquesta Filarmónica de Montevideo, la primera vez que el cargo es ocupado por una figura femenina. Pero fue pionera primero en su propia ciudad natal cuando con 33 años la nombraron directora titular de la Sinfónica Nacional de Brasil. Una carrera que la llevó a recorrer medio mundo, dirigiendo orquestas en Alemania, Argentina, Austria, Bolivia, Chile, Colombia, Croacia, Cuba, Eslovenia, Estados Unidos, Francia, Israel, Italia, Japón, Holanda, Hungría, Líbano, México, Perú, Portugal, República Checa, Rusia, Serbia, Tailandia, Venezuela y ahora Uruguay.
Sin embargo, su impactante carisma no la hace perder su sencillez. Desde su designación no ha tenido descanso. Durante enero los ensayos han sido intensos, pero también las interminables reuniones en el comité artístico del Teatro Solís donde se ultima la temporada. Y luego interminables entrevistas, la mayoría con músicos uruguayos que la maestra Amadio está conociendo. Y, por último, unas horas dedicadas al estudio de partituras y a la investigación del acervo musical uruguayo, que planea incluir en el ciclo de conciertos de 2017.
Números y notas.
Aunque había estudiado música desde la infancia, terminó optando por ingeniería. Era muy joven cuando ingresó a la Universidad Politécnica de Sao Paulo, donde por fin se graduó como ingeniera. Pero hacía tiempo que se había convencido de que su vida pasaba por otro lado.
"Fue un sacrificio, terminé la carrera pero fue penoso porque yo ya quería ser música. Soy graduada pero nunca ejercí. O sea, sería una malísima ingeniera probablemente. Cuando descubrí mi amor por la música al nivel de dedicar mi vida completa a ella, me impuse terminar el curso de ingeniería por un mandato, nadie me obligaba, un mandato mío, personal. Decía: No, tengo que concluir las cosas que empecé, yo soy así, tengo que ir hasta el final", recuerda Amadio.
La universidad paulista es de las más exigentes de Brasil, por lo que no fue sencillo para ella terminar la carrera. Pero apenas lo hizo se lanzó a estudiar otros seis años de dirección de orquestas en la Universidad Estatal de Campinas.
"Fue duro porque yo ya era graduada, era más grande que todos mis coleguitas, pero bueno lo hice con amor porque tenía una pasión", rememora.
Luego, sin respiro, hizo otros dos cursos de posgrado. Finalmente a los 33 años fue nombrada como directora de la Sinfónica Nacional de Brasil "por elección de los músicos", aclara Amadio.
Para entonces ya había conquistado algunas distinciones a nivel internacional: en 1997 se convirtió en la primera mujer que ganó el concurso de dirección de orquesta en Tokio; un año después obtuvo el primer premio en un concurso similar en Santiago de Chile; y en 2001 recibió el premio al Mejor Director del Año de la Asociación de Críticos de Arte de San Pablo.
—Lamentablemente las mujeres tropiezan con más obstáculos que los hombres para acceder a posiciones de responsabilidad o titularidad, ¿cómo fue en su caso?
Durante uno de los cursos de posgrado conoció a quien es su pareja, Eugenio Gardinalli Filho, un académico especializado en literatura griega y teatro, traductor, ensayista y poeta, con quien además comparte su amor por las letras. Con él y su perro Samuca, un bretón español, conforman una peculiar familia a la que Amadio siempre vuelve.
"Son muchos años juntos, ya nos acostumbramos a esta vida. Tenemos nuestros acuerdos, porque él también necesita sus espacios de silencio para escribir, no es una familia normal", aclara con una sonrisa.
De hecho, su compañero fue el principal colaborador en un programa radial que Amadio tuvo hace algunos años, dedicado a la música y la literatura.
Aunque Amadio ya había estado en Montevideo para dirigir la Orquesta Sinfónica del Sodre en dos ocasiones y la Filarmónica de Montevideo el año pasado, esta será su estadía más larga.
"Amo Uruguay, desde la primera vez que estuve acá me quedé enamorada. Me gusta todo, la arquitectura, el aire, el mar, el río-mar como lo llamo que es una maravilla, el viento me encanta, que sale uno volando. Adoro el Centro, adoro la gente que es muy educada pero muy alegre, muy emotiva, yo así lo siento", dice.
El ciclo de conciertos empieza hoy mismo en la rambla donde la Filarmónica ofrecerá un programa algo distinto al que tendrá durante el ciclo que en pocos días más inicia en el Solís. En esta ocasión, la orquesta hará ritmos latinoamericanos con compositores uruguayos, brasileños, argentinos, mexicanos y un norteamericano, algunas piezas de Leonard Bernstein que llevarán a ritmo latino. Compositores como los brasileños Camargo Guarnieri y Ciro Pereira, los argentinos Alberto Ginastera y Astor Piazzolla, el mexicano Arturo Márquez, y los uruguayos Jaurés Lamarque Pons —que este año celebra su centenario— y el maestro Federico García Vigil, de quien interpretarán las variaciones sinfónicas sobre un tema de Ruben Rada, componen el repertorio para esta noche de música.
Amadio asegura que ha logrado una excelente conexión con sus músicos. Los ha conocido de varias nacionalidades y de las más distintas culturas. Por ejemplo, de su paso por Israel recuerda la primera sorpresa que se llevó cuando empezaba a tratar a los integrantes de la orquesta de Jerusalén. "Yo tengo el hábito de saludar a los músicos, el primero me saludó y el segundo me dijo: maestra, yo solo puedo tocar a mi mujer, a mi madre y a mi hija. Entonces me dio mucha vergüenza porque sin querer yo quizás lo estaba agrediendo, entonces le pedí disculpas. Estas son las pequeñas diferencias culturales que uno encuentra", recuerda.
En su opinión cada orquesta tiene su carácter. "Algunas orquestas son afectuosas, ríen, hablan alto, otras son contenidas, absolutamente silenciosas. Es como todo en el ser humano", concluye.
En los músicos uruguayos Amadio dice haber encontrado mucha vitalidad, "mucha energía, mucha vida y, por otro lado, son muy dúctiles, son absolutamente rápidos y sensibles a percibir las cosas que tú solicitas".
—Se marcó entre sus principales objetivos el de "democratizar el Solís", ¿cómo?
—Me gustaría que hubiera más público, me gustaría que viniera gente que nunca vino al Solís a conocer esta maravilla, esta cosa increíble, linda, hermosa que es este teatro. Porque pasa lo mismo en San Pablo o en cualquier ciudad que tienen teatros maravillosos, pero a los que mucha gente nunca fue, pasan la vida entera y nunca fueron al teatro porque tienen miedo, piensan que es un lugar prohibido para su condición. Por eso creo que hay que ir hasta la gente y traer a la gente hasta nosotros. Educar a los niños, darles la oportunidad de jugar con instrumentos, el futuro se hace con los niños.
Orquestas juveniles.
Hace más de dos décadas, mientras cursaba una beca de la OEA en la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar de Caracas, Ligia Amadio tuvo oportunidad de conocer el sistema de iniciación musical que cree más exitoso en el mundo. "Los profesores de la orquesta Simón Bolívar tenían como obligación el ir a enseñar a los chicos, formarlos para que los chicos a su vez formaran a otros y hoy es una potencia, de las mejores orquestas del mundo. ¿Y qué pasa?, cada niñito tiene al papá, los vecinos, los amiguitos, la abuela, todos acaban involucrándose, entonces hoy Venezuela es un país que ama la música clásica en todos los niveles sociales, desde la persona más humilde hasta las personas que viene de familia con más cultura", asegura. Por ello, la maestra está convencida de que esto debe ser una política de Estado y ve con buenos ojos las experiencias de orquestas juveniles que se están desarrollando en el país. "Los chicos en lugar de estar expuestos a la droga, a la violencia, a aprender un montón de cosas malas para la vida, están en contacto con lo que hay de más elevado en el arte, que les abre perspectivas para cambiar sus vidas en todos los sentidos", sostiene con fervor Amadio.
SUS COSAS.
Naturaleza.
Escaparse para pasear entre árboles y verdes, lo más cerca del mar que sea posible, es una de las actividades preferidas por Ligia Amadio cuando puede escapar a su rutina de hierro. De Uruguay sólo conoce, por ahora, Punta del Este pero este año tratará de viajar más.
"Loca" por el cine.
"Me gusta el gran cine del pasado", confiesa. Los clásicos que jalonaron la historia del cine moderno son los preferidos de la maestra Amadio. Entre sus predilectas está Amadeus, la película de Milos Forman sobre la vida y obra de Mozart que recibiera el Oscar en 1984 y que narra la supuesta rivalidad con el músico Antonio Salieri.
La pintura.
Junto a la pasión por la música y las letras, convive la que experimenta por las artes plásticas. Su gusto por la pintura la ha llevado no solo a leer la biografía de los grandes pintores, sino a ella misma a descargar sobre el lienzo algunos trazos. "En los años bisiestos me doy este lujo", bromea.
LIGIA AMADIORENZO ROSSELLO