"Exponer el ego ensucia la moda"

| Pésimo alumno en el liceo, hoy el diseñador es uno de los más reconocidos del mundo de la moda local. Seguro de sí y de su trabajo, no se siente frívolo y resguarda su intimidad.

Compartir esta noticia
 20120512 572x600

DANIELA BLUTH

Son las 12 del mediodía del lunes y en la calle Joaquín Núñez, a la altura de Lagunillas, los autos comienzan a amontonarse para buscar a los niños que salen del Saint Brendan`s, el colegio que ocupa casi toda la acera sur. Enfrente, en una casa de líneas rectas pintada de gris, el clima es otro. En el atelier de Pablo Suárez suena música de FM y predomina el blanco y negro en las paredes, los pisos y hasta las alfombras. Los vestidos de su última colección rodean un enorme puf de cuero, también blanco, sobre una alfombra negra. Son el toque de color en medio de tanto purismo. Al fondo, un ventanal deja entrar la luz y permite ver parte de una piscina, un patio embaldosado y dos enormes y exóticos perros -un lobero irlandés y un galgo ruso-, propiedad del diseñador y traídos especialmente de Chile. "Amo mis perros, van y vienen conmigo todos los días".

Hablando de sus mascotas, su afición por el aeromodelismo y su trabajo, Suárez se siente cómodo. "Soy un tipo tranqui, no me creo el uno, el cuatro ni el ocho… A mí dame trabajo y dejame expresarme. Así funciona mi vida", dice. Siempre tiene una sonrisa, una guiñada y las manos en movimiento, como si cortara o cosiera un trozo de tela para un vestido en el aire. Se muestra enérgico pero pausado, seguro de sí mismo y su éxito.

Es que hace más de una década que su nombre es sinónimo de alta costura de calidad. De diseños exclusivos y artesanales al mismo tiempo. De hecho, esa es la parte del trabajo que Suárez más disfruta: ser arte y parte del nacimiento y la muerte de un traje, allí mismo, en su atelier.

No se reconoce tímido, pero de algunas cosas prefiere no hablar. "De mi trabajo todo, de mi vida privada nada, no interesa. Ese es mi leitmotiv", dice incluso antes de que se prenda el grabador. Por eso, le resulta tan ajeno y "patético" el show que rodea al mundo de la moda en Buenos Aires, ciudad con la que está peleado y no pisa hace más de 15 años. "La imagen de la modelo se desvirtuó, antes eran mannequins, chicas de bien, ahora son todas vedettes. Hubo cambios que yo no me enteré, pero prefiero no enterarme. ¿Modelos que salen en la tele y miden 1,20? Las modelos tienen que medir 1,80. ¡Acá, en Roma o en New York!".

AMOR Y ODIO. Suárez era pésimo estudiante, de esos que sólo salvaba los exámenes copiando. "Iba a profesor particular de Historia, imaginate. Lo único que estudiaba eran los fenicios, que me gustaban. Cuando me preguntaron ese tema salvé con el máximo", dice sin trauma. Recorrió varios colegios públicos y privados, como la escuela Francia, los Maristas, el Fátima y el Juan XXIII. "Me echaban por conducta, no me gustaba estudiar, no tenía nada de paciencia".

Pero fue de la mano de sus compañeros de estudios que comenzó una carrera en el mundo de la moda. Era la época de la música disco y Suárez hizo camisas "combinadas y cancheras" para sus amigos. Después fue el turno de las camperas rellenas de plumas que compraba en una colchonería. "Puse un taller en mi casa, era un gallinero. Ahí sí que emplumé a todo Montevideo".

Cursó algunos años en la Facultad de Arquitectura, pero no tiene estudios formales en moda o diseño. Sí lleva sobre su espalda la escuela de su madre, Carmen, "una gran modista de alta moda". Ella trabajaba con las hermanas Pérez, entre otros talleres, y fue la que le enseñó todo lo que precisaba para arrancar. Eso sí, hubo que presionar un poco cuando Pablo quiso abrir su primer local en la galería Uruguay (en Río Branco y 18 de Julio) y había que firmar la garantía del alquiler. "Al final encontré una tía que me firmaba y entonces logré tocarle el orgullo a mis padres", recuerda. Así nació Freaks, una boutique que sacudió la modorra montevideana con diseños coloridos y diferentes a todo lo que se había visto en el mercado hasta ese momento. "Vos te parabas en la vidriera de Freaks y la amabas o la odiabas, pero te generaba algo, nunca te era indiferente", dice sobre la tienda que llegó a tener cinco sucursales.

Cuando el negocio creció tanto que fue necesario importar y producir en serie, Suárez se aburrió. "Sentí que no tenía ganas de una cosa seriada. No quería hacer 1.500 pantalones iguales para repartir. Me aburrí y no quise más".

Su primera colección de alta costura llegó a fines de los `90. Al lanzamiento fueron doscientas personas y una sola periodista. Hoy van más de 2.500 y "se pelean por la primera fila".

En la escena de la moda uruguaya, Suárez no es uno más. Él lo sabe y actúa en consecuencia. "Yo no abro revistas, dibujo", dice bien claro. Sus trazos a lápiz siempre son el resultado de una charla con esa novia, madrina o cualquier mujer que llega a su atelier con una ilusión. Le gusta esconder "pulpitas que saltan aquí y allá" o disimular "un seno muy grande". "Lo más lindo que te puede pasar es lograr una sonrisa en una chica que está peleada con su cuerpo. Vestir una modelo es muy fácil, la cuestión es vestir a alguien que tiene un cuerpo complicado".

Con un estilo fácilmente reconocible -el drapeado hacia el costado es uno de sus sellos- hay cosas que Suárez no está dispuesto a hacer. "Si querés unas mangas farol con moñas de traje de Cenicienta no vengas porque no te lo voy a hacer", asegura. Y completa: "Hay gente que quiere mi grifa en una cosa horrible".

Para el diseñador, cada traje es como un hijo que sólo él conoce bien. Por eso, y porque es muy seguro de lo que hace, no le gusta que lo dirijan. Ni que opinen durante el proceso. Asegura que su trabajo sólo se puede juzgar una vez que está terminado. "Mientras se está gestando, respetalo. Y seguro que cuando esté terminado va a estar perfecto, porque soy un histérico de la perfección".

Prefiere no hablar de dinero. "No puedo hablar de una base porque no tengo un supermercado de trajes", justifica y aclara que Uruguay ofrece el precio más barato de un vestido de alta costura en el mundo. En Buenos Aires cuesta tres veces más y en Santiago hay que multiplicar por diez. Él recibe clientas de ambos países.

SOCIOS Y AFECTOS. A comienzos de los `90, Suárez sumó a su empresa a Ramiro Sendic, hijo del líder tupamaro Raúl Sendic y hasta ese momento estudiante de Ingeniería Química. Ramiro había estado exiliado en Cuba, México y Europa. "A mí me hablaban de Sendic y no tenía ni idea, no tuve una formación política… hasta el día de hoy es un tema que no me interesa mucho", admite. "Él (por Ramiro) estaba pasando por un momento en que no encontraba un lugar y me dio una mano con el negocio cuando yo tuve que viajar a Europa", recuerda el diseñador. La sociedad se mantiene con éxito hasta el día de hoy. "Ramiro es el tipo al que dos más dos le da cuatro. Yo eso no lo disfruto en absoluto". Si Suárez es el artesano, Sendic es el productor ejecutivo. Hace algunos años, también estuvo a cargo de una colección de zapatos de la firma.

Suárez es de pocos pero buenos amigos. La mayoría son del mundo de la moda. "A veces me invitan a las reuniones de exalumnos. Pero… ¿qué tengo en común con ellos? Me hablan de los nenes, mi vida es tanto más complicada…".

Con Victoria Zangaro, por ejemplo, la relación nació en su barrio, Pocitos, durante la niñez. La moda fue un ingrediente que llegó después. La modelo es la imagen del diseñador desde el comienzo de su carrera y resulta casi imposible no imaginarla como la novia de sus desfiles. "Hizo una carrera espectacular que por su perfil bajo nunca expuso. Siempre me identifiqué con esa veta humilde y simple que tiene Victoria. Un poco como soy yo". También mantiene amistad con Claudia Galván, que es su modelo de prueba; con Andrea Sheppard, otra de las que nunca falta en sus desfiles; y con Eunice Castro, no el personaje de la televisión sino la persona que hay detrás, aclara.

Pocas cosas le molestan más que lo tilden de frívolo. "Me enferma cuando la gente habla de la frivolidad de la moda porque esto es mi medio de vida", dice. "Yo me lo tomo de forma seria, no lo veo como algo frívolo porque las cuentas cuando las pagás no son frívolas y las fuentes de trabajo que genero tampoco". Es el único momento en que levanta el tono. "En Italia es la segunda industria nacional. A Armani nadie le pregunta si la moda es frívola porque tiene un imperio".

Inevitablemente, al hablar de la frivolidad vuelven a la mente del diseñador sus colegas argentinos. "Cuando se agota la creatividad la gente habla de su vida privada y escandaliza con cosas tontas porque su ego necesita exposición. Eso es patético y es lo que ensucia hoy en día la moda". Un poco en chiste un poco en serio, pide que si eso algún día le pasa, alguien lo llame y le avise.

Y vuelve a argumentar sobre el porqué no habla de su vida privada. "Si me preguntás cuántos años tengo te los voy a decir". Tiene 50 y no los aparenta. "Pero cómo son las sábanas de mi cama me interesa sólo a mí. Mi trabajo es lo que expongo y la gente tiene todo el derecho a juzgarlo. Pero mi vida la comparto sólo con la gente que quiero. ¿Querés que te diga de qué color son mis sábanas? Son negras". Y ríe resignado.

Sus cosas

SU DISEÑADOR

Sus favoritos son el francés Jean Paul Gaultier y el inglés -fallecido en 2010- Alexander McQueen, dos diseñadores con una "sensibilidad estética muy grande". Lo que más le gusta de ambos es que no son comerciales, sino que en sus trajes es posible apreciar con claridad la mano del artesano.

SU HOBBIE

En su apartamento de Pocitos, su flota de aviones y helicópteros radiocontrolados ocupan un lugar especial. Son más de 12 ejemplares que miden entre diez y 80 centímetros. Para completar, su programa favorito es Catástrofes aéreas, en NatGeo.

SU DESCANSO

"Playa, sol, asado y perros". Así define el diseñador sus vacaciones ideales. Suele veranear en Punta del Este, baja a la playa "a cualquier hora" y se cuida poco del Sol. También disfruta de invitar amigos a comer un asado. Eso sí, no le gusta que nadie se meta con la parrilla... como si fuera un traje de alta costura.

SU LOOK

"Nunca vas a ver un sweater rojo o naranja", dice Suárez sobre los colores de su guardarropas. Allí predominan el blanco, el negro y el jean. Una chaqueta negra "con buen corte" y una remera básica Armani son una dupla que nunca falla, sobre todo a la hora de viajar.

¿Encontraste un error?

Reportar

Te puede interesar