El PERSONAJE
El músico se hizo conocido como parte de la banda Hereford pero hace años que está construyendo su propio camino como solista.
Un uruguayo hijo de italianos que tiene nombre en inglés porque nació en Nueva York y sus padres no querían que lo discriminaran. ¿Se entiende? Claro, cuando Frank Lampariello llegó a Uruguay, con 9 años, ese nombre en inglés fue motivo de burlas y bullying. Ahora, Lampariello recuerda eso con una sonrisa. Pero también reconoce que, en ese momento, fue “jodido”. La mudanza a Uruguay, un país en el cual nunca había vivido, y a esa edad, fue emocionalmente muy duro para él. “Me chocó mucho. Sabía hablar español porque en casa era lo que se hablaba, pero... (imita un español con fuerte acento angloparlante). Cuenta que todo eso le generó algún que otro “quilombo” emocional, pero no hay reproche en su voz. “Si me hubiese quedado allá, podría haber tenido otros problemas, eso nunca se sabe. Pero si no nos hubiésemos venido, no me habrían pasado todas las cosas que me pasaron”. Así que todo bien.
En Estados Unidos quedaron familiares, pero él, sus padres y su hermano (también bautizado con un nombre anglo, Anthony), ya están, parece, definitivamente arraigados en Uruguay.
El bajista y cantante recibe a Revista Domingo en su casa, en Ciudad de la Costa. Hace más de 20 años que se mudó para ahí, y en esa época —recuerda— la zona era un poco más que un páramo. No había supermercados, no había muchas frecuencias de transporte colectivo y ni miras de un shopping... Sin embargo, él dice que mudarse ahí estuvo entre las mejores cosas que le pasaron en la vida.
No solo porque se trata de una casa con un amplio terreno, en un entorno que aún recuerda algo de lo que es vivir rodeado de naturaleza. También porque tenía (y tiene) un almacén en frente. Nunca necesitaba planificar las compras necesarias ni negarse un antojo a satisfacer enseguida como otros vecinos de la zona, cuando esta aún no tenía el desarrollo inmobiliario y urbano que tiene hoy.
Si a él y a sus compañeros de la ya desaparecida banda Hereford —en la que estuvo 18 años-—se les ocurría tomar una cerveza cuando terminaba el ensayo, no era necesario trasladarse mucho. Era cruzar y listo. Además, como en poco tiempo se hizo amigo de la dueña del lugar, hasta podía pedir fiado.
¿Los rockeros no son de organizarse mucho? Tal vez. En todo caso y, si así fuera, Lampariello suple esa falta de organización con trabajo. Antes que se pusiera de moda el “emprendurismo”, Lampariello ya había puesto un estudio de grabación profesional en el fondo de su casa, llamado Arizona, por el cual han pasado “incontables” bandas y solistas, dice Lampariello. “Buitres, Trotsky Vengarán, Once Tiros, La Triple Nelson (aunque no grabaron un disco entero), Guachas, Silverado, Motosierra, Aplanadora... Más de cien bandas en total”, enumera.
La propiedad tenía una barbacoa con parrillero y era una construcción relativamente grande. En ese lugar, de a poco, Lampariello fue haciendo cambios y reformas para que ahí funcionara dicho estudio, además de una sala de ensayo y luego otra.
Hoy, el estudio está inactivo, por una reforma que le fue impuesta a su dueño (se rajó parte del techo), pero no pasará mucho tiempo antes que vuelva a funcionar, aunque ahora todo luzca medio caótico. En el medio de ese aparente caos, yacen dos guitarras eléctricas pintadas con los atributos gráficos oficiales de la marca de whiskey bourbon Jack Daniel’s.
Hace unos años, la marca se había percatado de que en Uruguay había un músico al que le gustaba mucho ese bourbon por una foto. En ella se veía a Lampariello empinando una botella de esa marca en un escenario. Atrás de él, un mar de gente. “Fue en uno de los Pilsen Rock, no me acuerdo exactamente cuál, con Hereford tocamos en todos”.
En la sede central de Jack Daniel’s, en Tennessee, vieron esa foto y dijeron: “No es la manera en la que recomendamos tomar nuestro whisky, pero...”
Cuestión que Lampariello fue contactado para formar parte de un club de la marca llamado Tennessee Esquires Association. Él aceptó gustosamente, claro. Porque le encanta dicho bourbon y porque sabe que no entra cualquiera a ese club. “Jack Nicholson es uno de los socios”, aporta. Desde Estados Unidos le enviaron comprobantes de pertenencia y un documento que certifica que posee un parcelita del terreno en dicho club. Y cada tanto, el departamento de marketing le enviaba merchandising de la marca, desde remeras hasta dichas guitarras eléctricas. Ahora eso se frenó por lo que significó la pandemia.
M’hijo el dotor
Lampariello padre quería que sus hijos fueran profesionales titulados. En parte, cuenta Frank, porque a su padre le hubiese gustado estudiar, pero nunca pudo: había que llevar el pan a casa. Frank agarró para el rock, pero Anthony sí le dio a papá la satisfacción de ver el diploma universitario con el apellido impreso. “Mi hermano se recibió de abogado, fue hasta la casa de papá, le mostró el diploma y le dijo algo así como ‘acá tenés el título. Ahora me voy a vender casas’ (se ríe). Creo que nunca ejerció la abogacía, pero hasta el día de hoy tiene su empresa inmobiliaria”.
—¿Y cuándo empezó tu pasión por el rock?
—De chico, todavía vivía en Estados Unidos. Tengo una prima, Elsa, que vive en Toronto. Ella venía de Canadá a Nueva York a cuidarme cuando yo tenía unos seis años. Una de esas veces que vino, en la radio estaba sonando mucho la canción Blinded By The Light, que es de Bruce Springsteen. Pero la versión que sonaba era de Manfred Mann’s Earth Band. Se ve que le debo haber insistido mucho a Elsa, porque me compró el disco con esa canción. Ese fue el primer disco que tuve. Además, ella era fanática de Queen y también me regaló el álbum News Of The World.
En Uruguay pasó de ser un escucha activo a empezar a tocar. Como tantos otros, se juntó con varios amigos y formaron una banda, con más entusiasmo que destreza. Un amigo un poco mayor que él y con considerable talento musical, los vio una vez y le recomendó que se juntara con uno de los tres guitarristas que formaban parte de ese grupo y con el baterista. Lampariello le hizo caso y así empezó de manera un poco más en serio en la música. Él ya había pasado a tocar el bajo, a pesar de que el instrumento elegido primero había sido la guitarra eléctrica.
—¿Los bajistas son guitarristas frustrados?
—(Se ríe). ¡Somos el último orejón del tarro! Muchas veces, cuando se forma una banda y ya hay uno o dos guitarristas buenos... “Vos tocá el bajo”. Yo creo que sí, que somos guitarristas frustrados. No puedo hablar por todos, pero 80 de 100 bajistas, me parece, empezaron tocando la guitarra.
Ahora, claro, aprendió a querer a su instrumento más allá de que nunca se le ocurriría hacer un solo de bajo. No le gusta. Lo máximo para él como instrumentista es cuando se entiende a la perfección con el baterista y entre ambos arman un acompañamiento totalmente entrelazado. Le empezó a pasar hace unos años con el baterista con el que toca actualmente, Leonardo Vargas. No necesitan ni mirarse, dice, y ya saben lo que el otro va a hacer. También le pasaba con Rodrigo Trobo, cuando ambos tocaban en Hereford. Esa banda terminó, para muchos, de manera intempestiva.
Para Lampariello, el fin de Hereford se produjo luego de un proceso en el cual hubo un desgaste y se venían acumulando diferencias. Por ahí, admite, su tendencia a la ansiedad lo llevó a ser el disparador que desencadenó la ruptura. Pero eso ya es parte del pasado.
Sus cosas
Roger Waters. El bajista y compositor de Pink Floyd es uno de los referentes musicales de Lampariello. El uruguayo destaca de Waters no su destreza técnica (el inglés no está al nivel de un Jaco Pastorious o Pedro Aznar), sino el buen gusto que tiene para aportar líneas de bajo memorables en sus canciones.
Fanático de Rampla Juniors, Lampariello empezó a ser futbolero luego de años de haber arriado a Uruguay. “Es difícil elegir a uno...” dice y se le vienen a la cabeza nombres como Ronaldo, Messi o Suárez. Pero al final elige a Maradona: “Los dos goles a Inglaterra, luego de la guerra de las Malvinas fue algo impresionante”
Le encanta el bourbon. Lo que no le gusta es mezclar ese destilado con otras bebidas. “No soy de los tragos elaborados”, confiesa y agrega que para él un vaso de Jack Daniel’s solo y sin hielo es la bebida alcohólica preferida.