Garo Arakelian: "Quedé como el malo de la película"

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Garo Arakelian

EL PERSONAJE

El músico está preparando su segundo álbum en solitario y el regreso a los escenarios, con canciones del mismo de siempre pero diferentes a las que ya hizo.

La habitación en la que trabaja Garo Arakelian no transmite prácticamente nada del estereotipo de vida bohemia y dilatada asociada a un rockero. Al contrario, se trata casi de una oficina ordenada y austera. Pasa que Arakelian no es muy amigo de los estereotipos, por decirlo de una manera diplomática.

Por más de 20 años fue el autor de las canciones de una de las bandas de rock más populares del país, La Trampa, una agrupación que durante un tiempo formó parte de un pelotón del que un día empezó a despegarse para vestirse con el atuendo del líder.

Les habrá llevado varios años, muchos conciertos en pésimas condiciones y nada de estímulo o espaldarazo más allá de los fans y amigos (busquen reseñas de discos o conciertos de La Trampa en la década de 2000 y verán cómo le daban por la cabeza, quien firma incluido). Pero Arakelian, el cantante Alejandro Spuntone, el bajista Carlos Ráfols y el baterista Álvaro Pintos (la formación más reconocida aunque hubo también otros integrantes) tenían una fe inquebrantable en lo que hacían y la arrogancia necesaria para sostener esa fe. “No nos queríamos parecer a nadie. Y salíamos a comernos la cancha cada vez que tocábamos. La arrogancia es definitoria: si no creés en vos mismo, nunca te va a pasar nada”, sentencia.

Esa fe y esa arrogancia se apoyaban en sus canciones, a las que él llama “más uruguayas que montevideanas”. El interior recibió a La Trampa de brazos abiertos, pero el grupo también fue al encuentro de ese Uruguay, distinto al montevideano. Lloviera o tronara La Trampa iba y tocaba, a veces en condiciones que no eran precisamente rock-friendly. “Es que ensayábamos tanto... Podíamos tocar aunque no nos escucháramos entre nosotros en absoluto. Con mirarnos alcanzaba”.

Paulatinamente, todo ese trabajo y creatividad empezó a ser fructífero y La Trampa empezó a llevar a miles a sus conciertos. El colmo fue la edición 2008 del festival Pilsen Rock, cuando decenas de miles de personas saltaron, corearon y celebraron el concierto. Cuando Arakelian vio esa multitud completamente compenetrada con la música que él y los demás hacían, tuvo más o menos la misma sensación de tantos otros artistas musicales que llegan a esas instancias de adoración masiva: “Fue como el punto final, al menos de lo que yo pude construir”.

El fin de La Trampa ya se vislumbraba y se produjo un par de años después. En la repartija de roles que se dio tras el final Arakelian quedó como el villano, el que se llevó las canciones y privó a los otros y al público de un vínculo que se venía construyendo desde 1991. “La gente dice que tengo mal carácter y quedó como que yo fui el responsable. Incluso hay un libro (se refiere a "Sin miedo en la oscuridad", del periodista Ignacio Martínez), que es un compendio de gente hablando mal de mí. Pero bueno, la vida es así. Lo que tengo para decir es que hasta cierto momento, Alejandro y yo empezamos a disentir sobre la política y la ética de las canciones. Las canciones necesitan sus tiempos, sus aires, sus descansos. Vos no ponés la hornalla al máximo cuando vas a hacer un panqueque, o todas las brasas juntas cuando vas a hacer una colita de cuadril, porque se te quema. Durante la mayor parte de nuestra historia él y yo estuvimos de acuerdo en ese aspecto, pero en algún momento Alejandro empezó a ver ese proceso de otra manera, que tenía más que ver con su interpretación. Además, La Trampa ya era una banda envejecida”.

—¿En qué sentido?

—Cada generación tiene su Mayo del 68. Pero cuando tenés 50 años ya no tenés esa energía revolucionaria. Lo que tiene que ser revolucionario es mi forma de ver las cosas, no intentar hacer lo que le corresponde a hacer otra generación. Tampoco es que le puedas dar una mano a alguien de esa generación. Ese es un camino que se tiene que hacer solo y las canciones tienen que representar a tus pares generacionales. Si no, no va a funcionar. Vos podés tocar muy bien, pero si las canciones no conectan...

—¿Seguís teniendo trato con Alejandro?

—No, hace mucho que no. Como tampoco lo tengo con otras personas con las que tengo lindos recuerdos y con las que hicimos cosas importantes. Creo que lo que a él lo que más le gusta es cantar. Y si lo veo feliz, yo también lo estoy. No hay enemistad.

Tras el final de La Trampa, Spuntone se unió a Guzmán Mendaro para conformar un dúo que fue muy exitoso y que sigue activo. Arakelian, por su parte, sacó su primer disco en solitario, "Un mundo sin gloria" (2012), en el cual se creó un personaje: el de un boxeador de barrio, un pugilista medio pelo que básicamente se sube al ring a ponerle el cuerpo a las trompadas. Hay un par de guantes de boxeo en esa habitación de trabajo, que recuerda esa época. “Me metí en el mundo del boxeo y llegué a entrenar durante bastante tiempo, porque además es un muy buen ejercicio”.

tapa disco Un mundo sin gloria
"Un mundo sin gloria", el primer disco solista de Garo Arakelian.

Esa primera etapa solista duró hasta 2016, cuando surgió El Astillero, un trío que completan Franny Glass y Diego Presa y que, cómo no, también supo de una etapa exitosa.

“En 2019 tocamos 85 veces en todo el país, un disparate. Me remitía mucho a lo que había vivido con La Trampa, salvando todas las distancias entre las bandas. Además de que lo disfrutamos mucho, también era un trabajo. Parte de los presupuestos de nuestras familias lo cubríamos con lo que ganábamos con El Astillero”.

tapa disco Sesiones
"Sesiones", de El Astillero.

—¿Y ahora?

—Estamos en una pausa. No sabemos lo que va a pasar. Para que funcionemos, necesitamos tocar en vivo, algo que no hemos hecho en todo este tiempo.

—Parece que sos un músico de colectivos.

—Ya no. Estoy viejo y no tengo paciencia (se ríe).

Actualmente, Arakelian se encuentra trabajando para grabar su segundo disco en solitario además de preparar un recital para el próximo 19 de marzo en La Trastienda.

segundo álbum

Nueva tímbrica

“Ya tengo bastante como para un segundo disco”, cuenta. Pero también dice que falta un buen tiempo para la salida de ese álbum. No será un disco parecido a Un mundo sin gloria, que era introvertido y tirando a acústico. Esta vez la tímbrica será diferente y Arakelian nombra a la banda de Tom Petty (The Heartbreakers) o algunas de las tantas que acompañaron a Neil Young como posibles puntos de referencias. La combinación de rock y folk es algo que le atrae porque ahí se unen varias de sus influencias más queridas, como por ejemplo, El Sabalero o el propio Young. ¿Y las canciones? “Soy el mismo de siempre, pero son canciones de hoy. Estamos viviendo en un mundo totalmente novedoso. Yo tengo que ser novedoso. Tengo bronca, incertidumbre... No entiendo lo que está pasando, en ningún sentido. Soy un padre ya entrado en años, que ya debería haber entendido algo”. Quien quiera oír por dónde se mueve el actual Garo Arakelian podrá hacerlo el próximo 19 de marzo, cuando se presente en La Trastienda junto a su nueva banda, integrada por Santiago Peralta (guitarra), Laura Gutman (teclados, guitarra), Pablo Sónico (batería), Sebastián Codoni (bajo) y Víctor Sueiro (armónica).

¿Qué estuvo haciendo desde que la pandemia comenzó y El Astillero dejó de tocar en cuanto escenario había?

Además de componer canciones, dar clases de guitarra y hacer vida familiar, estuvo estudiando teoría musical y aprendió a leer y escribir en un pentagrama, con Esteban Klisich como profesor. “Aprendí rápido la lectoescritura musical. Empecé a estudiar por varias razones. Una es que a mí me cansa mucho la vista la pantalla de la computadora y quería depender menos de ella. Ahora, por ejemplo, cuando pienso en un arreglo puedo escribirlo en el pentagrama y luego sí trabajarlo en la computadora. Las letras de las canciones también las escribo en papeles, a mano”.

Pero también hubo otras razones para adentrarse en el mundo de la música por escrito: “Mi madre falleció hace un año más o menos y a mí me asustó mucho ver el deterioro cognitivo que tuvo a lo último. Una de las cosas que averigüé es que estudiar un lenguaje nuevo tiene efectos particulares sobre el cerebro, como que lo reestructura. Y esto es un lenguaje nuevo: la lectoescritura musical es eso. También me pasó que con la guerra el año pasado entre Armenia y Azerbaiyán, empecé a tener relaciones epistolares con varios armenios en diferentes países como Irán y Siria y ahí recuperé parte del idioma armenio. Volví a hablarlo, leerlo y entenderlo. Eso me hizo bien”.

Antes de despedirse recorre la biblioteca, donde hay muchos libros sobre el rock. Ante el comentario de que para algunos puede resultar curioso verlo entre parafernalia rockera, sonríe: “Mucha gente, incluso colegas, me han dicho que me fui del rock. Pero no es así. Lo que hice fue irme de un lugar que entendía al rock de una única manera”.

guitarra acústica
Una guitarra

“Esa”, dice y señala una guitarra acústica marca Yamaha, modelo C40, cuando le preguntan por su guitarra favorita. Hace más de 20 años que la tiene. La usa para todo: para componer, para llevar al balneario cuando se va de vacaciones, para dar clases. “Es una guitarra todoterreno”.

premio a Garo Arakelian
Un premio

Todos los premios que ha recibido durante su trayectoria tienen un valor particular, pero si tiene que elegir uno dice que el que tiene mayor valor simbólico para él fue uno que le entregaron hace 21 años en el programa radial Agítese antes de oír, conducido por Lorena Bello, al mejor guitarrista de 1999.

Muhammed Ali
Un boxadeor

No lo duda ni un instante: “Muhammed Ali”, responde cuando le preguntan por su boxeador favorito. Con 54 años, Arakelian bien pudo haber visto algunas de las últimas peleas de Ali, cuando la extraordinaria habilidad del pugilista ya había empezado a ceder ante el avance del tiempo. “Era todo lo que estaba bien”.

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