Genuinas, sin protocolos y más pequeñas: así son las nuevas bodas

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La pandemia terminó de consolidar cambios que venían gestándose desde hacía décadas; las nuevas generaciones rompen con los mandatos y celebran a su manera

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María y Matías decidieron celebrar su casamiento de un mes para el otro. Estaban de novios desde hacía seis años y se dio la oportunidad de ir a vivir en el exterior, pero para eso necesitaban de una unión legal. Ella, que trabaja como productora de moda, se hizo cargo de organizar el evento, aunque todas las decisiones se tomaban en pareja. El vestido lo hizo su amigo, el diseñador Nicolás Galván. Era trasparente, con pedrería bordada. Debajo se podía ver un body hecho por otra de sus amigas, Eugenia Lozano, de la marca de lencería Catwalk. Del pelo, el maquillaje y la fotografía -digital y analógica- también se encargaron personas de su círculo íntimo.

“A mí la fotografía típica de bodas no me gustaba mucho, quería alguien con una visión más artística, más sensible y que me conociera. Por eso llamé a Camila Montenegro, porque creo que tiene una visión súper linda, que acompaña mi estética”, recuerda la novia.

Es que para ella, la fiesta de casamiento tenía que reflejar la personalidad de la pareja. No quería un paquete prefabricado, sino una experiencia que sea única e irrepetible.

María y Matías.
María y Matías. Foto: Camila Montenegro.

“Mi visión de los casamientos fue cambiando a través de los años. Cuando era más chica me quería casar por seguir un mandato social, por tradición. Después fui creciendo, fui abriendo mi cabeza y tuve una época en la que estuve muy negada con el tema. Me parecía súper innecesario. Pero, con el riesgo de sonar un poco cliché, una vez que conocí a la persona indicada ahí entendí que es más un festejo del amor. La relación es la misma que hace seis años, pero estuvo genial festejar con toda la gente que queremos y que nos quiere”, cuenta.

María y Matías no están solos en su postura, sino que reflejan el sentir de la generación millennial y de la generación Z frente a una tradición que antes parecía ineludible.

“Hoy el concepto mismo del casamiento ha cambiado. Las parejas en su mayoría conviven y solamente llegan al casamiento por una elección propia y en el momento personal: los imperativos sociales pasan a un segundo lugar”, explica la psicóloga Verónica Massonnier, especialista en investigación de mercado y tendencias.

“En la celebración, frente a la tradición aparece la irreverencia, que no implica dejar de valorar el acto en sí, sino potenciar su perfil de vitalidad frente a la solemnidad: es un ritual de pasaje, sí, pero mucho más cargado de frescura y donde lo joven tiene más peso que lo parental. En esencia se produce un desplazamiento del poder: las decisiones más importantes ya no son de los padres (en especial el padre de la novia que en el modelo tradicional financiaba el evento) sino de los propios novios”, agrega.

Este cambio cultural se ve reflejado en los datos: en Uruguay cada vez se casan menos personas. Según un informe del Instituto Nacional de Estadística (INE) “a partir del censo de 1963, el peso relativo de parejas constituidas permanece estable, pero la forma de unión elegida cambia significativamente (...) Es innegable la existencia de una transformación en la vida familiar y en las pautas de la nupcialidad”. Por ejemplo, la celebración de matrimonios se redujo 57% entre 1985 y 2015. Y en 2020 llegó la pandemia. Con el covid las oficinas del Registro Civil permanecieron cerradas o se realizaron matrimonios en los que podían haber siete u once personas, el protocolo fue cambiando. Como consecuencia, en 2020 los matrimonios bajaron 30% respecto al 2019.

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Cambió el peso cultural de la boda. Foto: Unsplash

Crisis y oportunidad

Florencia siempre soñó con una fiesta grande, con cientos de invitados. Sebastián, su novio, prefería algo más pequeño. Pero en algo coincidían: ambos querían casarse antes de que terminara 2021. Con las restricciones vigentes en ese momento, la idea de la boda multitudinaria quedó de lado y la pareja se puso de acuerdo para crear una lista de 150 invitados. Solo quedaba encontrar la locación perfecta.

A ambos les gusta navegar y la hermana del novio les presentó la idea de Puerto Camacho, ubicado en un barrio privado en Carmelo. Era ideal porque reflejaba la personalidad de ambos y, además, porque quedaba cerca de Dolores, donde vive la familia del novio.

“Llegamos y dijimos: ‘Es acá’, no me imaginaba otro lugar. Tenía miedo de no poder pagarlo pero, si bien hubiese querido gastar menos, podíamos hacerlo. Normalmente no hay fecha, se casan muchos argentinos y brasileños y es más caro, pero como fue en pandemia tuve suerte. Tal vez era el presupuesto que hubiese tenido una fiesta de más gente, una fiesta más ‘normal’ en cualquier chacra de Montevideo”, explica Florencia.

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Florencia y Sebastián decidieron casarse en Puerto Camacho, un lugar con el que sentían una conexión especial. Foto: Santiago Rovella.

Una celebración que suele durar alrededor de ocho horas se terminó transformando en una bacanal de varios días. Después del matrimonio civil en Dolores un jueves, se instalaron en una casa que habían alquilado en Puerto Camacho y empezaron a recibir gente. “Siempre había asado en la parrilla”. El viernes salieron con su círculo íntimo a navegar con la puesta de sol y al otro día fueron a tomar cerveza con sus familiares y amigos a la pizzería ubicada detrás del salón donde al otro día iba a ser la fiesta.

La pandemia nos ayudó a definir el tamaño, quise priorizar el casamiento en sí y dejé de lado la idea de invitar a tantas personas. Tal vez si no hubiese sido por el covid no hubiésemos hecho ese casamiento, fue mucho mejor a lo que me hubiese imaginado”, explica Florencia y añade: “Sufro ansiedad y pensé que iba a estar muy nerviosa, pero el hecho de estar ahí desde hacía varios días, de verme con muchos amigos y familiares el día antes, me hizo estar más tranquila. Estaba hasta mi perro. Quería romper un poco con lo que tiene que ser un casamiento y pensamos qué otras actividades más allá de las fiestas se pueden hacer como celebración, cosas que me gustaran a mí y a Seba, pero que también compartiera con muchos de los invitados”.

De acuerdo con la ambientadora y florista Gabriela Curbelo, esta modalidad de destination wedding (boda destino) es una tendencia en Uruguay, tanto entre novios locales como con extranjeros que vienen al país a casarse. Implica un número reducido de invitados, con festejos que se extienden a lo largo de varios días en una locación remota (o por lo menos fuera de Montevideo).

“Al bajar el número de invitados y buscar locaciones más hacia el este o el mar tenés posibilidades de planes más de fin de semana o bodas de tres días. Tenés la pre-boda, que para mí es una gran instancia, donde se ve esa cosa del disfrute, de los amigos. La ceremonia en sí, sobre todo si es religiosa, tiene otra implicancia desde lo simbólico y lo emocional”, explica Curbelo.

El priorizar la calidad por sobre la cantidad es, para la profesional, una de las principales transformaciones que atravesaron las bodas en los últimos 10 años. Ese cambio se vio consolidado durante la pandemia, que forzó a acotar el número de invitados y llegó para quedarse.

Laura Fazzino, directora de Tufiesta.com.uy, una plataforma de venta de productos y servicios, coincide. Las fiestas de más de 500 personas quedaron reservadas a familias muy numerosas o de gran poder adquisitivo. “Las parejas invierten más en el rubro de animación y de diversión. La tendencia es a generar experiencias, pasa también en los viajes”, dice.

Para ambas, esta nueva modalidad responde a que las parejas se casan “más grandes” y, por lo tanto, tienen más claro qué quieren y qué no. “Deciden más sobre su boda, eso hace que el número de invitados sea más reducido (no hay tantos compromisos por parte de los padres), eso te da la posibilidad de hacer más fiestas ‘cuidadas’ al detalle”, afirma Curbelo.

Equidad

Los hombres participan y “existe un sentido de equipo”

El feminismo y la búsqueda de la equidad de género han caracterizado a la última década y las bodas no son la excepción. “Más allá de las modas, es tu boda y está bueno que los novios puedan disfrutar de ese proceso. Antes los hombres estaban menos presentes, ahora los novios son mucho más activos y están interesados en la toma de decisiones”, dice la ambientadora Gabriela Curbelo. Dejó de ser “la noche de la novia” para pasar a una celebración en conjunto, donde ambos eligen y son protagonistas.

“Este nuevo modelo es mucho más simétrico y existe un sentido mayor de equipo, de compañerismo, de decisiones compartidas. Esto cambia los roles de una manera muy profunda y cambia el protagonismo en las elecciones: se considera un evento de la pareja, una celebración de a dos en un plano de igualdad. Los aspectos de vestuario y el diseño del evento pueden (o no) mantener algunos de los elementos tradicionales pero en estos casos está mucho más asociado con lo placentero y no con un mandato”, contextualiza la psicóloga Verónica Massonnier.

Boda pinterest

En general, el balance parece ser positivo: se hace más énfasis en el entretenimiento, se invierten sumas mayores en decoración y se contrata un mejor catering. Sin embargo, a veces, los novios corren el riesgo de querer una “boda Pinterest”, con una excesiva preocupación por la estética y expectativas irreales en relación al presupuesto.

Para la ambientadora “las bodas de Pinterest a veces tienen mucho dinero atrás y a veces encuentro que los novios vienen tan influenciados por eso, que después cuando empiezan a enfrentarse a la realidad se sienten frustrados". "Entonces creo que es bueno medir las expectativas y plantear con los equipos la inversión que podés hacer”, añade.

Cotillón
El cotillón temático es una tendencia. Refleja la personalidad de los novios. Foto: Leo Mainé.

Otro rubro en el que las redes sociales han tenido una gran influencia es en la fotografía. Leonardo Mainé, fotógrafo de El País que trabaja en bodas hace más de 30 años, observa que el estilo de registro que le piden ahora es más espontáneo, “no tan posado”. “Las redes sociales tienen mucha influencia, porque vos antes para saber lo que se hacía en el mundo tenías que viajar, ahora lo ves todo con el celular”, reflexiona.

María, que se casó hace un mes, coincide con esa observación. “Nosotros queríamos disfrutar, no tener que hacer toda esa cosa formal de pararse con la familia de él, luego con la mía y perder horas. No quería que fuera una noche de protocolos, sino una noche de pasarla bien y divertirse”, afirma.

Además, los profesionales de la fotografía ahora se ven obligados a competir con la inmediatez del registro de los celulares -que, según Mainé, “dejan de ser competencia cuando los invitados se empiezan a emborrachar”-. Este cambio en la tecnología los forzó a ofrecer el servicio de compartir las fotos al mismo tiempo que está sucediendo la boda.

Nuevas reglas

Sin protocolos y con el énfasis puesto en el disfrute es cómo se enfrentan las nuevas generaciones al casamiento, que deja de ser un mandato social para convertirse en una elección. Y la celebración pasa a ser una instancia más descontracturada donde brilla la personalidad de ambos.

Esta frescura, esta autenticidad de ninguna manera le resta trascendencia o valor al acto de casarse. Al contrario, muchas veces se hace con una dosis mayor de conciencia e involucramiento: dado que no es la única opción de vida y que se trata de una decisión genuina, el compromiso puede ser todavía mayor. Ya no se trata de un ‘deber ser’ sino de un ‘querer ser’; aquí está la motivación y también la fuerza. Es algo que viene de una elección profunda y así se vive”, concluye la psicóloga Verónica Massonnier.

Tendencias

Lo que se usa

Más allá de las transformaciones de fondo que están atravesando las bodas, también existen cambios que tan solo se tratan de modas pasajeras. “La gente se va aburriendo de ciertas cosas y hay que innovar”, explica Laura Fazzino, directora de Tufiesta.com.uy, un portal de compra y venta de productos y servicios vinculados al rubro.

En los últimos años, las cabinas fotográficas fueron muy populares. Sin embargo, ahora están siendo reemplazadas, en parte, por las fotografías 360°, de acuerdo con Fazzino. El servicio consiste en una plataforma, sobre la cual se colocan los protagonistas. Luego, una cámara gira alrededor de ellos capturando imágenes a gran velocidad. Posteriormente, estas fotos son unidas para crear una suerte de GIF, como se pueden ver en las transmisiones de las alfombras rojas de algunos canales de televisión.

El clásico cotillón también tiene su versión 2.0: algunas parejas se inclinan por lo temático, como puede ser una serie de televisión, una película o incluso la profesión del novio o de la novia. Por ejemplo, una dupla de fanáticos de Star Wars decidió comprar máscaras, gorras, capas y sables láser en honor a la saga creada por George Lucas (ver foto en tapa). Esta moda está vinculada a la tendencia de la “personalización” observada por varios profesionales del rubro. Otra opción es directamente reemplazar el cotillón con estaciones de maquillaje en las que se pinta el rostro de los invitados con colores flúo o brillantina. Es que luego de la fiesta el cotillón, generalmente, es tirado a la basura. Entonces, optar por el maquillaje es una manera de reducir los desperdicios del casamiento y evitar los plásticos de un solo uso. Estadísticamente, la mayoría de los millennials y la generación Z priorizan la sostenibilidad en sus elecciones de compra y los casamientos no son la excepción.

Por último, el catering también ha vivido una transformación. En lugar de las cenas de tres pasos (bocadillos, entrada y plato principal) cada vez más novios optan por “estaciones”, según Fazzino, en las que cada invitado se sirve lo que quiere. Y, además, las grandes tortas se transformaron en postres individuales para ofrecer más opciones y evitar el desperdicio.

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