NOMBRES
Es sueca, tiene 16 años y falta a clases todos los viernes para hacer huelga pidiendo cambios por el calentamiento global. El pasado 15 de marzo, Greta Thunberg logró una manifestación a nivel mundial.
Cuando tenía 8 años, oí hablar por primera vez de algo llamado cambio climático o calentamiento global. Aparentemente era algo que los humanos habíamos creado por nuestro modo de vida (...) Recuerdo que pensé que era muy extraño que los humanos, que son una especie animal entre otras, pudiesen ser capaces de cambiar el clima de la tierra. Porque si así fuese, y si realmente estuviese ocurriendo, no hablaríamos de otra cosa. Nada más encender la televisión todo hablaría de esto. Titulares, periódicos. Nunca leerías o escucharías otra cosa, como si estuviésemos en una guerra mundial. Pero nunca nadie hablaba de esto”. Greta Thunberg tiene 16 años, una mirada dura, la voz firme y frases contundentes. La cita anterior es el inicio de su charla TEDx, donde se paró para preguntarse y preguntar al resto por qué decidimos ignorar lo que es obvio.
Greta Thunberg tiene 16 años recién cumplidos, y así como se plantó en la charla TEDx con sus ideas, lo hizo por tres semanas frente al parlamento de su país, Suecia, con cartel en mano, sola, pero con sus ideas. Cuando comenzó —20 de agosto de 2018— faltaban 20 días para las elecciones generales del país, y su propósito era exigir al gobierno que tomara medidas para cumplir con al Acuerdo de París. Pasaron las elecciones, Greta volvió al salón de clases, pero repitió su huelga cada viernes: ante sol o lluvia, la niña de las trencitas y las palabras necesarias estaba con su cartel y su protesta, esperando que alguien la escuchara.
En diciembre de 2018, la imagen de Greta ya había recorrido el mundo. Era la adolescente que sintió la necesidad de dejar de lado lo típico de una chica de su edad para hacerse escuchar. Porque Greta tiene miedo del futuro que le espera, a ella y a sus hijos y a sus nietos, si nadie hace algo por revertir la actitud humana ante el mundo. El discurso de Greta estaba sonando fuerte, y los líderes mundiales ya no podían hacer oídos sordos. No se trataba de un berrinche adolescente, sino de una de las verdades más difíciles de enfrentar, y fácil de ignorar.
“Algunos dicen que debería estar en clase en lugar de hacer todo esto. Otros que debería estudiar para ser científica en climatología y ‘resolver la crisis climática’. Pero la crisis climática ya está resuelta. Ya tenemos los datos y soluciones. Además, ¿por qué me pondría a estudiar para un futuro que pronto quizás ya deje de existir, mientras nadie hace nada para salvarlo? ¿Y qué sentido tiene aprender teoría cuando los datos más importantes claramente no significan nada para nuestra sociedad?”, fueron solo algunas de las palabras que el 4 de diciembre, Greta pronunció en su discurso en la 24° Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, sentada al lado de António Guterres, secretario general de la ONU.
Antes, al comenzar su discurso, reconoció que estar ahí, frente a esos líderes no garantizaba nada, era consciente de que muchos habían ido hasta esas cumbres pidiendo un cambio, para que se detengan las emisiones. “Pero, evidentemente, esto no ha dado resultado ya que las emisiones siguen en aumento. Así que no les pediré nada”, reflexionó. Sin embargo, haciéndose a la idea de que los gobernantes del mundo fallan, aprovechó su oportunidad ante las cámaras para hablar más allá, para dirigirse a los medios y a los otros, que como ella, pueden levantarse en la lucha por la crisis climática.
“En cambio, voy a pedirles a los medios que empiecen a tratar la crisis como lo que es, una crisis. En cambio, voy a pedirles a todos en el mundo que se den cuenta de que nuestros líderes políticos nos han fallado”, espetó, una vez más con la voz firme, con el tono de alguien que está completamente segura de lo que cree, de lo que piensa, y que sabe que detrás tiene una lista, triste e interminable, de argumentos.
Luego en enero, en el Foro Económico Mundial, se dirigió a los políticos para que no vieran en ella esperanza, o más aún, que directamente no sintieran esperanza, sino miedo. “Quiero que sientas el miedo que siento todos los días, y luego quiero que actúes”, les dijo.
Greta ya no está tan sola. Para empezar, sus padres —un actor y una cantante de ópera suecos— siguen los lineamientos creyendo en el “granito de arena”, dejaron de consumir carne, de viajar en avión y se encargan de financiar cada uno de los viajes que le han surgido a la niña, para que no haya riesgo de que alguien quiera pagar por su palabra, y utilizarla.
Luego fueron los otros niños y adolescentes del mundo, que inspirados por ella se sumaron a la huelga de los viernes. En septiembre publicó un video en su cuenta de Twitter invitando a participar en los Fridays For Future (Viernes por el futuro), y fue seguida por unos 20.000 chicos. La manifestación más grande, que sumó millones, fue la del pasado 15 de marzo, cuando incluso jóvenes uruguayos se estacaron frente al Palacio Legislativo con sus reclamos, entre otras cosas, por la instalación de una nueva planta UPM.
El 12 de diciembre de 2018, Greta volvió a estar frente al micrófono para un segundo discurso en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático. Ahí añadió: “ Ustedes no son lo suficiente maduros para decir las cosas como son, incluso esa carga nos la dejan a nosotros, los niños. (...) Nuestra biosfera se está sacrificando para que las personas ricas en países como el mío puedan vivir en el lujo. Son los sufrimientos de muchos los que pagan por los lujos de unos pocos (...) Ustedes dicen que aman a sus hijos por encima de todo, pero les están robando su futuro ante sus propios ojos”.
La depresión
A los 11 años, Greta sufrió una depresión severa. No hablaba, no quería ir a la escuela, no comía, y perdió diez kilos en dos meses. Gran parte de su depresión se debía a que no podía comprender cómo nadie hacía nada por el cambio climático. En entrevista con El País de Madrid, su padre, Svante Thunberg, explicó que todo comenzó cuando vio videos sobre el calentamiento global en la escuela. Dijo que en parte tuvo que ver con la sensación de sentirse “apartada y sola”, porque a los demás, poco los alteró todo el asunto del medio ambiente.
Tiempo después de su depresión fue diagnosticada con Asperger, trastorno obsesivo compulsivo y mutismo selectivo. Y en cada entrevista habla de ello. Su “lugar feliz” no es ese en el que interactúa todo el tiempo con extraños. Pero lo hace, dice, motivada por el fin de crear conciencia sobre el cambio climático. Tampoco le interesa ser el centro de atención, ni haberse convertido en un rostro conocido por todos, ni en un icono que ahora está nominada al Nobel de la Paz. Pero, de nuevo, es parte de que su palabra llegue y movilice. Para sentir que hace algo: “Básicamente significa que solo hablo cuando creo que es necesario”, aclaró en su charla TEDx.
“Para quienes estamos en el espectro (autista) casi todo es blanco o negro (...) Creo que de muchas maneras nosotros los autistas somos los normales, y el resto de ustedes son bastante extraños. Especialmente cuando se trata de la crisis de sostenibilidad, donde todo el mundo sigue diciendo que el cambio climático es un peligro existencial y el problema más importante y, sin embargo, continúan como antes. No lo entiendo, porque si las emisiones tienen que parar, entonces debemos pararlas. Para mí, eso es lo blanco o negro”, añadió en la charla.
Por ahora, entre la escuela y el activismo, Greta casi no tiene tiempo. Pero se siente feliz: encontró su propósito y lo persigue.
Los viernes son para luchar por el futuro
“Solo hablan de moverse hacia adelante con las mismas malas ideas que nos han metido en este desastre (...) Hemos venido aquí para hacerles saber que el cambio ha llegado, les guste o no. El poder real pertenece al pueblo”, dijo Greta ante la ONU, y esas palabras, como las que estuvieron antes o vinieron después, inspiraron a otros niños, adolescentes, adultos. En septiembre de 2018, Greta convocó a otros estudiantes del mundo a hacer huelga escolar todos los viernes, bajo el lema Fridays For Future (Viernes por el futuro). Los invitó a hacer como ella, y pararse frente a las casas de gobiernos de sus países pidiendo cambios en las políticas medioambientales. Muchos la siguieron. La fecha más importante fue la del 15 de marzo de 2019, reconocida a nivel internacional como la de la Marcha Mundial 15-M. Ese día, entre 1.5 y 2 millones de personas de 123 países, divididos en unas 2000 manifestaciones, se hicieron escuchar. Uruguay fue uno de los países que se sumó al reclamo por medidas para el cambio climático. Cientos de jóvenes se encontraron afuera del Palacio Legislativo y exigieron, entre otras cosas, que no se instale la planta nueva de UPM ni el ferrocarril entre Montevideo y Paso de los Toros.