Gustavo Zerbino: “La película de Bayona nos unió más a las familias de los que no volvieron de los Andes”

Compartir esta noticia
Gustavo Zerbino 2.jpg
Gustavo Zerbino.
RICARDO FIGUEREDO

En estos días en los que la película La sociedad de la nieve es la más vista en el mundo por la plataforma Netflix, el teléfono de Gustavo Zerbino no para de sonar. Lo mismo les pasa a otros sobrevivientes de la tragedia de los Andes que en el último medio siglo han viajado por el mundo dando charlas inspiradoras, basadas en lo que perfectamente podría ser la historia de supervivencia más increíble del ser humano.

Gustavo Zerbino tiene 70 años, es padre y abuelo. Y pese a que pasó solamente 72 días en la montaña, jamás pudo (ni podrá) separarse de esa vivencia. Por ella será recordado, incluso luego de una vida destacada como jugador de rugby y empresario, vinculado durante décadas a la industria farmacéutica.

Como otros de los supervivientes, Zerbino estuvo involucrado con el trabajo del español Juan Antonio Bayona (director de Lo imposible, El orfanato, Mundo jurásico y Los anillos de poder). Ni él ni sus compañeros habían estado de acuerdo con la película que hizo Disney hace 30 años (¡Viven!) Ni con el libro homónimo que la inspiró, el primero, publicado en 1974.

Tampoco los familiares de los que fallecieron en la cordillera estuvieron de acuerdo con ese filme. Y aunque trataron de evitar que se rodara, la compañía del ratón contaba con los derechos y se salió con la suya, por lo que finalmente algunos sobrevivientes decidieron colaborar con la producción. En aquella película de 1993 incluso se cambiaron los nombres de los que murieron, en un intento por evitar que los familiares se vieran afectados. “Queríamos que esta película, basada en el libro La sociedad de la nieve de Pablo Vierci y en el documental de Gonzalo Arijón, tuviera la idiosincrasia uruguaya, que entendieran nuestro dolor y nuestros principios. Y que tuviera en cuenta lo que le falta al libro de Piers Paul Read, que era muy frío. Los ingleses son muy educados, pero no hablan de sentimientos, de emociones”, relata Zerbino a Domingo.

El sobreviviente explicó que le trasmitieron al director la importancia de darle voz a los que no volvieron, por lo que destaca que la película sea narrada en off por uno de los fallecidos, Numa Turcatti. “Los familiares de los que murieron conocieron a Bayona en una reunión extraordinaria que tuvimos. Él les explicó lo que quería hacer y ellos estuvieron de acuerdo en que se utilizaran los nombres reales. Así comenzó una relación de confianza muy grande con Bayona, quien cumplió al 100% todo lo que había prometido. Además de ser un excelente director de cine, es un excelente ser humano”, destacó.

Los recuerdos de los muertos

Zerbino fue una de las tres personas que realizó la primera expedición para buscar la cola del avión y ver dónde estaban, luego que escucharon por radio que ya no los estaban buscando y comprendieron que la salida de aquel infierno, de 30 grados bajo cero por las noches, dependía de ellos mismos. Lo acompañaron Numa Turcatti y Daniel Maspons, también fallecido en Los Andes. Pasaron una noche a la intemperie, cuerpo contra cuerpo y golpeándose entre sí para no congelarse. En esa salida hallaron el cadáver de uno de los que murió durante el choque, al que Zerbino le quitó sus pertenencias, pensando en llevárselas después a sus familiares.

Ese acto se tornó en rutina, al punto que recolectó objetos de todos los que perdieron la vida. Pasó cerca de 30 días yendo casa por casa en Montevideo para entregar esos elementos personales a las familias de las víctimas. “Todos me aceptaron, iba al hospital cuando las madres estaban enfermas y hoy sus hijos son mis hermanos”, destaca.

Zerbino dice que en una exhibición privada de la película de Bayona con todas las familias pudieron vivir por fin juntos “la experiencia de la cordillera” y que algunos comprendieron allí, a cabalidad, lo que habían pasado y que no había otra salida posible. “Para muchos era algo muy traumático y no querían saber de nada, pero no era que no nos querían (a los sobrevivientes). Ese día todos abrieron la mente y estuvieron receptivos a vivir la experiencia. Al terminar la película, las 350 personas que estaban en el cine no pararon de llorar, aplaudir y abrazarse”, señala.

Gustavo Zerbino 3.jpg
Gustavo Zerbino pasa unos días en el Este con su familia.
RICARDO FIGUEREDO

Héroe antes de la montaña

El 28 de setiembre de 1970 Zerbino estaba en Preparatorio y tenía 17 años recién cumplidos. Para esa fecha, no podía imaginar que dos años después sería mundialmente conocido por ser uno de los protagonistas de la tragedia de Los Andes. Aproximadamente a las 6:30 de la mañana de aquel día de primavera, se encontraba desayunando en su casa de Viña del Mar y Nariño, a una cuadra de donde se estaba el Bowling de Carrasco, el primero automático de Latinoamérica. En ese momento sintió una explosión que hizo temblar los vidrios y tiró algunos cuadros de la vivienda.

—¡A la mierda! ¿Qué pasó? -dijo mientras su café le caía encima.

Los tupamaros habían hecho volar por los aires aquel local de moda que se encontraba en las calles Mar del Plata y Figari. El atentado fracasó en todos sus fines: la detonación ocurrió antes de lo previsto -por la impericia en el manejo de los explosivos-, haciendo que colapsara el edificio y matando a dos jóvenes vinculados al MLN-T. Además, una trabajadora del lugar, Hilaria Quirino, de 48 años, resultó gravemente herida.

“Salí a la calle y vi un hongo de humo y fuego a la altura del bowling. Entonces empecé a correr hacia ahí”, recuerda. Se encontró con un panorama devastador: el edificio se había derrumbado y salían lenguas de fuego y humo por todos lados. “Me metí por lo que era la heladería. Estaban todas las ventanas rotas, los tres pisos habían caído uno arriba del otro”, anota.

Cuanto más ingresaba en ese infierno, más arriesgaba su vida. Pero el coro quejumbroso de los sobrevivientes lo había obnubilado: “Las personas (que hicieron el atentado) entraron temprano con el lechero y el panadero. También estaba Pascual, el encargado, y la limpiadora Hilaria. En total eran seis personas, que estaban atrás del mostrador, protegidas por un techito. Primero saqué a dos para afuera y ahí ya había 30 o 40 personas mirando. Volví a entrar y saqué al panadero, a su ayudante y al lechero, que los conocía a todos. Y después a Don Pascual. Estaban todos aturdidos pero sin daños mayores. A Hilaria le cayó el piso de arriba, del restaurante, aplastándole un pierna. Había mucho fuego en ese lugar y ella me pidió que la sacara. No podía hacerlo, entonces salí y le pedí a un primo que entrara y me ayudara. Así fue que la pudimos liberar, aunque le sacamos el fémur de la cadera, con lo cual se desmayó”.

Mantuvo después contacto con las personas a las que rescató, aunque nunca más vio a Hilaria. “Fue algo muy duro para mí. Ella me quiso conocer, pero yo no quise. Cumplí lo que tenía que hacer y después no quería saber más nada con esa historia tan triste”, relató.

Zerbino asegura que a esta altura “se sabe todo” lo que ocurrió en la cordillera de los Andes, pese a que la historia siempre estuvo rodeada de mitos y habladurías.

—¿Hubo algún pacto de silencio entre ustedes? ¿Hay algo que se van a llevar a la tumba?

—Nada, solamente los nombres de las personas cuyos cuerpos utilizamos para alimentarnos.

¿Encontraste un error?

Reportar

Te puede interesar