Durante años fue un argentino en España. Desde allá escribía cuentos en los que reflexionaba sobre la distancia, la melancolía de la diáspora y las diferencias culturales entre su país de origen y el adoptivo. Hernán Casciari publicaba sus cuentos en un blog, Orsai, y entre sus lectores se disputaban el “Pri” con el cual comentaban sus relatos. Ese “pri” era una plantada de bandera: se había llegado primero como comentarista y esa abreviación así lo confirmaba.
Esa etapa de su trayectoria literaria empezó a cerrarse cuando Antonio Gasalla eligió escenificar, en 2008 en Buenos Aires, Más respeto que soy tu madre, una obra basada en las andanzas de Mirta Bertotti, un personaje presente en varios de los relatos en Orsai. La obra fue un éxito y le reportó a Casciari una suculenta suma de euros que él invirtió en la creación de una editorial llamada como su blog, y en una revista, titulada igual, entre otros proyectos.
Tras ese espaldarazo financiero, Casciari siguió escribiendo y embarcándose en distintos proyectos. Poco a poco, se iba convirtiendo en una celebridad literaria. Esa celebridad, además, coincidía con algo que al argentino lo afectaba cada vez más: la distancia entre España y Argentina. La diáspora se le estaba haciendo muy cuesta arriba.
Así, llegó el año 2015. Casciari se había separado de su esposa luego de 15 años, se había puesto en pareja con otra mujer y se había venido a Montevideo de vacaciones. En Montevideo disfrutaba de chivitos y porros, pero le dio un infarto. No murió por algo que algunos podrían calificar de providencia. Todo ese periplo fue plasmado en un relato que ahora es famoso: “Si hubiera tenido que elegir el peor momento para morirme hubiera sido ese. No solamente estaba en un país que no era el mío; también me había separado de Cristina después de 15 años y la única persona que sabía que yo estaba en Uruguay con Julieta era la propia Cristina; y para peor, el equipo de fútbol más bullicioso de Montevideo acababa de salir campeón y el tráfico a los hospitales era imposible”. Se salvó en el Hospital de Clínicas gracias a los médicos, pero también gracias al propietario del lugar que alquilaba -que lo llevó hasta el hospital- y de que buena parte de la hinchada de Peñarol se hizo a un lado para que pasara el vehículo con el infartado.
El infarto tuvo dos consecuencias decisivas para Casciari: en primer lugar, regresó a Argentina a vivir, aunque eso implicara separarse de una de sus hijas, que estaba entrando en la adolescencia. Por el otro, dejó de escribir. Casciari siempre había fumado mientras escribía, pero luego del infarto el pucho le estaba vedado. De todas maneras, tenía varios otros quioscos: la editorial, la revista, charlas TED, conferencias... Laburo no le faltaba, solo que ya no sentía el mismo impulso que lo había llevado a poner en palabras todo aquello que había visto, pensado y sentido hasta ahí.
Sin embargo, descubrió otra pasión: leer en voz alta sus propios cuentos ya editados. Así se lo contó al periodista Julio Leiva en el ciclo de entrevistas Caja Negra: “Intenté escribir (...) Hice uno, me salió para el orto, hice otro, pero no podía emocionarme. Tomé la decisión de dejar de escribir. Fue al mismo tiempo que un nuevo juguete, el de leer en voz alta, empezaba a surgir. Ese segundo juguete se convirtió en mi pasión primaria. Eso fue un caminito que me enloqueció la cabeza de felicidad y es algo que empecé a hacer sin fumar”. Habría dejado de escribir pero, sin el cigarillo en la mano, Casciari descubrió que podía hacer bastante más que lo que había hecho como escritor. Empezaron a surgir proyectos como adaptaciones de cuentos a guiones cinematográficos (ver recuadro) y estar más en la gestión de su emporio de letras, además de sus columnas radiales en el eter argentino.
Hasta que llegó Qatar 2022. Se ve que el corazón futbolero de Casciari -él es hincha del club Racing- lo llevó a lugares que él creía definitivamente clausurados, porque luego de años sin escribir, empezó a darle forma a un nuevo cuento. Titulado Messi y su valija, el cuento salió compulsivamente de Casciari. “Los dedos se movían solos”, dijo en una entrevista.
El nuevo cuento -que hasta ahora solo existe en formato audio pero pronto será publicado en papel, en la revista Orsai- está vinculado con otro relato de Casciari titulado Messi es un perro, publicado en 2012 y que arrancaba así: “La respuesta rápida es por mi hija, por mi esposa, porque tengo una familia catalana. Pero si me preguntan en serio por qué sigo acá, en Barcelona, en estas épocas horribles y aburridas, es porque estoy a 40 minutos en tren del mejor fútbol de la historia”.
No está claro si esto es una vuelta de Casciari a la escritura o si se trata de una excepción causada por el desborde de emociones tras la copa obtenida por Argentina en Qatar. Pero si lo fuera, su regreso no podría haber tenido mejor comienzo. El cuento Messi y su valija, como muchos de sus relatos, se viralizó y llegó hasta los oídos del propio Messi, quien envió un audio al programa de radio donde Casciari trabaja. Ahí el futbolista contaba que el relato lo había hecho llorar, que se había reconocido en las palabras del escritor.
Otro vínculo con Uruguay, el país en el cual casi la queda: cuando se armó la batahola por la reacción de Messi al cuento con el cual Casciari volvió a la escritura, este tuiteó: “La crónica larga La valija de Lionel (que saldrá en Orsai) habla mucho de un tango de Laura Canoura que oíamos en esa época. La versión radial es más corta. Pero quiero que conozcan YA ese tango porque es DEMOLEDOR. Nunca pude escucharlo sin llorar” (se refiere al tango Los hijos de Gardel). El argentino, parecería, tiene el llanto fácil, y algo de esa faceta sensiblera se cuela en sus cuentos. Tal vez sea un paloma. O tal vez, las lágrimas sean aquello que le permitieron sobrellevar distancias que, por más que el mundo se haya achicado, siguen siendo demasiado extensas.