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Hip hop en Uruguay: la tribu urbana que se transformó en una cultura de masas

Hace 20 años los conciertos eran para un puñado de personas y hoy convocan a multitudes. Canciones de raperos uruguayos han llegado hasta las series de Netflix

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Hip hop en Uruguay.
Foto: Matías Jara

Por Andrés López Reilly
En Uruguay, el rap y la cultura hip hop llegaron tímidamente en la década de 1980. Como ha ocurrido desde la época de la Victrola, todo comenzó con los discos que venían al país y que eran muy difíciles de conseguir en tiempos pre-Internet. Algunos dicen que el disparador de aquel fenómeno, tan ajeno a la cultura uruguaya del momento, fue Rapper’s Delight, un sencillo publicado en 1979 por el trío estadounidense The Sugarhill Gang. No fue la primera canción que se cantó de forma rapeada, pero sí el primer éxito del género en la Tierra del Tío Sam y el resto del mundo. El tema fue colocado por la revista Rolling Stone en el número 248 de su lista The 500 Greatest Songs of All Time. Y quedó en el segundo lugar del 100 Greatest Hip-Hop Songs de la cadena de televisión musical estadounidense VH1. En ese momento, era común utilizar parte de otras composiciones como base y forma de repetir lo que todos nos aprendemos primero de las canciones: el estribillo. The Sugarhill Gang tomó el tema Good Times (1979) -del grupo estadounidense Chic- como base instrumental o beat (en castellano: golpe o latido) para hacer este megaéxito que dio la bienvenida a los años 80, una nueva década de corrientes musicales, no todas ellas muy agraciadas.

Pero el hip hop no es solo música, sino baile, moda, grafitis y una forma de encarar la vida. Por eso, para los jóvenes uruguayos también fue removedora la película Breakdance, de 1984, en la que, junto con los pasos de baile más revolucionarios de la época, se muestran los orígenes del estilo: los suburbios y las pandillas.

El protagonista de Breakdance sale de la cárcel y regresa a su barrio, donde encuentra que su exnovia vive en pareja con un desagradable líder pandillero. Y se rebela contra la realidad que le toca vivir, la cual critica rapeando. Sus rimas motivan a la comunidad a tal punto que consigue unir a los vecinos para hacer un frente común contra un grupo que quiere desalojarlos de sus casas. El éxito del muchacho es completo: la calidad de su rap impresiona a una firma discográfica, esta le ofrece un contrato de grabación y como frutilla de la torta, recupera a su novia.

El álbum que recoge la banda sonora de la película contiene la primera actuación en un disco del rapero Ice-T (que había lanzado una docena de temas previamente). Y por fuera de lo que se escuchó en la película, se incluyeron las canciones Beat Box de Art of Noise y Tour de France de los alemanes Kraftwerk.

Según una nota publicada en 2017 por Alberto López en El País de España, el fenómeno del hip hop comenzó en Nueva York en 1973, en una fiesta callejera realizada frente a un complejo de viviendas del Bronx.

El 11 de agosto de ese año, Cindy Campbell decidió invitar a muchos jóvenes del barrio a una fiesta con la que se anunciaba el inicio de las clases. La entrada costaba 25 centavos para las chicas y 50 para los chicos, y aún se conservan copias de las tarjetas manuscritas que sirvieron de invitación. La fiesta tuvo lugar en la zona común del edificio y el gran atractivo era el hermano mayor de la anfitriona, Clive, de 18 años y origen jamaiquino, que por su gran colección de discos ya era conocido como Dj Kool Herc.

“En la fiesta, Kool Herc creó el sonido break (romper, en castellano). Es el tramo de la canción donde rompe con la selección rítmica haciendo girar dos discos idénticos en la mesa de mezclas que manipulaba. Lo que conseguía era alargar la parte instrumental de las canciones a la vez que introducía sonidos ‘rayados’ que lograban nuevos y desconocidos ritmos a la música disco de la época, aunque esa mezcla de rock, pop, disco, jazz y blues tardaría aún años en ser conocida con el nombre de hip hop”, detalla la crónica del periódico madrileño.

PRIMERAS PIEDRAS. Curiosamente, en Uruguay el primer rap que se difundió “masivamente” -aunque sea un poco ambiciosa la palabra para la época- no lo hizo un artista del género, sino un referente del rock post-dictadura: Renzo Teflón. El líder y cantante de Los Tontos incluyó en su disco Je-Je, de 1988, las primeras estrofas con un estilo similar al que por entonces utilizaban los raperos.

Algunos de los grupos pioneros del hip hop uruguayo fueron Fun You Stupid!, Critical Zone y Víctimas Del Sistema (VDS). Todas bandas provocadoras para una época en la que hacer música sin instrumentos convencionales (guitarra, bajo, batería, teclado) era una herejía. Fun You Stupid! fue incluso más rupturista: promovía una vida libre de drogas y de apoyo a los animales.

En 1995 se hizo el festival Montevideo Hip Hop 1 en el Club Vramian de la calle Millán, ubicado al lado de la Seccional 12ª de Policía. Y aquello fue el punto de inflexión para un género que hasta esa fecha movilizaba a un puñado de gente. El rap comenzó entonces a difundirse más, sobre todo por el apoyo de las radios comunitarias. Unas de las principales difusoras ha sido El Puente FM, con su programa “El quinto elemento” que conduce “El Chili”.

Luego comenzaron a sonar otras propuestas más “rockeras” como (con el pianista Luciano Supervielle al frente), La Teja Pride y El Peyote Asesino (liderada por Fernando Santullo, quien al igual que Supervielle pasó por la agrupación rioplatense Bajofondo).

Según un informe sobre la historia del hip hop en Uruguay realizado por Tevé Ciudad (ver nota parte), junto con el Club Vramian, aparecieron otros lugares de encuentro para esta tribu urbana que comenzaba a crecer, como la estación de trenes Yatay y el local Memphis. Este movimiento trajo consigo una evolución en el grafiti callejero, antes visto como algo vandálico (que en cierto punto lo sigue siendo) y luego transformado incluso en obras de arte.

A fines de los 90 y comienzos del 2000 aparece el primer colectivo hiphopero, formado por integrantes de distintas agrupaciones: Sudacas en guerra, con su tema (hoy considerado “de culto” por los amantes del género) Así es mi barrio, así es mi vida. Y empiezan a sonar otras bandas como Elemento suicida (baile) y Oeste Pro Funk, esta última “apadrinada” por La Teja Pride.

El “rap moderno” en Uruguay tuvo su puntapié inicial tal vez hace unos diez años, con grupos como Dostrescinco y Contra las cuerdas, que abrevando de otras fuentes -incluso del candombe- han hecho del género un fenómeno en constante movimiento. También han aparecido otros subgéneros como el trap, que mezcla rap y música electrónica de baile con letras algo más agresivas. Y han tomado vigor las “batallas” sobre el escenario: un combate creativo en el que (cual payada en la música folclórica) en base a una palabra o concepto se improvisa rapeando para vencer a los adversarios.

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Hip hop en Uruguay.
Foto: Matías Jara

HACER ALGO “DE LA NADA”. El rapero y productor montevideano Mili Milanss comenzó su carrera a fines de 2006 y es uno de los más activos en la actualidad. Localmente es considerado un referente del género por su extensa trayectoria y por su aporte en la escena del freestyle nacional (cofundador de Knock Out Batallas y juez en numerosas competencias uruguayas y en las internacionales BDM y Red Bull Batalla de Gallos). Como productor y beatmaker en XXL Producciones, trabaja con destacados artistas del momento como Naicen, Miranda Díaz y Zeballos. Cuenta con más de 180.000 oyentes mensuales en Spotify y su tema Eclipse ingresó a la lista de los más virales de Uruguay (a la fecha, supera los 8 millones de reproducciones en la plataforma).

“Con respecto al hip hop como ‘forma de vida’, yo lo veo más como un movimiento o cultura. No creo que sea algo que trascienda en el comportamiento de una persona en el día a día, sino más bien en las actividades. Cuando surgió el hip hop, aparecieron varias manifestaciones del arte que podía hacer cualquier persona, con o sin recursos. Como rapear sobre un loop de batería, pintar un muro en la calle o bailar en una plaza rodeado de gente que está para la misma”, dice Milanss a Revista Domingo. Y agrega: “Una cosa que considero muy importante en el hip hop es el concepto de hacer ‘algo de la nada’. O sea, sin recursos, buscar la manera de crear. Por eso el beatmaker termina cumpliendo el rol de toda una banda de músicos, para que el vocalista tenga una base sobre la que pueda rapear. Con algunos samples y loops ya va a alcanzar. A su vez, el rapero no necesita haber ido a clases de canto. El grafitero no precisa un taller de arte con mil lienzos y herramientas caras. Todo eso termina reflejado en un estilo de vida, donde buscás la manera de vestirte bien sin fijarte en la moda más cara, o ir a una fiesta en la calle en lugar de ir a un boliche con entrada y bebidas caras”.

Milanss dice que en este contexto, como ocurre con el fútbol, hay muchos que han triunfado saliendo “bien de abajo”, sin contar con mayores recursos. “Se animan a armarse un estudio de grabación en sus casas y aprenden a hacer beats. Eso termina convirtiéndose en un trabajo. Y a la larga, en el mundo aparecen figuras que llegan a lo más alto, por ejemplo Dr. Dre o Jay Z, que son multimillonarios”.

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Mili Milanss.
Foto: Bianca Soler

RAP URUGUAYO FOR EXPORT. Santi Mostaffá (37) es un artista uruguayo que hizo llegar su música a lugares impensados como Netflix y Hollywood. Obtuvo su reconocimiento cuando su canción Las mil y una noches musicalizó la apertura y los créditos de Logan, de la saga X‑Men, estrenada en 2017. Pero su vínculo con lo audiovisual no quedó ahí. Gracias a sellos internacionales como Regalía Records, sus temas también han aparecido en series vistas por millones de personas, como Fear The Walking Dead, Lucifer, Gentefied y The Sinner. Este fenómeno generó que su nombre coseche rápidamente una gran cantidad de seguidores. En 2018 publicó su primer trabajo de larga duración, Escapismo, conformado por 13 canciones que reflejan la actitud filosa del rapero y su arte minucioso del collage a través del sampleo.

Como muchos de su generación, Mostaffá se introdujo en el rap escuchando al estadounidense Eminem y a los argentinos Illya Kuryaki and the Valderramas. “Entre 2001 y 2003 empecé a buscar en Internet -que no era lo que es ahora- información sobre hip hop. Y ahí encontré que había una movida uruguaya, de la que yo no tenía idea. Escuché a Sudacas en guerra, VDS y Oeste Pro Funk. Y cuando me enteré que existía eso en Montevideo, me dije: ‘Yo quiero ser parte’”, recuerda a Revista Domingo.

“Ahí me empecé a poner las pilas para escribir, rapear y buscar beats. Como no encontraba beats, empecé a investigar para hacer los míos propios. Y no sé cómo llegué a bajarme el FL Studio (Fruity Loops Studio), con el que empecé a hacer mis músicas, y a grabar mis primeras maquetas con un grupo que se llamaba Los tres orientales. Lo hacía con aquel microfonito de plástico que se conectaba a las computadoras y se usaba para chatear, que era una basura”, agrega entre risas.

Mostaffá dice que “la economía de cualquier artista es muy oscilante”, pero admite que su estudio de grabación, los shows, la realización de talleres y las licencias de las canciones en las series le permiten vivir de la música.

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Santi Mostaffá.



MUJERES QUE DESTACAN. Viki Style es rapera y B-girl (baila breaking o breakdance, como se lo conoce por su nombre “comercial”). Como cantante y bailarina se formó en los encuentros callejeros que se han venido haciendo desde el año 2000 (entre ellos “La Misa”, una reunión tradicional de los domingos a las 19 horas en la Plaza de los Treinta y Tres). Y con su danza ha llegado a presentarse en países tan diferentes y distantes como Brasil, Argentina, Chile, Paraguay, Guatemala, Costa Rica y Suecia.

Pero por ser mujer y no haber nacido en Montevideo (es de Toledo), su desarrollo artístico ha sido algo más difícil que el de un hiphopero capitalino. “Tenía compañeros que seguían bandas de rock y entre lo que escuchaban había cosas más alternativas que tenían rap. También había unos chicos a los que vi por primera vez en la fiesta de fin de año de la escuela, antes de pasar al liceo, con los que empezamos a conectar y a intercambiar casetes para regrabar música. Uno de ellos también hacía rap. Y a mí gustaba escribir poemas y relatos. Así fue que descubrí que también podía rapear. Eso ocurrió por el año 2002. No había muchos centros sociales, pero hoy se expandió un montón y hay talleres en la plaza e incluso en los liceos y centros juveniles”, rememora Viki Style al ser consultada por Revista Domingo. Y agrega: “En ese entonces para encontrarme con la escena hip hop tuve que irme a Montevideo, a la Plaza de los Bomberos. En Toledo era la única que lo hacía. Ahí, en Montevideo, fue también que conocí a otras mujeres que hacían rap, breaking y grafitis, y a los que producían los programas comunitarios en las radios. No había celulares, se repartían volantes y había que agendarse los números de las personas para seguir en contacto”.

“Seguimos siendo una minoría cuantitativa frente a los hombres. A veces se hacen shows solo de mujeres, o nos ponen un poco ‘por compromiso’ en un mal horario. Sigue siendo difícil acceder, pero por suerte cada vez somos más”, destaca.

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Viki Style.

UN FENÓMENO QUE EXPLOTÓ. Todos los entrevistados de esta nota coincidieron en señalar que hace 20 años apenas un puñado de personas acompañaba las movidas de hip hop; pero esto ha cambiado mucho, al punto que hoy una sola banda puede llenar una sala con capacidad para 1.000 personas. Mili Milans explica que algunos de los lugares más habituales para hacer este tipo de espectáculos son La Trastienda, la Sala del Museo, la Sala Magnolio y Montevideo Music Box.

Bruno Cammá, integrante de Dostrescinco y productor, también recuerda la infancia del hip hop uruguayo: “Arranqué con 17 años y para mí era entonces un hobbie. Profesionalmente podría decir que empecé en 2005, cuando se empezó a mover la banda con la que hasta hoy seguimos tocando con algunos cambios en la integración”.

Cammá, de 38 años, también se dedica exclusivamente a la música y tiene un estudio de grabación, en el que el 90% de lo que se hace es rap. Con Dostrescinco ha llegado a agotar localidades en La Trastienda y el próximo 25 de marzo dará un show en la Sala del Museo, donde hay capacidad para 1.100 espectadores.

“La escena local cambió muchísimo”, asegura a Revista Domingo. Y explica: “Lo que nosotros notábamos al comienzo era que el rap todavía no había permeado en nuestra cultura, que era una cosa que se hacía en Estados Unidos (también nos llegaba algo de México y de Chile). Al comienzo íbamos a ver shows de 20 o 30 personas, que para nosotros eran lo más grande que había. Pero en determinado momento empezamos a convocar a más gente, a entrar en los festivales de rock. Y la sociedad lo fue aceptando y abrazando en cierta manera, al punto tal que hoy está súper insertado en la cultura, en todos los sentidos”.

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Bruno Cammá.
JOSEBELLOSO

Mili Milanss: “Se está convirtiendo en el género más escuchado”

Mili Milanss asegura que el hip hop se ha naturalizado al punto de que ya no llama la atención la vestimenta tan típica del rapero o que la música suene en todos los barrios. “Me pasa que antes yo llamaba la atención por usar cierta ropa, me decían ‘el rapero’. Ahora es como se visten los jóvenes. Antes, si iba escuchando rap en un parlante, por ahí le llamaba la atención a algún desconocido que justo también escuchaba rap y nos quedábamos un rato hablando. Ahora pasan los autos con rap o trap sonando. La mayoría de los músicos que más suenan ahora, hacen rap o trap, o toman algún elemento del género. Lo que más marcó el cambio, a mi entender, fue la llegada del trap a Sudamérica, especialmente a Argentina. Acá nunca logró penetrar el rap porque estamos más acostumbrados a las melodías y a bailar”, dice.

Milanss explica que el rap tiene más sentido “cuando te sentás a escucharlo”. De todos modos, anota: “En Uruguay creo que nunca se terminó de entender el género. Recién ahora están empezando a entender el rap, y creo que fue gracias al trap”.

Ante la pregunta de cuántos viven de este tipo música en Uruguay, responde: “Por ahora no creo que haya mucha gente que pueda hacerlo, pero ya que sean algunos contados con los dedos, es una muy buena señal. Antes era impensado que alguien pudiera vivir del rap en Uruguay, o por lo menos era lo que me decían. Hoy en día se está convirtiendo en el género más escuchado. Una vez que los números, las ventas y los shows se enfocan en un sector, empieza a entrar dinero. Eso funciona como combustible, y por más que nadie se haga rico, empiezan a aparecer más posibilidades, como mejores estudios, salas de ensayo y productoras de eventos”.

LOS 4 ELEMENTOS

El hip hop tiene cuatro pilares (también llamados elementos) sobre los que se asienta esta corriente urbana: el MC, el b-boying (breaking boy originalmente, aunque ahora hay muchas mujeres que bailan), el grafiti y el DJ.

Desde los inicios del hip hop, en la década de 1970, el DJ ha sido quien “pinchaba” la música en reuniones y fiestas, el grafiti ha sido la parte más artística (y perseguida socialmente por el “vandalismo”), el b-boying ha sido -y es un baile- con movimientos algo complejos y transgresores. El término MC se reservaba a los maestros de ceremonias, aunque ahora refiere a los raperos.

Un documental de Tevé Ciudad

En Youtube es posible ver el documental “Así es mi barrio - 25 años de hip hop en Uruguay” (TV Ciudad, 2019). Con 1 hora 40 minutos de duración, se trata de un muy buen trabajo audiovisual realizado por Nicolás Soto, con guion e investigación periodística de Gabriel Peveroni y producción de Sergio Del Cioppo.

“Así es mi barrio...” (nombre de una canción uruguaya emblemática del género) cuenta con testimonios de quienes protagonizaron la escena en décadas pasadas y algunos de los que lo siguen haciendo en el presente.

Entre ellos están Tejo Mattioli, Min Ocho, Chili, Nan, los hermanos Gamboa, Emisario, DJ RC, Eli Almic, Hache Souza, Arquero, JT, Fernando Santullo, Luciano Supervielle, Oski, Santi Mostaffá, Viki Style, Nataniel, Hurakán Martínez, Farath Beats y otros hiphoperos que cuentan sus historias y muestran su arte.

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