Avital Taube (52 años) miró al cielo y le gritó a su padre. Misión cumplida. Había atravesado la línea de llegada de la maratón de Tokio y con eso completado las Six World Marathon Majors, coloquialmente conocidas como las Seis Majors o Big Six: Nueva York, Chicago, Boston, Londres, Berlín y Tokio.
“No sé a qué equivale cruzar el finish line, pero es una de las sensaciones más lindas que tuve en mi vida, especialmente en Chicago, que fue la primera, y ni que hablar en Tokio, que fue cuando terminé”, cuenta a Domingo esta israelí que a los 15 años se vino a vivir a Uruguay y tiene la nacionalidad uruguaya gracias a su madre.
En su caso esa sensación indescriptible está muy asociada a su padre, gran responsable de que en 2015 decidiera encarar un cambio de vida.
“Los dos tuvimos problemas de salud y eso me sacudió. Yo era semi sedentaria, incluso tuve sobrepeso. A raíz de eso empecé a correr; tenía 44 años y mi único objetivo era correr 10K”, cuenta.
Se unió al grupo de corredores Correcaminos, completó una 10K y eso hizo que Ariel Vázquez, su entrenador, le sugiriera anotarse a una maratón. Como tenía conocidos en Chicago se inscribió para el sorteo de la maratón de esa ciudad, pero vislumbrándolo como algo imposible. Corrió una 21K y eso la hizo cambiar de idea. “Llegué a la conclusión de que cualquiera puede correr, obviamente hay que dedicarle tiempo”, señala quien en 2016 completó su primera carrera de 42 kilómetros y 195 metros.
“Ahí me enteré de que existían las Seis Majors y cuando volví se lo comenté a mi papá, con quien tenía un vínculo muy especial. Él me dijo: ‘Vos podés hacerlo’ y como yo le decía que no, que ya había cumplido, insistió diciendo que iba a ser la primera mujer israelí en completarlas ya que en ese momento ninguna lo había hecho. Tanto me dijo que al año siguiente corrí Nueva York”, recuerda.
Un año después le tocaba Berlín, a la que iba a ir acompañada de su padre. “La maratón era el 16 de setiembre y mi papá murió el 9, justo el domingo anterior. No sabía qué hacer, hasta que al final dije: ‘Voy igual, voy en honor a mi padre’”, apunta. Se hizo una camiseta que dice “42 kilómetros en memoria de mi padre” y con ella completó las seis maratones.
Terminó este año, aunque podría haberlo hecho antes si no fuera porque la pandemia determinó que Tokio estuviera cerrada tres años. En tiempos del covid se instrumentaron las maratones virtuales para que la gente se mantuviera activa: cada uno corría esa distancia en su país y les mandaban la medalla, pero no contaba para las Seis Majors.
“Así hice una maratón de Chicago y otra de Boston. Las hice en la rambla, pero fue un embole, lo peor que pude haber hecho en mi vida porque corrés sola. Parecía que estaba corriendo 100 kilómetros. Lo que más me faltaba eran los gritos de la gente, que a mí me dan mucha energía”, destaca Avital.
Ahora se apronta para correr Chicago con su hija de 24 años. Su marido es triatleta y tiene otro hijo de 16 años. “Sin el apoyo de tu familia no lo podés hacer. Además es el mejor ejemplo que le podés dar a tus hijos porque los estimulás a que hagan deporte”, concluye.
Seis carreras con sus particularidades
El circuito de las World Marathon Majors surgió en 2006 con cinco maratones: Nueva York, Chicago, Boston, Berlín y Londres; en 2013 se sumó Tokio.
Para los corredores profesionales la competencia abarca dos años calendario y suman puntos por cada podio (varios récords mundiales se han conseguido en estas carreras).
Participar no es sencillo. El acceso puede ser clasificando por tiempo, por sorteo, comprando la inscripción por medio de empresas de viaje que se dedican a eso (no es barato) o siendo parte de alguna iniciativa solidaria (donando a alguna entidad benéfica con la que colabora la maratón).
Cada carrera tiene sus particularidades: Nueva York (noviembre) es la más famosa y masiva (unos 50 mil corredores), con muchas subidas y bajadas; Chicago (octubre) tiene el circuito más ágil y veloz de los Estados Unidos; Berlín (setiembre) es la más rápida del mundo porque allí se lograron 13 récords mundiales; Boston (abril) es considerada un “mundial para runners amateurs”, es la más antigua y la figurita difícil porque la mayoría clasifica por tiempo; Londres (abril) es una fiesta gracias al público y una de las de más difícil acceso porque la mayoría de los cupos son para corredores locales, y Tokio (marzo) es la más exótica y, por ser la más lejana geográficamente, la que implica el viaje más sorprendente.
Los trece uruguayos dueños de las seis maratones
Los trece uruguayos que completaron el Palmarés son: Miguel Brechner (entre el 2002 y el 2015), Gerardo Cancela (2002-2015), Jorge Castiglioni (2003-2015), Mónica Devoto (2009-2017), Álvaro González (2009-2015), Laura Leiza (2009-2017), Juan Otero (2013-2017), Fernando Rocha (2017-2023), Ricardo Rocha (2017-2023), Alejandro Rodríguez (2009-2019), Avital Taube (2016-2023), Raúl Temesio (2008-2018) y Alejandro Torrendell (2009-2019).
A ellos se les suma Ming Hung Hsu (2016-2023), que si bien corre por Taiwán, hace 30 años que vive en Uruguay y siempre se preparó en nuestro país para conquistar el palmarés.
Tienen cinco de las seis grandes: Alicia Adler, Daniel Baez, Victoria Bosch, Susana Dalmás, Isabel Fernández, Silvia Tourn y Marcello Viglienzone (a todos les falta Tokio), e Iñaki Berterreche, Pablo Garbarino, Marcelo Lagomarsino y Juan Pablo Lucas (les falta Boston).
Cambio de vida
Avital es la última de las tres mujeres uruguayas en haber completado las Big Six; las otras son Laura Leiza y Mónica Devoto (62 años), que las terminaron en 2017.
Mónica tiene 14 maratones en su haber. Nueva York fue la primera que corrió de las grandes. Estas últimas las hizo casi todas acompañada de su marido, Gerardo Cancela, uno de los primeros uruguayos en completar el palmarés. “Yo empecé en el grupo Correcaminos porque Gerardo quería correr Nueva York y lo acompañé a empezar a trotar y obviamente terminé enganchándome. Poco a poco empecé con las 10K, después las 21K y así seguí, seguí y seguí hasta que decidí correr una maratón”, relata quien hoy es una reconocida sommelier de té.
Mónica siempre había practicado deportes, aunque nunca había corrido. Pero en un momento se vendió la empresa familiar —Supermercados Devoto—, donde ella trabajaba en la parte comercial, y comenzó a tener más tiempo libre.
“Con Gerardo empezamos una vida más tranquila y saludable, compramos un campo en Durazno y comenzamos a correr. El deporte realmente nos cambió el estilo de vida”, revela sobre lo que ocurrió cuando tenía 39 años.
Cuenta que lo primero que hacen con su esposo cuando arman las valijas para irse de viaje, sea a donde sea, es empacar los championes. “Llegar a cualquier lado y poder salir a trotar, recorrer y correr los lugares, es de las cosas más lindas”, afirma.
No le importan los tiempos, la satisfacción pasa por llegar y hacerlo sana. Esta es una idea que se repite entre los maratonistas que completaron el circuito; la mayoría puso entre 4 y 5 horas en cada carrera.
“Entre los corredores tenemos la frase de que ‘correr duele’, porque requiere sacrificios, pero al final vale la pena. Es un camino de ida”, sostiene Mónica.
Cada una de las seis maratones le ha dejado un recuerdo, pero la que más le llamó la atención está fuera del circuito y es la Maratón de Médoc, en Francia. “La llaman la más larga del mundo porque lleva como ocho o nueve horas ya que recorrés 50 castillos de una zona de viñedos y en cada parada te sirven vino y comida y hay música. Además tenés que ir disfrazado según la temática de cada año, sino no podés correr. Ese año el tema era los superhéroes y yo fui vestida de Superchica con dos amigas, una que se disfrazó de Batichica y la otra de Mujer Maravilla”, cuenta entre risas.
El entrenador que logra "lo imposible"
“Para correr, Ariel Vázquez es el mejor entrenador que hay en Uruguay. Llegás con las peores condiciones y en menos de un año te hace correr una maratón”, asegura Gerardo Cancela. “Es un genio, lo que ha hecho conmigo no tiene nombre”, acota Avital Taube.
Los Correcaminos coinciden al hablar de este entrenador que, según sus propios cálculos, en 2019 llevaba preparadas 1.300 maratones para personas “comunes y corrientes”.
Cuando Domingo le preguntó cuáles son las claves para preparar una maratón, este egresado del Instituto Superior de Educacion Física dejó en claro que el atletismo es individual y que todo dependerá del punto de partida del corredor: antecedentes médicos y deportivos, relacionamiento con el suelo, edad, peso, tiempo disponible para entrenar, capacidad de aprender, percepción de la carrera en uno mismo... por mencionar los más básicos. A partir de allí Ariel hará un trabajo personalizado en el que ayudará a mejorar la técnica y enseñará a respirar, entre otras cosas.
“Cuanto más tiempo tengas, más lento vas a ir haciendo las etapas y mejor se van a asimilar”, explicó.
Contó el caso de una mujer de 60 años y sobrepeso que nunca había corrido, dos grupos rechazaron entrenarla, y con él en 6 años lleva dos maratones y el Raid de Los Andes. “Sana, que es lo que más importa”, destacó.
Grupo de amigos
Gerardo Cancela (62) dejó Supermercados Devoto unos años después que su esposa Mónica, en 2002. Fue en ese momento que se enteró de que sus amigos Miguel Brechner, Jorge Castiglioni y José Giusto iban a correr la maratón de Nueva York y decidió probar comenzar a correr con un entrenador. Unos cinco meses después estaba completando su primera Big Six.
“Salimos juntos y llegamos juntos al Central Park abrazados. Me emocioné mucho porque en tu primera maratón tenés la incertidumbre de si vas a llegar o no. Todos lloramos porque el esfuerzo físico fue grande”, recuerda quien tiene 12 maratones corridas.
Gerardo se dijo a sí mismo que para considerarse un verdadero corredor de maratones debía tener al menos tres de estas carreras, así que fue por Boston, Berlín y Londres. “Una capaz es casualidad; dos, puede ser; pero la tercera, como dice todo el mundo, es la definitiva para ser realmente un maratonista”, alega en diálogo con Domingo.
En ese entonces también se decía que no se podía correr más de una maratón por año, cosa que Gerardo demostró que no es cierto más de una vez.
Hoy prefiere el Ironman (bicicleta, natación y corrida), disciplina que cada tanto interrumpe para hacer alguna maratón. Eso le sucedió en 2013, cuando Tokio se transformó en la sexta majors y llamó a Brechner para invitarlo a correrla, y además sumó a Mónica al grupo.
Gerardo es parte de una barra grande de amigos que han instaurado lo que llaman el turismo deportivo, que no es otra cosa que armar un viaje de placer en torno a una competencia deportiva. Por ejemplo, en febrero se van a Namibia a participar de una carrera de 110 kilómetros distribuidos en cuatro días.
Miguel Brechner (70) es de los que más lo acompaña. No sabe exactamente cuántas maratones tiene, cree que anda en el entorno de las 11. Chicago fue la primera de las grandes, en 2001. “El único año que no corrí fue en 2005 porque asumí como director del LATU y para hacer una carrera hay que tener tranquilidad mental y espiritual para poder entrenar, y ese año fue agitado”, señala.
Para Miguel “correr es lo más grande que hay” y, si bien hoy lo hace menos por problemas de salud, continúa entrenando. Recuerda cosas como la vez que volviendo en auto a Montevideo, a la altura de El Pinar le dijo a su esposa que se bajaba ahí y terminó el recorrido hasta Pocitos corriendo. Su experiencia más larga fueron los 56 kilómetros de la Maratón de Dos Océanos de Ciudad del Cabo (Sudáfrica), que hizo con su barra de amigos.
Fanático de Peñarol, corrió las maratones de Chicago y Nueva York con la camiseta aurinegra. En esto cuenta con la complicidad de Álvaro González (65), otro integrante del grupo, que siempre corre con camisetas amarillas y negras, la palabra Uruguay y más recientemente el nombre de sus cuatro nietos.
A raíz de eso cosechó la anécdota más divertida de sus Seis Majors: “En Tokio iba corriendo y se me arrima un muchacho joven y me dice ‘¡Oh, Uruguay! ¿Cómo estás?’ Era de Portugal y nos pusimos a hablar. Cuando me ve el escudo de Peñarol, me dice: ‘Ahora nosotros tenemos al borracho’. Yo no me daba cuenta de lo que me hablaba. ‘Sí, ahora tenemos a Jonathan Rodríguez’”, cuenta Álvaro recordando aquella vez en que el fallecido Jorge “Toto” Da Silveira había acusado al entonces futbolista aurinegro de tomar alcohol.
Álvaro, que reúne nada menos que 24 maratones, también es dueño de la anécdota más atemorizante. Cuando le faltaban unos 400 metros para finalizar la maratón de Boston, en 2013, la carrera de repente se detuvo. Nadie entendía nada. Fue el año del famoso atentado terrorista. “Los últimos metros no los corrí. Igual nos dieron la medalla calculando el tiempo que iríamos a poner. Fue impactante y un antes y un después en las maratones”, remarca haciendo referencia a que en las competencias posteriores se pasó a instrumentar un estricto protocolo de seguridad.
Álvaro tiene una empresa de servicio y venta de máquinas y hasta los 50 años nunca había corrido. Jugaba al fútbol, hasta que se empezó a lesionar seguido y viendo que su esposa, que hacía años que corría, se sentía tan feliz haciéndolo, decidió seguir su camino. “Al final terminé corriendo más yo que ella”, acota entre risas.
Su primera maratón fue Punta del Este y su primera Big Six, Nueva York. “Tener la suerte de estar en la largada de Nueva York es un regalo de la vida en sí mismo, más allá de correr 42 kilómetros. Es correr junto a 50 mil personas, subir el puente y escuchar a Frank Sinatra cantando ‘New York, New York’… realmente te impresiona y te parece mentira estar ahí. Y cuando pasás el arco de llegada sentís una emoción muy grande por todo lo que hiciste y todo el apoyo que tenés”, destaca quien ha llegado a correr cuatro maratones en un año y también ha sumado el Ironman a sus actividades.
Volviendo a Brechner, entre sus rasgos de “fanático” está llevar una planilla Excell para planificar toda la rutina de entrenamiento de una maratón. No está solo, comparte esta obsesión con Jorge Castiglioni (70), otro de los Correcaminos y otro con 12 maratones acumuladas.
Jorge hizo el debut majors en Chicago en solitario, aunque durante la carrera se encontró con varios uruguayos y argentinos. “Es muy reconfortante. Además en estas maratones que corre tanta gente, hay mucho público alentando, es impresionante”, comenta a Domingo. “En Boston hay un pasaje que coincide con una subida en una universidad y es ensordecedor las campanitas que te ponen”, agrega.
Entre las historias insólitas de las Seis Majors, rescata lo que le pasó en Nueva York cuando al anotarse descubrió que también se había inscripto una participante uruguaya de apellido Castiglioni que él no conocía. “Largamos la carrera y a eso de los 12 kilómetros alguien me toca el hombro y me dice: ‘Jorge, yo soy Castiglioni también’. Era una chica que hacía muchísimos años que vivía en Nueva York, pero no éramos parientes. Increíble que me haya ubicado entre 30 mil personas que largaron y fue porque yo tenía mi nombre y la bandera de Uruguay en la camiseta”, relata.
Jorge mezcla carreras de asfalto con carreras de aventuras, pero estas últimas tienen que ser de un día, no le atrae la experiencia de dormir en carpa. En cuanto a las maratones, considera que al haber logrado las Big Six cerró el ciclo de los 42 kilómetros. “Sigo en plena actividad todos los días con gimnasia y bicicleta, y mantengo una cosa muy importante que es el grupo que se ha formado; nos juntamos todos los meses y hacemos una comida”, señala.
El encuentro entre amigos con o sin la excusa de correr es lo que más rescatan todos los Correcaminos consultados por Domingo. De todas formas, es evidente que haber corrido una maratón de las grandes fue un antes y un después en la vida de cada uno, ni que hablar haber completado el palmarés.
“Esto lleva su sacrificio, pero tiene mucho de reconfortante terminarlo”, dice Álvaro. “Te recomiendo que lo hagas”, insiste Avital. Y Mónica avisa: “Si se llega a sumar alguna otra a las majors, ahí nos estaremos anotando para correrla”.
Participa por Taiwán, pero se siente uruguayo
Se podría decir que Ming Hung Hsu (54 años) es el decimocuarto uruguayo en tener las Seis Majors… pero con nacionalidad taiwanesa. Sucede que si bien hace 30 años que vive en Uruguay, no tiene la nacionalidad y debe inscribirse con la de su país de origen.
Dueño de empresas en el rubro de la pesca y el puerto, Ming hace 14 años que corre.
“Empecé por salud. Tenía 39 años y me empezaron a dar mal los exámenes médicos, entonces el doctor me dijo que tenía que hacer deporte”, recuerda.
Comenzó caminando en la cinta del club y se aburría. Pasó a caminar por la rambla, pero también le resultaba aburrido. Así que a los seis meses probó trotar y dos meses después estaba corriendo 10K. Las maratones llegaron cuando se anotó en un grupo de corredores y entre varios se lo propusieron como experiencia. Su primera maratón fue Buenos Aires, hace diez años. Por eso el próximo 24 de setiembre volverá a correrla para celebrarlo.
Hoy acumula diez maratones. Debutó en las majors con Nueva York en 2016, pero aún sin la idea de conseguir algo en particular. Fueron unos amigos que le sugirieron hacer las seis grandes y aceptó. “En Nueva York me dolían todas las piernas. Al llegar a la meta vi a mi señora y me emocioné por todo el sacrificio hecho”, comenta a Domingo.
Completó el circuito con Tokio este año y volverá a correr con sus amigos en Boston ya que a ellos les falta esta carrera. Además contagió a su esposa (uruguaya), que arrancó a correr este año y ya tiene 10K. “Vamos a ver si el año que viene con ella podemos llegar a los 21K o metemos alguna de 42K también”, apunta entre risas.
Es otro de los que opina que hacer deporte ha sido un gran ejemplo para sus hijos. Tiene dos hijas, de 23 y 22 años, que practican deporte aunque no corren. Su hijo de 11 años juega al fútbol.
“Correr es un deporte con el que te enganchás; si no lo hacés es como que te falta algo”, concluye quien tiene sus medallas de las Big Six juntas en un cuadro que le regaló un amigo.
Las amigas que quieren cumplir su pacto en 2024
Isabel “Bita” Fernández y Victoria Bosch (ambas de 41 años) se conocieron en facultad, estudiando Derecho. Un día Victoria le pidió a Bita que la acompañara a correr la 10K de Lan Chile. Fue un camino de ida para ambas que, desde entonces, empezaron a sumar kilómetros y hoy solo les falta la maratón de Tokio para completar las Seis Majors. “Pensamos hacerla el año que viene; ya aplicamos al sorteo”, cuenta Bita.
Además de las cinco maratones grandes, han corrido Buenos Aires, Rosario, Montevideo y El Cruce de los Andes.
Cuando resolvieron participar de maratones contrataron a Aníbal Labandeira, con el que entrenan todas las mañanas de lunes a sábados. “Los domingos son para la familia”, aclara Bita, quien agrega que sus respectivos esposos suelen acompañarlas a las carreras y algunas veces se suman amigas o la madre de Bita.
Dicen que de todas las carreras han sacado un aprendizaje. En Chicago, por ejemplo, se dieron cuenta tarde que las distancias se medían en millas y debieron ajustarse a su plan de carrera haciendo cálculos matemáticos durante todo el trayecto. En Boston, Bita aprendió que si las calles son angostas no hay que desgastarse esquivando gente.
“El pacto con Victoria fue correr las seis juntas. Para ambas es un gran esfuerzo económico y somos agradecidas de poder hacerlo”, remarcó.