Historietistas uruguayos: del under a dibujar a Batman y trabajar para Hollywood

Los que llegaron a la meca del cómic y los que trabajan desde el llano. En el país existe una asociación que nuclea a 93 creadores.

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Nicolás Rodríguez Juele. Foto: Leo Mainé

Desde los antiguos papiros egipcios al presente, los humanos han tenido la necesidad de contar historias y acompañarlas de ilustraciones. Los cómics son imperecederos, para niños, jóvenes y adultos que en la locura del coleccionismo pueden llegar a pagar más de tres millones de dólares por un primer número de la revista Action Comics, de 1938, en el que hizo su debut el personaje Superman.

En el rubro de la historieta, algunos artistas uruguayos han brillado -o lo siguen haciendo- entre las estrellas más rutilantes. Dibujando para las compañías más importantes del mundo personajes como Batman o los X-Men, o ilustrando guiones para películas como Star Trek y El curioso caso de Benjamin Button.

Dentro de fronteras, la historieta ha tenido un impulso en las últimas décadas gracias a herramientas como Montevideo Cómics y los Fondos Concursables para la Cultura. También existe la Asociación Uruguaya de Creadores de Historietas (AUCH), con 93 miembros (antes eran 95 pero fallecieron dos), entre los que hay guionistas, dibujantes y autores integrales. Se fundó en mayo de 2011 y su primera asamblea se realizó en el marco de Montevideo Cómics. “Antes hubo varios intentos de crear asociaciones de dibujantes, historietistas o ilustradores, pero habían durado poco y nada. En este caso coincidió con un período de fuerte resurgimiento de la historieta uruguaya gracias a los Fondos Concursables que, desde 2006, premiaban historietas todos los años. Aparecían autores y obras que se desarrollaban gracias a esos fondos o a iniciativas particulares y el movimiento se expandía”, comenta a Domingo el presidente de la AUCH, Matías Castro. “La alianza buscaba darle mayor visibilidad a la historieta, por lo que por primera vez había buenos motivos para asociarse y casos de éxito que generaban entusiasmo, por ejemplo el conseguir un espacio colectivo en Ideas+”, agrega.

Matias Castro
Matías Castro, presidente de la Asociación Uruguaya de Creadores de Historietas (AUCH).
Marcelo Bonjour/Archivo El Pais

Los superdibujantes

Uno de los historietistas uruguayos más famosos fuera de fronteras fue Eduardo Barreto, fallecido en 2011 con tan solo 58 años, quien trabajó con las más importantes editoriales y obtuvo varios premios internacionales, entre ellos el Wizard Fan Award en 1993, uno de los principales galardones que se otorgan en Estados Unidos. Con seguridad, pocos fanáticos de Batman y Superman sabían que un uruguayo se encontraba detrás de esas archifamosas aventuras.

Además, Barreto trabajó en La guerra de las galaxias y Alien vs. Depredador, y fue reconocido por su popular novela de gánsteres Union Station.

No obstante, este increíble ilustrador uruguayo siempre se negó a considerarse a sí mismo un artista, según consignó en una ocasión El País, y rechazaba con energía a aquellos que utilizaban esa etiqueta para sacar réditos inmerecidos. Por el contrario, prefería definirse como un “artesano del dibujo”.

“El 90% de los que se autodefinen artistas difícilmente saben de qué lado está el pelo de un pincel. Con la palabra artista se intenta justificar eso de la ‘libertad conceptual’. Con la misma seriedad te digo que me considero un artesano, que está unos escalones más abajo”, decía con su habitual modestia.

Desde su casa en la Costa de Oro este artesano del dibujo ideó versiones rupturistas del encapotado de Ciudad Gótica y de Superman, entre otros aportes al competitivo -y casi infinito- mundo de los dibujantes de historietas.

Además de trabajar por décadas para las más prestigiosas editoriales del planeta, Marvel y DC Comics, por varios años ilustró la tira Judge Parker, que se publicó en 175 diarios estadounidenses.

Under a yellow Sun, Speeding Bullets, Master of the Future (la secuela de Gotham by Gaslight), la novela gráfica The Unauthorized Biography of Lex Luthor, Atari Force y una prolongada etapa como dibujante de los New Teen Titans en la segunda mitad de la década de los 80, son algunos de los hitos de su carrera, que tuvo como uno de sus últimos trabajos la miniserie Cobb: Off the Leash, de la Editorial IDW, escrita por Beau Smith.

En la Primera División de historietistas uruguayos destaca hoy Richard Bennett (Montevideo, 1968), quien emigró en 1990 a Estados Unidos para estudiar en la Universidad de Artes de Los Ángeles, ciudad en la que vive hasta hoy. Bennett ha trabajado para editoriales como Image, WildStorm o Marvel (en varios títulos de X-Men), así como para directores como Christopher Nolan y David Fincher.

Los proyectos en los que ha estado involucrado como guionista gráfico para la pantalla grande incluyen Alien vs. Predator, Zodíaco, El curioso caso de Benjamin Button, Red social, Star Trek, Misión Imposible: Protocolo Fantasma, Avengers, Capitán América y el soldado del invierno, Capitán América: Civil War, Tron: Legacy, Dunkerque y Tenet.

“Otro ‘peso pesado’ es Christian Duce, dibujante destacadísimo de DC desde hace una década (especializado en Batman y Flash)”, agrega Matías Castro.

Eduardo Barreto
Eduardo Barreto.

Otros maestros uruguayos

En julio de este año, Uruguay perdió a uno de sus grandes dibujantes de humor que también hizo carrera fuera de fronteras, Tabaré Gómez Laborde, conocido artísticamente como Tabaré. Nació en La Paz en 1948 y vivió en Argentina desde 1974, donde desarrolló su prolífica carrera. Fue especialmente conocido en Latinoamérica por su tira Diógenes y el linyera, publicada ininterrumpidamente desde 1977 en el diario Clarín de Buenos Aires.

“También está Fola (Geoffrey Foladori) el creador de Pelopincho y Cachirula. Y Peloduro (el día de la historieta uruguaya es por su nacimiento)”, comenta el presidente de la AUCH. Y añade: “Enrique Ardito es un referente de las tiras de diarios (publicó Viviana y Yamandú un montón de años). Y no hay que olvidarse de William Gezzio, que hizo una carrera larguísima y de veterano trabajó mucho con gente más joven”.

Castro destacó también a Lumaga, que “la rompió” en Webtoons (principal sitio de cómic digital) con una serie totalmente personal llamada Four Leaf. Y Matías Bergara, quien se ha ganado un lugar de prestigio con obras propias como las series Coda y Step by bloody step (dibujó personajes licenciados como Supergirl y Sandman, pero no hizo su carrera en base a ellos). Además tiene el hito de haber sido nominado a los dos mayores premios de la historieta occidental: Angouleme y Eisner. “Y está Rodolfo Santullo, guionista muy prolífico cuya carrera empezó a principios del 2000 y creció con obras que pudo hacer gracias a los Fondos Concursables. Hoy tiene novelas gráficas publicadas en Francia, España, Brasil, China y Estados Unidos”, subrayó.

Mujeres historietistas

María Algorta (Maco) es una de las pocas historietistas mujeres que hay en Uruguay. Acaba de publicar en Brasil y tiene un estilo bien definido, en el que muchas veces se dibuja a ella misma como narradora o protagonista de la historia, junto a un ratoncito llamado Máximo. Nació en Flores en 1987, actualmente vive en la Ciudad Vieja de Montevideo y trabaja en Punta Carretas.

“Probablemente Maco sea la artista del medio que más ha indagado en la historieta como forma narrativa y vehículo de expresión personal. Con su trazo simple y la simpatía de sus personajes, ha convertido la historieta en arte. Otro de los rasgos particulares de su trabajo es que está mayormente publicado en su blog y disperso en varias revistas mensuales y en algunos libros. El más reciente de ellos se llama Dinosaurios y fue publicado por la editorial argentina Maten al Mensajero”, escribió Matías Castro en un artículo publicado el año pasado por la revista Dossier.

Consultada por Domingo, Maco dijo que con el crecimiento que ha tenido el rubro de la historieta en los últimos años, la presencia femenina es cada vez más importante. “Incluso han surgido colectivos de historietistas y dibujantes que están muy activos. Aunque creo que puede crecer mucho más”, indicó.

—¿Qué beneficio te da colocarte a ti misma como narradora en las historias?

—El personaje surgió de tiras autobiográficas que dibujaba hace años. Me acostumbré tanto a dibujarlo que, en un punto, se volvió para mí un personaje neutro al que podía poner en cualquier situación ficticia, ya sea para explorar las posibilidades gráficas de la historieta como para hacerle decir cosas concretas como narradora. Me facilita mucho la escritura de los diálogos, ya que la voz que uso para el personaje es la misma que uso en mi oralidad cotidiana.

—También jugás mucho con los espacios físicos, las arquitecturas y la estructura de los cuadros en la página. ¿Esto es herencia de tu pasaje por la Facultad de Arquitectura?

—Sí, sin dudas. En su momento llegué a renegar un poco de haber aprendido, por ejemplo, el espesor que tiene que tener una losa para poder alojar un caño, porque sentía que esas cosas rigidizaban mi dibujo. Yo sabía que las construcciones de mis historietas no se iban a caer, por más inútil que eso fuera al tratarse de un dibujo. Con el tiempo me di cuenta de que no era culpa de la Facultad, sino que a mí me gustaba tener en cuenta esos detalles. Igual creo que, hoy en día, he aprendido a elegir cuándo usarlos y cuándo no, según lo que le haga mejor a la historia.

MACA, dibujante y caricaturista.
Foto: Gianni Schiaffarino / ELPAIS
María Algorta (Maco).
Gianni Schiaffarino

Artistas y docentes

La labor docente de algunos creadores ha ayudado a que la historieta uruguaya mejore. En 1991, Tunda (Luis Prada) y Miguel Casalás crearon un curso de pocos meses llamado “Introducción al dibujo de humor”. Poco después, en 1993, Tunda se juntó con Ombú (Fermín Hontou) para dar clases en el Guambiódromo (luego Espacio Guambia), una prolongación cultural de la famosa revista de Antonio Dabezies. Al poco tiempo se mudó a la Asociación Cristiana de Jóvenes, permaneciendo allí más de cinco años con varios grupos y llegando a tener casi 70 alumnos.

En 1999 el taller se trasladó a una casa en la calle Yaguarón, donde se publicaron los primeros números de la revista AlmaZen (con dibujos de los alumnos). Y en el año 2000 se mudó a una vieja casona en la calle Canelones, donde permaneció hasta 2012. Ombú falleció el año pasado, a los 65 años.

Luego de tres décadas dedicadas a la docencia, Tunda sigue en solitario con el taller, que hoy está en Carlos Quijano 1072, entre Isla de Flores y Durazno. “El hecho de tener que dar clases me llevó a estudiar mucho, los gurises vienen con ideas estereotipadas y nosotros lo que más defendimos es la historieta de autor”, comenta el dibujante a Domingo. Y agrega: “Para la historieta hay que trabajar otras cosas que tienen que ver con el dibujo en general, como la composición, la perspectiva, los encuadres, el color, las luces y las sombras”.

De su taller han salido algunos alumnos que hoy destacan en el mundo del cómic, como Matías Bergara y Gervasio Troche, quien trabaja para el Folha de S. Paulo y es muy conocido en Argentina.

Tunda fue cofundador de las revistas El Dedo, Guambia, El Tic-Tac y El Pulgar. Y ha sido un gran difusor del dibujo y la historieta a través del programa La mano que mira (TV Ciudad), el cual le permitió viajar a varios países y entrevistar a algunos de sus referentes. “Me permite ver cómo trabajan, su cotidianeidad, cómo resuelven en su taller. Con muchos terminamos siendo amigos. En Argentina con casi todos, lamentablemente murió Caloi (el creador de Clemente) y Fontanarrosa (autor de Inodoro Pereyra y Boogie, el aceitoso)”, comenta.

En 2015, Tunda ganó el premio Bartolomé Hidalgo con 7 Historias, un libro de relatos surgidos desde la anécdota. En el año 2000, había participado del libro Historiet@s.uy junto a los dibujantes Eduardo Barreto, Fermín Hontou, Renzo Vayra y Daniel González. En ese trabajo, se adaptaron al formato de la historieta obras de cinco autores fundamentales de la literatura nacional: Mario Benedetti, Juan Carlos Onetti, Horacio Quiroga, Eduardo Acevedo Díaz y Enrique Estrázulas.

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Tunda Prada. Foto: Lu Lee

Dibujar y tener un compromiso con la Historia

Nicolás Rodríguez Juele (Montevideo, 1967) es ilustrador, guionista y profesor de Comunicación Visual, egresado del IPA en 2004. También es un artista comprometido con la historia, que acaba de publicar Muxica, un charrúa en la tierra purpúrea, libro en el que retoma, con rigor histórico, las andanzas de un personaje creado por él hace más de dos décadas.

Muxica comenzó a caminar y cabalgar originalmente en un fanzine (revista hecha y autoeditada por aficionados), hasta que lo presentó en la primera feria de Montevideo Cómics. También fue fundamental para el desarrollo del personaje el apoyo que obtuvo de los Fondos Concursables. En 2009, Nicolás Rodríguez Juele presentó sus libros en el Festival de Tango y Cultura Rioplatense de Val Cenis, Francia.

“El primer Montevideo Cómics se hizo en 2002 en el boliche Pachamama (que estaba en la Plaza Independencia). Yo hasta ese momento era ‘fanzinero’ y había mostrado mis cosas en una librería especializada en cómics llamada El rincón del coleccionista. Para mí, Montevideo Cómics fue el lanzamiento, el momento en el que pude hacer contacto con gente que ya tenía un camino hecho. Fue un debut bastante retrasado en mi caso. De todos modos, no es que por estar en Montevideo Cómics uno pasaba a tener lectores”, recuerda.

Junto con su hermano Alejandro, ha abordado otros personajes que existieron en la vida real y que, literalmente, hicieron historia; como el caso del primer obispo de Montevideo, Jacinto Vera.

Su acercamiento a la figura de Vera fue a través de Ramón Cuadra Cantera, escultor y artista plástico, con quien trabajó en la Escuela de Artes y Artesanías Pedro Figari. Nicolás invitó a su hermano a sumarse al proyecto y juntos crearon un libro que publicó la editorial arquidiocesana LEA. Este cómic fue el primer trabajo formal que los Rodríguez Juele realizaron de manera conjunta. “Cuando éramos adolescentes hicimos una historieta que tenía el mismo esquema: historia y guión creado por Alejandro y un personaje inventado por mí”, recuerda el “padre” de Muxica.

Antes de dedicarse a la docencia, Nicolás Rodríguez Juele era un autodidacta del dibujo, aunque estudió Bellas Artes. “De niño leía historietas como loco, todas las europeas, Astérix, Tintín, Lucky Luke… Pero no me quedaba ahí, también leía lo que llegaba de Argentina. Me prendía como un animal a cualquier revista que caía en mis manos. Con 20 años me surgió la inquietud de empezar a plasmar lo mío”, comenta Nicolás a Domingo.

Por aquellos años se vendía mucho la revista Fierro, que tenía un apartado llamado “Óxido” en el que se daba espacio a autores jóvenes que hacían una historieta independiente. “Para mí esa era una puerta abierta, porque cuando veías a los grandes maestros sentías como que era muy difícil llegar a eso”, añade.

Siempre trató de emular a los grandes, entre ellos al italiano Hugo Pratt (principalmente conocido por sus historietas del Corto Maltés), de quien destaca la síntesis que hace de la figura humana, su elegancia, precisión y utilización del blanco y negro. “Estuve casi toda la década de los noventa buscando mi estilo. Y ya por el año 1998 aparece Muxica, el indio charrúa”, señala.

Los hermanos Rodríguez Juele participan de la Iglesia Valdense. Tal vez por eso se interesaron en contar en un libro la vida de un eclesiástico. “Tuvimos una formación cristiana y una formación en valores. Los valdenses tenemos una vocación ecuménica y no confrontamos con las otras denominaciones cristianas”, dijo Alejandro en declaraciones al portal de la Iglesia Católica.

Para elaborar el proyecto, los autores recurrieron fundamentalmente a dos libros: Biografía de D. Jacinto Vera y Durán (1904), de Lorenzo Pons, y Con los zapatos al cielo (2023), de Gonzalo Abadie.

“Los libros marcan distintas visiones. Uno es más novelado y el otro más histórico. Los leí en orden cronológico. Después comenzamos a seleccionar los momentos más importantes en la vida de la persona. Se tuvo que pulir bastante. Uno se convierte en el intérprete del personaje”, contó Alejandro, quien estuvo a cargo de la presentación del último libro de su hermano en la Alianza Francesa.

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Muxica, un charrúa en la tierra purpúrea.

Del humor naif al político en los diarios

El talento de los caricaturistas uruguayos que han dado vida a conocidas viñetas de humor político ha sido varias veces reconocido en el exterior. Dos casos notorios son el de Hermenegildo “Menchi” Sábat, quien hizo su carrera fundamentalmente en Argentina, y el de Daniel Jardim, de 58 años, quien vive en Montevideo y publica sus dibujos desde hace 18 años en el Nuevo Herald, el diario de mayor circulación en la Florida, Estados Unidos.

En su trayectoria de cuatro décadas con temáticas que van de lo naif a lo político, Jardim ha colaborado con los medios uruguayos El Diario, La Mañana, El Día, Últimas Noticias, El Observador y Búsqueda, y con las revistas Guambia y ¡Berp!. En Estados Unidos publicó, además, en los semanarios Tiempos del Mundo y Mercado de Dinero.

“Menchi” Sábat falleció en 2018, con 85 años. Trabajó de joven en el diario Acción y luego pasó por varias redacciones, entre ellas la de El País, donde comenzó a publicar caricaturas a los 16 años y llegó a ser secretario de redacción. Rodolfo Arotxarena, “Arotxa”, claramente recogió el guante arrojado por Sábat, puliendo después su propio estilo, también en El País.

Desde hacía muchos años “Menchi” Sábat se encontraban radicado en Buenos Aires.

Otro historietista destacado es Leslie Ricciardi, quien publica su trabajo "Burbujas de papel" desde hace 33 años en el semanario Búsqueda. Se trata de la historieta uruguaya que mas años se publicó en Uruguay, comentó su autor a Domingo

Burbujas de pape tiene también trayectoria en el exterior: se publicó en Argentina en el diario La Nación durante 10 años y en La Repubblica de Roma desde 1989, así como en medios de otros países hasta el día de hoy.

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