Hogue: "Este libro era algo que hacía falta"

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Hogue

EL PERSONAJE

El ilustrador Horacio Guerriero es uno de los lápices más importantes del dibujo uruguayo contemporáneo, y acá habla sobre el camino que lo trajo hasta Machomenos, su más reciente proyecto.

Apoco de cumplir 70, Horacio Guerriero (cuya firma Hoguees mucho más famosa que su nombre completo) sigue luciendo un aire vagamente juvenil, a pesar de las naturales canas y las (pocas) arrugas. Posiblemente sea esa suerte de melena, que parece un remanente de épocas de menos experiencias. O quizás sea la actitud de colocarse una remera -que promociona su nueva publicación, Machomenos- y posar para la foto.

tapa libro Machomenos
Machomenos.

También cabe otra posibilidad, como que sigue yendo a cursos de dibujo e ilustración. O que se haya puesto a estudiar saxofón hace poco (lo dejó cuando se dio cuenta que no contaba con el tiempo necesario para practicar como se debe). O que juega al fútbol con tipos que muchas veces son diez años más jóvenes que él.

Lo cierto es que todos esos factores redondean esa impresión de vigor y curiosidad que para muchos es asociada a la época “divino tesoro”. Quién sabe. Él, por lo pronto, hace lo que está a su alcance para escurrirse de las clasificaciones y los juicios más o menos categóricos sobre su obra y persona.

Oriundo de Flores, hace tiempo que es tan montevideano como de ese departamento y aunque no reniega de sus orígenes, dice que tuvo claro bastante temprano que si quería vivir de su lápiz y talento, tendría que emprender el camino hacia la capital. Así lo hizo, y cuando arribó a Montevideo anduvo dando algunas vueltas por lugares y oficios hasta que dio con la posibilidad de empezar a dibujar profesionalmente en lugares como la ya mítica revista de humor y actualidad El Dedo. Desde entonces no ha parado. Aún cuando tuvo su propia agencia de publicidad -Cuatro Ojos- siguió cultivando sus trazos, por más que tuviera que encargarse (“a prepo”, como dice él) de los aspectos operativos y comerciales de su emprendimiento. En publicidad trabajó añares.

—¿Extrañás trabajar en publicidad?

—Para nada. Pero tampoco reniego de ella, al contrario: soy un agradecido. Se ve que yo hago el duelo durante el proceso, no después. No sé si eso será una virtud, pero eso fue lo que me pasó con la publicidad. Luego de que esa parte de mi vida terminó (fue de 1978 hasta 2012 creo, no me acuerdo bien), cuando pasaba por donde había trabajado, porque vivía cerca, era como pasar por cualquier lado.

Nadie le enseñó cómo trabajar en publicidad, y tampoco tuvo una educación formal en cuanto a dibujar o ilustrar. Hogue es un autodidacta, guiado por su predisposición a aprender, el compromiso de trabajar todo lo que sea necesario y la inquietud de andar buscando algún desafío o algún estímulo.

Su nuevo libro es eso, un desafío, pero no solo. Empecemos por el principio: el año pasado, Hogue publicó el libro Cien. Fifty&Fifty que fue una de esas grandes apuestas editoriales, con un formato casi de libro tipo mesa de café, a todo color y con una presentación deluxe.

Hogue
Foto: Leonardo Mainé.

Machomenos es la contracara de eso: de dimensiones de bolsillo, en blanco y negro y sin otra aparente pretensión que hacer reír (como si eso fuera fácil...). Hogue asiente: “El humor es bastante difícil”. En aquella oportunidad, Hogue le había dicho a El País que la génesis de Cien. Fifty&Fifty se debía a un “capricho”.

—¿A qué se debe el nacimiento de Machomenos?

—Entendemos (NdR: la nueva edición es fruto de la colaboración entre Hogue y su amigo Alejandro Álvarez, contador de profesión y quien la bautizó así) que era algo que hacía falta.

—¿No es un riesgo?

—Explicame por qué sería un riesgo.

—Alguien podría pensar que un libro de humor gráfico, en blanco y negro, es algo anacrónico. Ya no salen libros así, al menos no tantos.

—Es posible. También es posible que el libro te lleve a otro tiempo. Si uno mira las portadas de los diarios, ¿cómo son?

—En blanco y negro.

—Exacto. Además, para mí el blanco y el negro son colores.

dibujo Hogue
De Machomenos. Foto: Difusión.

Ese viaje hacia otra época, en la que vienen nombres como el de Quino a la memoria, insumió dos años de trabajo entre Hogue y su amigo, pero no fueron de corridos sino con interrupciones en el medio (una de esas pausas fue hecha para publicar Cien. Fifty&Fifty). Hogue dijo que llevó ese tiempo porque para él los procesos creativos son particulares de cada uno. Habrá quien pueda sacar cinco libros a razón de uno por año, mientras que otros tienen otros ritmos. Fue necesario madurar ciertos temas, y también trabajar o descartar ideas, porque no todas ellas -por geniales que sean expresadas oralmente o por escrito- pueden traducirse en dibujos. Esa capacidad, la de discernir entre lo que es trasladable a la hoja en blanco y lo que no- viene, dice, con los años.

La hoja en blanco es todo un tema para muchos escritores y artistas. Ese color, enmarcado en las dimensiones elegidas por el protagonista puede resultar intimidante. Pero para Hogue es una oportunidad, y una tarea que sigue encarando con algo muy parecido a la alegría y al goce.

Como si ese blanco fuese una fuente inagotable de inspiración, capaz de conjurar -lápiz, borrador y colores mediante- una imagen tras otra, muchas de ellas con significados tan variados y numerosos como días hay en el año.

Con todo, su último proyecto es el resultado de un ida y vuelta con su amigo el contador, por más que él es el quien pone la cara y el nombre. Hogue cuenta que esa amistad es bastante reciente, no se trata de un amigo de “toda la vida”. Para empezar, se trata de alguien de otra disciplina y otra generación (Hogue tiene 68 y Álvarez 55). Y para seguir porque para el dibujante, trabajar con un amigo es todo un tema. “Es más difícil que en otros casos, pero pudimos sortear ese desafío”, cuenta.

—Te gusta meterte en situaciones que te desafían, parece.

—Me gusta lo que hago. Soy inquieto, y un apasionado. Me impulsan muchas cosas. Como La Floresta, por ejemplo. Este libro nació ahí. Pero no solo. El libro anterior también. Ese lugar, para mí, es de inspiración. No soy de cábalas, como los jugadores de fútbol, que se persignan tres veces antes de entrar a la cancha. Pero cuando encuentro un lugar de mucha paz, donde me encuentro cómodo y tranquilo, empiezan a pasar cosas. Como cuando surgió la idea de presentarle a Canal 12 hace unos años la idea de animaciones, que hice un tiempo, y ellos además me propusieron dibujar en vivo durante el programa Código País. Eso también nació en La Floresta.

—El balneario es tu musa.

—Si querés ponerlo así, en ese lugar, ponelo. Yo digo que es un espacio.

Hogue salta de esa imagen bucólica e inspiradora a otro lugar, asociado a este aunque no lo parezca prima facie. Porque después de hablar de esa paz y comodidad, dice que él nunca se sienta a esperar que las cosas le lleguen. “Las cosas no caen. Si puedo darle una ayudita para que caigan, lo hago”.

Tiene que ver, para él, con una actitud proactiva, que explica buena parte de su trayectoria profesional y también el hecho de sacar dos libros en un año, que le insumieron un esfuerzo importante. Porque él es consciente de que a algunos esos trazos le pueden parecer una “zoncera”. Pero atrás de esos trazos que algunos pueden hallar zonzos, hay mucho trabajo, mucho proceso de depuración.

Hacer reír, con unos pocos trazos, es tal vez el mayor desafío que Hogue (y su socio) tienen por delante en estos días. Pero no se sienta a esperar que otros lo aprecien, por más que le encantaría que eso pasara. Además, nunca se le ocurriría guiar a nadie hacia una interpretación de lo que él hace. Prefiere que cada uno haga su lectura de las líneas que agracian la hoja en blanco. Así surgen las lecturas propias e intransferibles.

Sus cosas

un músico
Miles Davis
Miles Davis

No es que el trompetista y compositor Miles Davis sea su músico favorito, al menos no el único. Pero es el primero que surge cuando empieza a hablar de música. Vale decir que una de las hijas del dibujante integra la banda Niña Lobo, a la que le está yendo cada vez mejor. Y eso, es obvio, es un motivo de orgullo paternal.

Un futbolista
Robert Lewandoski
Robert Lewandoski

En un pasaje de la charla, Hogue menciona a Nacional pero cuando empieza a hablar de futbolistas elige al polaco Robert Lewandoski como ídolo. Es comprensible. El delantero no solo es una estrella del equipo Bayern Münich sino también un titular de su selección y una especie de Luis Suárez polaco, dado que es el máximo striker de la selección de su país.

un escritor
José Donoso
Varios

Con algo de modestia, se califica a sí mismo como un lector modesto, de pocos títulos. Pero en apenas un par de minutos menciona a José Donoso, Juan Carlos Onetti, Felisberto Hernández y varios más como parte de una biblioteca personal que él mantiene activa hojeando y leyendo página tras página de esos autores.

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