Humberto Pittamiglio más allá del mito: el arquitecto, el político y el empresario

El famoso alquimista fue, antes que nada, un prolífico constructor que nos ha legado muchas obras. Sus residencias particulares nos hablan de sus creencias, gustos y preferencias.

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Castillo Pittamiglio
Castillo Pittamiglio en Punta Carretas.
PEZ Sebastian P. Gracess

Más allá de sus conocidos “castillos” de la rambla Wilson y el balneario Las Flores, Humberto Pittamiglio dejó muchas edificaciones, curiosas y convencionales, sobre todo en Montevideo. Esto se debe a que el famoso alquimista fue, antes que nada, arquitecto, empresario y ministro de Obras Públicas. Y a que estuvo asociado durante décadas a una de las firmas constructoras más importantes del país. Dejando de lado sus pintorescas imitaciones medievales, sus otras obras de construcción no son tan conocidas, pese que, de un modo u otro, llevan su sello personal.

Mucho se ha dicho y escrito sobre el Castillo Pittamiglio de la rambla montevideana. Desde su extravagante arquitectura, la propiedad de Punta Trouville nos habla de los gustos, preferencias e ideales de su creador, un hombre nacido en el hogar de un modesto zapatero remendón italiano, que gracias a su inteligencia y tenacidad se transformó en una de las figuras más prominentes de su época.

Fue edil de la Junta Departamental de Montevideo, ministro interino de Obras Públicas y socio durante medio siglo de Adolfo Shaw en una de las empresas constructoras más importantes y prolíficas del Uruguay, que realizó obras referenciales de la capital como el Hospital de Clínicas, el Palacio Municipal, el Instituto Alfredo Vázquez Acevedo y la Facultad de Agronomía. La firma también construyó parte del Estadio Centenario, una obra faraónica que tuvo que estar pronta para el primer Mundial de Fútbol de 1930.

María Shaw, nieta de Adolfo y referente del periodismo turístico en Uruguay, dijo a Domingo que no tiene recuerdos de que en su familia se hablara de Pittamiglio. También comentó que su abuelo y su padre mantuvieron una oficina en la calle 25 de Mayo y otra en la propia intendencia, porque la empresa hacía muchas obras con fondos públicos en Montevideo. “A Pittamiglio lo conocí por su obra, porque me interesa, pero no porque mi padre hablara de él. Cuando vivía mi abuelo yo era muy chica, recuerdo por ejemplo su casa de Carrasco. Creo que él no tuvo una relación de amistad con Pittamiglio, sino más bien un vínculo comercial”, indicó.

Pittamiglio amasó una verdadera fortuna, tuvo decenas de propiedades y conoció a figuras relevantes del plano internacional y local como el papa Pío XII, Josephine Baker y Francisco Piria, de quien se suele decir -sin que existan pruebas que lo sustenten- que fue su maestro en la alquimia.

El interior de su castillo de Montevideo tiene una curiosa estructura de laberinto con múltiples salones e infinitos recovecos, puertas que no conducen a nada y pequeñas escaleras, así como torretas, escudos, esculturas y otras ornamentaciones tan extrañas como pintorescas. De lo refinado a lo kitsch, todo convive en armonía en esta construcción única.

Desde la rambla, destaca su emblemática fachada, que en realidad es la parte posterior de la propiedad: la punta de un barco erguida hacia el mar, con una reproducción de la Victoria de Samotracia como mascarón de proa. Pocos vecinos saben que algunas construcciones adyacentes (como la de la Pizzería Trouville) y circundantes también fueron obra de Pittamiglio.

Juana de América y otras casas

El cuerpo de Juana de Ibarbourou fue velado en 1979 en el Palacio Legislativo, en el Salón de los Pasos Perdidos, el mismo lugar en el que había sido proclamada Juana de América 50 años antes. La poetisa murió en su casa de la Avenida 8 de octubre frente a la calle Mariano Moreno, una vivienda proyectada por Humberto Pittamiglio. “La propiedad fue un petit hotel que construyó para un tal Carlos Peña en 1915”, comenta a Domingo el escritor Eduardo Cuitiño.

Este investigador es referencia ineludible en cuanto a la figura del famoso político, empresario y alquimista. Cuitiño es autor de los siguientes tres libros: El código Pittamiglio; El verdadero Pittamiglio y -junto con Alejandro Pasquariello- Humberto Pittamiglio, el político de la calle Ejido.

El nombre de este último trabajo se debe a que en 1914 Pittamiglio compró la vivienda que se ubicaba en Ejido 1394, donde residió con sus hermanos durante un tiempo, anexando cuatro años más tarde la casa contigua. Allí funcionó durante muchos años su estudio profesional, donde se fraguaron muchos proyectos para la ciudad.

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Casa en la que murió Juana de Ibarbourou en 1979. Foto: Leo Mainé.

“Por el barrio Atahualpa, sobre avenida Millán y Américo Vespucio, y casi enfrente, en Américo Vespucio esquina Chuy, se conservan dos edificios de apartamentos diseñados por Pittamiglio. El edificio de dos pisos sobre Millán al 3200 -donde se ubica la farmacia Del Norte II- posee un mirador característico que aún hoy tiene una vista privilegiada del oeste de Montevideo. El terreno fue adquirido por el arquitecto en 1927 y la construcción data de 1939”, señala el escritor.

Y agrega: “Otra construcción sobre la calle Chuy data de 1943 y se hizo en un terreno adquirido por Pittamiglio en junio de 1934, con un proyecto edilicio presentado en 1939. Ambos inmuebles debieron generarle jugosas rentas durante al menos 20 años. En su último testamento de 1963, legó la edificación sobre la calle Chuy a su ahijada Margarita Binder. A su vez, legó por partes iguales a Victoriano Fernández y Rafael Texeira, dos empleados de confianza, la propiedad sobre la avenida Millán”.

Sin embargo, existe otra versión sobre estos hechos. El hijo de Margarita Binder, Miguel Antonio Santos Binder, aseguró a Domingo que su madre no heredó nada del alquimista.

Miguel Antonio conoció a Pittamiglio de niño y su abuela fue una de sus amas de llaves. También su abuelo trabajó para él: fue uno de sus choferes. "Mi madre se jubiló con $ 15.000. ¡Ojalà hubiera heredado esa propiedad!", exclamó.

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Millán al 3200. La propiedad posee un mirador característico que aún hoy tiene una vista privilegiada del oeste de Montevideo. Foto: Leo Mainé.

Algo escondida en el Parque Rodó, frente a la Embajada de Japón, se encuentra otra propiedad con el sello inconfundible de Pittamiglio, quien la edificó en un padrón que compró en 1946 sobre Bulevar Artigas, entre Bulevar España y 21 de Setiembre. Allí se encuentra el llamativo edificio Torrecilla, una casa de apartamentos con una singular torre de ladrillos a la vista, que para entonces no estaba rodeada de construcciones y llamaba la atención. En su testamento de 1963 legó esta propiedad a la sociedad filantrópica San Vicente de Paul. Tomando en cuenta solamente la delgada torre, que parece separada del resto de la edificación, algunos han dicho erróneamente que se trata del “edificio más angosto de Montevideo”.

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Edificio Torrecilla, en Bulevar Artigas casi 21 de setiembre. Foto: Leo Mainé.

Otra “torrecilla” que perteneciera a la quinta que tuvo Pittamiglio en Colón subsiste hoy en medio de un complejo de viviendas, completamente olvidada y alejada del glamour que esa residencia de descanso tuvo alguna vez.

El terreno en el que se edificó la quinta fue comprado por Adolfo Shaw S.A. a Perfecto Giot. Y luego pasó a manos del alquimista. Al parecer, el negocio tuvo que ver con el vínculo que tenía Pittamiglio -un conocido homosexual- con André, el hijo de este empresario francés recordado por ser el fundador de Villa Colón.

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Una torre olvidada de la que fuera su quinta en Colón. Foto: Leo Mainé.

El músico André Giot de Badet (más conocido como “Andrés”) viajaba constantemente a Francia, su tierra natal, donde conoció a la cantante norteamericana Josephine Baker, con quien se casó para darle la nacionalidad gala. Sin embargo, Pittamiglio y él mantuvieron un vínculo que se prolongó durante varios años. “Tuvieron una relación entre 1920 y 1930. Los trabajadores de la quinta contaban que ambos estaban muy enamorados”, anota Cuitiño.

Lo más curioso es que “Andrés” también fue amigo cercano de la escritora Delmira Agustini, con quien se hacía ver frecuentemente en público, quizás intentando ocultar su condición de homosexual. Según algunos autores, esta relación podría haber sido la causa del ataque de celos que llevó a Job Reyes, esposo de la poetisa, a quitarle la vida en un dramático suceso que conmovió a la sociedad y en especial al mundo de la cultura.

Más inmuebles referenciales

En Mercedes y Eduardo Acevedo se encuentra la casa en la que nació Humberto Pittamiglio en 1887, que él mismo reformó hacia 1912. Su familia era muy pobre, por lo que debió trabajar desde muy joven para colaborar con sus padres y sus cinco hermanos.

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Mercedes y Eduardo Acevedo. Aquí nació Humberto Pittamiglio en 1887 y reformó la propiedad hacia 1912. Foto: Leo Mainé.

“No muy lejos de allí, en la Ciudad Vieja, están el edificio de estilo Art Nouveau de 25 de Mayo y Juan Carlos Gómez donde funcionó el Espacio Guambia (y mucho antes la Tienda Elegancias), inaugurado en 1918 cuando trabajaba para la empresa Adolfo Shaw S.A. Y el edificio del Banco de Crédito, en Misiones 1423, que data de 1918 e hizo también para Adolfo Shaw”, apunta Cuitiño.

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Edificio donde funcionó el Espacio Guambia, en 25 de Mayo y Juan Carlos Gómez.

Otra obra de autoría de Pittamiglio que llama mucho la atención es el edificio San Felipe y Santiago, ubicado en Guayabos y Emilio Frugoni, detrás de la Biblioteca Nacional y frente a la Iglesia Anglicana. Esta torre de estilo Art Déco fue levantada en 1941 en base a postulados alquímicos, por lo que posee muchos detalles que también están presentes en los castillos de Montevideo y Las Flores. Parándose frente a su imponente fachada, es posible ver mucha simbología: cruces templarias, estrellas, leones y letras H, como la que el alquimista antepuso a su verdadero nombre, que originalmente se escribía Umberto.

Cuando Pittamiglio murió en 1966 legó sus bienes a instituciones filantrópicas y del Estado, dejando el castillo de la rambla Wilson a la Intendencia Municipal de Montevideo y el de Las Flores a la comuna fernandina, con la intención de que allí se construyera un parque de libre acceso para el público. En su testamento, aclaró que las concesiones no serían para siempre, sino “hasta su retorno”. Genio y figura hasta la sepultura.

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Edificio San Felipe y Santiago, ubicado en Guayabos y Emilio Frugoni.

Viviendas económicas

En el libro Humberto Pittamiglio el político de la calle Ejido, se da cuenta del proyecto de casas económicas en La Teja que llevó adelante en su calidad de funcionario público. No fueron diseñadas por él, sino por el arquitecto J.M. Aubriot y comercializadas por el Banco Hipotecario. En total fueron 98 viviendas, en seis manzanas, siguiendo 10 prototipos diferentes. Originalmente la obra se realizaría en La Unión, en la zona de 8 de Octubre y Bulevar Batlle y Ordóñez.

El libro de Cuitiño y Pasquariello dice que Pittamiglio siempre tuvo interés en promover programas de viviendas económicas (por ejemplo para los empleados del desaparecido penal de Punta Carretas, algo que no prosperó). Y que tuvo una actuación destacada como ministro, llevando adelante variados proyectos de interés nacional, como la culminación del puente sobre el Santa Lucía y el empuje final para la construcción del Palacio Legislativo. Aunque su gestión al frente del Ministerio de Obras Públicas tampoco estuvo exenta de cuestionamientos.

El alquimista fue acusado de generar sobrecostos en esa secretaría de Estado por $ 800.000 “por fuera de la ley”, unos US$ 12 millones actuales. Sin embargo, una comisión investigadora creada específicamente para estudiar las acusaciones mostró que dichos montos no resultaron tan cuantiosos, que estaban totalmente justificados y fueron avisados a tiempo, lo que encuadró todo dentro de la legalidad. La investigadora también concluyó que, si bien no hubo malversación o despilfarro, sí existieron sobrecostos, algo que enfureció a Pittamiglio, quien consideraba que los obreros se merecían casas lindas, de diseño, amplias y “paquetas”.

Patrimonio en peligro

En agosto de 2019, a impulso de la organización civil Basta de demoler Montevideo, un grupo de vecinos se manifestó frente a la vieja casona de Soriano 1117, ex sede del Club Naval, para pedir que se detuviera su demolición. La propiedad no contaba con ningún grado de protección patrimonial, pese a haber sido construida en 1925 por Humberto Pittamiglio. También en el portal Change.org se había formado una petición para evitar su derrumbe, la cual fue firmada digitalmente por centenares de personas. La prensa también se hizo eco de estos movimientos que intentaban salvaguardar la casa en la que vivió el ingeniero Adolfo Shaw, jefe y luego socio de Pittamiglio.

“La demolición está autorizada desde mayo por el Centro Comunal Zonal, cumpliendo las reglas establecidas por el Plan de Ordenamiento Territorial. Si hubiese sido reconocida como patrimonio, no solamente no se podría tirar abajo, sino que ante el interés de un privado de llevar a cabo un proyecto de cualquier tipo se desarrollarían una serie de pautas que respetaran la conservación del inmueble, o de sus elementos de valor significativo, como la fachada por ejemplo”, declaró entonces a El País Erich Schaffner, vocero del grupo Basta de Demoler Montevideo. “El Centro no tiene ninguna comisión, a diferencia de la Ciudad Vieja, donde todos los inmuebles están inventariados con un grado de protección del 0 al 4. El 0 es el más bajo -como un baldío- y el 4 un Monumento Histórico Nacional, por ejemplo”, agregó el activista.

Hace algunos años, Basta de Demoler Montevideo se transformó en la ONG Patrimonio Activo, adquiriendo alcance nacional. Y según Schaffner, que también integra este colectivo, la movilización frente al viejo Club Naval tuvo un aspecto positivo: en noviembre de 2019, la Junta Departamental de Montevideo aprobó dos decretos que otorgan protección cautelar a construcciones anteriores a 1960 en el Centro, Cordón, Palermo y sectores del Parque Rodó y Tres Cruces. La disposición obliga a obtener un permiso especial de la intendencia para derribar este tipo de propiedades.

“La intendencia lo estudia y decide si el bien tiene valor patrimonial. Pero en la práctica lo que pasa es que sigue siendo muy permisiva y laxa en cuanto a estas normativas. Y que deja demoler construcciones que son de valor. A raíz de lo del Club Naval se logró al menos mantener las fachadas. Por eso hay algunos edificios en altura que se están construyendo, o que están terminados, en los que se deja un retiro para preservar la fachada o la primera crujía (las habitaciones que dan al frente)”, comenta Schaffner a Domingo.

Demolicion de vivienda antigua
Ex sede del Club Naval, en Soriano 1117.
Marcelo Bonjour/Archivo El Pais

Un ejemplo de lo comentado por el vocero de Patrimonio Activo es la exconfitería y heladería Cante Grill, de 21 de setiembre y Williman, en Punta Carretas. En mayo de 2016 el histórico comercio cerró sus puertas en ese sitio para dejar lugar a un moderno edificio que implicaba la demolición del inmueble, construido por Pittamiglio para su hermano con el estilo de su castillo de la rambla. Un año después, un acuerdo salomónico permitió llevar adelante el proyecto inmobiliario, que ya tenía muchos cuestionamientos por parte de vecinos, arquitectos y autoridades. Fue necesario mantener la fachada ideada por el alquimista y eso hizo que se modificara el plano originalmente previsto.

“Este tipo de preservaciones son cuestionables. El ejemplo de Cante Grill fue muy criticado, porque lo que se concibió a nivel arquitectónico es cuestionable en cuanto a sus calidades. La academia lo atacó fuertemente. Sin embargo, el vecino de a pie considera que está muy bueno lo que se hizo ahí. Diría que la mayoría lo ve con buenos ojos, pero siempre está la resistencia de la academia en cuanto a que esos proyectos híbridos no son arquitectura, sino que son unos Frankenstein”, comenta Schaffner. Y agrega: “En mi humilde opinión, creo que es cometido de la arquitectura responder adecuadamente a las necesidades de cada tiempo y sociedad. Y hoy tenemos una problemática en Montevideo: que nuestra ciudad ya estaba construida y ahora se está construyendo encima de ella. Estamos borrando todo lo que es patrimonial para hacer edificios nuevos. La arquitectura de alguna forma tiene que entender que ahí hay un problema a resolver. Y darle solución”.

Edificio en 21 de setiembre y Williman
Ex heladería y confitería Cante Grill.
Estefania Leal/Archivo El Pais

El escape, la intimidad

La que fuera residencia de descanso de Pittamiglio en el balneario Las Flores es, como no podía ser de otra manera por el perfil de su constructor, una propiedad tan extraña como singular. Simula ser un gran castillo, pero es pura fachada. La visión caricaturizada sería el desaparecido Tren Fantasma del Parque Rodó: un frente estilo medieval, con torreones y pasadizos, y una construcción pequeña y casi escondida detrás, de baja calidad y a medio terminar.

De todos modos, Cuitiño sostiene que Pittamiglio acostumbraba a quedarse en otra propiedad que tenía en Piriápolis. “Se trata del chalet El Cerro, ubicado arriba del castillo de Las Flores. Fue donado por Pittamiglio a la Intendencia de Maldonado y hoy se encuentra abandonado”, anota.

El castillo de Las Flores tiene la vista privilegiada de un terreno yermo y desabrigado que se prolonga por varios kilómetros. Era el lugar ideal para alejarse de la ciudad, y de los ojos de todos. Fue construido por Pittamiglio en 1956, en una época tardía de su vida: 11 años después, fallecía en Montevideo, soltero y sin hijos, víctima de una bronconeumonía.

El castillo acumula tanto misticismo como historias vinculadas a la vida personal del alquimista. Entre las habitaciones existen puertas y ventanas que se cree eran para participar de las orgías que allí se realizaban y fisgonear lo que ocurría en cada cuarto. También se dice que Humberto Pittamiglio no pudo ingresar a la masonería, con la que tenía afinidad, por el hecho de ser gay. Los aspectos de esta institución de carácter “reservado”, presente en el país desde 1856, lo sedujeron toda su vida.

El inmueble de Las Flores tiene solo tres cuartos pequeños en la planta superior, baños también económicos y una reducida sala con otros espacios menores en la parte inferior. Sorprenden las diminutas habitaciones de la planta alta y el cuarto de baño, extremadamente humildes como para pertenecer a un castillo. La ventana de este último ocupa el lugar en el que normalmente estaría el espejo sobre el lavamanos. Y tiene una vista directa hacia la estatua del Cristo Redentor ubicada en el jardín. Como para bajar de un plumazo el ego de mirarse a uno mismo y enfocar la vista en el todopoderoso.

A un lado de la construcción, se despliega un sector para los empleados, bastante generoso en comparación al cuerpo principal. En su época de esplendor, muebles de estilo y cuadros de reconocidos artistas decoraban las salas. El servicio doméstico estaba siempre atento a los requerimientos de las visitas a las que se atendía con vajillas de plata y cristalería europea. Nada de eso queda ahora.

Lo principal del conjunto arquitectónico era un jardín cargado de simbología, con un extraño diseño de senderos, luego invadido por la maleza. Aún pueden verse parte de los ornamentos que lo embellecieron durante años: ánforas, pelícanos y el Cristo al fondo, que Pittamiglio trajo desde Portugal y guardó durante mucho tiempo en el sótano de su casa de Trouville, hasta que el último ladrillo de Las Flores quedó colocado. La total desidia municipal para con esta obra, como para con el resto del conjunto, hizo que la imagen se agrietara y que en su interior se formara un enorme avispero. Hoy, el castillo de Las Flores es un paseo turístico que invita a conocer parte de la vida y obra de su creador.

Castillo Pittamiglio
Castillo de Las Flores.
Ricardo Figueredo/Archivo El Pais

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