Idealistas en guerras ajenas: uruguayos que dejaron la tranquilidad del país para ir a combatir como voluntarios en el exterior

Historias de compatriotas que se enrolaron para luchar en frentes distantes, incluso llegando a perder la vida.

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Primera Guerra Mundial
Primera Guerra Mundial. Un conflicto que cambió al mundo para siempre, en el que también participaron uruguayos.
Wellcome Library, London

Una de las ventajas de Uruguay como país pequeño y aislado de las disputas geopolíticas mundiales es la de poder vivir sin guerra. Sin embargo, algunos uruguayos, apasionados e idealistas, se enrolaron para combatir en conflictos distantes y de causas ajenas, incluso llegando a perder la vida.

La semana pasada llegó a las librerías Uruguayos en guerra. Historias de combatientes voluntarios (Crítica), un trabajo en el que el historiador Fernando Aparicio reconstruye la vida de algunos compatriotas que combatieron en la guerra del Chaco (1932-1935), la guerra civil española (1936-1939) y la Segunda Guerra Mundial (1939-1945). La investigación, prolijamente presentada en una edición de 229 páginas, se suma a Cartas desde las trincheras. Los uruguayos en la Primera Guerra Mundial, un libro que Sebastián Panzl publicó hace algunos años a través de la editorial Planeta. Y a la publicación ¡Tiren, cobardes!, del mismo autor, sobre uruguayos en la Segunda Guerra Mundial.

El libro de Aparicio comprende un período turbulento de la historia internacional del siglo XX que afectó profundamente la política y la economía de nuestro país, donde el debate ideológico se daba entre el neutralismo y la seducción fascista. “En la guerra del Chaco participaron dos pilotos uruguayos y ambos sobrevivieron. Uno de ellos, Luis Tuya, casi inmediatamente luchó en la guerra civil española del lado republicano. En abril de 1937 fue derribado curiosamente por quien fuera un verdadero as de la aviación franquista, Ángel Salas Larrazábal”, comenta el historiador a Domingo.

Uruguayos en guerra. Historias de combatientes voluntarios también hace foco en África y cuenta el periplo de dos compatriotas que combatieron en las fuerzas de la Francia Libre: el rochense Domingo López Delgado y el mercedario Julio Gil Méndez.

Con apenas cuatro meses de diferencia, ambos se embarcaron a luchar en la Segunda Guerra Mundial en 1941. Durante más de tres años combatieron en los mismos o cercanos escenarios.

Uno de ellos, López Delgado, sirvió en la Legión Extranjera en el norte de África, Italia y Francia. Gil Méndez, en tanto, lo hizo en un bombardero, como miembro de las Fuerzas Aéreas Francesas Libres y luego en el Ejército del Aire (grupo que surge a partir de la fusión con la aviación norafricana).

El mercedario luchó en África ecuatorial, en Chad, Libia y Túnez. Y en Europa lo hizo en Italia, Francia y Alemania. En ocasiones, mientras López Delgado combatía en tierra, en ese mismo frente Gil Méndez surcaba los cielos disparando y esquivando balas enemigas. “La historia de López Delgado es de aventuras, prácticamente como una película. Gil Méndez había sido mecánico -no llegó a ser piloto- en la Aviación Naval Uruguaya. Hay un hilo conductor que es el compromiso con lo que ellos entendían que era la libertad y el combate al fascismo”, anota Aparicio.

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Historias de combatientes voluntarios, del historiador Fernando Aparicio, acaba de llegar a las librerías.

Combatiente por herencia

Una publicación anterior, Molinos de viento, de Pedro Troche (cuya base es la vida de Julio Gil Méndez) deja constancia de otros uruguayos que combatieron como voluntarios en las filas de la Francia Libre: Severo González, Pedro Milano, Gerardo Taborda y Tomasito Pérez. Este último era hijo de un soldado saravista de 1904, por lo que el idealismo estaba en su ADN.

Cuenta Aparicio que, en agosto de 1941, Pérez marchó al Reino Unido para unirse a las fuerzas de Charles de Gaulle. De las islas británicas viajó a las islas de Nueva Caledonia, posesiones francesas del Pacífico. Y desde allí fue destinado al norte de África, donde pasó a integrar con otras unidades francesas el VIII ejército británico. En ese lugar conoció no solo la dureza y la crueldad de la guerra, sino también las mezquindades en sus propias filas.

“Algunos luchaban por ser hijos de inmigrantes. Si bien la comunidad británica es reducida numéricamente en Uruguay, es muy fuerte por sus instituciones y herencias culturales. Pero otros lo hacían solamente por idealismo, por convicción”, destaca el autor de Uruguayos en guerra. Historias de combatientes voluntarios.

La Gran Guerra

El 28 de junio de 1914, unos disparos ocurridos en Sarajevo cambiaron el rumbo de la historia. Aquel día fue asesinado el heredero de la corona del imperio austro húngaro, el archiduque Francisco Fernando, y su esposa, la duquesa Sofía Chotek. Fue la cerilla que encendió la hoguera -cargada de combustible desde hacía tiempo- de la Primera Guerra Mundial, desatando una ola de violencia jamás antes vista y transformando a Europa en el escenario de una masacre larga y dolorosa.

“Aunque un inmenso océano separaba a los movimientos de tropas de Uruguay, el conflicto movió las fibras más íntimas de algunos habitantes nacidos en esta nación del extremo sur de América. Los hijos de los inmigrantes franceses, italianos, británicos y alemanes sintieron que el destino del mundo estaba en juego y que la historia tenía un lugar reservado para ellos”, dice la sinopsis de Cartas desde las trincheras. Los uruguayos en la Primera Guerra Mundial, de Sebastián Panzl.

Fue así que algunos jóvenes abandonaron la tranquila vida que les ofrecía Uruguay y -guiados por una mezcla de patriotismo, inconsciencia y ansias de aventura - embarcaron rumbo al Viejo Continente, donde alguno de ellos incluso perdió la vida.

En muchos casos, pesó el hecho de pertenecer a una nación conformada básicamente por migrantes europeos. “Cuando estalló la guerra se exaltaron los ánimos. Y eso pasó también en Uruguay con estas personas que tenían una particularidad: la de la patria propia y ajena, la de la tierra europea de sus padres, sus tradiciones y su educación. Se trataba de gente muy aventurera. Hay un caso muy notorio que es el de Juan Bautista Barthou, quien se presentó al puerto voluntariamente y el buque francés Lutetia se negó a llevarlo, aunque insistió hasta que logró embarcar”, comenta el periodista y escritor a Domingo.

Cuando estalló la conflagración, Barthou tenía 21 años y trabajaba como fotógrafo en Uruguay. Una profesión tranquila, en una tierra igualmente tranquila.

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Cartas desde las trincheras. Los uruguayos en la Primera Guerra Mundial, de Sebastián Panzl.

Más uruguayos en el frente

Panzl suma a su relato otros dos casos interesantes. Uno de ellos es el de Francisco Francese, nacido el 25 de enero de 1897, quien luchó por Italia. La particularidad de su historia radica en que cuando quiso alistarse era menor de edad. Se presentó con los documentos de identidad de un joven mayor que él y logró llegar a Europa a pelear por la bandera de sus padres.

No menos interesante es que cambió su nombre y se transformó en Ferdinando Palladino. Se sentía tano hasta la médula. “Para el ejército italiano, Francisco Francese no existía durante la guerra. De Ferdinando Palladino, en cambio, sí hay registros. En 1915, llegó a Italia y el 16 de junio de ese año se unió a las filas de combate en Génova. Recibió instrucciones militares en Barbarano, Vicenza, y comenzó su nueva vida como combatiente”, dice Panzl.

Por último, el escritor relata a Domingo la historia de otro hombre que batalló por Inglaterra: “Harry Bowen Davies Gorrondona había nacido el 26 de abril de 1896 y su padre, Thomas, era el jefe de almacenes de la Compañía del Ferrocarril Central del Uruguay (Central Uruguayan Railway). Cuando comenzó la guerra estaba en Europa y regresó a su Montevideo natal en 1919”.

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Recorte de diario de la Primera Guerra Mundial. Archivo Sebastián Panzl.

Dos barcos uruguayos hundidos

Si el episodio del Graf Spee involucró al Uruguay en la guerra de modo tangencial, muy distinta fue la situación que se generó con el hundimiento de dos mercantes nacionales, ocurrido en 1942 en aguas del Caribe. Fernando Aparicio da cuenta del hundimiento del Montevideo (ex Adamello), un buque incautado por Uruguay que se incorporó a la flota mercante de la ANP. Se trataba de un vapor construido en 1920 y de 5.785 toneladas.

Maldonado es el nombre del otro barco uruguayo hundido durante la guerra. Era un buque italiano (originalmente de nombre Fausto) que había sido incautado en abril de 1941 e incorporado a la Marina Mercante Nacional. En la noche del 1 al 2 de agosto de 1942, se encontraba navegando al sureste de las Bermudas cuando fue sorprendido por un submarino alemán que lo mandó a pique.

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