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Hace tres años que Elizabeth Larrosa y su esposo Alfredo recorren Uruguay con el afán de descubrir lo que han dado en llamar ‘tesoros en el camino’. Se trata de casas, estancias y cementerios abandonados y escondidos campo adentro, en caminos rurales, sobre rutas poco concurridas o en pueblitos recónditos. Estos sitios olvidados para muchos son boccato di cardinale para esta pareja que disfruta al imaginar las historias de los posibles habitantes de esas edificaciones: a qué se dedicaban, cómo estaba compuesta su familia, cómo pasaron sus días allí, si era la casa de sus sueños, si le habrán sacado jugo, si habrán celebrado más de lo que han sufrido o llorado ahí o por qué razón habrá terminado en ruinas el lugar que antes fue el hogar de otra persona.
“Sea cual sea la historia (que no hubo dinero para mantener ese edificio o porque se murieron y a nadie más le interesó ese lugar), es la magia de pensar qué fue acá y siempre hacerlo con respeto. Cada vez que entro a algún lugar pido permiso y al irme digo gracias porque alguien estuvo ahí. A veces encontrás muebles, retratos, estampitas y te preguntás qué habrá pasado. Esa historia que no sabemos”, comenta a Domingo Elizabeth Larrosa sobre estas travesías que inició con su pareja en plena pandemia como forma de que ella, que es nurse, se distrajera del estrés que se vivía en el sistema de salud en tiempos de emergencia sanitaria, a través de una actividad distinta y liberadora. Empezaron buscando esas extintas estaciones de trenes que fueron tan útiles para la campaña antaño y que hoy están en el olvido. En esos trayectos se fueron topando con casas abandonas y el paseo se convirtió en su costumbre de cada fin de semana y en su modo de escapar a la rutina.
“Decidimos un lugar, hacemos tal ruta y empezamos a andar a donde nos lleve el camino”, explica Larrosa sobre la dinámica. Y asegura que indirectamente les sirvió para conocer el interior del país: “Con mi marido nos pasábamos viajando y no conocíamos Uruguay, ahora nos quedan algunos caminos pero recorrimos todos los departamentos”.
Esta modalidad tan extendida y de moda por el mundo es conocida como “urbex” -viene de la fusión de las palabras urban y exploration (exploración urbana)- y consiste en la fascinación por buscar construcciones y edificios abandonados o en estado ruinoso con el objetivo de fotografiarlos, indagar en su historia (o no) -queda a gusto del consumidor-, compartir el material en redes sociales y así contribuir a rescatar del olvido e indiferencia a estos sitios mágicos.
![Elizabeth Larrosa asegura que a estas fincas casi nunca se entra por la puerta.](https://imgs.elpais.com.uy/dims4/default/57b4dc6/2147483647/strip/true/crop/378x409+0+0/resize/378x409!/quality/90/?url=https%3A%2F%2Fel-pais-uruguay-production-web.s3.us-east-1.amazonaws.com%2Fbrightspot%2Fdf%2F1b%2F38f3f5d74a228423e935868adf8c%2Felizabeth-larrosa.jpeg)
Elizabeth y Alfredo no son los únicos que han encontrado en el urbex una alternativa particular y entretenida de hacer turismo. Fernando Saracho y Daiana Iparaguirre también están alineados a esta práctica, y hay otros tantos en la misma sintonía, o al menos interesados. Así queda de manifiesto en el grupo de Facebook Abandonos en Uruguay, creado por esta pareja en abril de 2021 y que al presente acumula más de 63.000 seguidores y recibe, en promedio, cien visitas diarias. La base del éxito de esta fan page radica en el tiempo que le dedican sus administradores a salir de gira para recolectar fotos e historias y contribuir a mantenerla actualizada.
El rochense Dante Eguía es taximetrista y como buen amante de la fotografía atesora un gran archivo fotográfico de su departamento, así como infinidad de relatos, al punto que varios historiadores le han pedido colaboración para investigaciones o libros.
Dedica buena parte de su tiempo ocioso a salir a explorar campo adentro y prepara una muestra fotográfica sobre las taperas de Rocha que planea exhibir en 2024. Perdió la cuenta de la cantidad de imágenes que se ingenió para rescatar, pero entre tantas sobresalen comisarías, escuelas, casas abandonadas, establecimientos espectaculares que fueron plantaciones de olivos y el establecimiento de Francisco De los Santos, dentro del circuito histórico de Velázquez.
“Hay muchísimos lugares abandonados en Rocha y los que no he logrado ubicar es porque están metidos adentro. Tengo unas 13 taperas más ubicadas para ir a visitar próximamente”, cuenta a Domingo.
Una comunidad
![Fernando Saracho y Daiana Iparaguirre, administradores de Abandonos en Uruguay, en la puerta de donde funcionó el clásico pub Amarcord.](https://imgs.elpais.com.uy/dims4/default/524e5f1/2147483647/strip/true/crop/408x394+0+0/resize/408x394!/quality/90/?url=https%3A%2F%2Fel-pais-uruguay-production-web.s3.us-east-1.amazonaws.com%2Fbrightspot%2Fd1%2F51%2F1814a3814696bb0740c3591c247b%2Ffernando-y-daiana-2.jpeg)
Saracho e Iparaguirre viven cerca del pueblo Joaquín Suárez, en Canelones, y decidieron aprovechar los fines de semana que tenían libres para hacer ruta y escapar de la rutina. Optaron por recorrer lugares donde nadie anda, caminos rurales recónditos y quedaron atónitos al advertir que proliferan las monumentales fincas y estancias devenidas en taperas.
“Nos parecía divertido y algo diferente agarrar el auto y salir de paseo. Cuando empezamos a descubrir pila de casas abandonadas y la historia que había detrás nos empezó a gustar más y ahí fue cuando decidimos crear el grupo de Facebook”, relata Iparaguirre sobre el origen de Abandonos en Uruguay.
El grupo empezó a ganar seguidores de forma acelerada y sin publicidad mediante, sobre todo después de que decidieron publicar historias de estancias. “Fue creciendo de forma orgánica y después la gente empezó a compartir y aportar historias. Siempre aparece alguien que conoce a una persona que trabajó en una fábrica abandonada, por ejemplo Rausa. El boom fue después de la Estancia Arenales”, informa Saracho sobre este majestuoso sitio en el que ahondaremos más adelante.
El crecimiento también es a base de esfuerzo. Saracho trabaja en la construcción y al volver a su casa le dedica muchas horas al mantenimiento de su página y se esmera por conseguir la historia detrás de cada casa o lugar: va a la Biblioteca Nacional a buscar material y fotos, lee artículos y documentos de cientos de páginas, revuelve en Internet y habla con los vecinos de cada lugar. Es tan apasionado que incluso vuelve a hacer kilómetros y kilómetros con tal de saber a ciencia cierta qué sucedió en cada sitio para publicar la máxima cantidad de detalles.
![Una de las tétricas imágenes que lograron capturar en el cementerio Polanco Norte.](https://imgs.elpais.com.uy/dims4/default/ea7c168/2147483647/strip/true/crop/384x298+0+0/resize/384x298!/quality/90/?url=https%3A%2F%2Fel-pais-uruguay-production-web.s3.us-east-1.amazonaws.com%2Fbrightspot%2Fc1%2F07%2F20751ea04060bcb4e922a5838950%2Fimg-4080-jpg-15004093.jpg)
“Descubrís muchas historias, casi siempre encontrás. A dos o tres que fuimos los dueños fallecieron en el lugar y los encontraron los vecinos después de no verlos por mucho tiempo. A uno de los vecinos le preguntamos y nos dijo que falleció la persona ahí y no apareció nadie más. No lo podemos publicar porque a los tres días están metidos ahí. Por eso tenemos cuidado con pasar ubicaciones”, confiesa Saracho. Es que según dice, recibe muchos mensajes de personas que le manifiestan su intención de ir a ocupar estas casas en ruinas.
El éxito de Abandonos en Uruguay ha escalado tanto que los seguidores reclaman a sus administradores que organicen paseos: “Se pasaron los teléfonos para ver si surgía una excursión, pero las tres o cuatro veces que armaron un grupo nadie se puso de acuerdo”, comenta Saracho.
![La Casa Encantada se encuentra sobre el km 242 de la Ruta 9, en Rocha.](https://imgs.elpais.com.uy/dims4/default/ef7c7e6/2147483647/strip/true/crop/1152x864+0+0/resize/1152x864!/quality/90/?url=https%3A%2F%2Fel-pais-uruguay-production-web.s3.us-east-1.amazonaws.com%2Fbrightspot%2F09%2F59%2F20cc3a224797859fed14225d9a37%2Fcasa-encantada-rocha-4.jpg)
Ruidos de vajilla estrellándose contra el piso, llantos de bebés, muebles que se arrastran, gritos de una mujer llamando a un tal Carlos, paredes que parecen inflarse hasta reventar, luces que se encienden solas: son algunos de los relatos de quienes se atrevieron a ingresar a la enorme finca ubicada a la vera del km 242 de la Ruta 9 y deshabitada desde hace más de medio siglo, que se ha ganado el mote de ‘casa encantada’ entre los habitantes de Rocha.
Las historias de apariciones y presencias sobrenaturales que esconden las paredes de esta especial finca se transmiten de generación en generación en la campaña rochense, pero su fama de sitio paranormal cobró tal dimensión que curiosos de todos lados se acercan con el afán de vivir la misteriosa experiencia en carne propia para corroborar la leyenda y tomar algunas fotos.
El fotógrafo rochense Dante Eguía ha logrado reconstruir la historia de esta casa embrujada -construida en la década del 30 y que fue propiedad de la familia Benatti- a través del relato de los lugareños, de sus abuelos que eran oriundos de la zona, y de información que recabó en diversos artículos.
Comparte con Domingo algunos escalofriantes acontecimientos: “Se cuenta que una pareja de recién casados quiso pasar allí su noche de bodas pero huyeron despavoridos al corroborar que los rumores eran reales. Otro vecino del pueblo confirma que a la noche se escuchan llantos. Una de las versiones que se maneja es que allí se perpetró el asesinato de un pequeño que luego fue arrojado al pozo de agua sin que haya tenido esclarecimiento, de allí el llanto que emerge por las noches”.
Otra versión, según Eguía, es que la noche previa a una boda, la novia se ahogó en el aljibe, y desde entonces su espíritu deambula por la residencia.
Eguía se acercó al sitio un par de años atrás y aunque no vivió ninguna experiencia paranormal, asegura que sintió una vibra negativa y que tras la expedición compartió una foto en redes sociales y le hicieron notar que en una mancha de humedad se veía un rostro. “Es real que el entorno aporta misterio y pesadez a la atmósfera y, si bien yo solo noté esa mancha en la pared, otro compañero que fue hace años sacó una foto en uno de los costados de la casa y se notaba que había una silueta humana asomándose desde un árbol y no había gente”, revela.
Entre cadáveres
El sitio que más marcó a Fernando Saracho y Daiana Iparaguirre en estos dos años de andanzas fue el cementerio Polanco Norte, ubicado en Lavalleja. Los administradores de Abandonos en Uruguay se toparon con esta necrópolis sin buscarlo. Llegaron a una pulpería de más de 200 años de antigüedad, le contaron al dueño sobre sus travesías y les aconsejó que visitaran este cementerio abandonado que data de 1880.
“Nos impresionó por lo que vimos. Nosotros pensábamos que iba a estar todo cerradito pero había esqueletos tirados en el piso, huesos, cráneos”, cuenta Iparaguirre a Domingo sin poder salir del asombro que le generaron estas escalofriantes y estremecedoras imágenes, dignas de una película de terror.
Luego de ser testigos de esta escena dantesca, Saracho puso manos a la obra para saber un poco más sobre la historia de esta necrópolis y logró averiguar que Polanco Norte perteneció a la estancia Juan Fuentes -uno de los lugares donde pernoctó Charles Darwin en su visita a Uruguay 190 años atrás y cuyas antiguas construcciones están hoy en ruinas- y que se le avisó a los familiares para que trasladaran los cuerpos a otro sitio pero no están seguros de que se haya cumplido.
“Son dos cementerios separados por 50 metros y eran los únicos en kilómetros a la redonda, por eso llevaban gente de varias partes, son muy antiguos y hay personas enterradas ahí que combatieron en las revoluciones”, asegura Saracho.
Estancia Arenales
![Si bien el interior de la Estancia Arenales está decadencia, con muebles empotrados y baldosas rotas, no pierde la majestuosidad.](https://imgs.elpais.com.uy/dims4/default/1acdc9f/2147483647/strip/true/crop/547x403+0+0/resize/547x403!/quality/90/?url=https%3A%2F%2Fel-pais-uruguay-production-web.s3.us-east-1.amazonaws.com%2Fbrightspot%2Fe4%2F3f%2F5e0993e94aa7a7975c6aef64d36b%2Festancia-los-arenales-14975946.jpg)
El investigador Jorge Renard se topó de casualidad con esta enorme y majestuosa residencia ubicada dentro de un predio de 3.333 hectáreas, cuyo origen se remonta a 1720, año en que el militar español Bruno Mauricio de Zabala -que fue gobernador del Río de la Plata y fundador de la ciudad de Montevideo- donó a Manuel Cabral de Melo esta suerte de estancia en el kilómetro 296 de la Ruta 21 por los servicios prestados en los enfrentamientos contra los portugueses.
Renard era profesor de biología en la Escuela Agraria La Concordia (Soriano) dos décadas atrás y algunas noches le tocaba pernoctar allí dado que el instituto funcionaba como un internado. En esas ocasiones, se le daba por salir a recorrer en moto los caminos internos entre la costa y la Ruta 21 y así dio con esos cascos de estancias históricas -que abarcan también Casablanca, Buena Vista y la Concordia- que él describe como maravilloso.
Fue tal la fascinación que le despertó la Estancia Arenales que se volvió un erudito en esta materia: “Fui a la fuente a averiguar todo. En Soriano hay un Centro Geográfico e Histórico y gente que estuvo antes que yo ha investigado, además tienen una hemeroteca con los diarios de la época y yo soy un ávido lector”, expresa Renard a Domingo.
Cuenta que está deshabitada desde la década del 40, que tiene habitaciones por todos lados con muebles de nogal empotrados en el piso y en las paredes, una hermosa galería con vitrales sanos y una extensa terraza con vista al Río Uruguay.
Según sus averiguaciones, la estancia Arenales pasó de mano en mano: Cabral de Melo se la cedió al sacerdote Santiago de San Martín y Cabral; en 1820 se hizo cargo de la propiedad Jorge Frugoni la Claus y en 1830, Manuel Álvarez, que ese mismo año transfirió los derechos a Remigio González Moreno, quien dejó como apoderado a Francisco Escalada.
En 1890 se hizo cargo de la propiedad el coronel Pablo Mernies, suegro del renombrado arquitecto francés Alfredo Massüe, responsable del hoy Museo del Gaucho y la Moneda. “Él se quiso quedar en la estancia porque se enamoró del paisaje y además inauguró la actividad arenera con uno de los hijos del coronel Mernies”, cuenta Renard. En 1907 Massüe la arrendó a la empresa Ferro e hijos hasta que en 1932 dejó de funcionar la arenera.
Un señor de apellido Seré y la familia Gramont figuran como dueños hasta nuestros días, aunque según revela Renard una señora de apellido Sayas está en litigios por los derechos de la propiedad.
“Mi investigación permite establecer que en el año 1920 Marcos Saya se la obsequia a Pedro Seré”, apunta. Y continúa: “Seré la vendió a Julio Mailhos en 1947 y Mailhos se la dio a su nuera Margarita Sagrera que, al parecer, en 1973 se la vendió a un señor Gramont. Y en 1978 figura una venta similar a la firma Campo Lindo. Estas situaciones irregulares están por resolverse desde entonces”.
Más allá de las pujas legales, Renard tiene un plan más ambicioso para este sitio que tanto aprecia: lleva 25 años luchando para que esta zona sea incluida dentro del Sistema Nacional de Áreas Protegidas, aunque hasta ahora no ha tenido éxito en la misión.
“Siendo profesor de biología en el liceo de Dolores hicimos un trabajo de investigación sobre la flora y fauna de esta estancia con los alumnos y descubrimos que es interesante sobremanera. Hay una selva impenetrable divina. Si hacés un viaje a la costa desde la estancia te encontrás con un montón de animales: venados, águilas moras, aguarás, urracas y es uno de los pocos lugares en Uruguay donde hay teros reales. Hay inclusive pitas de siete u ocho metros de altura que son exclusivas de terreno serrano, y estos son terrenos bajos”, argumenta el docente en defensa de su reclamo.
San Cono
![El almacén San Cono es el único vestigio que queda de Portera Negra, un poblado de esclavos afrodescendientes nacido a fines del siglo XIX, y ubicado en la Ruta 13.](https://imgs.elpais.com.uy/dims4/default/28ae7e2/2147483647/strip/true/crop/1000x750+0+0/resize/1000x750!/quality/90/?url=https%3A%2F%2Fel-pais-uruguay-production-web.s3.us-east-1.amazonaws.com%2Fbrightspot%2F7a%2Fbe%2F020932424352a471394fe2761e37%2Falmacen-san-cono-rocha-2.jpg)
Este no es un almacén cualquiera. Se trata de la única construcción que permanece en pie en Portera Negra, un poblado nacido a fines del siglo XIX sobre la Ruta 13 con los antiguos esclavos de las estancias que desapareció en la década de 1960, cuando sus habitantes emigraron para radicarse en Castillos o Montevideo.
Integraban dicha comunidad alrededor de 30 familias y, según recrea Dante Eguía, “contaban con una pista donde se hacían carreras de caballos, una zona central de encuentro para fiestas y una cañada”. Y continúa describiendo: “El origen de la población tuvo que ver con dos propietarios rurales de la zona radicados en el lugar desde fines del siglo XX: Agustín Álvarez y José María Correa, ambos afrodescendientes. Los pobladores laboreaban sus tierras y efectuaban changas en las estancias. Era común ver a las lavanderas con los atados de ropa rumbo al arroyo para lavar”.
Ubicada en la Ruta 13 -la que conecta Castillos con Velázquez- y a escasos kilómetros del famoso camino Wilson Ferreira, la estructura del almacén San Cono es la única edificación que sobrevive de lo que fue esta comunidad negra. “Quedó solamente como testigo mudo una tapera: el almacén San Cono, una construcción de paredes de ladrillos que fuera propiedad de Marcos D’onollo, donde aún se puede leer pintado en la pared, apenas perceptible: almacén San Cono”, repasa este gran conocedor de la historia del despoblado.
Y cierra su relato con un terrorífico dato: “D’onollo fue víctima de un singular hecho criminal. Quedó postrado en una silla de ruedas a consecuencia de las pequeñísimas dosis de arsénico que le suministraba su compañera. La acción fue descubierta y la autora marchó a prisión”.
![Es frecuente encontrarse con muebles, cuadros, retratos e incluso crucifijos de las personas que habitaron esas casas.](https://imgs.elpais.com.uy/dims4/default/7a711e1/2147483647/strip/true/crop/512x384+0+0/resize/512x384!/quality/90/?url=https%3A%2F%2Fel-pais-uruguay-production-web.s3.us-east-1.amazonaws.com%2Fbrightspot%2F08%2Fd6%2F0112d186459eab535d63878b2f26%2Felizabeth-larrosa-2.jpeg)
En 2015 eran 53.000 las fincas abandonadas en todo el país (10.000 de ellas en estado ruinoso), según un relevamientollevado a cabo por la Facultad de Arquitectura de la Udelar. Domingo consultó a la Agencia Nacional de Viviendas (ANV) y al momento no se cuenta con cifras actualizadas. En 2012, los diputados Alfredo Asti y Mauricio Guarinoni habían presentado un proyecto de ley sobre Bienes Inmuebles Declarados Judicialmente en Abandono y tras su revisión se sustituyó, en 2017, por el que dio paso a la Ley N° 19.676, cuyo anteproyecto fue presentado por el Ministerio de Vivienda, Ordenamiento Territorial y Medio Ambiente y la ANV. La normativa promulgada en 2018 busca evitar y revertir los procesos en los que se combinen las situaciones de vacío y degradación de inmuebles urbanos. A su vez, un trabajo de 2014 identificó 339 inmuebles visiblemente abandonados en los Municipios B y C de Montevideo y otros 100 en el CH en 2015. En ese marco, se desarrolló el proyecto Fincas Abandonadas liderado por Silvana Pissano, ex directora de Desarrollo Urbano de la IM y actual alcaldesa del Municipio B, que permite la recuperación y rehabilitación de inmuebles abandonados y deudores en la ciudad para distintas funciones sociales.