De Italia 90 a Qatar: hinchas incondicionales que no se pierden un Mundial de Uruguay

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Los hinchas pintan de celeste las tribunas de todos los estadios. Foto: Nicolás Pereyra.
Seleccion de Francia vs Seleccion de Uruguay, 2-0, cuartos de final del Campeonato Mundial de Futbol de Rusia 2018, en el Estadio Nizhny Novgorod, ND 20180706, foto Nicolas Pereyra - Archivo El Pais HINCHADA DE URUGUAY
NICOLAS PEREYRA/ARCHIVO EL PAIS

FÚTBOL

Historias de cuatro hinchas que siguen a la Celeste a todas partes. A esta Copa del Mundo irán la mitad de uruguayos que a Rusia, pero ellos están al firme para alentar en la fiesta máxima del fútbol.

Les propongo un juego: retrocedan 12 años y monedas, trasládense al 2 de julio de 2010 y repasen dónde estaban y con quién miraron Uruguay-Ghana. Imposible que haya algún uruguayo que no recuerde a quién tenía al lado cuando gritó como un gol la mano de Luis Suárez que nos salvó del infierno; si se tapó los ojos o eligió mirar mientras Asamoah Gyanpateaba ese penal que (por fortuna) se fue arriba del travesaño. Hasta el menos futbolero lloró a moco tendido cuando “el Loco” Abreu le hizo honor a su apodo con esa picada que nos voló la cabeza y volvió a colocar a la Celeste en una semifinal de la Copa del Mundo después de 40 años. Sí, tuvieron que transcurrir 40 años, cuatro décadas, casi medio siglo para que los niños pudieran volver a ilusionarse con la selección. Pasarán los años, vendrán más mundiales, pero ese partido será ‘el partido’. Inolvidable e irrepetible por su épica, por la garra charrúa, por lo sufrido, por lo emotivo, porque nadie lo imaginó. En fin, tuvo todos los chiches.

Algunos (quien escribe incluida) tuvimos la dicha de vivirlo bien de al lado y eso no se paga con nada. “Se pasó del infierno al cielo en segundos: desde la casi desgracia de quedar afuera en el último minuto a la maravilla tremenda que fue el gol de Abreu. Estuve ahí, en un momento de algo que no se va a volver a repetir y tuve la suerte de tenerlo al lado”, dice Julián Infante a Revista Domingo con la emoción intacta.

En 2010 Julián tenía 19 años y viajó a la Copa del Mundo gracias a la insistencia y manija de Andrés. Su amigo y compañero de fútbol tenía el viaje armado, así que lo único que Julián hizo, como de costumbre, fue sumarse y decir sí a todo. Se alojaron 40 días en el apartamento de Rafael, un uruguayo que vivía en Ciudad del Cabo a quien Andrés había contactado vía mail un tiempo antes para pedirle que le pasara piques de Sudáfrica.

No quedaba otra que ser gasoleros. Por entonces, Julián trabajaba en la misma casa de cambio que ahora e invirtió la mayoría de sus ahorros en ese viaje de ensueño que lo hizo adicto a los mundiales. “Es un viaje diferente porque está relacionado a lo pasional. Es estar en una fiesta continua. Para un futbolero las emociones que vive son incomparables con un viaje de turismo”, opina.

Le agarró el gustito y no se pierde uno, aunque sabe que el 2010 seguirá en el pedestal: “Fui a tres mundiales y voy a Qatar pero el de Sudáfrica fue ‘el mundial’, no creo que haya uno mejor para nosotros: por cómo se nos dio, el contexto, la selección que teníamos, la unión que hubo, lo inesperado”, enumera.

A una semana del inicio de Qatar 2022 y a 11 días del debut de Uruguay contra Corea del Sur, Revista Domingo se pone en modo mundial y rescata cuatro testimonios de hinchas que siguen a la Celeste a cada Copa del Mundo. Fanáticos que apenas termina un mundial ponen su cabeza en el próximo, y si Uruguay clasifica, están prontos para dar un clic y reservar pasajes, estadía y anotarse a los sorteos de la FIFA para conseguir entradas.

“Lo teníamos medio visto y lo sellamos cuando Luis Suárez le hizo el gol a Paraguay en Asunción. Cuando casi quedamos clasificados aceleramos la cuestión. Lo hicimos todo nosotros y nos valió unos U$S 5.500, la tercera parte de lo que piden las agencias” (ver recuadro aparte), comenta Guillermo Naya a Domingo, dos días antes de partir a Europa en familia, para luego encontrarse con cuatro amigos y el hijo de uno de ellos en Qatar.

Estos hinchas vibran con el color, el ambiente, la diversión y el rasgo cosmopolita de la fiesta máxima del fútbol, esa que por un mes hace solo queramos estar pendientes de la pelota y nada más que la pelota.

Misión cumplida

Gabriela Acevedo copó la prensa uruguaya y sudafricana con su rostro pintado con el escudo de Uruguay.
Gabriela Acevedo fue tapa de todos los diarios con su rostro pintado con el escudo de Uruguay.

Gabriela Acevedo es fanática del fútbol y le fascinan los mundiales. Estuvo en Francia 98 y fue con sus tres hijos a Alemania 2006, ambas ediciones donde la Celeste no participó, así que en suelo germano les prometió: ‘Si Uruguay clasifica, nos vamos al próximo’. Tras aquel sufrido empate en el repechaje contra Costa Rica, a fines de 2009, que nos volvió a colocar entre las 32 selecciones a disputar una Copa del Mundo, Gabriela puso manos a la obra para averiguar precios y cumplir con su palabra.

Resultó que el paquete a Sudáfrica 2010 era carísimo -U$S 10.000 por cabeza- y no podía invertir esa suma, así que, en familia, decidieron que solo viajaría con Santiago, su hijo menor, de 18 años en ese entonces, ya que las dos mujeres no son tan futboleras.

La de Sudáfrica, asegura, fue una experiencia irrepetible, sobre todo porque nadie daba mucho por Uruguay, entonces la sorpresa de ir ganando partidos y pasar fases fue enorme. Reconoce que hoy la expectativa es otra, pero la mística de los mundiales hace que no quiera perderse estos eventos bajo ningún concepto.

“Apenas termina de clasificar Uruguay estoy pensando cómo voy a ir, cuál va a ser la mejor opción. Qatar empezó con unos precios disparatados, había paquetes por U$S 12.000, al final salió U$S 8.500 por persona”, comenta a Domingo, quien compartirá el viaje con su hijo Santiago, igual que en Sudáfrica 2010 y Rusia 2018.

A Brasil 2014, en cambio, fue con el pintor Fito Sayago y un grupo de amigos uruguayos radicados en Argentina que conoció en Sudáfrica y se encuentran en los mundiales.

Está convencida de que todo futbolero o futbolera debería vivir la experiencia mundialista una vez en la vida: “Es único y no tiene precio. Compartís con otras culturas, hay un compañerismo por ser compatriotas que no se da en otros viajes, y sentimientos de hincha que genera el fútbol. La selección está representando a tu país y eso te enorgullece”, afirma.

cifras

¿No tan seductor? Viajarán la mitad de hinchas que a Rusia

Unos mil hinchas uruguayos partirán desde nuestro país para alentar a la Celeste en Qatar: representan la mitad de los que fueron al Mundial de Rusia 2018, según dijo a Domingo Fernando Riva, vicepresidente de la Asociación Uruguaya de Agencias de Viajes. De ese total, agregó, solo el 10% son mujeres, algo inusual en este tipo de eventos que se caracterizan por ser familiares: “Hay una baja importante (solían ir un 30% de mujeres) por dos razones: lo cultural y que no hay una gran atracción turística como país”, opinó.

HiperViajes, agencia oficial de la AUF, enviará 600 pasajeros (solo 40 son mujeres) que se alojarán en apartamentos, hoteles o un crucero cinco estrellas de la compañía MSC World, informó Rodrigo Rosales, gerente de producto de HiperViajes.

Al momento, quedan cuatro cupos disponibles para el crucero que vale US$ 4.950 por persona las 11 noches, más el aéreo (US$ 3.000) y las entradas (unos US$ 1.000).

Riva estimó que el viaje por agencia vale entre US$ 8.000 y US$ 12.000, dependiendo si se alojan en apartamentos, cruceros u hoteles. Incluye pasaje, estadía y entradas a la primera fase.

Para poder poner un pie en Qatar se necesita tener la Hayya Card: se aprueba al ingresar el código de la entrada y el de alojamiento a través de la aplicación. “Es como una visa, cualquier persona, no importa la edad, así sea un bebé, necesita una entrada y un alojamiento con el código para entrar”, aclara Rosales de HiperViajes. E informa que ya no se pide PCR ni vacunas contra el covid-19 para ir al Mundial.

Libreto perfecto

Aldo Alfaro en Rusia, disfrutando de su tercer mundial, con su infaltable y tradicional bandera.
Aldo Alfaro en Rusia, disfrutando de su tercer mundial, con su infaltable y tradicional bandera.

El debut de Aldo Alfaro en un mundial fue en Italia 90. Tenía 18 años y aprovechó que una tía vivía allá para instalarse un mes entero en su casa a disfrutar de esta fiesta. Viajó solo y vio dos partidos de Uruguay (la derrota ante Bélgica y la eliminación en octavos contra el local) y tres de Argentina: estuvo en cuartos contra Yugoslavia, en Nápoles cuando la albiceleste de Maradona venció a Italia, y en la final contra Alemania.

“Fue un mundial con mucho dramatismo. Me vi partidos buenos e históricos”, resume Aldo a Domingo.

Tuvieron que pasar otras seis Copas del Mundo para que Aldo pudiera repetir la experiencia mundialista. ¿Motivos? “La vida misma, desde temas económicos a que Uruguay no clasificaba. A partir de 2014 me fue más sencillo y le di para adelante”, asegura este fanático del deporte, que también ha ido a Juegos Olímpicos, Copas Américas y finales de Champions.

“Me encanta el fútbol, los eventos y viajar. Si a eso le agregás amigos, no hay otra cosa mejor”, señala.

Le divierte el ambiente cosmopolita e incluso guarda álbumes con fotos suyas junto a hinchas de otras selecciones. “Llegás a emociones únicas y al límite dentro de esos estadios. Cantar el himno en otro país te pone la piel de gallina”, comenta.

Dice que si hay triunfo salís con el pecho inflado y tiene en lo más alto el partido que Uruguay le ganó a Inglaterra en Brasil con doblete de Suárez. “Fue increíble por lo que significó: hacía 40 años que no le ganábamos a un europeo, por todo lo que había vivido Suárez en Inglaterra, que lo habían masacrado. Fue el libreto perfecto para una revancha”, repasa.

Ahora, cuando te toca perder, el castillo de naipes se derrumba en segundos: “Quedar eliminado en un mundial es la muerte, te querés volver ya. En Rusia perdimos y dijimos ‘vámonos ya’. Compramos los pasajes desde el celular y nos volvimos esa misma noche”, cuenta.

Aldo y sus diez amigos parten el 18 de noviembre a Qatar y él, que es un gran organizador -cerró un hotel cuando cumplió 50 e hizo unafiesta para 300 invitados que duró 36 horas- está encargado de comprar el cotillón para todos: gorros, bufandas, pelucas y lo que haya celeste para dar color en la tribuna. En su valija no puede faltar una bandera de Uruguay que lo acompaña a todos los eventos deportivos. Aclara que es por tradición, no por cábala.

Chau sequía

Guillermo Naya junto a amigos, familia e hinchas rusos en el mundial de 2018.
Guillermo Naya junto a amigos, familia e hinchas rusos en el mundial de 2018.

Estos viajes de amigos son la excusa perfecta para conocer lindos destinos y disfrutar a pleno la alegría del deporte, según Guillermo Naya. “A pesar de la rivalidad entre las selecciones, es mucho más leal que cuando son cuadros. No hay cánticos desubicados, está lleno de niños y hay peligro cero”, comenta a Domingo dos días antes de partir rumbo Europa en familia, para luego encontrarse con cuatro amigos y el hijo de uno de ellos en Qatar.

Le gustan los eventos deportivos e incluso fue a la Olimpíada de Río de Janeiro, aunque dice que a Sudáfrica ni siquiera se lo planteó como alternativa. Reconoce que ese mundial marcó un antes y un después: “Hubo un cambio en la selección, en la cultura de los jugadores: querían la causa”.

Con ese panorama y una siguiente Copa del Mundo jugándose tan cerquita, como fue Brasil, no había otra que animarse a ir. “Uruguay estaba en una gran efervescencia futbolera. Teníamos un hambre atrasada de años. Ahí fue Suárez, Cavani, Forlán”, señala.

Ver en vivo en directo cómo Uruguay le ganaba a Inglaterra y después a Italia fue la llave maestra para no dejar de ir a un solo mundial más.

“Las últimas veces que había visto a Uruguay ganar había sido en el año 70, hacía tiempazo, había una sequía feroz. Vas a un mundial, le ganás a Italia e Inglaterra... Después nos cocina la FIFA echando a Luis (Suárez) y perdemos contra Colombia, pero esos partidos me quedaron grabados. Terminó Brasil y dijimos: ‘Si clasificamos, vamos’ y allá fuimos a Rusia. Y ahora lo mismo”, cuenta.

Guillermo vive los mundiales como momentos únicos de puro goce, tanto que reincide: “Por algo repetí. Y si las rodillas me alcanzan estaré en Estados Unidos. Y si nos llevan los jugadores también”, augura entre risas.

Lujos

Julián Infante y su festejo glorioso del triunfo contra Corea en Sudáfrica.
Julián Infante y su glorioso festejo tras el triunfo de Uruguay contra Corea en Sudáfrica 2010.

Julián guarda las entradas a los partidos, una cantidad de fotos y videos de los mundiales y un sinfín de recuerdos. Pero hay una anécdota cholula que rescata a modo de bonus track para esta nota. En Sudáfrica el contacto con los jugadores era bastante asiduo y el día siguiente al partido contra Ghana encontró al muchacho de 19 años y sus amigos de charla con Jorge Fucile en el hall del hotel.

“Él estaba al lado de Suárez cuando metió la mano, entonces nos empezó a contar la jugada vista por él. Hermoso. De repente viene el jefe de seguridad a avisarle que se iban a entrenar y Fucile le contesta: ‘Pará, aguantame cinco minutos que estoy hablando con los gurises’. Ni nos conocía, pero nos dijo que si volvíamos de noche la seguíamos. Para nosotros fue una locura: al otro día de ese partido, con toda esa emoción, hablar con alguien directamente implicado en esa jugada era tremendo”, rememora emocionado.

Gabriela coincidió en los hoteles de Sudáfrica con familiares de los futbolistas, y se hizo amiga de muchos pintando el escudo de Uruguay en el rostro de los hijos de Diego Lugano, Juan Castillo y el Ruso Pérez, previo a ir a la cancha. Así, dice, conoció a la familia del fútbol desde adentro. Fue tal la amistad que entabló que logró volver a viajar sobre el final del mundial gracias al papá de Castillo. La historia fue así. Ella había comprado un paquete solo para la primera fase, así que retornó a Uruguay después del partido contra México. Al ver que la Celeste del ‘Maestro’ Tabárez vencía a Ghana, se ponía entre los cuatro mejores del mundo, y que tenía la chance de jugar una final, le dijo a su hijo ‘tenemos que estar’.

Su abuelo había visto a Uruguay campeón en Maracaná en 1950 y ella no quería ser menos. Ganas sobraban pero los precios eran un disparate. Así que una llamada del padre del golero Juan Castillo fue esencial para que volviera a armar las valijas. “Me avisó que había bajas de Air Malasia porque Argentina había quedado afuera y conseguí pasajes por U$S 300. Después volvimos en el charter con los jugadores”, relata.

Mientras iban en vuelo, Uruguay caía ante Holanda 3 a 2 en un partido agónico y el sueño de campeón se partía en pedazos. El resultado sería para Gabriela y Santiago una anécdota con sabor amargo. Ellos, en realidad, querían estar y acompañar a esa selección que tantas alegrías les había regalado.

“Vimos el partido contra Alemania en Puerto Elizabeth que ya no fue lo mismo. Pero la vuelta en ese charter con los jugadores fue de las cosas increíbles que viví: nadie durmió en toda la noche porque era todo festejo y después el recibimiento de la gente acá. A partir de Sudáfrica se logró algo que hasta ese momento no existía, ese vínculo con la gente, ese compañerismo entre ellos que marcó y sigue hasta hoy”, cierra Gabriela. Y resume el sentir y agradecimiento de todo el pueblo uruguayo a esta selección.

El arte y la pelota se llevan muy bien

El rostro de Gabriela Acevedo con el escudo pintado fue portada de diarios uruguayos y sudafricanos. Es artista plástica y antes de irse a Sudáfrica hizo un curso de maquillaje artístico y llevó en su valija productos profesionales. En esa época no había tanto merchandising y cotillón, así que tuneaba las famosas vuvuzelas: “Le sacaba la bandera de Argentina y cambiaba a Messi por Forlán”, recuerda. Hinchas de todas las edades (incluidos los hijos de los jugadores) iban a su hotel para que los maquillara. Se hizo tan popular que al volver a Uruguay le vendió obras a Suárez, el “Loco” Abreu, el “Ruso” Pérez, Cavani, y hasta le pintó el cuarto a Bautista, uno de los hijos del “Matador”. En Sudáfrica, además, le surgió la chance de exponer su obra en la embajada de Uruguay en Pretoria, y llevó un trabajo sobre rasgos culturales uruguayos. En Rusia volvió a unir el fútbol y el arte y expuso una obra sobre el Mundial de 1930. Por estos días, la embajada de Uruguay en Qatar exhibirá pinturas suyas que muestran nuestra cultura y la qatarí entrelazadas.

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