NOMBRES
El entrenador de perros ya tiene su primera serie de televisión, “Adiestramiento canino” (Netflix). Se presenta como el inventor de un nuevo método. Pero el éxito trajo críticas de competidores.
César Millán fue, parece, está por ser derrotado por Jas Leverette en la pelea por el título de “El entrenador de perros más famoso”. El joven (38 años) Leverette se hizo un nombre como entrenador de caninos y emprendedor/empresario —tiene su propia “academia”— antes de aterrizar en la grilla de Netflix con la serie “Adiestramiento canino”.
Leverette es oriundo de Oakland (aunque nació en Nueva York) y, según lo que se puede ver en algunos de los capítulos de la serie que protagoniza, tuvo una juventud algo problemática, aunque no se indaga demasiado en esa parte de su vida. Lo que sí se explicita es su carácter de self made man. Un hombre que con esfuerzo y dedicación superó un origen relativamente humilde y que hoy posa para fotos con famosos, autos de lujo y una familia integrada por esposa y dos hijos.
También hay una parte en la cual Leverette atribuye parte de su éxito y su bienestar emocional a su religión, el Islam, y a un grupo de camaradas con los cuales se junta a hacer ejercicios y, también, practicar su devoción religiosa.
Son seis capítulos que toman el formato de los realities que se hacen sobre, por ejemplo, la remodelación de una casa: todo arranca con el lamentable estado de la propiedad, se muestra el proceso para mejorarla y todo concluye con la casa en cuestión rediseñada, para la felicidad de sus propietarios.
En el caso de esta serie, el desafío es convertir a la problemática mascota —puede que se trate de un perro agresivo o desobediente— en una compañía armoniosa, funcional a los intereses y las prioridades de sus dueños.
Así, “Adiestramiento canino” arranca con el caso de Lady Macbeth, una pitbull de dos años y —como la famosa Manuela del expresidente José Mujica— tres patas. Antes de zambullirse en la tarea, Leverette se presenta como el número uno, el propio adiestrador.
Con un discurso que mezcla la actitud de agrandado de, por ejemplo, un personaje del hip hop y frases más o menos inspiradoras, el retador de Millán no posa ni un segundo de humilde: “Mi método se conoce en el mundo. Entiendo profundamente la psicología y el temperamento del perro. Crecí en las calles de Oakland (a veces, parecería que la serie podría ser parte de una promoción de esa ciudad) y los perros me protegían. Me salvaron la vida. Ahora dedico mi vida a salvar la de ellos”.
Todo esto mientras se suceden imágenes de Leverette en diversos escenarios: manejando un auto deportivo vintage con uno de sus perros en el asiento trasero y en distintos momentos de su entrenamiento. En esos segmentos iniciales, Leverette transmite una postura marcial, con pantalones militares de camuflaje y perros a sus pies, como si él estuviera en un trono y los animales fueran súbditos.
Aunque él crea que es conocido en todo el mundo y no tenga todavía ni la mitad de la fama de Millán, lo cierto es que su método y su manera de gestionar su empresa lo han colocado entre uno de los entrenadores de perros más cotizados. Dada su juventud y aspecto (es carismático y bastante fachero), es probable que Netflix haya visto en él una potencial estrella en la que vale la pena invertir o difundir en su plataforma.
Para que no queden dudas de su actual status, en esos primeros minutos del primer capítulo hay fotos de Leverette junto a famosos como el actor Kevin Hart y el basquetbolista Stephen Curry, quienes contrataron en algún momento a Leverette para que este los ayude con sus mascotas.
Ese reconocimiento y renombre, claro, se cotiza. En la web oficial, el empresario tiene cuatro tarifas: US$ 497, US$ 1.497 y US$ 1.997. Para saber en cuánto consta la cuarta tarifa, la premium, hay que mandar un mensaje para averiguar. Y las políticas de la empresa en cuanto a cancelación de una compra, eventual devolución de dinero y otros aspectos contractuales, son sumamente detalladas y requieren un alto nivel de compromiso del cliente.
La serie elige un enfoque en el que también es importante el retrato de los dueños de los perros. “Para mí, es más que solo entrenar perros. Ayudo a los que nadie ayudará. Es más un entrenamiento humano”. Ese entrenamiento humano arranca con el caso de Lady Macbeth y su dueño, Brendan. Este, como casi todos los demás dueños, parece tener una relación extremadamente cercana con su mascota, casi que la humaniza. “Es mi alma gemela. Fue amor a primera vista”.
El problema es que la perra no deja que su dueño tenga una vida social: ya mordió a varias de sus visitas. Leverette diagnostica a Lady Macbeth y le dice a Brendan que la única solución es que él se la lleve a su cuartel general durante tres semanas. El dueño parece entrar en pánico: “¿Y ella estará de acuerdo en que te la lleves?”
El resultado, obviamente, es que la perra vuelve a la casa mucho más tranquila. Pero tampoco tanto. En la prueba final, cuando Brendan invita a un amigo, Lady Macbeth vuelve a mostrar señales de agresividad cuando la visita se acerca a acariciarla. Inescrutables son los caminos de Lady Macbeth, al parecer. Y los de Leverette, que aprobó que esa parte —que no lo deja muy bien parado que digamos— se incluyera.
Posiblemente el entrenador se sienta con la confianza necesaria como para permitir que un hecho como el de Lady Macbeth se muestre en la serie. Posiblemente también se trate de alguien ya curtido por las críticas. Porque desde que se hizo famoso en su país, la casi inevitable reacción se hizo presente.
Otro experto en adiestramiento de perros y mascotas llamado Steve Dale salió a pegarle. Dale denuncia en su web que Leverette se promociona como “conductista”: “Ese término es para conductistas veterinarios o doctorados en comportamiento animal y Leverette no es ninguna de las dos cosas”. ¿Haters gonna hate? Puede ser.
Lo cierto es que él sigue adelante con esa actitud agrandada y entusiasta que exhibe en la serie. En una entrevista con la conductora Ellen De Generes, esta le pregunta: “Hay mucha gente que ama a los animales, pero ¿cómo supiste que podías entrenar a los perros de la manera en la que lo hacés?” “Era mi destino”, respondió. “Ha sido un proceso, desde que era un niño en segundo de escuela tratando de deletrear la palabra ‘veterinario’ (…) es algo que se manifestó”.
Ese destino manifiesto estaría expresado en su método, llamado “Cali K9”, en el cual no ahonda y que ha llevado que otros entrenadores, como el ya mencionado Dale, lo critiquen (incluso hubo una petición de Change.org con más de 30.000 firmas que pedían que Netflix no emitiera la serie).
Aunque no se sepa del todo en qué consiste Cali K9, uno de sus principios es que nunca es la culpa del perro. La responsabilidad siempre es del dueño.
Ese principio es evidente en todos los seis capítulos de la serie (exceptuando el primero): Leverette diagnostica tanto al perro como a la persona o la familia en la que el animal vive. Y es en los diálogos con los dueños de los caninos en donde aparece la verdadera fortaleza del protagonista. Leverette tiene una manera de sugerir (o directamente criticar) que, sin dejar de ser valiente, es muy cortés. Por eso, tal vez sea un poco más pertinente considerarlo una suerte de coach en las relaciones humano-perro, que un adiestrador convencional.