SEXUALIDAD
Los sex toys —principalmente un objeto de consumo femenino— siguen conquistando adeptas. Un crecimiento con más de una razón atrás.
Carina cumplía 45 y sus amigas le regalaron un vibrador. La pinta del juguete sexual era de cualquier cosa menos la de un órgano genital masculino. Más bien, parecía una especie de mouse con una puntita medio rara que, al apretar un botoncito, empezaba a vibrar en distintas velocidades y grados de intensidad. No es que Carina no tuviera una vida sexual activa. Aunque no hubiese una pareja estable en su vida, sí tenía partners ocasionales. Pero la incorporación al acervo personal del vibrador fue bienvenida, y llegó a usarlo con uno de sus vínculos sexuales.
Valeria (40), en tanto, lanzó unos cuantos improperios al aire cuando se enteró que varias de sus amigas no le habían avisado sobre un importante descuento de juguetes sexuales. Tenía un particular modelo en mente que para ella resultaba muy caro, pero que con el descuento de Black Friday resultaba accesible. Para peor, algunas de esas amigas sí se lo habían comprado. Valeria se sentía “traicionada”. Ahora, iba a tener que esperar otra oportunidad para acceder a ese artículo y poder masturbarse como ella quería: música soft, pocas luces y la cama recién tendida.
Erica (35), por su lado, había querido incorporar su vibrador —que tenía un diseño decididamente fálico— a una de sus relaciones sexuales. Pero cuando el hombre en cuestión vio el juguete, se enfrió. Erica no obtuvo mayores explicaciones sobre qué fue lo que tuvo ese efecto, pero sospecha que tuvo que ver con que ella no solo quería que él usara ese juguete en ella. Ella también quería usarlo en él.
Aunque se trate de tres experiencias distintas, lo que tienen en común es que para las tres mujeres los juguetes sexuales son parte del paisaje, algo que puede surgir en una conversación y nadie levanta las cejas (o al menos nadie exterioriza un asombro o eventual incomodidad).
No siempre fue así, claro. Hace unos años, la posesión de un sex toy era algo que rara vez salía del dormitorio compartido. O la habitación del hotel de alta rotatividad. Pero en los últimos años ha habido una pequeña revolución en esta área. No solo hay una comercialización de esos artículos que se realiza sin tapujos, sino que se habla con mayor naturalidad y soltura sobre el tema.
Tampoco nos engañemos, ¿no? Todavía queda algo del estigma y el tabú en torno al tema de aquellos objetos que introducimos en nuestros vínculos para potenciar o complementar nuestros deseos y nuestro éxtasis. No es que de un día para el otro hayan desaparecido la pacatería y el conservadurismo en torno a la sexualidad, ya sea de mujeres, hombres o todos aquellos matices que existen entre esas clasificaciones.
Más allá de esa salvedad, hay más de una razón para esa pequeña revolución, tanto en Uruguay como en otros países. Una de ellas está a simple vista, dice la sexóloga Vivián Dufau. Algunos de los juguetes sexuales del presente son mucho más bellos que aquellos modelos que aspiraban a ser una representación realista del falo. Uno entraba a un sex shop, veía todos esos objetos en fila y lo último que se le venía a la cabeza era un rato lleno de placer (aunque lo que excita es tan particular y variado que también hay fans de ese tipo de juguetes).
Para peor, acota Dufau, a esos juguetes se los conocía popularmente como “consoladores”. ¿Hay un nombre menos excitante que ese?, pregunta retóricamente la experta. Más allá de los nombres, lo que seduce de los actuales juguetes sexuales son, además de su estética, su considerable variación. Desde que el deseo sexual femenino empezó a ser más asertivo, el mercado quiso satisfacer ese nicho y empezó a presentar todo tipo de objetos, en tamaños, colores y diseños. A eso hay que sumarle lociones, prendas y accesorios que conforman un abanico de opciones que apuntan a multiplicar el placer que obtenemos de ese rato que pasamos entre sábanas. O fuera de ellas.
Los avances del feminismo y la conciencia sobre las múltiples maneras de vivir la sexualidad (se pertenezca o no a lo hegemónico sexualmente) tienen, entonces, su correlato en la cada vez mayor oferta de sex toys.
Según Fernanda Kosak (27), dueña de la tienda Vibras, que se hable de juguetes sexuales en los medios, por ejemplo, contribuyó a normalizar su uso y existencia: “Si un día la gente ve que están hablando de eso en Polémica en el bar, puede perfectamente pensar que es algo que se está haciendo. ‘Entonces yo capaz que puedo hacerlo también’. Antes estaba concebido solo para gente ‘atrevida’. O para aquellos que no tenían pareja. Y Vibras estuvo desde el vamos en contra de esa concepción”.
Al respecto de esto último, Vibras se promociona como una tienda de juguetes sexuales con “perspectiva de género”. Eso puede significar muchas cosas y una de ellas es esa que señala Kosak: el objeto puede ser usado en solitario o con otro/a. Y la persona puede estar en pareja o no. El placer sexual provocado por uno mismo se independizó del estado civil, o el compromiso emocional, de quien lo use para alcanzar el clímax.
La enorme mayoría de la clientela de Vibras son mujeres (“por destrozo”, dice). En parte, agrega Kosak, porque eso responde a su estilo de comunicación, que se dirige a un público femenino (Kosak tiene varios años de trayectoria como periodista). “Terminé atrayendo mujeres parecidas a mí”, comenta y añade que ese público era gente a la que no se le había hablado. “A mí no me daba vergüenza ir a un sexshop, pero a varias de mis amigas sí”.
Entre su expertise en cuanto a comunicación y su experiencia personal, Kosak acabó de delinear una tienda que no solo satisface la demanda de una clientela que se le parece demográficamente, sino también una empresa que realiza algunas actividades que van más allá de atender al público atrás de un mostrador, respondiendo preguntas y asesorando. Porque no cualquier juguete sirve. Para algunas mujeres, dice Kosak, es necesario que el artículo en cuestión sea “un martillo”, mientras que en el caso de otras mujeres, lo que se requiere es un toque mucho más suave y delicado. Todo depende. Además, la tienda también organiza actividades más “festivas” fuera de Vibras (eventos, cumpleaños), que sirven para promocionar los productos, pero también para aprender más, tanto sobre los objetos en sí como, idealmente, sobre la propia sexualidad.
Para varones cis
Mientras ellas tienen una amplia gama de opciones para jugar con su sexualidad, sea individual, grupal o en pareja, para los varones cis (aquellos que se identifican con el género asignado al nacer) las opciones son más acotadas, y se dividen en dos grandes vertientes: estimulación peniana o de la zona anal y/o prostática. Esto último es lo que, dice la sexóloga Vivián Dufau (y que muchos varones podrán comprobar si se les da por hablar de estos temas entre sus amigos), puede generar incomodidad. Una estimulación o penetración anal tiene una connotación homoerótica tan fuerte que hay hombres que no quieren ni escuchar hablar de eso. “Pero también puede ser que sea ella la que tenga el prejuicio”, cuenta Dufau y recuerda el caso de una pareja en la que él le pedía estimulación en esa zona y ella “no entiendo. ¿Sos gay?” Otra razón que problematiza el uso de los sex toys para algunos hombres es que pueden sentir que “no alcanzan”. Pero los sex toys, resalta la experta, siempre son un complemento (o deberían serlo). “Muchos sienten algo así como que son ellos los que tienen que ‘dar’ el placer y no tiene por qué ser así”. Eso puede haber frenado un uso más extendido de sex toys entre ellos.
Otra razón para el sostenido éxito de los sex toys es que la sexología y las terapias de pareja y sexuales son mucho más comunes y aceptadas. Cuando Dufau atiende a parejas o individuos puede llegar a recomendar ciertos juguetes sexuales con instrucciones muy específicas en cuanto al material del cual está hecho, la forma, cuánto vibra y unos cuantos factores más.
Eso se ha alcanzado, en parte, gracias a la colaboración entre la Sociedad Uruguaya de Sexología y la tienda de objetos sexuales Secret Store. Esa tienda se contactó con los expertos y de ese diálogo surgió ese grado de especialización, que tiene en cuenta los incontables matices que existen en torno al deseo, la estimulación y el orgasmo.
No todo el mundo de los sex toys es todo para ellas, claro (ver recuadro), pero por el momento parecen ser las protagonistas de esta sostenida y asordinada revolución, que aúna las ansias de placer y la respuesta del mercado a esas ansias. Como siempre, las leyes de ese mercado imponen restricciones. No todos los bolsillos pueden acceder a un juguete sexual determinado, pero hoy existen bastantes más opciones para encontrar el camino hacia el punto cúlmine del placer.