En Dubái, donde (casi) todo lo que brilla es oro, la hípica mueve cifras astronómicas, difíciles de dimensionar para la mayoría de los mortales. Un purasangre que entre en la pista de carreras de Meydan, el hipódromo más grande del mundo, fácilmente puede valer millones de dólares. O incluso no tener precio, porque sus propietarios -eventualmente jeques árabes u otros multimillonarios- ni siquiera están dispuestos a venderlos. En este mundo que parece de ficción para la gran mayoría de los pobladores del planeta, destaca un uruguayo: el veterinario Julio Olascoaga.
Olascoaga es oriundo de Zapicán, un pequeño poblado del departamento de Lavalleja, enclavado en una zona muy asociada al caballo y al raid hípico. Pero, además, proviene de una familia vinculada al campo y a los purasangres. “Mi padre y mi hermano fueron ambos campeones nacionales de raid. Después, con toda la familia formamos una empresa que se dedicó durante muchos años a la cría y exportación de productos para enduro, que es una industria fuerte acá en Medio Oriente. Con esa empresa continúan hoy mi hermano y mi padre”, comenta el veterinario en dialogo con Domingo desde Dubái. Y agrega: “Estuve antes radicado un tiempo acá, trabajando con eso, competí también en enduro y después estudié veterinaria. Me recibí y una cosa llevó a la otra…”
Desde hace algunos años, Olascoaga trabaja para el equipo del brasileño Antonio Luiz Cintra, “Tolú”, quien tiene base en Maroñas y es un verdadero embajador de la hípica sudamericana en Medio Oriente. El equipo de Cintra ocupa una caballeriza de 30 boxes, donde hay varios purasangre que llegaron desde Maroñas y Sudamérica. Entre ellos, se cuentan nombres exóticos típicos del mundo de la hípica: Atlético El Culano (que fue vendido a un sindicato de propietarios libios que pretende tenerlo como padrillo en su país), Loreley, Quartier, Go Chrome Go, Eye On The Prize, Rock Walk y El Patriota.
“La primera vez que vine a Dubái fue en 2005. Siempre he estado yendo y viniendo, porque acá las competencias son por temporadas, y entonces hacía un poco de temporada acá y después en Uruguay. Mi hermano también estuvo mucho tiempo radicado acá, con contratos. Entonces, venía a visitarlo, a estar con él, con los equipos que él dirigía”, comenta. A partir de 2019, Olascoaga fijó residencia permanente en Dubái. Y solo regresa a Uruguay -donde se encuentra su familia- de vacaciones o por algún asunto puntual de trabajo.
En la Primera A
El equipo de Cintra y Olascoaga (integrado por personas de las más variadas nacionalidades) ha participado en competencias de altísimo nivel, entre las que se encuentra la Dubai World Cup. “Hemos competido dos veces en la carrera principal, en la carrera millonaria, como se le conoce acá. Y después participamos una vez en la Saudi Cup, que es el premio más grande que hay. Durante ese meeting, durante ese día, también tuvimos muchos caballos corriendo. Y hemos ganado varias competencias del Carnival, que es la temporada de carreras de acá. El equipo ha crecido año a año”, destaca.
Este crecimiento se ha dado tanto en personal como en animales y resultados. “El comienzo del proyecto de Antonio Cintra fue con caballos sudamericanos, brasileños, argentinos y uruguayos. Poco a poco, con los resultados que se han ido dando acá, hemos captado la atención de propietarios locales y extranjeros. Hoy contamos con caballos de Estados Unidos, Inglaterra, de todas partes; pero hemos repartido un poco el foco entre los propietarios locales y los sudamericanos que fueron el comienzo del proyecto.
Vivir en la meca
Olascoaga vive, literalmente, dentro del hipódromo. Pero para comprender esto, hay que entender la monumentalidad de las obras que se hacen en un país donde el petróleo es tan abundante como lo es el agua en Uruguay. Y donde con los caballos pasa lo mismo que con los jugadores de fútbol en Europa: los uruguayos se mezclan con la élite.
—¿Tiene alguna característica especial el caballo uruguayo o sudamericano? ¿Puede competir de igual a igual en la meca del turf?
—La cría a nivel mundial es una industria gigantesca. Sudamérica tal vez está un escalón por debajo del resto del mundo, pero por volúmenes, cantidad de caballos e inversión, principalmente. Las líneas genéticas que tenemos en Sudamérica no son tal vez las que están liderando en el mundo. De cualquier manera, los caballos sudamericanos jóvenes tienen condiciones como para competir acá y en cualquier otra parte.
Hay varios ejemplos de esto que sostiene Olascoaga. Uno de ellos es el de Invasor, un purasangre de pelo zaino colorado que nació en Argentina en 2002 y llegó a Uruguay siendo muy joven, que dejó ganancias -solamente en premios- por más de US$ 7 millones. Actualmente, sus hijos se encuentran desperdigados por el mundo, principalmente en Estados Unidos y México.
No todo es oro
Lo del principio: en Dubái, casi todo lo que brilla es oro. Porque siempre hay algo que el turista no ve. Y que en el caso de la hípica, representa un esfuerzo enorme. Un sacrificio que comienza por el animal mismo, que debe soportar un largo viaje hasta llegar a los Emiratos Árabes.
“Empecé trabajando con Cintra justamente porque estaba organizando un primer viaje de caballos para acá. Y ahí fue que él y la gente despachante me contactó para asesorarlos, porque yo tenía mucha experiencia con eso, ya que durante mucho tiempo me dediqué a organizar vuelos charter con caballos que traíamos desde Uruguay. Esa experiencia logística que tenía fue lo que me puso cerca de Antonio”, recuerda Olascoaga.
“Si es un vuelo directo insume prácticamente 18 horas haciendo una escala en San Pablo, porque son viajes chárter. Y cuando son vuelos de línea regulares, normalmente el punto donde se hace escala es en Alemania o Ámsterdam. Esto implica prácticamente tres días de viaje. Son unas 12 horas a Frankfurt, un día en Alemania, más unas ocho horas más de vuelo hacia Dubái. Los caballos normalmente viajan bien, son vuelos sin complicaciones, pero se trabaja con animales vivos y muchas veces existen algunos problemas”, comenta. Y agrega: “Tratándose de animales de alto valor y que se estresan muy fácilmente, hay que tomar algunos recaudos”.
Cuando los caballos llegan a Dubái, por lo general deben adaptarse durante más de 20 días para quedar en condiciones de competir, aunque hay excepciones. “Ha habido ejemplos de caballos que han llegado y han competido a la semana, o a los 15 días”, anota el veterinario.
Con respecto al factor humano, Olascoaga es un ejemplo del sacrificio que es necesario hacer para estar al frente de un equipo que pretende tener un lugar en la alta competencia. Entre otras cosas, porque trabaja durante la madrugada para soportar mejor las altas temperaturas del país.
“Para nosotros que nos dedicamos a esto es una rutina de muchas horas, un trabajo muy exigente y cansador. Hay mucho estrés también en época de carreras y temporadas. Hay que estar muy enfocado en lo que uno está haciendo. Pero es redituable económicamente por supuesto cuando uno tiene resultados”, remata.
Hipódromo de Meydan: el más grande del mundo
El hipódromo de Meydan se completó en 2010 y cuenta con una tribuna con capacidad para más de 60.000 espectadores, así como varias propiedades de lujo para hospedarse, restaurantes y otras amenities. Además de sus instalaciones vinculadas a las carreras de caballos, alberga un campo de golf de nueve hoyos, una academia de tenis y un hotel de lujo, siendo un destino turístico ineludible en Dubái.
“Conozco Meydan desde mis primeras venidas a Dubái. Para quienes nos gustan los caballos y trabajamos en esto, es como estar en la Fórmula 1. Se compara a eso. Ya nos hemos acostumbrado a trabajar acá en estas instalaciones que son de primer nivel. Cuando empieza la temporada acá, todos los principales entrenadores europeos y muchos americanos vienen, los principales jockeys, entonces es un ambiente muy competitivo y muy lindo a la vez. Yo soy de los convencidos de que cuando uno compite a alto nivel tiende a mejorar. Y es justamente lo que estamos buscando, por eso es que valoro muchísimo, la oportunidad de estar acá”, dice Olascoaga.
El veterinario mantiene algunas de las tradiciones del uruguayo, como el mate y comer cada tanto un asado. “A todo el que viene le pido que me traiga yerba. Y carne se consigue acá de varios países. También me gusta mucho escuchar la radio de Uruguay”, concluye.