NOMBRES DEL DOMINGO
La política siempre fue parte de su vida. Su gestión desde 2015 se ha centrado en la agenda de derechos y la participación femenina. Aunque en el último tiempo se vio envuelto en escándalos, busca seguir en el cargo.
Joven, fresco, con ideas nuevas, abierto e integrador. Feminista, a favor de una agenda de derechos humanos, pro marihuana legal, pro aborto legal, defensor de los derechos de la comunidad LGBT y abierto a recibir a los refugiados que lleguen al país. Hijo mayor de Pierre Trudeau, quien estuvo al frente del gobierno de Canadá por el Partido Liberal desde 1968 hasta 1984, con una sola interrupción de 1979 a 1980, Justin Trudeau lo tenía todo en 2015 para ser electo como primer ministro de Canadá. Y lo logró. Se separó de las líneas del gobierno de su padre y dejó en claro que su gobierno iría por otro lado.
Pero desde entonces hasta ahora, junio de 2019, la adhesión a su gestión ya no es la misma. Al final del primer año de su gobierno, en 2015, Trudeau tenía el respaldo del 64% de la población, y por estos días es entre el 30 y el 40%. No alcanza con proclamarse feminista, ni con un gabinete completamente mixto. Todo eso está bien, pero ya no es suficiente. Muchos de los jóvenes que lo apoyaron hace cuatro años ahora le retiraron su confianza.
Su reelección está en peligro. O al menos eso dicen las últimas encuestas. En octubre serán las elecciones federales en Canadá y el primer ministro está poniendo en juego todas sus cartas para revertir unos números que no lo acompañan: los conservadores tiene un 38% de intención de voto, mientras que el Partido Liberal de Trudeau tiene 25%.
“El motivo no tiene que ver con el entusiasmo que generan sus rivales o con la economía (los expertos señalan que va por buen camino). En realidad, es consecuencia de una suma de escándalos, resultados discretos y problemas de comunicación de su gobierno”, escribe The New Yorks Times sobre el canadiense. Es que especialmente en los últimos meses el primer ministro y su equipo de gobierno se vieron envueltos en algunos asuntos de corrupción, como la acusación de Jody Wilson-Raybould, la primera fiscal indígena de Canadá que también fue ministra de Justicia. Ella señaló que Trudeau la presionó para optar por una sanción civil en vez de un proceso criminal contra la empresa constructora SNC-Lavalin, acusada de sobornar a funcionarios libios. El gobierno respondió que intentó ir por la vía de la sanción civil porque un proceso penal le habría costado a la empresa los contratos gubernamentales, y habría puesto en peligro puestos de empleo canadienses.
Todavía tiene cinco meses para revertir la situación y se está jugando una de sus últimas cartas: colocar en su agenda la importancia del medio ambiente, postura que lo ha llevado a recibir apoyo y críticas, tanto de progresistas como de conservadores. Aunque, punto a favor, es el candidato más preocupado por el cambio climático y por impulsar políticas que logren, ya no revertirlo, pero al menos frenarlo.
En este sentido, una de las apuestas en las que Trudeau se mantiene firme a pesar de los cuestionamientos es en el plan de impuestos al carbono, es decir, asignar un precio al carbono y las emisiones de CO2 para ayudar a combatir el cambio climático. También planea reducir el apoyo económico y las ventajas fiscales que tienen las empresas petroleras. Por ahora, Trudeau sigue mostrando y defendiendo la bandera de gobierno feminista (entre otras razones por tener a un gabinete completamente mixto) que defendió en 2015, agregándole la protección del medio ambiente como su principal preocupación.
De sangre
Justin creció en la casa que ahora le corresponde por ser jefe de gobierno de Canadá. Situada en 24 Sussex Drive en Ottawa, su familia vivía en la residencia oficial hacía cuatro años cuando él nació, en 1971. Ahí estuvo hasta los 14, cuando en 1984 su padre renunció al cargo. En esa casa de piedras grises que ahora está en reparaciones, Justin vio desfilar a figuras como Ronald Reagan, Lady Di o Margaret Thatcher. También allí vio las peleas de sus padres y a su madre, Margaret Joan Sinclair (30 años menor que su esposo) llorar en la biblioteca.
La infancia de Justin estuvo atravesada por las exigencias de su padre, quien, cuando se separó de Margaret en 1997, se quedó con la custodia de sus tres hijos. “Se esperaba de nosotros que supiéramos historia, teología católica y la base de la filosofía tan bien como sabíamos hacer un giro en paralelo sobre los esquís”, dijo en una entrevista. Estudió Literatura Inglesa en la Universidad McGill de Montreal, y también se graduó en Pedagogía por la Universidad de Columbia Británica, fue portero de una discoteca, dio clases de francés y de matemáticas y es instructor de snowboard.
La muerte de su hermano menor, Michel, en 1998 tras quedar sepultado en una avalancha mientras esquiaba y la de su padre dos años después, marcaron su futuro. En el funeral de su padre, al que acudieron líderes políticos como Fidel Castro, dio un discurso que fue seguido por millones por la televisión y empezó a transformarlo en una figura pública. Y política.
En 2008 decidió iniciarse en la vida política dejando algo en claro: a pesar de tener las mismas cualidades de líder casi cinematográfico de su padre, a pesar del partido y de la herencia, sus lineamientos iban a ser diferentes. Y esas son las líneas que mantiene hasta hoy y con las que peleará la reelección en octubre: jugar siempre de forma limpia a pesar de las manchas que surjan en el camino.
Justin Trudeau y Sophie Grégoire se conocieron formalmente en 2003, pero lo cierto es que Grégoire conoció a Michel, hermano menor de Justin que falleció en 1998, en el colegio, mucho tiempo antes.
Trudeau y Grégoire se casaron dos años después, en 2005 y tuvieron tres hijos: Xavier, Ella-Grace y Hadrien.
Grégoire estudió comunicación en la Universidad de Montreal y trabajó en televisión como periodista y presentadora en programas de espectáculo, carrera que luego dejó a un lado para dedicarse al yoga y a las tareas como primera dama (cargo que no existe oficialmente en Canadá). A Grégoire se la ha asociado desde siempre a tareas y actividades sociales, especialmente vinculadas a las mujeres, algo que va en la línea de trabajo de su esposo. También dedica su tiempo a trabajar en centros que traten trastornos alimenticios, un problema con el que Grégoire luchó en su adolescencia.