¿Qué pasa cuando un niño necesita culminar un proceso migratorio solo, porque perdió a su familia en el camino?, ¿qué sucede cuando, porque no queda otra, las infancias tienen que trabajar para poder comer?, ¿qué decirle a un individuo que, ya en sus primeros años, antes mismo de forjar su personalidad, conoce la crudeza del hambre y la necesidad? Cuando Clara Torielli (35), titiritera, escritora e ilustradora, se enfrentó a estas realidades, buscó las enseñanzas y las respuestas en los propios niños y niñas.
La artista, oriunda de Maldonado, emigró a México con su madre en el 2008. Allá conoció a Ángel Carlos, alias “Pollito”, quien fue, dice, “su primer maestro niño”. Este encuentro le cambió la vida. Hasta aquel momento no había tenido un contacto tan cercano con las infancias. Pero, trabajando la escucha activa y la comunicación horizontal con aquel niño de 5 años, Clara aprendió una forma distinta de ver la vida.
“Gracias a él empecé a imaginar nuevamente. Antes de eso, yo había perdido mi imaginación, me sentía muy adulta. Él me devolvió eso”, cuenta en charla con Domingo.
Tras un año viviendo en México, regresó a Uruguay y luego se fue a Argentina. Allí viajó por algunas ciudades y, como si fueran señales del universo, se encontraba con títeres en los lugares por donde pasaba. Fue cuando se encontró con Antonio Sagárnaga (Toni Sagar), quien sería su primer maestro titiritero, que decidió aprender el oficio. Y aunque al principio se restringió a fabricarlos, para ese entonces ya había estudiado clown —técnica de actuación que se basa en el universo del payaso—, unos años más tarde se animó también a actuar con sus creaciones.
Aquel arte la atrapó y, desde entonces, Clara dedica su vida a brindar talleres de creación de títeres y presentarse en calles, escuelas y teatros. Motivada por eso, cursó un Diplomado en Muñecoterapia, avalado por la Unión Internacional de Marionetistas (UNIMA). “Cuando cursé el diplomado me di cuenta que existía un material teórico que sustentaba las cosas que yo venía trabajando y experimentando en la práctica”, cuenta.

Quizás el lector se pregunte qué es la muñecoterapia y, como el propio nombre indica, se trata de una conjunto de técnicas de innovación creativa y terapéuticas que se apoya en el potencial poético, simbólico y metafórico del muñeco. Las mismas pueden ser aplicadas en el campo de la salud, educación no formal, trabajo comunitario, entre otros.
Un tiempo después de estar en Argentina, Clara decidió regresar a México y ahí volvió a encontrarse con situaciones difíciles de asimilar. “Estaba trabajando en un festival y había tres niños migrantes; uno de ellos había perdido su familia en el camino del viaje, porque venían de Honduras. Era chiquitito, y me tocó trabajar con él individualmente haciendo unos instrumentos reciclados. Yo estaba muy angustiada porque no podía creer que hubiera niños que emigran solos. Era la primera vez que entendía eso”, relata.
Tras toparse con la crudeza de aquella realidad y, estando ella misma atravesada por la migración, decidió profundizar sus estudios en las infancias migrantes. Para eso estudió un segundo diplomado, ahora en Niñez y Adolescencia Migrante, brindado por la Universdad Autónoma de México. Allí se munió de herramientas para trabajar con esta población y fue así que, en 2023, cuando regresó temporalmente a Uruguay, fue convocada por la Organización Internacional de las Migraciones (OIM) para trabajar en conjunto con el Municipio B y recorrer escuelas con su espectáculo Tony Papaloti, uno de sus personajes más conocidos, protagonista de un libro que publicó en 2016. Clara también escribió e ilustró los libros La Contorsionista Durmiente (2015); Nido (2021) y La niña que domesticó al fuego (2023). Antes de este trabajo en su tierra natal, ya había realizado los proyectos Caravana Nuestro Norte es el Sur, llevando títeres y talleres a comunidades remotas y rincones olvidados entre México y Panamá; Ruta Anillando, acompañando a niños y niñas migrantes y sensibilizando a la población de acogida a través de los títeres. Además, creó su compañía de títeres, Punchileros y La Errante: escuela de títeres trashumante por Latinoamérica, con la cual viaja en una Kombi.
En estos más de 15 años trabajando con esta población, recuerda una situación que ejemplifica bien el potencial terapéutico de los títeres: “Hice talleres con niños que trabajan en la calle y me quedaba claro que cuando estás construyendo también estás liberando emociones. Hay adolescentes que han tenido una vida muy dura, y me acuerdo de uno que construyó una marioneta hermosa con hilos y una tela, y al final me dijo: ‘Prestame la pistola de silicona’. Y le puso una lágrima en la cara de la marioneta. Era su manera de expresar metafóricamente el dolor que tenía adentro”.
Fruto de este trabajo con la niñez y adolescencias en situación de movilidad publicó investigaciones como La animación de títeres como estrategia de paz en los caminos de las infancias en procesos de movilidad humana; La Errante: una escuela de títeres trashumante para personas en procesos de movilidad humana, y Narración oral, canto y títeres: reivindicando el camino maestro.
“Los niños y niñas me enseñaron a compartir, a imaginar, a disfrutar lo simple. A veces están en condiciones difíciles pero están tratando de disfrutar como pueden, mientras uno adulto, de repente, se anda quejando de cualquier cosa. Hay muchos niños que tienen que trabajar, que transforman una botella en juguete, que comparten lo poco que tienen”, concluye.
La artistas fernandina, radicada en Perú actualmente, estará en Uruguay a lo largo de abril y mayo. El 18 de abril se presentará en la Biblioteca Comunitaria Hojarasca en Punta Negra; el sábado 19 estará en la fundación Manolo Lima en Maldonado, presentando Magia y cantos para las infancias; el domingo 20 abril, en el Museo de Arte Contemporáneo Atchugarry (MACA) con La niña que domesticó al fuego, y el 15 de mayo, en el Centro Cultural de España (CCE), en Montevideo, presentando algunos de sus libros. Nuevas fechas serán publicadas en su cuenta de instagram @punchileros_titeres. También se puede acceder a algunas de sus publicaciones en punchilerostiteres.com.
Arte con siglos de historia
Tan ancestral como la narración oral, los títeres existen desde hace siglos. “Hasta en la ruta de la seda hubo titiriteros. En todas las aventuras y caminos de la historia hubo algún artista que llevaba sus títeres, que a su vez se iban transformando de acuerdo a los materiales y telas que tenía cada cultura en su momento. Los primeros fueron de piel de animales”, explica Torielli, quien los fabrica en distintos materiales, desde madera, hasta telas y papel maché.
El tiempo de fabricación varía de acuerdo al material. Los que están hechos de materiales reciclables como botellas plásticas y cartones se hacen rápido: hasta 10 unidades en un día. Los guiñoles (guantes de muñecos) llevan un poco más de tiempo, pero también se hacen con facilidad, y los que llevan madera en su estructura exigen aproximadamente una semana, según la dedicación que se le dé.
Las técnicas de construcción también son variadas, como, por ejemplo, hacer los cuerpos de alambre, articulados con trozos huecos de madera o espuma tallada. Luego, hay que pensar con cariño la ropa del muñeco, que es un elemento importante para construir la identidad del personaje.

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