Por Eva Giménez (El País de Madrid)
Cádiz es ciudad de flamenco, al igual que Jerez de la Frontera y Algeciras, donde los nombres de Lola Flores y Paco de Lucía persisten a través de rutas de flamenco, esculturas y estatuas, museos o jornadas y encuentros dedicados a este arte. Esta peregrinación con mucho arte por la capital gaditana se detiene en lugares que recuerdan a cantaores y guitarristas de renombre, en tablaos, y tampoco faltan lugares para una deliciosa pausa.
En el barrio de Santa María de Cádiz, frente a la playa urbana, deportistas de tierra y mar entrenan cuerpo y mente bajo el ardiente sol gaditano.
En las calles de este vecindario del centro histórico de la ciudad su asociación de vecinos inscribió para la posteridad los nombres de muchos de estos artistas en placas de cerámica situadas en las viviendas donde nacieron.
Entre Santo Domingo y Botica se distribuyen las casas natales de algunos de estos afamados cantaores, bailaores y guitarristas que hicieron historia no solo en Cádiz, también fuera de España. Viviendas que hace poco han sido rehabilitadas, algunas de ellas para funciones de tipo social, como alquileres, o para su conservación, como es el caso de la Casa Lasquetty, originaria del siglo XVIII y propiedad de Alonso de la Rosa, quien fue cargador a Indias en el comercio con América.
Justo enfrente de la Casa de Iberoamérica empieza la calle Botica, con fachada revestida de piedra ostionera (se comprueba si es original por su porosidad, arenosidad y restos fósiles del mar), donde en su esquina con Concepción Arenal se ubica el bar El Rincón del Monje, con decoración típicamente flamenca y tapas o montaditos del día a precios populares.
Al adentrarnos en esta calle, y caminando unos metros, aparece el nombre de Antonia Gilabert Vargas, La Perla de Cádiz, descrita como “cantaora de excepcional categoría” por ser una destacada artista del flamenco y conocida por sus actuaciones en la Cueva del Pájaro Azul, lugar emblemático que funciona actualmente como tablao. Cerró en los años 80 para reabrir años más tarde entre descubrimientos arqueológicos que son actualmente reclamo para turistas, con visitas guiadas en las que se cuenta la historia del puerto gaditano de origen fenicio junto a las leyendas del bandolero conocido como El Pájaro Azul. Los viernes hay espectáculo flamenco con degustación de ibéricos y manzanilla.
Paralela a la calle Botica discurre la calle Santo Domingo, en la que figura el nombre de Juan Miguel Ramírez Sarabia, Chano Lobato, cantaor y bailaor que actuó también en Londres, París y Roma, además de en El Duende de Madrid. Al igual que La Perla de Cádiz, obtuvo numerosos premios y reconocimientos.
En la misma calle, en su número 23, se lee el nombre de José Ortega Feria, El Águila, padre de Manuel Caracol Viejo y abuelo de Manolo Caracol, quien dio nombre a una conocida sala de conciertos de Madrid cerrada recientemente. En una de las esquinas de la calle Santo Domingo, The Cabin Beer Bar (calle Plocia, 29) es un lugar para probar cervezas internacionales.
Como lugar en Cádiz que vivió su época de esplendor desde la posguerra hasta los años 70 encontramos el Café Teatro Pay Pay (Silencio, 1), que funciona como sala de actuaciones. Por sus fotografías de antaño colgadas en sus paredes el lugar sintoniza con los espectáculos de revista musical de variedades y vedetes, de moda en la década de los 70. Situado en el barrio carnavalesco del Pópulo -el más antiguo de la ciudad-, este local reabrió en 2001 como café teatro de variadas actuaciones, entre ellas el flamenco. No solo hubo artistas de variedades aquí, porque otras también pasaron por La Cueva del Pájaro Azul en años del franquismo como la vedete Lill Larsson, La Venus rubia escandinava.
Arco de los Blanco y la ruta medieval
Muy cerca del Pay Pay se alcanza el Arco de los Blanco, en la llamada Ruta del Recinto Medieval y Puerta de Tierra, lugar donde se levantó hasta el siglo XIX el Castillo de la Villa.
Si se toma la calle Santa María se entra de nuevo al barrio cuna del flamenco para así reencontrar a otros de sus artistas, como Francisco Torres Tejadas, con la apostilla de “buena persona y mejor gitano”.