LIC. VERÓNICA MASSONNIER
SIN PAUTAS
Comenzamos por preguntarnos qué pasaba "detrás de la pantalla": queríamos saber cómo se hacen las películas, cómo se maquillan los actores y cómo se simula la sangre.
Queríamos conocer "la estructura de la magia", ver todo aquello que nos generaba ilusión y saber cómo funcionaba. Y como vivimos un mundo en el que lo visual es tan poderoso, quisimos conocerlo a través de la mirada, como hurgando en un cuarto lleno de secretos. Así, apareció un conjunto de propuestas en las que el eje es ingresar a la "vida real" de ciertos mundos cerrados, en algunos casos muy cargados de fantasía y de misterio: hemos presenciado cómo es el FBI por dentro, cómo es la bóveda de un banco, cómo es la vida de una geisha. No solamente observamos curiosamente la trastienda de la ficción, sino también la de la realidad. Luego se produjo el reality show y entonces fue observar la vida de los otros, conociendo hasta los últimos resquicios.
Pero todo ello tiene raíces más fuertes que las de un fenómeno pasajero: es como si la sociedad estuviera desplazando las fronteras de lo privado y de lo público, y por ello cada vez más son las áreas que se exponen, que se comentan públicamente. Cada vez queremos saber más acerca de todo, desarticulando ciertos misterios pero también mucha hipocresía. En casas de familia ya no existe la "sala" destinada a recibir a las visitas, sino que cada vez más los espacios sociales y privados se interconectan, sin dejar zonas fuera de la mirada del visitante.
Todo apunta a la valoración de lo auténtico, lo genuino, lo transparente en todos los sentidos, que se expresa en ámbitos muy diversos. La sociedad -en todos los tramos de edad pero en particular en los jóvenes y la edad mediana- tiende a manifestar una fuerte necesidad de vivir "lo que es", frente a un antiguo "debe ser" que ha resultado opresivo para muchos. La transparencia significa mostrar "las cosas como son". La exposición aparece así como una reacción ante el ocultamiento, ante la represión de los sentimientos, y aparece como reacción ante un siglo XX que en algunos sentidos se guiaba por códigos de conducta más estrechos.
Pero esta búsqueda de transparencia aparece también en otros niveles: desde la inquietud por conocer las remuneraciones de quienes gobiernan hasta el interés por ver la cocina donde se procesan los alimentos que vamos a consumir: el mismo fenómeno abarca toda la gama de experiencias, desde la guerra hasta la cirugía, desde la medicina de emergencia hasta la autopsia. La exposición Bodies (cuerpos) ha recorrido el mundo mostrando cuerpos diseccionados, exhibiendo los últimos rincones de la anatomía.
Algunos señalan que cuando se pone tanto énfasis en algo, es porque ese algo se está escapando. Así, cuanto más se muestra más se duda de la autenticidad. Es cierto, desplazamos la frontera de lo privado, pero todavía no estamos seguros de dónde está la verdad. La búsqueda de la transparencia continúa: como contraparte de toda esa exposición, aparece el descreimiento.
Hoy es casi imposible para un espectador adoptar una mirada inocente y olvidar que "todo es ficción". En consecuencia, eso va produciendo desconfianza ante todo lo que constituye la realidad: si la realidad es tan similar en muchos casos a la ficción y si la ficción es tan perfecta, ¿dónde está la frontera? ¿Cómo saber cuándo estoy frente a la verdad? Las imágenes de una guerra transmitida en directo se parecen tanto a las de un espectáculo de fuegos artificiales o las de una película de ficción, que el espectador corre el riesgo de atenuar su sensibilidad y quedar impasible frente a ese inabarcable escenario. Ahora que hemos visto tanto, lo más difícil es creer.