La experiencia de alojarse en un viñedo

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Sacromonte, un alojamiento de lujo en Maldonado

VERANO

El enoturismo cada vez crece más en Uruguay. Bodegas ofrecen diferentes experiencias que giran en torno a la naturaleza y el vino.

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Suponga que se despierta temprano, cuando recién está saliendo el sol. Suponga que el sol es el más brillante y el más caliente y el más puro que jamás miró. Suponga que tiene una ventana enorme y que mira hacia afuera y solo ve el cielo y un viñedo. Suponga que se levanta, desayuna con pan casero, recorre la viña, le cuentan sobre el suelo y sobre las uvas. Entra a la bodega, le explican, paso por paso, cómo se hace un vino y después tiene una degustación. Suponga, también, que tiene un almuerzo en un restaurante con aires italianos o que hace un picnic. Suponga que después tiene la tarde libre para disfrutar de la naturaleza y las actividades que tiene el lugar. Y que más tarde, verá un atardecer rojo. Suponga que hay silencio. Que solo suenan los pájaros y los grillos y que de pronto se hace la noche. Destapa un vino, lo sirve en una copa y se sienta a contemplar lo que hay alrededor sin hacer nada más. Suponga que no miró el celular durante todo el día y solo lo utiliza ahora para sacar una foto, para guardar una parte de ese tiempo calmo, lento, inmóvil.

Podría estar en Italia o en Francia, en Chile o en Argentina. Pero usted está en Uruguay.

No son muchas, pero cada vez son más las bodegas que incluyen alojamiento para que la experiencia de visitar la viña sea completa. En Maldonado, en Colonia, en Canelones o en Montevideo hay diferentes opciones para alojarse y disfrutar del turismo enológico.

“El enoturismo en Uruguay es una rama del turismo rural relativamente joven. Hace unos 10 años eran pocas las bodegas que se podían considerar turísticas porque no muchas ofrecían servicios acordes para recibir visitas”, dice Claudio Angelotti, editor del portal Bodegas del Uruguay, especializado en la actividad vitivinícola del país. “Con el tiempo el enoturismo fue creciendo de la mano del turismo extranjero, principalmente el brasileño, que llegaba atraído por varios factores. Uno de ellos, su fuerte poder adquisitivo, y el otro, la difusión que se le había dado en Brasil a las bondades antioxidantes de nuestra cepa insignia: el Tannat”.

A partir de la pandemia por coronavirus, las bodegas uruguayas adaptaron sus propuestas para atraer al turismo interno. Están allí. Alcanza con recorrer un par de kilómetros para llegar a una viña, descorchar un vino y sentir que el mundo —la rutina, el ruido, los problemas, los días pesados—queda lejos. Bien lejos.

Sacromonte, un refugio sofisticado

Un almuerzo en Sacromonte
Un almuerzo en Sacromonte. Foto: Sacromonte

Dicen que la experiencia en Sacromonte Craft Wines & Landscape Hotel es como estar en un lugar que no existe en ninguna otra parte. Que los atardeceres son más rojos y por las noches las estrellas se ven más intensas.

Dicen que la paz, que la calma, que la desconexión, que el paisaje, que la naturaleza, que la sustentabilidad. Dicen que la vista y el monte y la comida y los vinos. Dicen que todo es una experiencia de lujo.

Se trata, en definitiva, de un viñedo que tiene cuatro casas a las que le llaman refugios. El lugar está en un predio de 100 hectáreas en las Sierras de Carapé, a 50 minutos de Punta del Este, en el departamento de Maldonado.

En septiembre de 2019 la revista Time eligió a Sacromonte como uno de los 100 lugares del mundo para visitar y alojarse. En 2020 el diario británico The Times lo puso en el primer lugar de su lista de los 27 lugares más “cool” del planeta. Lo más elogiado, en este caso, fueron las casas. “Su punto fuerte son sus habitaciones fotogénicas: cuatro cabañas oblongas, minimalistas, con respaldo de roble, con frente en vidrio espejado unidireccional que permite vistas sin trabas del campo desde la cama y el baño, pero desde el exterior refleja solo el cielo”, escribieron.

Las cuatro casas tienen una particularidad que las hace únicas. El Refugio Viña, por ejemplo, está rodeado de una parcela de Tannat y tiene vista directo al viñedo. El Refugio del Lago está ubicado al borde de una laguna. El Refugio Sierra es el que está más apartado de todos pero también tiene vista al viñedo y al Cerro Grande. El Refugio Horizonte, en tanto, está rodeado de prados y es el que ofrece más privacidad. En todos los casos incluyen un carro eléctrico para poder recorrer el predio.

Uno de los refugios de Sacromonte
Uno de los refugios de Sacromonte. Foto: Sacromonte

Sacromonte es, también, un sueño realizado. Edmond Borit, director ejecutivo, nació en Perú y lleva el mismo nombre de su abuelo, un viticultor y enólogo francés que llegó a ese país a los 30 años y creó su propia bodega, “Viña Borit”. Desde niño Edmond se sintió identificado con su abuelo y la pasión por los vinos. Cuando falleció, ni su padre ni su tío continuaron con la bodega y él siempre tuvo pendiente volver al rubro para hacerle honor a su abuelo francés. En Uruguay encontró el lugar idea para hacer ese sueño realidad.

En Sacromonte el protagonista es el paisaje, con el que las edificaciones conviven en perfecta armonía. Allí se puede participar de caminatas por el monte, de recorridos guiados por la viña y de almuerzos al aire libre que incluyen la degustación de dos vinos. En este caso, la bodega no está en el predio sino en Jacksonville. Además de esas experiencias, Sacromonte es un lugar exclusivo y sofisticado para desconectarse del resto del mundo sin tener que salir de Uruguay.

Vivir la viña

Viña viva, la cabaña de la bodega Bracco Bosca Winery
Viña viva, la cabaña de la bodega Bracco Bosca Winery. Foto: Viña viva

Una cabaña. Dos decks. Alrededor, un viñedo. Al frente, una bodega, una piscina y el amanecer. Al fondo, atardece en un cielo anaranjado.

La cabaña Viña viva es parte de la bodega Bracco Bosca Winery. El pasado 24 de diciembre tuvo los dos primeros huéspedes. Desde entonces, todos los fines de semana la cabaña ha estado ocupada.

Todo empezó como un deseo. Cuando Fabiana Bracco, al frente de la bodega, andaba por el mundo en viajes de negocios y siempre se alojaba en lugares que estaban dentro de la viña. Y fantaseaba con poder hacer algo así en su empresa. En febrero de 2020 un matrimonio llegó de Brasil a visitar la bodega. Él era diseñador y Fabiana le contó, paso por paso, el proyecto que tenía en mente: tres cabañas, una piscina y un clubhouse en el medio del viñedo para que la gente pudiese conocer de cerca el proceso y la experiencia de la viña. Un mes después, cuando empezaba la pandemia por coronavirus en Uruguay, le llegó un mail. Era el diseñador brasileño y le decía que como estaba sin trabajo y tenía tiempo libre, había diseñado el proyecto de Fabiana tal cual como ella se lo había contado.

Viña viva es un proyecto de Fabiana Bracco
Viña viva es un proyecto de Fabiana Bracco. Foto: Viña viva

Decidieron invertir en el proyecto aún en un año complicado pero hicieron una sola cabaña y una piscina. Y pensaron en todos los detalles: el diseño nórdico y minimalista, un deck al frente y otro al fondo para poder ver en partes iguales el amanecer y el atardecer, la loza, la cafetera, los muebles (elaborados todos en Uruguay), la canasta en la que todos los días llega el desayuno a la puerta de la cabaña. Y así con todo.

“Queríamos que las personas realmente sintieran que están en un lugar diferente a todos”, dice Fabiana.

Por ahora, es un lugar exclusivo para dos personas. La cabaña tiene una cama matrimonial que se puede transformar en dos camas simples. Cuando la situación sanitaria mejore llevarán a cabo la construcción del resto del proyecto.

Quienes lleguen a alojarse allí pueden hacer una visita por la bodega y degustar los diferentes vinos, pueden hacer una cabalgata o salir a recorrer la zona en bicicleta. Para el almuerzo o para la cena, la cabaña tiene un acuerdo con diferentes restaurantes de la zona que llevan la comida a domicilio. Además, la sommelier, Jacqueline Silva, vive en la bodega y está disponible para todas las consultas.

“Lo divertido de este año fue que el uruguayo empezó a mirar para adentro por primera vez. Hasta marzo del 2020 eran más que nada brasileños los que nos visitaban. El uruguayo este año también recibió otros estímulos de nuestra parte”, dice Fabiana.

Ahora, cree, los turistas uruguayos empezaron a valorar lo que tienen cerca, bien cerca: una pequeña toscana con una rica historia y tradición familiar a unos pocos kilómetros de Montevideo.

Una casa familiar devenida posada

Posada de la bodega Pizzorno
Posada de la bodega Pizzorno. Foto: Martín Rodríguez

Doña Margarita, Doña Carmen, Don Próspero, Don Francisco. La posada de Pizzorno está construida en la misma casa en la que vivió la familia que empezó con la bodega en 1910. Por eso las cuatro habitaciones, que tienen un deck con vista directa a la viña, llevan los nombres de los bisabuelos de Francisco Pizzorno, hoy a cargo de la parte comercial de la empresa familiar.

La posada, inaugurada en noviembre de 2018, está en el medio de las 21 hectáreas de viñedo ubicadas en Canelón Chico, a 20 kilómetros de Montevideo. Hasta marzo de 2020 el lugar tenía una dinámica que obedecía a las necesidades de los turistas brasileños: llegaban a la posada, conocían la bodega y se quedaban durante unos días para recorrer otras bodegas de la zona. Así, la posada de Pizzorno funcionaba como una base. En la temporada 2019 - 2020 recibieron 5.600 visitantes. El 94% eran extranjeros; de estos, el 86% eran brasileños.

Después de la pandemia todo cambió. Pizzorno es una de las 16 bodegas que forman parte de la Asociación de Turismo Enológico de Uruguay (ATEU), que este año conformó Los caminos del vino. Francisco dice que gracias a la campaña que hicieron este año desde allí, los turistas uruguayos empezaron a acercarse y a interesarse por el enoturismo, aunque no tuviesen del todo claro cuál era el concepto.

Desde que reabrieron el 4 de junio, todos los fines de semana han recibido gente. Los uruguayos, sin embargo, son diferentes a los brasileños.

Viñedos de Pizzorno
Viñedos de Pizzorno. Foto: Martín Rodríguez

“No la usan como base sino que van en un plan que es mucho más relax”. Por eso, tuvieron que crear un espacio común: convirtieron al garaje de la casa en playroom y le hicieron una estufa a leña. “Tuvimos que hacer todo este año. Fueron inversiones medio obligadas pero había que hacerlo. Nunca tuvimos la necesidad de un espacio común hasta que nos empezaron a visitar uruguayos. Y nos encanta”, dice Francisco que, además, es parte de la directiva de ATEU.

La posada no es una estancia turística. El enoturismo maneja otros parámetros. Es un lugar para la tranquilidad y la reflexión, para disfrutar de un buen vino y de la gastronomía, para mirar el atardecer en el viñedo. Por eso, Francisco cree que una estadía de un fin de semana es perfecta. Trabajan con dos productos: Noche en los viñedos y Todo para disfrutar. El primero consiste en una vista guiada a la bodega, una cena que es de parrilla en la que cambian el menú todos los días, la estadía de una noche y el desayuno. La segunda es igual pero agrega un almuerzo a la carta.

Todo, dice Francisco, gira en torno a una botella de vino. Si no hay vino, entonces no hay nada.

Campotinto, como en Italia

Campotinto, una bodega con posada en Carmelo
Campotinto, una bodega con posada en Carmelo. Foto: Campotinto

Carmelo, en el departamento de Colonia, es conocida, acá y en el mundo, por sus tierras, viñedos, bodegas y vinos. Entre ellas está Campotinto, que empezó como bodega y terminó siendo una experiencia para todos los sentidos. Y para toda la familia.

Francisco Lorente, gerente, dice que el concepto general del lugar es el del disfrute. Es que, en Campotinto, se une una posada con 12 habitaciones de lujo, una galería con una parra, una piscina para el verano, un restaurante que combina la gastronomía italiana con la uruguaya, la posibilidad de degustar todos los vinos de la bodega, de recorrer el viñedo y hacer un picnic allí, de conversar con los enólogos, de dar un paseo en bicicleta, de jugar un partido de fútbol o de voleibol en una cancha y sobre todo de disfrutar de la desconexión que solo ofrece el contacto directo con la naturaleza, en un entorno que nada tiene que envidiarle a la campiña italiana.

En 2012 la familia Viganó, argentina de origen italiano, instaló su bodega con una posada de cuatro habitaciones en la zona de Colonia Estrella, a cuatro kilómetros de la ciudad de Carmelo. En 2018 agrandaron el espacio y hoy tienen un total de 12 habitaciones y una producción de 20 mil botellas de vino al año.

“Este año cerramos el 16 de marzo y reabrimos el 2 de julio. En esta época, previo a la pandemia, recibíamos muchísimo público brasileño, algo de argentino y algo de uruguayo. Este año todo cambió, obvio, pero nos llevamos una grata sorpresa porque el turismo uruguayo demostró ser muy fiel. Ahora estamos con una ocupación del 40%, pero desde que abrimos tuvimos todos los fines de semana una ocupación del 100% -explica el gerente-. Hay un público que conoce y sabe y viene exclusivamente a probar buenos vinos, pero también hay un público que está redescubriendo a su país”.

Una de las habitaciones de Campotinto
Una de las habitaciones de Campotinto. Foto: Campotinto

Desde Campotinto, además de las diferentes actividades del lugar, se pueden coordinar visitas y recorridos por las otras bodegas de la zona, que son sobre todo bodegas boutique.

Alojarse en el medio de un viñedo es una experiencia que no se parece a ninguna otra. En este tiempo que nos pide estar más en casa o al aire libre, en estos días pandémicos que se han hecho pesados y densos, escaparse un fin de semana, amanecer rodeado de naturaleza, descorchar un buen vino, recostarse a mirar la viña en el medio del silencio y disfrutar de un atardecer de cielo pintado, parece un buen plan para cualquier persona.

Turismo enológico: una actividad que cada vez crece más

El turismo enológico o enoturismo, dice Francisco Pizzorno, de la Asociación de Turismo Enológico del Uruguay, es un concepto amplio que consiste en la comunicación del vino a través de diferentes actividades. Puede ser desde un casamiento hasta una degustación o la estadía en una bodega.

“En los últimos tres años, independientemente de la pandemia, el enoturismo en Uruguay se profesionalizó”, dice Francisco. “Antes ibas a una bodega, el dueño te la mostraba, te vendía un vino y eso era todo. Hoy en día las bodegas son unidades de negocio consolidadas y totalmente rentables. Es más, muchos proyectos vitivinícolas que venían flojos se han sabido reconvertir gracias al enoturismo”. Por su parte, Claudio Angelotti, editor del portal Bodegas del Uruguay, explica que “paulatinamente las bodegas fueron sumando servicios para atraer más visitantes y acrecentar su facturación hasta llegar, en algunos casos, a generar ingresos tanto o más importantes que los de la venta de vinos en el mercado”.

Los caminos del vino
El enoturismo cada vez crece más en Uruguay

Este año la Asociación de Turismo Enológico del Uruguay, una organización sin fines de lucro que reúne alrededor de 16 bodegas, lanzó la campaña Los caminos del vino, apostando a atraer a turistas uruguayos.

En ella se invitaba a recorrer y conocer la variedad de bodegas que hay en diferentes zonas de Uruguay para disfrutar de “suaves colinas, ondulaciones que imitan a la campiña italiana, un atardecer francés o la luz de un atardecer en España. Todo en Uruguay”.

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