DE PORTADA
Un intercambio de miradas desde el activismo y la salud sobre los prejuicios hacia las personas gordas.
En el encuadre de la videollamada Cecilia, 25 años, baja un poco la cámara de su computadora para demostrar algo. Toma un almohadón y se lo pone sobre la panza, agarrándolo fuerte con los brazos. “Soy consciente del acto del sillón”, dice. “Pero me acabo de dar cuenta de que cuando me sentía que estaba gorda ni ahí subía fotos de cuerpo entero y ahora sí subo. Eso lo hacía totalmente inconsciente”.
Dice Cecilia que nunca sufrió ataques por su peso, pero todavía recuerda al compañerito que le gustaba cuando era niña y de la vez que le dijo que él no gustaba de ella porque era gorda. “Yo, por suerte, siempre fui muy chapita y muy rodeada de amigos y nunca me importó mucho. A mi prima le pasó que recibió mucho bullying por su peso y decidió estudiar educación física porque su lógica fue que así siempre iba a estar haciendo ejercicio y siempre iba a ser flaca. Ella ahora no tiene vocación, no le gustan los niños y llegó a sufrir anorexia, bulimia, estaba escuálida, se desmayaba”, cuenta.
Hace un tiempo ya que Cecilia está en el proceso de bajar de peso porque, comenta, le descubrieron el síndrome del ovario poliquístico y en una cita con la endocrinóloga entendió que hay un montón de alimentos que no puede comer porque le hacen mucho mal. “Hay un tema de salud, pero sin duda parte de mi búsqueda por adelgazar tiene que ver con los estándares de belleza”, reconoce.
Dice Cecilia que nunca sufrió ataques por su peso, pero menciona la remera por encima del bikini para estar en la playa. “Y estuve dos años sin verme con nadie, no salía con nadie, no me escribía con nadie, ¿que me vieran desnuda?, de ninguna manera”. Cecilia, 25 años, nunca sintió discriminación explícita, pero sí la necesidad de ocultar su cuerpo.
A mediados de mayo se viralizó en Instagram una serie de imágenes acompañada por un texto que comienza así: “¿Tanto miedo te da tener mi cuerpo?”. Lo compartió la modelo, fotógrafa, activista BodyPositive y licenciada en publicidad argentina Agustina Cabaleiro ( @onlinemami) y hoy supera los 70.000 “me gusta”.
Esas imágenes ya se habían visto por todos lados. Son “memes” (chistes de internet) que se compartieron en grupos de WhatsApp, en Twitter, Instagram, Facebook, en recopilaciones de distintas páginas web, donde el objeto de burla son los kilos que se estarían ganando las personas por la cuarentena.
Agustina Cabaleiro y su mensaje viral
“Cuando empezó la cuarentena no quise hablar mucho de esto porque pensé que iba a ser algo que iba a pasar rápido, pero no fue así. Desde el principio de este encierro que andan dando vuelta muchos memes y chistes gordofóbicos sobre subir de peso o estar gordo a raíz de comer cosas que no comés siempre y hacer menos ejercicio por estar adentro de casa”, escribió Agustina Cabaleiro en su Instagram onlinemami. A Revista Domingo explicó que a su ver está bien reírse de todo, pero que hay que pensar desde dónde se para uno para hacer ese humor. “Se puede hacer humor con todos los temas, pero si te reís del opresor, no del oprimido. En Argentina siempre se hizo humor con un montón de temas. En primetime veías a pibes acosando mujeres porque era una joda. Claramente no sufrís lo que es ser gordo en una sociedad totalmente gordoodiante que te quita derechos por eso, por eso te da risa”.
El estar en casa hizo resurgir el debate sobre la gordofobia en las redes, sobre la palabra en sí, la salud y los prejuicios implicados. Pero este no es un tema nuevo para los diferentes movimientos que llevan como bandera la causa. En los últimos años, una de las referentes ha sido la cantante y rapera estadounidense Lizzo: “Me comprometí a sentirme bien. Tenía que mostrarle mucha atención a mi barriga, mucho amor”, dijo a The New York Times.
El activismo contra la gordofobia
Uno de los movimientos internacionales que plantó el término en el discurso actual para repensar una discriminación naturalizada es Stop Gordofobia y una de sus líderes es uruguaya.
Magdalena Piñeyro, licenciada en filosofía, con estudios en género y hoy autora de los libros Stop Gordofobia y las panzas subversas y 10 gritos sobre la gordofobia, nació en Uruguay, pero se fue a España con su familia cuando era adolescente, por la crisis del 2002. Stop Gordofobia surgió en 2011 cuando Magdalena y Carlos Savoie (que hoy ya no es parte del grupo) se conocieron en los movimientos del 15M español: “Él estaba en la lucha más LGTB y yo más en la feminista estudiantil y una noche nos dimos cuenta de que nuestros cuerpos gordos no tenían espacio político en las luchas que ya habitábamos”. Ese fue el germen que luego se tradujo de la expresión “fat phobia” que encontraron en inglés, en lecturas, en reflexiones, en una página de Facebook que hoy tiene 88.000 seguidores, en charlas y talleres en diversos espacios. Aunque vive y trabaja en Islas Canarias, Magdalena busca siempre estar en contacto con colectivos uruguayos como La Mondonga.
“La gordofobia es una discriminación estructural, una opresión que sufrimos todas las personas gordas sin excepción, cada cual tiene su historia. Lo que buscamos es quitar el enemigo de dentro, a la culpa situarla afuera. Y entender que las personas gordas son discriminadas socialmente porque existe gordofobia en la sociedad y no porque no cumplimos con el canon. Antes pensábamos que era nuestra culpa, que éramos discriminadas, que estaba en nosotras el cambiar nuestro cuerpo para no sufrir”.
El problema principal con la gordofobia es que, salvo en momentos puntuales donde se habla más —pasó cuando la cantante Adele publicó una foto en la que se veía mucho más delgada—, es una discriminación naturalizada. El humor, como señalaba Agustina Cabaleiro en su posteo, es solo uno de los ejemplos de lo normal que es señalar a las personas gordas. También está en frases que las activista señala en otro de sus posteos, tales como un “quiero tu valentía”. “¿Valiente de qué?”, se pregunta Agustina en sus respuestas para esta nota.
“Esos comentarios vienen desde el amor y desde la admiración en un cierto punto, pero esconden una gordofobia internalizada que tenemos y que tenemos que deconstruir, que es cuánto valor tenés en ser una persona tan horrible y tan asquerosa que en vez de esconderte abajo de una piedra subís una foto tuya en bikini. Está bueno que pensemos nuestros discursos y que repensemos cómo nos expresamos para con el otro”.
La grado 5 del Instituto de Psicología de la Salud de la Universidad de la República, María Josefa Pimienta, explica a Revista Domingo que si bien desde la psicología no se utiliza el término gordofobia, hay prejuicios arraigados que se ocultan en comentarios “inocentes” o “sin malas intenciones” del lenguaje popular cotidiano. Esto, añade, “desarrollan profundos estereotipos y en ocasiones desembocan en generalizaciones y extrapolaciones ligeras que finalmente se instalan con fuerza en la cultura de los grupos sociales como eslabones de una cadena y un tejido discriminador muy potente y amenazador”, explica la académica.
El asunto del cuerpo ha sido más estricto para las mujeres, asimismo, reflexiona Magdalena Piñeyro, “el modelo de hombre hace que el chico gordo sea considerado gordo con muchos más kilos con los que es considerada una mujer. Pero una vez considerado gordo sufre la misma gordofobia que nosotras”.
Luis tiene 37 años y cuenta que desde 2018 asiste a una clínica para bajar de peso por un problema en la ciática. “Hoy estoy en 78, que es mi peso adecuado. Pero fui obeso más de la mitad de mi vida, desde los 10 u 11 años”. Igual que Cecilia, por cómo se sentía respecto a su peso, dejó de lado su vida social. Si iba a bailes buscaba llegar cuando ya hubiese empezado para no llamar la atención. Si un amigo cumplía años, le empezaba a doler la cabeza justo al momento de salir. “Había momentos en los que estaba para bancar la toma, cuando salía. Otros en que no estaba y me encerraba y así perdí el contacto con un montón de gente”.
El problema más común que recuerda era cuando iba a comprarse ropa. “Me veían y ya me decían que para mí no había nada”.
Valeria Bonet (@valebonet), modelo curvy uruguaya y una de las activistas que impulsa la ley de talles, entiende que vestirse es un derecho, pero que por momentos parece un privilegio. La ropa es solo una de las cuantas trabas que encuentran las personas gordas en la sociedad: también está la mayor dificultad para acceder a puestos de trabajo, la discriminación en la educación y en la salud.
Activismo desde la moda
Valeria Bonet es modelo uruguaya plus size y desde este año es una de las activistas que impulsa el proyecto de la ley de talles. Dice Valeria que los cánones y las estructuras imperantes sobre el cuerpo de la mujer no solo la afectaron en el mundo de la indumentaria, sino también en el mercado laboral en sí. “Me han recomendado bajar de peso para conseguir ciertos puestos”. A Valeria siempre le gustó la moda, pero lo veía como un camino imposible porque no tenía el cuerpo que se veía en las pasarelas, en las revistas, en los catálogos, en los avisos. Sus primeras referentes, aquellas mujeres que la hicieron ver que los prejuicios podían derribarse, fueron las estadounidenses Tara Lynn y Ashley Graham. Fue en 2011 que pudo comenzar su camino por ahí. En Uruguay no había marcas que trabajaran con modelos plus size, pero sí en Argentina: empezaron las campañas, las revistas, los desfiles. “Hasta que logré estar dentro de una agencia de modelos”, recuerda. “En este tiempo se han visto muchos avances, especialmente en Estados Unidos y Europa. Se están incluyendo personas de diferentes cuerpos, colores de piel en las mejores agencias. En los desfiles internacionales también se ve un poco mas de diversidad, pero en Uruguay todavía no. No he visto modelos curvy en la Moweek, por ejemplo. Se está avanzando lentamente, hay un poco más de apertura, especialmente de marcas chicas, las más grandes, dentro de las locales, son más ‘conservadoras’. A veces tienen talles grandes, pero no lo saben o no quieren comunicar”. Sin embargo. y a pesar de las exigencias cada vez más notorias de modelos con cuerpos diversos por parte del público en las redes sociales, todavía hay fallas. Valeria habla, por ejemplo, de la polémica que hubo en Europa por considerar modelos curvy o plus size a chicas talle M. “A veces las fajan para que no se marque la panza, entonces el mensaje es raro. Pero estamos en proceso de aprender y soy súper optimista en que estamos logrando cosas buenas”. Desde su instagram, @valebonet, defiende y practica el movimiento bodypositive, ese que anima a las personas a que se muestran tal cual son, a que se amen. “Encontrar referentes con los que te puedas identificar es muy bueno para empezar ese proceso de amor propio”.
¿Cuestión de salud?
La medicina tradicional y la nutrición catalogan a la obesidad como un factor de riesgo para la salud y la psicología lo trabaja como un trastorno de la alimentación. Las cifras en Uruguay, explica la licenciada en nutrición Karina González, son datos a los que hay que prestar atención. “Por ejemplo, de cada 10 adultos de 25 a 64 años, cuatro presentan sobrepeso y tres obesidad”, pero añade: “Son factores sociales, políticos y culturales los que configuran los cuerpos, incluso, la genética o el propio paso del tiempo. Cuando dicen que estar gordo es malo para la salud siempre digo que también es malo el acoso y la discriminación y nadie parece estar preocupado por esto último”, y menciona la tendencia a creer que en la gordura la persona ha perdido la relación con su cuerpo.
Porque detrás de la preocupación por la salud también se camufla el odio hacia las personas gordas. Magdalena Piñeyro entiende esto vinculado a tres modelos interconectados entre sí: por un lado, el estético que habla de un cuerpo delgado; luego la salud que dice que ese cuerpo delgado es sano: y tercero la moral que refiere a que el cuerpo que no cumple con esos parámetros es uno desobediente. “Hay gente que hace deporte y no adelgaza, gente que es delgada y no está sana. Yo en el libro lo llamo el tripartito gordófobo y para mí es la raíz de la gordofobia”.
Una revisión desde la nutrición y la psicología tradicional
“Desde hace años el tratamiento para la obesidad se ha basado en dos pilares fundamentales: los planes de alimentación hipocalóricos y la incorporación de la actividad física; basados en las investigaciones que sugieren que los factores causales asociados al desarrollo de obesidad son la ingesta excesiva de calorías y patrones de conducta sedentarios. Aún hoy son muchos los profesionales de la salud que basan el tratamiento solo en estos principios”, explica la psicóloga María Pimienta, y considera que es una mirada estrecha y reduccionista que no permite entender al sujeto como un todo integral. Al respecto habla en sus redes la psicóloga y nutricionista venezolana y también activista bodypositive, Verónica Morera. A Revista Domingo contó que, en su caso, prefiere trabajar con nutrición integrativa que contempla al humano en todo lo que es mente, cuerpo, pero también entorno social y ecosistema. “Hay personas que de tantas dietas que ha intentado llega a perder la habilidad de reconocer su propia saciedad y termina por depender de que alguien le diga qué, cuándo y cuánto comer”.
Los prejuicios de los propios médicos son también complejos, porque muchas personas terminan desarrollando problemas de salud mayores debido a que el especialista desmerece un síntoma asociándolo a la gordura y la falta de voluntad.
Entre otros peligros de la gordofobia está lo que los nutricionistas llaman el “miedo a engordar”. Julia Alderete, psicóloga de la Asociación de la lucha contra la bulimia y la anorexia (Aluba) añade que “la obesidad puede ser un problema de salud y es bueno prevenirlo, pero no justifica que se estigmatice. Esto incluso puede llevar a trastornos de la conducta alimentaria”. Dice el magíster en Nutrición Deportiva, Miguel Kazarez, que el miedo a engordar también es gordofobia, y el hecho de que lo fit se haya instaurado como sinónimo de atractivo trae como consecuencias la manipulación de la alimentación y la supresión de calorías desmedida. “Esto significa que incluso para quienes practican deportes no hay suficiente energía para cubrir las demandas metabólicas a nivel de salud y de la actividad física”.
Ir contra la gordofobia es —y en esto coinciden activistas y especialistas— una lucha contra los prejuicios y la libertad del cuerpo, pero, también, para derribar los cánones que sesgan la mirada hacia la salud física, psicológica y social.