La historia de los edificios y los visionarios que forjaron Punta del Este

Desde refugio de veraneantes hasta centro turístico global, las torres reflejan una ciudad en constante transformación.

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Postal de la playa Brava y el Hotel Nogaró

De niño, Juan Pablo solía preguntarse por qué había timbres en las plaquetas de luz. Su madre, Alicia Badía, le explicaba que, en otro tiempo, esos timbres se usaban para llamar a la mucama o al valet parking. También le intrigaba un cuadro en el vestíbulo que mostraba el edificio donde pasaba los veranos con “arena casi hasta la puerta.” Sin embargo, al salir por la misma puerta, notaba que la arena estaba un poco más lejos y que el entorno ya no era tan despoblado como en aquella imagen.

Lo que Juan Pablo veía era el Edificio Punta del Este, construido en 1938, cuando era conocido como el Casino Hotel Punta del Este, y que luego adoptaría el nombre de Nogaró, como se aprecia en la foto principal. Hace 55 años, Alicia y su esposo compraron tres apartamentos allí: el que ocupan en el cuarto piso, otro que utilizaron sus hijos y otro que usaron sus hijas (debido a los pequeños metrajes), y que ahora comparten con sus nietos.

Alicia puede afirmar que, desde entonces, han pasado las temporadas en el edificio más antiguo de Punta del Este, y en parte tiene razón: fue el primero en ser construido en altura. Sin embargo, forma parte de una generación de construcciones que nacieron como hoteles, antes de que los bloques y las torres comenzaran a transformar el paisaje del balneario. No obstante, ella sigue sintiéndose privilegiada. “Abro la ventana y me asomo a la playa (a sus 89 años, baja a la playa Brava si alguien la acompaña); no me da una sensación de opresión de estar entre edificios”, comenta. El Edificio Punta del Este, al igual que los primeros edificios construidos en altura y diseñados especialmente para vivienda, sigue manteniéndose como un refugio en medio del crecimiento urbano, preservando una tranquilidad que muchos buscan, pero pocos encuentran en la ciudad hoy.

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Casino Nogaró y Edificio Punta del Este
Ricardo Figueredo
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Punta del Este y sus primeros edificios

Un poco de historia.

El auge de Punta del Este como destino de élite no puede entenderse sin analizar el contexto histórico de la región y, en particular, el declive de Mar del Plata como balneario exclusivo. Durante las primeras décadas del siglo XX, Mar del Plata fue el refugio costero predilecto de la oligarquía argentina, una ciudad que combinaba lujo, arquitectura refinada y exclusividad. Sin embargo, a partir de la llegada del peronismo a mediados de los años 40, esto cambió drásticamente. El gobierno peronista impulsó políticas de turismo accesible para las clases trabajadoras, construyendo infraestructura y promoviendo el descanso en balnearios que antes estaban reservados para las élites. Esta transformación llevó a que los sectores más acomodados de Argentina percibieran a Mar del Plata como un destino masificado, lo que los motivó a buscar alternativas. Punta del Este emergió entonces como una opción ideal, ofreciendo la exclusividad y privacidad que deseaban.

Este éxodo marcó un punto de inflexión en la historia del balneario uruguayo, atrayendo inversiones significativas y dando inicio a un periodo de intensa actividad arquitectónica. Entre 1950 y 1962, surgieron los primeros edificios en altura, transformando el paisaje urbano. El primero de todos fue el Península, seguido por Vanguardia, Bahía Place, El Grillo, Santos Dumont, Puerto, Isla Gorriti, Lafayette y Opus Alpha, que configuraron el inicio de un skyline emblemático.

Según el arquitecto y magíster en Estudios Urbanos Leonardo Altmann, Punta del Este siempre pretendió mantener una segmentación sociocultural que le permitiera conservar su pátina de glamour y su identidad como un lugar reservado para las élites, pero en un ambiente “relajado”. En otras palabras, un escape de la etiqueta social, pero sin renunciar al lujo (más corto, “hippie chic”).

No obstante, el auge de los edificios en altura tuvo un antecedente en los hoteles reconvertidos en propiedad horizontal. Ejemplos destacados de este proceso son el Nogaró -hoy conocido como edificio Punta del Este-, el Miguez y el British House. El Nogaró, considerado la primera construcción en altura de la península, fue inaugurado el 8 de enero de 1938. Su reconversión en 1955 marcó el inicio de un modelo que buscaba garantizar la viabilidad económica frente a las limitaciones de un turismo estacional. Como explica Altmann: “Era inviable sostener la viabilidad de un negocio que se movía solo tres meses al año.” Esta necesidad de adaptación se volvió aún más apremiante durante los años en que los argentinos enfrentaron restricciones para salir del país.

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Hotel Nogaró en 1957
UNA CIUDAD CONSTRUIDA POR VISIONARIOS

“Visionarios” e “innovadores” son quizás las palabras que mejor describen a los arquitectos y desarrolladores inmobiliarios que, a mediados del siglo XX, transformaron Punta del Este en el exclusivo destino veraniego que demandaba la alta sociedad argentina y uruguaya.

Uno de ellos fue Walter Pintos Risso (1906-2003), responsable de construir el primer edificio bajo el régimen de propiedad horizontal en Uruguay, que también marcó otro hito: fue el primero en erigirse en Punta del Este. Pinar, ubicado en la intersección de las calles 20 y 28, fue declarado bien de interés patrimonial para Maldonado en 2020.

Una de sus hijas, Ana María, recuerda que su padre siempre insistía en que debían “prevalecer las vistas”. Entre otros emblemáticos edificios diseñados por Pintos Risso destacan Il Campanile y Santos Dumont. “Era un enamorado de Punta del Este y por eso dejó una gran impronta en el lugar”, señala en diálogo con Domingo.

Ana María también comparte una anécdota: “Veraneábamos siempre en Punta del Este, incluso en invierno, porque papá tenía muchas obras. La diversión con mis hermanos era jugar en las montañas de pedregullo y arena de las construcciones”.

En la lista de profesionales también figura Guillermo Gómez Platero (1922-2014) junto a su socio, Rodolfo López Rey (1932-2023), quienes construyeron más de 40 edificios residenciales, casas y otros inmuebles en Punta del Este. Entre los primeros destaca el edificio Puerto, inaugurado en 1959 y ubicado frente al puerto. “No se puede hablar de Punta del Este y su desarrollo sin que mi padre y su estudio con López Rey sean protagonistas”, señala su hijo, Martín Gómez Platero, en diálogo con Domingo. Y agrega: “Sus obras siguen plenamente vigentes tanto por su arquitectura como por su materialidad, y son parte fundamental del patrimonio de la ciudad. Es impresionante que se mantengan así a lo largo del tiempo, lo cual es, en última instancia, lo más importante a lo que puede aspirar un arquitecto: que el tiempo trate bien a sus obras”.

Francisco Villegas Berro (1918-2015) y Guillermo Jones Odriozola (1913-1994) formaron una sociedad prolífica que dejó una marca significativa en Punta del Este. Una de sus obras más destacadas es el edificio Península, cuya construcción comenzó en 1955 y está ubicado en la intersección de Avenida Gorlero y Calle 25. Este edificio es considerado la primera construcción en altura del balneario y surgió gracias a una normativa que permitió el desarrollo de múltiples edificios de apartamentos en la península. Además, juntos trabajaron en otro importante hito arquitectónico: el conjunto Arcobaleno.

Entre los profesionales argentinos que dejaron su huella en Punta del Este destacan Julio César Aranda (1912-1967) y Mauricio Litman, quienes trabajaron juntos en varios proyectos. Martín Aranda, radicado en Uruguay, recuerda la dedicación de su padre en el diseño y la construcción de tres íconos de la modernidad en el balneario: Vanguardia, el primer edificio en altura frente a la playa Mansa, Lafayette y Kennedy (este último no lo vio terminado). “En esa época, el arquitecto diseñaba todo, desde las sillas hasta los picaportes… y, por supuesto, todo con papel de calco. Mi padre estaba en cada pequeño detalle”, relata.

También apunta: “Fueron edificios muy criticados en su momento, porque era una época en la que las casas eran de un piso y, de repente, aparecieron edificios de más de 10 pisos. Pero estaban diseñados para no quitarle el sol a las casas”. Y lanza un cuestionamiento sobre el presente: “Hoy hay monstruos de 30 pisos”. Un detalle curioso: ninguno de los edificios de Aranda tiene un “piso 13”, ya que los consideraba de mala suerte.

Al igual que Ana María Pintos y Martín Gómez Platero, Martín Aranda guarda gratos recuerdos de su infancia entre sitios de construcción. Como él y sus cuatro hermanos vivían en Buenos Aires, viajar a Uruguay en el Vapor de la Carrera para visitar a su padre en Punta del Este era toda una aventura.

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Edificio Pinar
Nomada.uy
PINAR, EL PRIMER PH

Este edificio (arriba) fue el primero que Walter Pintos Risso realizó en Punta del Este. De tres pisos y de ladrillo visto, para el arquitecto Leonardo Altmann “va ‘caracoleando’” sobre Los Meros, “recuperando esa mirada de los chalets”. Es un hito arquitectónico entre la transición de los hoteles convertidos en edificios de apartamentos y los edificios en altura.

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Edificio Península

Península.

“Pensando en ustedes, señoras, se construye el ‘Edificio Península’. Aquí está su felicidad. No falte a la cita”. Así rezaba una publicidad de principios de la década de 1950 sobre el que sería el primer edificio moderno en altura y alejado de la lógica exclusivamente hotelera: el Península.

Fruto de la sociedad entre Francisco Villegas Berro y Guillermo Jones Odriozola, su construcción comenzó en 1950, en la esquina de Gorlero y Calle 25. Cuatro años después, se destacaba por sus innovaciones, que pronto serían replicadas por otros proyectos: un volumen principal de 12 pisos paralelo a la Calle 25 y otro más bajo sobre la avenida.

El llamado a las “señoras” no era casual: eran el público objetivo. A ellas, descritas como las “víctimas ignoradas en el veraneo perfecto y descansado de los demás”, se les prometía disfrutar de la playa sin preocuparse por las tareas cotidianas. Mucamas, ascensoristas, carpinteros y otros trabajadores se ocuparían de todos los detalles, ofreciendo la experiencia de un hotel, pero con las comodidades de un hogar propio.

“Fue un quiebre”, analiza el arquitecto y magíster en Estudios Urbanos Leonardo Altmann. Y agrega: “Es un edificio que se vendió mostrando una nueva visión del veraneo, dejando atrás el chalet en el bosque o el palacete en la península. Proponía un modelo con amenidades modernas, bajo una lógica de roles de género y enfocándose en la practicidad para la vida femenina”.

Altmann sostiene que la línea del Península, concebido como un edificio de transición entre la hotelería y la residencia y compuesto por volumetrías dispares, fue continuada por tres edificios firmados por Walter Pintos Risso a mediados de la década de 1960 y construidos sobre la Calle 20: Il Campanile, Il Campindoglio y Castellmare. A diferencia de los apartamentos de pequeño metraje del Península o de los primeros hoteles reconvertidos, aquí superan los 100 metros cuadrados. “Son muy similares en su resolución, pero ya se nota cómo comienza a trabajarse el concepto de torre en lugar de placa”, explica.

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Edificio Vanguardia
Ricardo Figueredo

Vanguardia.

Si el Península fue el primero, el Vanguardia fue el siguiente. Diseñado por el arquitecto argentino Julio César Aranda, tiene un mérito particular: fue el pionero en construirse sobre la rambla, concretamente en la parada 1 de playa Mansa. Su hijo Martín recuerda el impacto visual que generó al completarse en 1960: “Era imposible no verlo”. Con 280 apartamentos distribuidos en cuatro bloques, su imponente presencia hoy se diluye entre los edificios vecinos. “Hay que afinar mucho el ojo para verlo”, comenta.

A pesar de ello, el arquitecto Daniel De León, del Centro de Documentación de Arquitectura Latinoamericana (Cedodal), lo describe como “un mojón”. El Vanguardia conserva su estatus de edificio emblemático, gracias a su calidad constructiva, servicios y la relevancia de sus residentes. Además, todavía destaca por los colores y jardines que Aranda incorporó para darle el aspecto “alegre” propio de una edificación de balneario. Su eslogan de venta era: “Entre el mar y el mar”.

De los 280 apartamentos, unos 60 están ocupados de forma permanente, una cifra que creció durante la pandemia, ya que antes eran apenas 25. Esta ocupación demanda que en verano el edificio cuente con 70 trabajadores, encargados de servicios como mucama, recepción, vigilancia, mantenimiento y otros. En invierno, en cambio, el equipo se reduce a 39 personas.

En épocas pasadas, cuando Leonidas Fossati comenzó a trabajar en el estacionamiento del edificio a los 23 años, el dinamismo era mayor: en verano, había unas 100 personas contratadas, mientras que en invierno permanecían alrededor de 70. “El edificio se llenaba completamente todos los años. Pasaban personalidades argentinas y uruguayas: modelos, economistas, deportistas... Siempre hubo un trato cordial con ellos”, recuerda Fossati, quien hoy, como gerente, celebra 42 años de trayectoria. Y añade: “Había fiestas de gala casi todos los fines de semana. Se subían pianos a los apartamentos”.

Fossati señala que el Vanguardia atrae principalmente a un público “de mediana edad” que busca el confort de este tipo de construcciones, además de la cercanía a la playa y todo lo que Punta del Este ofrece durante las vacaciones. Aún queda un propietario original, que compró su apartamento en el pozo. “El personal está para ayudar al pasajero o al propietario a que pase el tiempo en el edificio de la mejor manera posible”, concluye.

BAJO LA ARENA: LA MEMORIA OLVIDADA

Punta del Este es conocida por su glamour, playas y vibrante vida nocturna, pero pocos conocen las historias ocultas bajo la arena de su transformación. Mariciana Zorzi, licenciada en turismo con una maestría en memoria social y patrimonio cultural, ha dedicado años a rescatar esas narrativas. Entre 2016 y 2020, Zorzi formó parte de un proyecto que buscó preservar el patrimonio cultural inmaterial del balneario, centrándose en cómo las transformaciones urbanas afectaron a antiguos residentes y veraneantes.

El resultado fue un mapa cultural que identificó lugares emblemáticos y recopiló historias vinculadas a ellos. Uno de los hallazgos más significativos fue el sentimiento ambivalente de los antiguos residentes. Por un lado, reconocen que el desarrollo inmobiliario y el turismo trajeron oportunidades laborales y mejoras en la infraestructura. Por otro, sienten nostalgia por un pasado más tranquilo, donde todos se conocían. Algunos incluso describen la transformación como una “invasión” de personas con otras lógicas.

Para Zorzi, preservar estas historias es clave para comprender otra cara de Punta del Este. El mapa incluye códigos QR que enlazan a fotos antiguas y fichas patrimoniales. “La idea es que el visitante pueda imaginar cómo era el pasado y lo que representaba cultural y emocionalmente”, detalla. Y agrega: “Los antiguos residentes tienen un fuerte sentimiento de protección hacia esos lugares. Pero el turista, en general, no conoce estas historias. Ese fue nuestro aporte: dar a conocer otra Punta del Este”.

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Edificio Santos Dumont
Ricardo Figueredo

Los que siguieron.

Ahora, tres menciones especiales para los edificios Santos Dumont, Puerto y Lafayette, que cerraron la llamada “década de oro” de la arquitectura moderna uruguaya.

El Santos Dumont, proyectado por Pintos Risso y Raúl Sichero, destaca como un colosal bloque flexionado en forma de “V”, ubicado en la intersección de Gorlero y Calle 22.

El Puerto, obra de Guillermo Gómez Platero y Rodolfo López Rey, se alzó frente al puerto en una época en que este casi alcanzaba la playa. Su diseño es reconocible por los pilares en “V” de su planta baja y los característicos postigones de madera en los balcones.

Por último, el Lafayette, situado en Gorlero y Obenque, fue el último edificio construido por Aranda en Punta del Este antes de su fallecimiento. Es considerado por arquitectos consultados como una de sus obras más logradas, gracias a su distintiva forma curvada hacia el centro y la escalera de vidrio que domina la fachada. Otra característica destacada es su muro de piedra que recorre la planta baja,

“Había mucha roca en la zona y usaron dinamita”, recuerda Martín Aranda, quien en ese entonces tenía 11 años. Y añade: “Tanto el Lafayatte como el Vanguardia están muy bien mantenidos y existe un público que busca esa calidad”. Para ilustrarlo, comparte una anécdota familiar: como su padre falleció durante la construcción, su madre recibió algunos apartamentos como forma de pago. Uno de sus hermanos aún conserva estos apartamentos y le cuenta que, todos los días, puntualmente a las cinco de la tarde, las señoras, ya sean residentes o pasajeras que se conocen de toda la vida, se reúnen en el salón comunal para tomar el té.

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Edificio Lafayatte
Gustavo Robinsohn

Siempre cambiando. “Lo que vemos es un paisaje de constante cambio, pero nuestro edificio sigue siendo un refugio”, explica Alicia Badía. A lo largo de los años, el Edificio Punta del Este ha mantenido su carácter, tanto en sus espacios como en la comunidad que lo habita. De hecho, sigue siendo hogar de muchas familias desde sus primeros días. “No pensamos irnos de aquí“, asegura.

Al igual que Alicia, son muchas las personas que prefieren los primeros edificios de Punta del Este, aquellos que crecieron junto a la ciudad y que formaron parte de su historia y de la vida misma del balneario. Para algunos, estos edificios ofrecen más que una ubicación envidiable: brindan un sentido de continuidad y pertenencia en medio del vertiginoso ritmo del presente.

Sin embargo, estas transformaciones no están exentas de debate. Según Daniel de León, los primeros edificios en altura sirven como referencia histórica para evaluar la evolución del balneario. “La comparación entre lo que existía antes y lo que hay hoy permite reflexionar sobre los cambios, sus aciertos y sus pérdidas”, señala. De León destaca que debemos ser conscientes de estos cambios para entender cómo llegamos hasta aquí y qué queremos para el futuro. En las últimas décadas, la proliferación de torres más altas y la modificación de normativas han generado más de una polémica. Para este arquitecto, los debates son fundamentales: “Punta del Este está cambiando constantemente. Lo que vemos hoy no será lo mismo en 20 o 30 años. Por eso debemos ser conscientes de esos cambios y preguntarnos si nos gustan o no”.

Al final, tanto los habitantes como los observadores de la ciudad coinciden en que, más allá de la transformación urbana, el valor del pasado sigue siendo un ancla que permite reflexionar sobre el futuro, mientras los viejos edificios continúan siendo testigos de una ciudad en constante reinvención.

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