La música como juego, encuentro y ritual en Ñu, la banda de ritmo con señas que genera comunidad en Uruguay

Creada por el músico argentino Santiago Vázquez, fundador de La Bomba de Tiempo, Ñu reúne a músicos locales alrededor del lenguaje de dirección musical con señas. El grupo tocará todos los martes de verano en Sociedad Urbana Villa Dolores.

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Ñu
Ñu, grupo acústico de ritmo con señas.
Foto: cortesía

De pie, frente al grupo, Santiago Vázquez hace señas con las dos manos. Los músicos lo miran atentamente y, durante toda la noche, estas miradas serán tan imponentes como los gestos corporales que hacen cuando tocan sus instrumentos. El rol de dirección irá cambiando y casi todos pasarán por él. Mientras alguien está allí, dirigiendo, haciendo señales que hasta se parecen a la Lengua de Señas Uruguaya, abajo del escenario sucede otra magia.

Son las 20.00 horas de un martes, recién empieza a anochecer y en Sociedad Urbana Villa Dolores la gente comienza a bailar con energía desde el primer tema. Durante las más de dos horas de música que vendrán, el ritmo solo irá creciendo y se nota que muchos allí ya son parte de una comunidad afianzada; mientras que los que asisten por primera vez intercambian miradas sorprendidas por lo que ven y escuchan.

Los sonidos que se forman en base a mucha improvisación varían y pasan por varios géneros. Hay jazz, funk, hip hop, música árabe y brasilera, electrónica y candombe. Todo parece vivo, único, hecho en el momento, casi como un juego.

Al frente, y encendiendo lo que se siente cada vez más como un ritual, están Nacho Delgado en la percusión, Maxi Nathan en vibráfono y percusión, Silvina Gómez en voces y clavicordio, Guillermo del Castillo en mandolina, Germán Lamonega en contrabajo, Tato Bolognini en batería y Alex D en voces y beatbox. Está Ñu, el proyecto de Ritmo con Señas creado por el músico y compositor argentino Santiago Vázquez, fundador de los grupos La Bomba de Tiempo, La Grande, Puente Celeste y PAN en Buenos Aires.

“No es que necesito armar grupos en todos lados, pero es algo que sé y me gusta hacer”, dispara y se ríe en charla con Domingo el músico que se mudó a Uruguay y está radicado en Maldonado desde 2021. Vino por un proyecto vinculado a la agricultura, pero con el tiempo fue natural su aproximación con los músicos locales.

“Soy muy afortunado de haberme encontrado con estos músicos porque son maravillosos. Veo que en Uruguay hay un nivel musical muy alto y siento que di con unas personas muy lindas. Por eso se vuelve muy placentero llevar ese proyecto adelante juntos”, apunta.

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El grupo de ritmo con señas se presenta todos los martes en Sociedad Urbana Villa Dolores.
Foto: cortesía

Desde que empezó a hacer música, hace más de 30 años, la improvisación fue para Vázquez el vínculo natural con su proceso de aprendizaje y luego con su oficio. De chico intentaba sacar sonidos de lo que fuera; libros, cajas o cacerolas se volvían instrumentos. Con el tiempo se volvió multiinstrumentista, pero se inclinó por la batería y la percusión, al paso que siguió experimentando y grabando música propia.

“Había una cosa en relación a la percusión que me daba un poco de envidia, porque en Buenos Aires no había eso, no era una ciudad con tradición de percusión”, comenta.

Un determinado día vio un ensayo del estadounidense Butch Morris, que dirigía músicos mediante señas a través de un lenguaje de dirección e improvisación musical llamado Conduction. “Era un lenguaje enfocado en el free jazz, o música contemporánea experimental. Con una mano, él sostenía la batuta y, con la otra, hacía señas”, rescata.

Aquello representó un camino de ida para alguien que siempre sintió la necesidad de crear e investigar desde la música. Meses después Vázquez empezó, inspirado por Morris, a crear su propio sistema de señas para dirección musical.

“Es raro porque esos sistemas armónicos yo los inventé a raíz de tocar el berimbao de una manera que aprendí por mi cuenta”, introduce refiriéndose al instrumento que tiene origen en Angola y tradición en Bahía, Brasil.

“Viviendo en Argentina conseguí un berimbao, pero no sabía cómo tocarlo, me enseñaron cómo agarrarlo nada más y después fui explorando como pude y aprendí a tocarlo melódicamente, que no es la forma tradicional. Después lo grababa en muchos canales en un portaestudio, e inventé sistemas armónicos para dirigir cómo se movían esas diferentes voces con los berimbaos en una grabación. Era muy improvisada la música, pero con cierta lógica armónica”, explica quien a finales de los años 90, y a raíz de esa experimentación, armó el Colectivo Eterofónico de Improvisación.

Luego vendría La Bomba del Tiempo, Puente Celeste, PAN y La Grande, grupos que él creó en base al sistema que inventó y que hoy, de hecho, siguen activos en la capital porteña. Además, creó El Tempo, activo en Tokio, Japón, y desde hace dos años la banda Ñu en Uruguay, que hace “música de fiesta, bailable, experimental, pero, al mismo tiempo, acústica”.

Ñu
El grupo está conformado por ocho músicos uruguayos y argentinos.
Foto: Marcos Harispe

“Cuando empecé no estaba seguro si iba a funcionar, pero sí sabía que, en caso de que funcionara, podría ser universal de alguna manera porque no está atada a un sonido o a una tradición en particular, sino que es música abierta, que uno puede poner sus propias influencias”, dice sobre un sistema que no solo funcionó, sino que hoy está compuesto de 150 señas y se implementó en al menos 35 países.

Para enseñarlo, fundó y dirigió el Centro de Estudios de Ritmo y Percusión con Señas (CERPS), una escuela especializada en la enseñanza del Ritmo con Señas, y en la formación de directores para este lenguaje. También escribió el Manual de ritmo y percusión con señas, que es el diccionario del lenguaje, tiene ediciones en inglés, español, italiano y este 2025 se publicará también en francés y japonés.

La música, una excusa para reunirse

La concepción de la música como ritual compartido, de creación colectiva y excusa para la reunión, y de los músicos como canal para todo eso, es un denominador común en los proyectos de Vázquez. Ñu no es la excepción.

“Hay un concepto que tomé del libro African Rhythm and African Sensibility, que trae la percepción del artista no como un ser iluminado que la gente admira, sino como alguien que oficia de músico, de sacerdote para un ritual colectivo. No hay un actor en el escenario y un público pasivo mirando, sino que todos están activos. Ese concepto para mí es súper importante y siento que la música realmente es el imán para que se genere un encuentro, una comunión entre la gente. El músico es el huevo de la tortilla, lo que hace que los ingredientes se junten, pero lo importante es el juntarse”, expresa y añade que a eso también se debió la elección del local donde estarán presentes todos los martes de verano en Montevideo (ver abajo).

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Ñu tocará todos los lunes de, verano en Pueblo Narakan y los martes en Sociedad Urbana.
Foto: Marcos Harispe

Desde 2022, Ñu toca todos los lunes en Pueblo Narakan, en Punta del Este. El día elegido parece poco convencional, y lo es. Pero la intención es justamente ofrecer una propuesta distinta entre semana y que, al comenzar temprano —los toques arrancan entre 19.30 y 20.00 horas— no comprometa el descanso del público al día siguiente, y que además la gente se vaya con la energía del encuentro para encarar la semana.

En Montevideo acaban de empezar con un ciclo los martes en Sociedad Urbana Villa Dolores, una sala de espectáculos que es restaurante y también vivero. “Es un lugar donde están pasando muchas cosas al mismo tiempo, está vivo, por eso nos pareció que calzaba perfecto con lo que hacemos”, comenta el fundador del grupo.

Aunque la propuesta inicial es tocar en verano, los martes hasta el final de febrero serán el termómetro para fijar encuentros permanente a lo largo del 2025. “Queremos que sea el puntapié inicial para seguir todo el año, y que se establezca un ciclo semanal. No es un show que vas a ver porque te gusta el artista y después lo ves solo dentro de unos meses”, explica Vázquez sobre lo novedoso de cada toque, no solo por la improvisación, sino también porque una de las marcas del grupo es contar con invitados distintos en cada fecha. En diciembre, por ejemplo, recibieron el músico Kevin Johansen y el ilustrador argentino Liniers en el escenario.

“Como un DJ que cambia la música cada vez, nosotros también lo hacemos porque estamos componiendo en el momento. Esta forma de hacer música posibilita estar atentos a la energía de lo que está pasando con la gente y hay un diálogo con esa energía, nos alimentamos de lo que está pasando y entonces es distinto cada encuentro, estamos jugando, improvisando, y eso trae nuevas sorpresas”, subraya.

Y añade: “Creo que tanto para nosotros como músicos como para la gente, es venir a encontrarse en un espacio de juego colectivo en donde no sabemos qué va a pasar pero sí sabemos que nos vamos a divertir. Además, sabemos cómo se juega, tenemos entrenamiento, no se trata de un grupo amateur, sino de músicos muy formados”.

La idea es generar un espacio de encuentro y pertenencia, dice Vázquez. Algo que, quedó demostrado en esa noche calurosa y de sala llena en Sociedad Urbana, ya está sucediendo.

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