LALO BARRUBIA
La poeta, novelista y performer y sus viajes entre Malmö y Montevideo, dos polos de una obra con un Premio Nacional de Literatura, que ahora se forja desde Uruguay.
Una loba rubia que no encontró su lugar en Uruguay y se fue a vivir entre los rubios y rubias en Suecia. María Del Rosario González se rebautizó Lalo Barrubia y empezó su camino como poeta y performer a mediados de los años ‘80, en medio de un ambiente cultural que hacía lo que podía con lo poco que había a mano.
Fue un camino cuesta arriba, y eran pocas, casi nulas, las posibilidades de vivir de eso. "Me fui por razones económicas", dice sobre su decisión de partir, en 2001, con una pareja y dos hijos hacia la ciudad de Malmö, bien en la punta sureña de Suecia.
Ahí sigue viviendo, aunque ya se separó de esa pareja y uno de sus hijos regresó a vivir en Uruguay. En Suecia estudió el idioma durante algo más de un año, y luego hizo una licenciatura en trabajo social, todo costeado en base a los préstamos estudiantiles que el Estado sueco otorga y que, a veces, son sentidos como una carga bastante pesada cuando hay que empezar a amortizarlos. Ella no parece sentirlo así.
Pero nunca dejó de escribir, principalmente poesía. Se considera a sí misma así, poeta, más allá de que tiene tres novelas publicadas y ahora está preparando una cuarta. Hace poco, Criatura Editora reeditó una de las dos novelas que publicó en 2003, Arena (la otra fue Los misterios dolorosos).
A lo largo de ese trayecto, fue recogiendo varios reconocimientos como escritora. Los cuentos de Ratas (Criatura Editora, 2012), le valieron el Premio Nacional de Literatura en 2014, y en 2011 había salido tercera en los Premios Anuales de Literatura del Ministerio de Educación y Cultura, por la novela Pegame que me gusta, publicada en 2009 por Trilce.
Pero también se ha movido para ser fundadora y parte de una red de escritores nórdicos que escriben en lenguas no-nórdicas, o viajar por distintos países para registrar en video y difundir poetas de diferentes lugares. De hecho, cuando Domingo llega al pequeño y espartano apartamento que alquila en el Centro de Montevideo, se encuentra editando uno de esos videopoemas en su laptop, mate en mano y discos por todas partes.
Aunque va y viene entre Suecia y Uruguay, y su obra literaria está en español, Barrubia considera al país escandinavo su actual patria. "A esta altura de mi vida es mi hogar. Es difícil tener una opinión objetiva sobre Suecia. Uno ama y odia su patria. Tengo muchos amigos, me siento muy en mi casa. Mis amigos son de distintas nacionalidades, vivo en una ciudad muy cosmopolita. Mayoritariamente, son suecos o latino. Pero también tengo amigos iraníes, españoles, alemanes...".
Y ahí parece que se va a quedar, más allá de que Uruguay y su cultura sean una parte fundamental de su escritura. "Mientras mi vida no cambie, me voy a quedar. Allá tengo trabajo, tengo una perspectiva laboral bastante clara. Tengo un trabajo en el sector público, soy suplente. No tengo empleo fijo, pero si quisiera trabajar más, podría".
—¿Te alcanza para darte gustos?
—Yo vivo con muy poco dinero, por eso me alcanza. Es como una estrategia de vida, también. No sé qué sería darse gustos. Nada me hace falta, digamos. Pero no necesito mucho. No tengo auto. La ropa la compro de segunda mano. Ando en bicicleta o en transporte colectivo. Viajar es lo único caro que hago.
En otras palabras: Lalo Barrubia trabaja la cantidad de tiempo que quiere. Otra de esas cosas que uno idealiza de las sociedades escandinavas. Ella, por su lado, no idealiza al Uruguay. No siente que padece los aproximadamente 17.000 kilómetros que separan a Montevideo de Malmö. "No me pesa la distancia en lo afectivo y lo emocional. Estoy donde quiero estar, aunque me lleve muy mal con la oscuridad. Allá anochece muy temprano en invierno. Es lo que más me afecta".
Aunque no idealice a Uruguay, tampoco está enojada con el país. "Lo veo bastante bien en este momento. Todo puede mejorar, claro. Es que cuando yo me fui Uruguay estaba en uno de sus peores momentos. Visto desde esa perspectiva, uno ve a un país que funciona. No me meto tanto a criticar los detalles, obviamente ves gente durmiendo en la calle, ves cosas que están mal, ves un montón de problemas, pero ves un país que funciona. Supongo que si me metiera más conceptualmente, tendría un montón de críticas", comenta y agrega que observar cómo su hijo retornado vive, también le da una perspectiva. "Mi hijo está contento acá. Pero ser joven es otra cosa. Él de repente buscaba algo que allá no había, o que él no encontraba. Creo que él se siente muy cómodo socialmente acá. Tiene muchos amigos, encaja muy bien con todo".
Bastante distinto a cuando ella estaba empezando a hacerse su camino en las letras y compartía ambientes y salidas a conciertos de rock con escritores como Gabriel Peveroni, o el ya fallecido Gustavo Escanlar. "¿Qué buscaba cuando tenía la edad mis hijos? No sé... A esa edad estás buscando una vida. Yo tenía la intención de hacer cosas creativas. Y era un momento difícil para eso. De cualquier manera, las hicimos. O hicimos algo. Lo que pudimos. Había que lidiar con un día o día muy difícil. La vida, la economía de un joven a fines de los 80 era una cosa muy complicada. Los empleos que habían no alcanzaban para nada".
Hoy mira a su hijo, a sus sobrinos y a la generación a la que ellos pertenecen y ve otra cosa. "Todos tienen trabajo. Ah, ganan mal, dicen. Sí, ganan mal: no les alcanza para esto o para aquello. Pero tienen trabajo. Y si no les gusta, se van. La pasan mal un tiempo y luego consiguen otro trabajo. Hay una dinámica económica. Y eso creo que es bueno para la sociedad en general. Además que todos están haciendo cosas creativas: bandas de rock, graffiteros... Todos están haciendo cosas extra, porque tienen la libertad de pensar, tienen tiempo libre. La generación de mi hijo es muy distinta a la mía, en donde había que crear todo de la nada".
—¿Qué te parece que dejaron como legado?
—No sé si dejamos un legado. No sé si los vínculos son tan fáciles de ver. Creo que hubo un montón de evoluciones que parten de ahí. Todo lo que es el rock de los 90, todas las bandas que hoy son enormes, no habrían existido sin Estómagos, Traidores... Me parece a mí, ¿no? Se abrió un poco un canal para la música nacional que estaba truncado. No solo eso, claro. Pero muchos crecieron con Los Estómagos.
La música es importante en la vida de Barrubia. Tanto que la nombra como su "principal influencia literaria". "¿Cuál fue mi primer contacto con la poesía? Eduardo Darnauchans. Yo no empecé leyendo poesía. Entró en mí por esa vía, por las canciones de Darnauchans, de Fernando Cabrera".
Esa melomanía, la afinidad con el ambiente musical y no literario —y vivir tan lejos, claro— puede ser una de las razones por la cuales Barrubia parece ser una voz bastante solitaria en las letras uruguayas. No es fácil ubicarla en una tribu o un ambiente en particular. En parte, eso puede ser porque hoy, en su visión, no hay muchos debates culturales ("me da la impresión que se discute más de género que de cultura"). Sin debates, sin tener que tomar partido, es más difícil que aglutinen núcleos en torno a algunos temas. Pero para ella es porque cada uno hace lo que quiere, sean micropoemas o tocar ska. Nadie toma partido, porque no hay necesidad de hacerlo. Hay mucha más tolerancia, desde su punto de vista.
"Si viviera acá, no sé de quién sería amiga, no sé en dónde encajaría. Creo que si uno está muy metido en un círculo de creadores, termina haciendo lo mismo que todos. Lo que yo hago no tiene mucha cercanía o compatibilidad con lo que hacen otros narradores".
En una de las paredes del apartamento hay una gran hoja de papel con nombres de bandas y solistas musicales, uno de los tantos posibles mapas de la música popular uruguaya. De esos vínculos y caminos saldrán los personajes y las historias que irán a parar a su próxima novela.
Cabeza bilingüe
Para muchos inmigrantes, mantener dos idiomas vivos en la cabeza es un esfuerzo considerable. Retener el vocabulario de uno de los idiomas puede ser complicado en un contexto donde se escucha y se habla la otra lengua. "Para mí es interesante convivir con dos idiomas. Es difícil también. Tiene sus cosas positivas, porque el lenguaje se te desarrolla usando otras lenguas, hacia lugares nuevos. Hay estructuras gramaticales nuevas, tenés alternativas que personas que no son bilingües no tienen", comenta Barrubia. Como a casi todos los que nacen con un idioma y luego pasan a habitar en otro, las voces interiores, las conversaciones con uno mismo, cambian: "A veces pienso en sueco, otras veces no. Depende de los temas, sobre todo. Cuando estoy hablando, o discutiendo o escribiendo, sobre temas muy locales, como que las palabras en sueco vienen incorporadas". Pero si a algunos les cuesta más desprenderse de la lengua de todos los días, a Barrubia no le pasa eso cuando llega a Montevideo. Enseguida aflora el español y se apodera del cerebro. "Nunca pienso en sueco cuando estoy en Uruguay, tengo que hacer un esfuerzo para hablar en sueco. Pero si voy a España, ahí sí. Ahí sigo conectada a la lengua sueca".
SUS COSAS
Un poeta
Del sueco Pontus Lindh tradujo, para una editorial española, El silencio de Greta Garbo. "Traducir poesía es de las cosas más fantásticas. Teníamos grandes discusiones, porque es un exquisito de la lengua. Llevar eso a que suene con naturalidad, fue un trabajo de artesano, con aguja e hilo".
Un disco
Manjar hembra, de Damián Gularte. "Conocía unas pocas canciones de él, de haberlas escuchado por ahí, y quise conocer más. Por eso conseguí el disco", comenta Lalo Barrubia sobre el álbum de Gularte, uno de los tantos que pueblan el pequeño apartamento donde recala durante los meses que estará viviendo en Uruguay.
Una ciudad
"Tengo claro que, si me mudo de Malmö, una ciudad que me gusta porque vivo en un barrio muy lindo, con mucha gente joven y artistas, no será en una dirección hacia el Norte. Será hacia el Sur. He estado en Berlín y siento que sería el lugar elegido si me voy de Malmö".