Ya hace un tiempo que escuchar distintos acentos al andar por las calles del país se volvió algo corriente. La diversidad se observa también en las novedades culinarias que abundan en las ferias y locales gastronómicos. Y es que, si bien los flujos migratorios internacionales son un aspecto fundamental en la historia de Uruguay, desde hace más de una década el crecimiento de la inmigración de orígenes latinoamericanos no tradicionales (es decir, de países no vecinos), como Venezuela, Cuba, Colombia, Perú, Paraguay y Ecuador, tomó el protagonismo.
Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), actualmente la población migrante en Uruguay es de 61.810 y se compone mayoritariamente de venezolanos (27%), argentinos (22%), cubanos (20%), brasileños (6%) y colombianos (4%). El restante está compuesto por inmigrantes de distintas nacionalidades.
Estas nuevas corrientes se ven reflejadas en la cultura en sus múltiplas expresiones y la música es una de ellas. En la escena montevideana están cada vez más presentes bandas y agrupaciones que aportan nuevos ritmos, instrumentos y sonoridades. Domingo se acercó a la experiencia de algunos grupos y artistas que vienen construyendo no solo puentes, sino también dejando huellas desde sus aportes y fusiones.
Difundir raíces y compartir saberes
“Cada vez que tocamos alguna música de mi país, me mueve realmente. Los ensayos de Mestizo son como volver a mi tierra y hacen que estar lejos no me pese tanto”, dice Oscar Celis, músico colombiano radicado en Montevideo desde hace cinco años. Celis es cuerdista (toca la guitarra y el tiple) y cantante de la agrupación Mestizo, pionera en difundir la cumbia tradicional colombiana en Uruguay.
El grupo fue creado en 2009 por artistas de varias disciplinas que investigan expresiones musicales de diferentes culturas de América Latina y el Caribe. Es por eso que su repertorio viaja por géneros colombianos como cumbia, currulao, bambuco, bullerengue, carranga, joropo llanero, guaguanco; cubanos como los cantos con tambores batá; costarricenses como el calipso; y uruguayos como el candombe. Esa diversidad de ritmos responde a la propia formación del grupo que actualmente está integrado por siete músicos y dos bailarines de Colombia, Costa Rica, Cuba y Uruguay.
Celis es natural de Bogotá y egresado de la facultad de música de su ciudad, con una formación especialmente volcada a las tradiciones de Latinoamérica. Fue por eso que, aún estando en Colombia, ya participaba de conjuntos de murgas, y acá en Uruguay se insertó rápidamente en Murga Joven. Desde 2020, es parte de Mestizo y sumarse a la agrupación fue, dice, encontrarse con un espacio de continua reconexión con sus raíces.
“Para nosotros como migrantes es un lugar en donde podemos seguir siendo. Donde podemos, por un lado, no dejar nuestras raíces y, por otro, compartirlas con quienes nos quieren escuchar. Es un ida y vuelta”, comenta en diálogo con Domingo.
En 2018, lanzaron su primer material discográfico, en el que a lo largo de 15 temas plasman los más variados géneros musicales. Para explicar esta fusión de ritmos, el músico colombiano rescata el comentario que le hizo un amigo al acercarse a la propuesta de Mestizo.
“Nos decía que éramos un colectivo de nerds (se ríe), porque cada uno tiene un conocimiento y lo pone en diálogo con el saber de los demás. Y es un poco verdad porque, por ejemplo, Jorge Centeno, el bajista, conoce mucho de calipso porque es costarricense. En mi caso, conozco géneros de la raíz colombiana porque los estudié, y algunos del grupo han estudiado algunas tradiciones de Brasil. Entonces, es el conocimiento que hemos adquirido por pertenencia, pero también por gusto, porque nos encanta estudiar estas músicas, cultivarlas y entendemos lo simbólico y lo fundamental que tienen”, detalla.
Es también por eso que, al momento de mezclar lo de allá con lo de acá, todo se da con mucha naturalidad, casi como un juego. “Al encontrar alguna coincidencia interesante entre una rumba y un candombe se busca la manera de juntar los instrumentos desde los cantos, desde fuentes posibles en la letra o en lo estructural; vamos experimentando”, explica Celis. “Tal cual se haría en un laboratorio de química con varios elementos, lo hacemos con la música”, suma con buen humor.
Fue así, jugando, experimentando y creando, que el 31 de agosto se subieron al escenario de la Sala Zitarrosa para conmemorar los 15 años de la agrupación. Presentaron un concierto en el que, y como de costumbre, recorrieron géneros variados junto a invitados como Eduardo Larbanois, Chabela Ramírez, Joaco Bertola y Diego Palmerola.
“Fue una noche muy bonita y conmovedora. Lo hacemos desde el respeto a las tradiciones y la gente lo sintió. Además, veo como crece un movimiento y una intención de los uruguayos de conocer y compartir, de ir a lugares en donde no solamente suenan los géneros de siempre, sino también otras opciones para disfrutar, inclusive no necesariamente en fiestas, sino también ambientes más reflexivos como seminarios, talleres y conversatorios”, expresa el músico y cantante colombiano.
Este ambiente de experimentación y de apertura, muy visible para Celis, también se encuentra en los toques de Pé de Forró. Una banda de uruguayos y brasileños que interpreta un abanico de ritmos como el forró, el baião y el coco, originarios del norte y nordeste de Brasil.
El grupo, integrado por Lia Machado, Federico Olivera, Maximiliano Diana y Federico Cuitiño, fue creado en 2022, pero detrás de él hay una historia de siete años. Y es que Machado es una de las creadoras de la comunidad Forró Montevideo, una escuela de baile y también un centro de promoción de la cultura brasileña en Uruguay.
“Cuando llegué acá, en 2015, no había forró. Había una sola banda que tocaba muy de vez en cuando. Fue en 2018, cuando conocí a Alberto Carnero (músico uruguayo, hoy radicado en Brasil), que empezamos a movernos para crear algo más sólido. Al principio era solo para amigos y conocidos y con el tiempo se fue expandiendo”, cuenta Machado, también profesora de baile y gestora cultural.
Hoy Forró Montevideo es una comunidad que no para de crecer y Pé de Forró es un brazo más de esta movida. “Armamos la banda porque hay una escena efervescente de eventos y de gente que quiere bailar el forró. Y, claro, hacerlo con una banda en vivo es totalmente distinto”, apunta sobre una necesidad práctica de la comunidad forrozeira pero también artística de los integrantes del grupo.
“Mi vida hoy es el forró, las 24 horas del día estoy pensando en eso, y crear la banda fue una oportunidad para mí como artista y también una forma de crear nuevas posibilidades para otras personas”, dice Machado, quien en este cuarteto canta y toca el triángulo.
Una fusión novedosa
Pé de Forró se sumó a un escenario creciente de bandas que interpretan este género del nordeste brasileño en Uruguay (en la charla con Domingo se nombraron otros seis grupos) y algunas proponen fusiones con ritmos locales. En 2019, por ejemplo, la unión de las bandas Papo Furado (hoy inactiva) y Tridente Candombero dio lugar al Forró Candombe, un movimiento novedoso que unió a los dos géneros. Juntos hicieron varias presentaciones hasta el 2022, cuando el grupo Papo Furado se disolvió y el proyecto quedó en standby. Ahora están en vías de reactivarlo con los integrantes de Pé de Forró y ya tienen fecha para el próximo concierto. La cita será el 16 de noviembre en El Chamuyo.
“Lo fuimos acomodando, haciendo una variante en la llevada del candombe. Como son tiempos pares siempre, caminan juntos. Fue un lindo descubrimiento porque al uruguayo a veces le cuesta salir a bailar y en los toques de Forró Candombe, ya con el primer tema la gente sale a la pista”, cuenta Leroy Pérez, músico uruguayo integrante del Tridente Candombero junto a Miguel Laureiro y Diego Samuya.
“El forró fusionado con el candombe te engancha, es algo elevado a otro nivel, porque son dos géneros muy populares, de la gente mismo”, añade Machado, quien aún no dimensiona la proporción que tomó la movida que creó hace siete años, pero no tiene dudas de que el Forró ya se instaló definitivamente por estas tierras.
“Hoy 90% del público que consume el forró acá son uruguayos. Fue un trabajo de hormiguita, y lo que siento es que la gente cuando viene y se da la oportunidad de conocer esa música y ese baile, nunca más sale por la energía y la comunidad que se formó”, destaca quien será una de las artistas del encuentro Elas y Ellas el 19 de octubre (ver abajo). Y remata: “Hay una canción del músico Nacho Lavorano que dice: ‘Hermanados los caminos, las distancias se hacen cortas’, y todo el trabajo que hacemos desde la música y el baile, habla de eso y va en esa dirección”.
El forró surgió en Brasil a mediados de la década de 1930, popularizándose alrededor de 1950 a través del poeta, cantante y compositor Luiz Gonzaga, quien estableció el formato de trío compuesto por el acordeón, la zabumba y el triángulo.
Existen diferentes versiones sobre el origen del nombre de este género, pero la más aceptada es la que vincula la palabra a una derivación del término africano “forrobodó”, sinónimo de fiesta. Además de Gonzaga, el género tuvo otros importantes representantes, como Dominguinhos, Jackson do Pandeiro y Sivuca. A partir de 1970 el ritmo recibió nuevos contornos, mezclando el forró tradicional con influencias del rock y el pop. Este momento es considerado la segunda fase del forró y sus principales nombres son artistas como: Alceu Valença, Geraldo Azevedo, Elba Ramalho, Zé Ramalho, Nando Cordel, entre otros.
Ya los años 90 estuvieron marcados por el forró electrónico, con ritmos más estilizados que bebían del country. Los grupos y cantantes que marcaron esta etapa también destacaron por la presencia de bailarines en escena, algo que hasta entonces no era tan común en el estilo. Por otro lado, al final de esta década surgieron bandas como Falamansa, Forróçacana y Rastapé, que elevaron el forró a género masivo.
Más espacio para mujeres en los escenarios
La movida forrozeira crece en Montevideo y se expande al leste durante el verano, además de viajar a Brasil a encuentros de baile (desde 2018 han viajado en comunidad 10 veces). Es en este contexto que surgen nuevos grupos y artistas en Uruguay que se enamoran del forró y de su abanico de ritmos. Sin embargo, Lia Machado percibe que las mujeres siguen encontrando dificultades a la hora de ocupar la tarima. “Hay muchísimas mujeres estudiando y preparándose para actuar en el escenario musical, pero a veces pareciera que no hay espacio, cuando sabemos que sí hay”, afirma.
Es para lograr dar visibilidad a los nuevos talentos femeninos que el día 19 celebrarán la tercera edición del encuentro Elas y Ellas, forró con nosotras. El evento es abierto a todo el público y tendrá espectáculos de 10 artistas de Brasil y Uruguay. Hay entradas a la venta en la página de Instagram de Forró Montevideo, @forromontevideo.
“Ese proyecto es un brazo más de Forró Montevideo y la intención es valorar talentos y abrir espacio para las mujeres que están estudiando, trabajando y buscando insertarse en la escena local, para que puedan mostrar un poco de su arte. Es, de alguna manera, poder validar, brindar confianza y demostrar que se puede”, dice.
El evento será en El Chamuyo (25 de Mayo y Juan Carlos Gómez), Ciudad Vieja. “Que algo que soñamos allá atrás, hoy llegue a la tercera edición, es un sueño hecho realidad y la intención es seguir creciendo”, finaliza Machado.
Herencia musical
“Teníamos el deseo de poder acercar a los migrantes que nos encontramos acá en Uruguay un pedacito de nuestra cultura y de nuestra identidad musical”, dice a Domingo Carlos Alberto Herrera, uno de los integrantes de Kumaco, grupo de tambores afrovenezolanos. Creado en 2019 por el músico José Ramón Marcano, quien además fabricó tambores como los que se tocan en Venezuela, hoy está integrado por ocho percusionistas.
“José fue buscando los materiales que se parecieran más a los originales, porque allá se construyen con madera del largo de la palta y eso acá no se consigue con la misma envergadura, entonces se tuvieron que hacer con pino y adaptar para que funcionara”, explica Herrera. “Es un tambor cilíndrico un poco más grande, que se toca acostado sobre el piso. No es igual al tambor del candombe”, suma.
Kumaco es la primera y única agrupación de su estilo en Uruguay e interpreta ritmos tradicionales de Venezuela como el sangueo, el samillán, la parranda, entre otros. Cada integrante del grupo tiene un trabajo a parte y han reservado para la música el lugar de disfrute y rescate de las tradiciones. “Hemos estado enfocados en el tema cultural. La mayoría de nuestros toques son para ayudar a fundaciones que nos invitan, lo hacemos más que todo porque lo disfrutamos”, subraya.
Al igual que Celis y Machado, Herrera siente que hay un interés no solamente de los migrantes que hoy hacen de Uruguay su hogar, sino también de los uruguayos por conocer más de las tradiciones musicales que desembarcaron en el país en estos últimos años.
“Estoy gratamente sorprendido porque tenía un concepto del Uruguay como un país quizás más cerrado o tradicionalista, apegado a lo suyo, pero la verdad es que he visto esa evolución desde la parte gastronómica hasta la artística. Y ojalá se sigan sumando, de repente, otros ritmos porque, indiscutiblemente, ayudan a enriquecer culturalmente. Venezuela, al igual que muchos países de la región, tiene una riqueza cultural importante y está bueno que la conozcan”, enfatiza.
En los conciertos que han hecho durante estos años sintieron en muchas oportunidades la emoción y el peso que tiene para muchos coterráneos la oportunidad de escuchar y bailar con sonidos tan familiares. “Es como llevarlos por unos minutos a Venezuela, a nuestra cultura. Nos tocó esta etapa tan oscura, y como grupo tratamos de poner nuestro granito de arena para que la gente se sienta un poco en casa. Hay gente que ha bailado, que ha llorado y que nos ha agradecido porque esta música les ha conectado con muchas cosas. También nos llegan devoluciones de gente de Cuba, de República Dominicana, de Colombia, porque los tambores tienen ese sabor a Caribe”, finaliza.
Otras propuestas y un histórico de fusiones
En este escenario local cada vez más diverso, también se puden nombrar bandas como Cubaguay, un sexteto conformado por artistas de Cuba y Uruguay, que fusiona ritmos de ambos países y ha llevado su música a Argentina y a Cuba. También Chorando la Milonga, orquesta que comparte su percusionista Federico Olivera con la banda Pé de Forró y que fusiona milonga con ritmos brasileños, sobre todo con el choro, considerado el primer estilo musical urbano en Brasil y nacido de la mezcla entre el lundu, de matriz africana, y la polca europea. Además, cuando hablamos de ritmos de lejos que se encuentran y fusionan en el país, también está Afrocuba Mistery, banda de músicos uruguayos y cubanos que fusiona jazz, música cubana y candombe.
No está de más decir que las fusiones y mezclas no son una novedad en la música uruguaya, más bien son la base de su formación. Sin embargo, hoy se vive un particular momento en el que se cruzan nuevas estilos que ya no son solamente la bossa nova o el samba de Brasil y el son cubano.
“Desde el inicio, la música uruguaya tiene componentes mestizos de alguna manera. Por ejemplo, el candombe canción se origina más en los años 40 y 50 y uno de sus nombres más importantes es Pedro Ferreira, considerado el rey del candombe. Él, con la orquesta Cubanacán, lo que hizo fue fusionar música tropical cubana con los tambores de candombe, y ahí surgen esas primeras canciones que influenciaron a todas las comparsas de carnaval. Rada (Rubén) siempre lo nombra como su principal maestro. Después, cuando empieza toda la mezcla del candombe con el jazz y el rock, hay muchísima influencia de la bossa nova brasileña, además de psicodelia y Beatles con Eduardo Mateo y Rada con el Quinto. Luego, con el jazz de Opa, hay muchísima influencia de Brasil también”, contextualiza el músico, periodista y especialista en música uruguaya Andrés Torrón.
“Ahora, las nuevas mezclas aportan muchísimo, son renovadoras y súper bienvenidas. Me parece que la influencia de todo esto y como evoluciona, lo vamos a ver de acá a 10 o 20 años, el tiempo es el que dirá”, concluye.
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