EN PELIGRO CRÍTICO

La triste historia del gato de pajonal uruguayo: ¿dónde está y dónde se esconde?

Pocos pueden reconocerlo y menos lo han visto, pierde hábitat y, por el momento, no hay planes para su conservación

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Gato de pajonal en Bioparque M'bopicuá
Enrique González

El gato de pajonal en Uruguay es esquivo. Tanto que en los últimos 20 años solo ha sido visto y registrado unas 20 veces -y entre 70 y 80 veces en la historia del país-. Pero no es porque salga despeinado en las fotos por su pelaje pajizo sino porque lo acecha la extinción.

La última vez fue el 21 de diciembre de 2022, según publicó el fundador de la ONG Conservación de Especies Nativas del Uruguay (COENDU), Mauricio Álvarez, en la revista Notas sobre Mamíferos Sudamericanos de la Sociedad Argentina para el Estudio de los Mamíferos. El hallazgo se dio en Tacuarembó, sobre la ruta 43 y, al igual que la mayoría de los registros, se debió a un desenlace trágico: un ejemplar atropellado. Algunos otros fueron vistos gracias a cámaras trampa.

Ser huidizo y de hábitos nocturnos le ayuda a sobrevivir. El gato de pajonal uruguayo -nombre que le da su hábitat: pastizales, pajonales y chircales- se enfrenta a una lista de amenazas que incluye la quema de pastizales y su transformación a monocultivos, la caza con perros y el atropellamiento en carreteras.

Enrique González, mastozoólogo del Museo Nacional de Historia Nacional (MNHN), participó de un estudio que estimó que a la población de Leopardus fasciatus (especie que habita Uruguay, el sur del estado brasileño de Rio Grande do Sul y un pedacito de la provincia argentina de Corrientes) le quedan unos pocos miles de ejemplares que presentan serios problemas de conectividad de hábitats. “Para llegar a otro pajonal de otro río tienen que cruzar, por ejemplo, campos de soja o dos o tres carreteras en donde no solamente no tienen hábitat adecuado sino que pueden ser atropellados, agarrados por perros o baleados. Es un peligro para la viabilidad de la población”, apunta. Y a todo esto se le suma posibles problemas físicos derivados del cruzamiento entre ejemplares con parentesco.

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Gato de pajonal en Bioparque M'bopicuá
Enrique González

Ser misterioso.

Si Nadia Bou, investigadora del Departamento de Biodiversidad y Genética del Instituto de Investigaciones Biológicas Clemente Estable, tiene que tildarle otro adjetivo al gato de pajonal uruguayo ese es “misterioso” puesto que poco y nada se conoce sobre él. Se sabe más, en realidad, sobre las otras cuatro especies de gatos de pajonal de la región.

No obstante, podemos ver algunas características generales. Es un felino pequeño, de tamaño levemente menor a un gato doméstico; pesa entre tres y cinco kilos (uno doméstico grande pesa unos seis kilos) y de largo mide entre 71 y 96 centímetros.

La principal diferencia con los gatos silvestres como el margay o el montés, y a excepción del puma, es que no tiene manchas en el pelaje. Solamente presenta unas líneas negras más o menos horizontales en las patas.

El rasgo más distintivo es su pelaje: es largo -lo que le confiere al cuerpo un aspecto robusto- y de coloración amarillenta o pajiza que, según explica González, le ayuda a “confundirse con los ambientes donde habita”.

Al no tener manchas en el lomo y al ser de ese tamaño y de ese color, a juicio de Bou, los locales no pueden identificarlo como un gato salvaje y reportarlo en caso de avistamiento.

Por otra parte, su dieta es carnívora, siendo sus presas favoritas los roedores y micro mamíferos y las aves caminadoras que nidifican en el suelo. “Por supuesto que alguna lagartija, alguna rana o algún insecto marchan también”, enumera González.

Cambio de nombre en 2020: único en su tipo

“El tema con el gato de pajonal ha sido muy controvertido y muy discutido en los últimos años”, comenta Mauricio Álvarez, fundador de COENDU. Hace referencia a que esta especie endémica de Uruguay recién recibió ese tratamiento en 2020; antes se la consideraba una subespecie. Llamada Leopardus munoai o, lo que es mejor, Leopardus fasciatus para el mastozoólogo Enrique González, de acuerdo con el nombre que le dio Dámaso Antonio Larrañaga cuando la describió por primera vez para la ciencia, es el nombre de los gatos de pajonal que habitan Uruguay, sur de Rio Grande do Sul y partes de Corrientes y que son diferentes a las otras cuatro especies de Sudamérica. Su estado es de peligro crítico.

En su búsqueda.

¿Y dónde está escondido el gato de pajonal? Buena pregunta. La especie cuenta con registros confirmados para Colonia, Cerro Largo, Soriano, San José, Rocha, Río Negro, Lavalleja, Tacuarembó, Paysandú, Canelones y Florida; se desconoce si vive más al norte. No obstante, cada vez tiene menos espacio disponible.

Dos de cal y una de arena. Las primeras: “El campo agrícola elimina prácticamente todo su hábitat natural. La ganadería, si bien no elimina los pastizales, los mantiene en un nivel de altura que parece un campo de golf; muy pocos animales de pastizal pueden vivir en un campo pastoreado”, enseña González. La de arena es que en los bajos del área forestal no se plantan árboles porque cuando llueve se “enchumba” el terreno, lo que permite que crezcan pastizales.

Álvarez coincide: “Está en peligro crítico y no tiene ambiente (propicio y suficiente) y encima tiene los mismos riesgos que el resto de los animales en un país tan fragmentado y con tanta ruta”.

El plan de Bou es viajar e investigar “al menos seis puntos” geográficos de interés puesto que son ambientes propicios para encontrar a este animal y otros lugares donde hay registros anteriores al año 2000 y donde no se lo ha vuelto a ver para discernir si es falta de muestreo o una consecuencia de la modificación del entorno.

“Antes de conservarlo necesitamos mucha información que no tenemos: dónde habita, cuántos son, cómo está conectada la especie a nivel de territorio, cuál es la variabilidad genética, ver si coexiste con el ganado... y, después de ahí, podemos empezar a trazar un plan. Tenemos que pensar que el gato de pajonal va a tener que habitar por fuera de las áreas prístinas; va a tener que funcionar en lugares con agricultura y ganadería sino no es inviable”, señala la bióloga a Domingo.

Una alternativa para protegerlo es implementar medidas en las carreteras para evitar los atropellamientos, por ejemplo, vallas que corten el paso de animales hacia la ruta y construcción de puentes subterráneos o aéreos.

Hay un buen ejemplo a seguir: España y Portugal han logrado recuperar la población del lince ibérico (Lynx pardinus), uno de los felinos más amenazados del mundo, cuya población había caído hasta 94 individuos y hoy supera los 1.500 (la mitad del total necesario para garantizar su supervivencia). “O sea, no es imposible hacer una estrategia de conservación para una especie de gato silvestre”, afirma González, aunque reconoce con amargura: “Pero en Uruguay no tenemos ni miras de tener una estrategia para prácticamente ninguna especie”.

En este sentido, el mastozoólogo reclama un plan de acción que se focalice en un combo urgente: aspectos ecológicos, biológicos, económicos, productivos, sociales y culturales que aseguren su conservación. Lo malo es que no ve que haya “ni conciencia ni interés político” en proteger a este gato silvestre que fue descrito por primera vez para la ciencia por Dámaso Antonio Larrañaga lejos en el tiempo.

Con todo, “el pobre gato de pajonal está en un brete del cual esperamos que logre salir en el correr de las décadas pero, como siga así, la cosa no tiene buenos augurios de futuro”, comenta González que descendió todavía más en el pesimismo: “No se ve en el horizonte ninguna luz de esperanza”.

ESTUDIO DE ADN Y FECAS

El gato de pajonal uruguayo encontrado muerto en una carretera de Tacuarembó es un recurso “valiosísimo”, a juicio de la bióloga Nadia Bou. De él extrajo muestras para analizar su ADN y procura conseguir más ejemplares en los próximos meses; también estudia el acervo genético resguardado por el Museo Nacional de Historia Natural. “A partir del ADN abordamos preguntas ecológicas”, dice a Domingo. El objetivo es caracterizar la variabilidad genética de la especie que habita fundamental en Uruguay y por la que sostiene que “somos responsables”.

Otra opción es analizar fecas que ella puede recoger en el campo o que le hagan llegar a su laboratorio en el Instituto de Investigaciones Biológicas Clemente Estable. “Su nombre común es gato de pajonal uruguayo. Es de acá. Hay que empezarle a dar bola”, advierte.

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