Viajes
Enamorada de las memorias de Karen Blixen una viajera argentina decidió cruzar el continente negro en moto, en una travesía épica que luego contó en el libro Africaneando.
Africa, para mí, era como una nube gris, un lugar del que es muy difícil tener información confiable y actualizada. En otro viaje leí Memorias de África , de Karen Blixen y me enamoré de esa tierra desconocida y salvaje”. Así, con poco presupuesto, y muchas ganas, Guadalupe Araoz, una de las tantas argentinas que largó todo hace 8 años y se animó a hacer del viaje constante su modo de vida, se dispuso a su gran aventura africana hace tres años. Ya había recorrido, durante varios años continentes, como Asia, América de Ushuaia a Alaska y varios países de Europa, pero faltaba África, el que todos le decían que era difícil, que no iba a poder, que era muy caro y peligroso.
Guadalupe Araoz, recorrió en dos etapas y con varias complicaciones buena parte del contienete africano
Y fue verdad, no le resultó sencillo, para nada. Primero compró una moto en el País Vasco y junto con una amiga brasileña que la acompañó en un tramo del viaje, pusieron primera hacia el Continente Negro. Hace varios años, desde que se subió por primera vez a una moto en el sudeste asiático, que la adoptó como su medio de transporte y dejó atrás su vida de mochilera de a pie. Aprendió de mecánica, a cargar lo necesario y a equilibrar el peso.
Desde España cruzaron a Marruecos en barco. El plan original incluía una larga estada en Marruecos, Mauritania, Senegal y luego seguir por la costa oeste hasta Sudáfrica, sin tiempos fijos y sin saber tampoco cuánto aguantaría. Pero la programación no se lleva bien con África y el viaje se fue armando sobre la marcha, con cambios de rumbo, zigzags entre un país y otro, varios contratiempos y hasta un accidente grave en el camino que le impuso hacer un paréntesis.
300 DÓLARES POR MES. Para este viaje se manejó con un presupuesto 300 dólares por mes, más dinero extra para las visas que exigen muchos países, que son costosas y pueden llegar a los 200 dólares. Las noches fueron en carpa o en algún sillón haciendo couchsurfing, la aplicación para dormir de manera gratuita en casas de miembros de la comunidad. “Aprovechaba, cuando era posible, para ir a casas de extranjeros para preguntarles de todo lo que no entendía de África, a sacarme dudas, me acostumbré a preguntar por qué a todo. África es muy diferente y es difícil entender la cultura de muchos países sin prejuzgar”.
Se define como nómada digital y financia los viajes con colaboraciones para diferentes publicaciones y edición de videos que realiza cuando llega a una ciudad con buen Internet. De África escribió el libro Africaneando , que estaba a punto de presentar cuando llegó la pandemia y la obligó a repatriarse desde España, porque no tiene pasaporte comunitario.
El viaje por África le dejó un aprendizaje interno muy grande. Le enseñó a ser más paciente. “Es muy difícil viajar por África. Hay poca información. Todo cambia muy rápido, de política, de lugares peligrosos, hay muchos países con conflictos, las noticias de hace cuatro meses son viejas. Hay que planear casi sobre la marcha lo que vas a hacer y además en muchos países no hablan ni inglés ni francés. Hay que consultar a gente que haya ido en esos meses, porque de 6 meses atrás ya no te sirve. En muchos países me cambiaron las reglas de juego. No se puede ir con un plan rígido. Excepto Sudáfrica, Marruecos y Egipto y algunos otros más que son muy estable. Pero la mayoría es muy volátil, cambia mucho”.
Visitar Mauritania fue, por ejemplo, fue un shock cultural para Guadalupe que la hizo preguntar a todo por qué, para poder entender desde la cultura occidental un modo de vida tan diferente: “Todavía hay esclavitud, por herencia sanguínea, la educación es a los golpes, un choque cultural que no entendés. Hacés el esfuerzo por entender una sociedad distinta. Cuesta dejar el prejuicio de lado. África me enseñó un poco eso, a preguntar por qué”.
“África es un continente que te obliga a viajar bastante rápido, porque las visas duran poco, en algunos países 15 días o un mes, en otros más y nunca quiero estar ilegal, así que no podía quedarme mucho y las renovaciones son carísimas y muchas veces no te las dan, depende la persona que te atienda, todo es muy informal. Los viajes rápidos son agotadores. Me gusta quedarme. La rutina de estar en movimiento es cansadora. Es linda la rutina de quedarse en un lugar. Períodos de movimiento y períodos de quietud. Pero los visados condicionan”.
Recuerda que el tema gastronómico fue muy duro y que su dieta se basó básicamente en arroz y banana. “Ellos desayunan, almuerzan, meriendan y cenan arroz y si pueden le agregan algún tubérculo o algún pescado o pollo. Esto es en líneas generales, principalmente en los países del centro. Cuando veía un mango me ponía a llorar de la felicidad. En los países de habla francesa comía en puestos de la calle y había muchos que vendían una baguette, con huevo batido. Otros la misma baguette, con salsa, o con algún vegetal. Los países de habla francesa los disfrutaba por las baguettes. En los de habla inglesa me resultaba más fácil comunicarme, pero extrañaba las baguettes. No tengo problema en comer lo que sea, es cuestión de supervivencia”.
Nunca sintió miedo, a pesar que estuvo en zonas con muchos conflictos. “La gente me protegió mucho, nunca me robaron. Al ser mujer te protegen más, porque creen que necesitás más protección, nos prestan más atención, especialmente en países musulmanes”. Recuerda una vez que intentaron robarle en el camino y una señora, espantó a los ladrones y por señas le dijo que se vaya rápido.
Uno de los sitios que más la impactó fue el País Dogón, una región de Mali. A pesar de los problemas constantes de seguridad y los habituales secuestros no quiso perderse este lugar. Tomó la precaución de dejar la moto en Bamako, la capital, para evitar exponerse con una patente extranjera y un rodado considerado caro y fue en un interminable viaje en ómnibus hasta Bandiagara. Caminó más de 70 kilómetros a pie hasta que por fin descubrió las casas de barro y la mayor mezquita de barro de una sola pieza que es también el edificio sagrado construido en barro más grande del mundo.
COSTOS DE ÁFRICA. “Africa es un continente muy caro, porque tienen poca producción e importan casi todo. Además, consideran que los blancos somos todos ricos, por más que uno le explique que no y nos cobran más caro todo, hay mucha corrupción. Me sentí discriminada por ser blanca”, explica. Lo vivió en carne propia cuando a su moto, una Honda NX250, se le rompió el amortiguador y unos rayos y necesitó repararla. No había repuestos por ningún lado. Y cuando se la intentaron arreglar, no sabían muy bien, le cobraron caro y no pudieron resolverlo. “Me dijeron que tenía que ir hasta Costa de Marfil para conseguir repuestos, para lo que había que atravesar dos países”.
En ese viaje, con la moto maltrecha, conduciendo muy despacio, a no más de 50 km por hora y por caminos de tierra, tuvo un accidente en donde se quebró las dos manos. Su seguro médico la llevó a Sudáfrica, la operaron y regresó a Bueno Aires, después de casi 6 meses de travesía africana. *La Nación/GDA