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El 70% de la población mundial padece intolerancia a los lácteos. ¿Cómo prevenir los síntomas?
En su manojo de llaves Agustina tiene un recipiente pequeño —del tamaño de una falange— y azul que carga a todos lados. Adentro guarda una pastilla por si acaso. Por si la tienta un cortado en alguna cafetería, por si sus amigas la invitan a comer una pasta con salsa caruso, por si la torta que le cocinan con cariño tiene entre sus ingredientes leche. Si no tuviera esa pastilla, Agustina (26) podría consumir cualquiera de las preparaciones anteriores, pero poco rato después su rostro perdería el color cálido de las mejillas por un pálido indicador de que algo no anda bien. Pondría sus manos en la panza, como queriendo controlar lo inevitable. Se sentiría mal del estómago de una forma tan fuerte que pudiendo prevenir con esa pastillita, una cápsula de lactasa, lo hace siempre que se acuerda. A veces se olvida y sufre las consecuencias ante un mínimo consumo de lácteos.
La intolerancia a la lactosa ya no parece ser una novedad entre los uruguayos —en el país se consumen anualmente unos 230 litros de leche per cápita—, tampoco a nivel internacional donde, se estima, un 70% de la población tiene problemas con la absorción de la lactosa por una incapacidad de producir lactasa, variando según zona geográfica.
Mito o realidad: el consumo de leche contribuye al acné
Los lácteos acarrean consigo una gran cantidad de mitos. Algo muy recurrente es que se desaconseje su consumo en aquellas personas que tienen acné y quieren eliminarlo. ¿Mito o realidad?
Consultado por Revista Domingo, el dermatólogo Pablo Pera responde que, tras analizar a una cantidad de personas, estudios científicos recientes concluyeron que el consumo de lácteos tiene una vinculación con el acné. Pero, sostiene el especialista, “de todas maneras hay que aclarar que esto no significa que si alguien toma mucha leche, es seguro que va a desarrollar esta patología, sino que quienes tienen predisposición a tenerla no deberían exagerar en el consumo de leche o sus derivados, como el queso, por ejemplo. No se conoce exactamente cuál es el mecanismo, pero algunas hipótesis plantean que podría estar vinculado a precursores hormonales que están presentes en la leche”.
Los factores determinados detrás de la afección dermatológica que causa el acné son el exceso de grasitud, cambios hormonales y la bacteria Propionibacterium Acnes. Sin embargo, la incidencia de la alimentación ha tenido sus idas y venidas.
“Hoy en día se podría decir que hay ciertos alimentos cuyo consumo está vinculado con la aparición y severidad del acné. Los que han demostrado una relación con la aparición y severidad del acné son aquellos con altos contenidos de azúcar. No ocurre lo mismo con el consumo de grasas. Por más que parezca lógico pensar que si ingerimos más grasas, nuestra piel va a aumentar su grasitud, esto no es así. En este sentido, es interesante la información que han aportado investigaciones recientes que observaron que la leche descremada en realidad provoca más acné que la entera”. Muchas veces depende del paciente en particular.
Suena a trabalenguas, pero es sencillo: “Lalactosa es el principal azúcar de origen natural que hay en la lechey lo productos lácteos. La lactosa está formada por glucosa y galactosa. La glucosa se puede encontrar en varios alimentos, pero la lactosa es la única fuente de galactosa que es parte importante en la membrana de las células nerviosas y es un componente de los glóbulos rojos. También favorece el crecimiento de bifidobacterias en el intestino”, explica Carolina Olano, grado 5 de la Clínica de Gastroenterología de la Universidad de la República. Por otro lado, la lactasa es la enzima que se encuentra en el intestino y cumple la función absorber esa lactosa. Cuando hay deficiencia de lactasa y el organismo no absorbe bien el azúcar, este se acumula a nivel intestinal y causa malestar que varía dependiendo del nivel de deficiencia de la enzima.
“Es un síndrome clínico en el que tras 30 a 120 minutos de la ingesta de un alimento que contiene lactosa aparecen síntomas como dolor abdominal, diarrea, distensión abdominal, náuseas y gases intestinales”, añade Olano.
¿Un problema común?
A nivel nacional no hay un registro que contabilice la cantidad de uruguayos intolerantes a la lactosa. Hay sí percepción de los profesionales que observan a sus pacientes. Entonces, ¿ha aumentado este diagnóstico? ¿Cada vez más personas toleran menos la lactosa? La respuesta que brinda la doctora Olano es que “el mayor acceso a la información y la disponibilidad de las técnicas para la confirmación diagnóstica probablemente lo han aumentado”.
En su columna en radio Del Sol, la nutricionista Luciana Lasus dedicó un espacio para hablar de cómo la deficiencia de lactasa afecta la calidad de vida de las personas y mencionó que en sus consultas aparecen cada vez más pacientes con esta intolerancia. Entrevistada por Revista Domingo, Lasus coincide con Olano en que las mejoras técnicas para el diagnóstico tienen una fuerte incidencia en el aumento de cantidad de casos.
“Ha aumentado, primero, porque tenemos la posibilidad a través de la biología molecular de estudiar el gen MCM6 que nos permite ver la predisposición genética que tenemos a ser intolerantes a la lactosa. Segundo, ese estudio lo podemos hacer en forma independiente o como parte del test nutrigenético. En mi caso es lo que uso para hacer las estrategias de todos mis pacientes y el MCM6 es uno de los 33 genes que estudio antes de elaborar un plan alimenticio”, explica.
La realidad es que la intolerancia a la lactosa es más común y esperable de lo que puede parecer. Incluso sucede a veces de manera temporal, como consecuencia de otro problema gastrointestinal. También puede aparecer con el tiempo o venir desde el nacimiento (ver recuadro). Para las especialistas es importante resaltar que no se trata de una afección grave, que lo esencial es determinar su existencia para mejorar la calidad de vida de la persona e identificar en qué niveles de consumo de lactosa empieza el problema. No siempre es necesario eliminar todos los lácteos de la dieta.
“Hay personas que son capaces de tolerar lácteos como yogur y quesos duros o leche parcialmente deslactosada que tiene poco o nada de lactosa. Ya hay otros que no toleran nada o que incluso tienen que consumir cápsulas de lactasa que con los alimentos”, señala la nutricionista Elizabeth Barcia.
No hay edad para que surja
Si bien los distintos cuerpos con intolerancia a la lactosa pueden reaccionar ante diferentes niveles, es decir, tras el consumo de determinada cantidad de lácteos dependiendo de la cantidad de enzima lactasa que produzca su organismo (a algunos los afecta el contacto con la leche, a otros tras tomar una taza entera o dos, por ejemplo), la gastroenteróloga Carolina Olano explica que la intolerancia “existe o no, sin distinción de grados”. Lo que sí existe es una clasificación que permite conocer cuál es la causa de la deficiencia de lactasa. “Sin embargo, estos distintos tipos no se diferencian clínicamente ni debe distinguirse a la hora de plantear el tratamiento”.
La nutricionista Elizabeth Barcia lo explica así: “Hay distintos tipos. Puede haber casos de intolerancias temporales, como cuando alguien tiene una gastroenteritis y de eso se pasa a la diarrea y se mejora en días o semanas. Es una intolerancia a la lactosa secundaria porque resulta de otras condiciones que alteran la mucosa del intestino, donde había una actividad normal de la lactasa hasta que pasa algo y de repente no la hay”.
Los otros tipos son la primaria y la congénita. La primera mencionada se trata de una consecuencia normal del organismo, porque con los años se reduce la producción de lactasa en el intestino. Dice Barcia que “después del destete del lactante es esperable que con el paso del tiempo se reduzca, lo que no significa que efectivamente haya síntomas. La disminución de la lactasa está genéticamente determinada, pero también hay personas que siguen produciéndola de forma continua, digiriendo bien lactosa en distintas cantidades. Es una adaptación genética”. Con esto entendido, la lactasa puede fallar en cualquier momento de la vida de una persona: niñez, adolescencia, vida adulta. La congénita es una deficiencia de lactasa poco común que viene desde el nacimiento.
“Es más probable que se toleren los lácteos si se consumen pequeñas cantidades de leche por vez, 120 mililitros o menos. Y si se hace junto con las comidas la tolerancia es mejor que si se toma sola con el estómago vacío. Si se eligen quesos madurados, duros, parmesanos, esos naturalmente son bajos en lactosa y se toleran mejor que otros. Lácteos como el yogur o fermentados como el kéfir, que tienen bacterias que contribuyen a digerir la lactosa”, agrega.
En el caso de Agustina, tras un par de años notando problemas estomacales, acudió al médico y con un examen determinaron que ese era su problema. Sin embargo, uno de los problemas que acarrea la información descontrolada sobre este tema, es que muchos se autodiagnostican y eliminan el lácteo sin más.
El autodiagnóstico.
El problema del autodiagnóstico, explica la doctora Olano, no radica en dejar la lactosa, sino los productos lácteos donde se encuentra. “Los lácteos son fuente de calcio. El calcio no solo es necesario para tener huesos fuertes, sino también para el sistema nervioso, los músculos y los vasos sanguíneos. La leche y los productos lácteos como el yogur y el queso proporcionan buenas cantidades de calcio. De no poder utilizar esta fuente es importante elegir otras como las verduras de color verde oscuro, el brócoli y la col y/o recibir suplementos recomendados”.
En el blog de la Escuela de Medicina de Universidad de Harvard figuran varias publicaciones académicas que prescinden de la leche como uno de los alimentos básicos. En términos estrictos hay alimentos que pueden suplir los nutrientes (calcio, proteínas de alto valor biológico, vitamina D que es fundamental para el metabolismo del calcio, vitamina A, entre otros). A lo largo de internet también surgen artículos que hablan de los “peligros” de beber leche en la adultez, que el humano es el único mamífero que consume la que proviene de otras especies. Aunque desde un punto de vista ético para algunas personas sea necesario eliminarla, la nutricionista Barcia aclara que es un mito que haga mal. Y es una costumbre culinaria que se acarrea desde el Neolítico.
“Hay evidencia científica disponible de los beneficios del consumo de lácteos, aún en la adultez. No solo a nivel de la salud ósea, sino muchos estudios acerca del rol protector del consumo de lácteos en la prevención de enfermedades crónicas, en el riesgo de problemas cardiovasculares, reducción del riesgo de diabetes tipo dos, de hipertensión; también se vincula con la regulación del peso corporal”.
Los trastornos de la alimentación y las intolerancias
Un artículo publicado por la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla reporta sobre el vínculo posible entre las intolerancias alimentarias a la lactosa, al gluten y otras y los trastornos de la alimentación como anorexia y bulimia. “El padecer una alergia o intolerancia alimentaria resulta ser un agravante severo cuando se padece un Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA)”, escriben las autoras Irene Díez Macías y M. Milagros Beuzón Neva. La dificultad radica en que la sintomatología de las intolerancias y alergias alimenticias muchas veces se confunden con lo que presentan personas con TCA y el diagnóstico se demora. “En relación con los síntomas físicos y fisiológicos, principalmente, podemos encontrar un cuadro clínico muy parecido a los que se dan en aquellas personas que padecen algún tipo de intolerancia o incluso alergias alimentarias,
sobre todo las molestias gastrointestinales y reducción de peso. En el caso de las intolerancias y las alergias alimentarias, las personas que las padecen también tienden a desarrollar alteraciones psicológicas debido a la ansiedad y el malestar que conlleva la dificultad de convivir con una serie de pautas, límites y vigilancia constante en el aspecto alimentario”, añaden las investigadoras.
Tras un relevamiento para su estudio Trastornos de la conducta alimentaria en relación con intolerancias y alergias alimentarias, las autoras llegaron a la conclusión de que la investigación en este sentido debería profundizarse, incluso porque un diagnóstico erróneo de intolerancia a una persona con TCA podría aumentarle su ya presente obsesión con los alimentos y el efecto psicológico y físico que esto conlleva.
En caso de decidir no consumir más leche y derivados, ni siquiera los deslactosados, sostiene, “es muy fácil sustituir proteínas con otros tipos de alimentos, sean vegetales o animales. Pero con minerales como el calcio importa una correcta asesoría nutricional para que la persona sepa qué variedades de alimentos debe consumir y combinar (entre verduras, legumbres, frutos secos y semillas) para obtener un buen aporte que cubra todos los requerimientos. Es lo que se llama biodisponibilidad. Que un alimento tenga calcio no quiere decir que todo ese calcio se absorba”.
La nutricionista ejemplifica con las leches vegetales, porque muchas veces se piensa que como sustitutos en sabor, textura, efecto en recetas, también proporcionan los mismos valores nutricionales. Pero no. A veces se les añade calcio y vitaminas D y B12 (son elegidas por los veganos en este sentido), pero no se absorben en la misma cantidad. Dice: “Los lácteos, por la cantidad de calcio que poseen y la forma química de la matriz del alimento, es el tipo que se absorbe más”.
En el autodiagnóstico también se puede estar pasando por alto otra enfermedad o patología que produzca los mismos síntomas que la intolerancia a la lactosa, pero no se estará tomando medidas contra esto. Y al prescindir de la lactosa cuando no es necesario, por hábito el cuerpo deja de producir lactasa, por lo que para volver a generarse hay que atravesar los síntomas molestos.
La alergia a la leche
¿Es lo mismo hablar de intolerancia y alergia a la lactosa? Gustavo Giachetto, director de Clínica Pediátrica "C" Facultad de Medicina, Universidad de la República y jefe del Departamento de Pediatría del Hospital Pereira Rossell responde que la alergia a la lactosa no existe, sino que "que el sistema inmunitario reacciona de forma exagerada ante una o más proteínas presentes en la leche de vaca. Para evitar una reacción alérgica a los alimentos, es importante evitar la ingesta de la proteína. En la alergia a las proteínas de la leche de vaca pueden existir manifestaciones cutáneas (eccema, edema, etc), y/o respiratorias como crisis broncobstructivas". Es una reacción que aparece en los primeros meses de vida, con la primera proteína extraña que consume el lactante, más frecuente en países desarrollados. Sin embargo la intolerancia a la lactosa no aparece comunmente hasta los tres años o más, porque todos los bebés nacen con lactasa en el intestino, que luego se va reduciendo.
Los síntomas que se describen en bebés con alergia a la leche de vaca puede aparecer varios días después de que el niño consuma este alimento. Si aparecen inmediatamente, se trata de reacción de inicio rápido, si demora unos diez días es una reacción de inicio lento. Sucede tanto si el bebé consume directamente la leche de vaca o si su padre lo hace. Los síntomas más comunes son: heces blandas o sueltas, a veces con sangre, vómitos, náuseas, rechazo a la alimentación, erupciones cutáneas, entre otros.
Respecto a las precausiones que hay que tener, el médico detalla: "Si amamanta a su bebé es necesario ajustar la dieta de la mamá, evitando todos los derivados lacteos.
Si se alimenta al con leche de fórmula: es posible que el médico le recomiende cambiar a fórmulas extensamente hidrolizadas o bien a fórmulas de aminoácidos, cuyas proteínas se han descompuesto en pequeñas partículas, por lo que es menos probable que desencadenen reacciones alérgicas. Es posible que también encuentre fórmulas 'parcialmente hidrolizadas', pero estas fórmulas no son realmente hipoalergénicas y pueden conducir a reacciones alérgicas considerables".