Las pirámides solitarias y más secretos de Yucatán

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Naturaleza, arqueología y tradición en México. (Foto: Google)

Además de la famosa ciudad maya de Chichen Itzá, este estado mexicano tiene otras joyas arqueológicas y de interés pero con mucho menos visitantes. Un recorrido por tres imperdibles.

Chichen Itzá es la joya de la corona del estado mexicano de Yucatán. La ciudadela maya más famosa y nueva maravilla del mundo. Un lugar que, sin duda, hay que ver alguna vez en la vida.

Cada año recibe más de dos millones de visitantes, así que hay que ir preparado para moverse entre ríos de turistas. Muchos de los que van a Yucatán lo hacen atraídos por la mundialmente famosa ciudadela maya; están en Cancún y deciden tomar una excursión de dos horas de recorrido hasta las famosas y bellas pirámides.

Lo que no todos saben es que más allá —sin ir muy lejos— hay un fascinante destino turístico que combina varias de las mejores joyas de México: naturaleza, arqueología y tradición.

UxmaL.

Yucatán tiene sus secretos. Uno de ellos es Uxmal, una ciudadela maya que no tiene nada que envidiarle a Chichen Itzá. Bella y majestuosa, tiene la virtud de la tranquilidad que dan esos destinos aún no descubiertos por el turismo masivo.

Queda a 62 kilómetros de Mérida —una hora y media de recorrido—, en el Suroeste del estado, en la vía que conduce hacia la ciudad de Campeche. En la entrada se asoma una pirámide imponente, lisa, ovalada, altísima: la pirámide del adivino (o del hechicero, o del enano). Son 15 edificios distribuidos a lo largo de dos kilómetros y este es el más importante y sobresaliente.

Cuenta la leyenda que esta pirámide, de 35 metros de altura, fue construida en una sola noche por un enano, nacido de un huevo hallado por una bruja. El niño nació vidente y por eso fue llamado El Adivino.

Vale la pena acompañarse de un guía local que le contará estas historias y que le mostrará detalles, ocultos a simple vista, como el de la reina de Uxmal: una cabeza de serpiente con la boca abierta de la que sale un ser humano.

Es domingo y no más de cuarenta personas caminan por este complejo arqueológico y se toman fotos sin que nadie se les atraviese. Se sientan en los jardines a contemplar el panorama, a leer un libro, a dormir. El silencio lo reina todo.

A la pirámide del Advino no es posible subirse, pero hay muchas más en las que sí está permitido. Una de ellas es el la Gran Pirámide, de 35 metros de altura, desde donde se goza de la mejor vista: las pirámides en medio de la selva.

Hay que visitar el Palacio del Gobernador, una plataforma de tres terrazas, y el Cuadrángulo de las Monjas, bautizado así por los conquistadores españoles que compararon los nichos o aposentos que las conforman con un convento.

Mérida.

Caminando por las calles de Mérida uno se siente en Cartagena, en Madrid o en la misma París. Es una ciudad colonial, con una colorida arquitectura conservada con esmero, iglesias monumentales de piedra y terrazas con restaurantes, cafés y bares para para comer o refrescarse. La temperatura, todo el año, supera los 30°C.

Con 777.000 habitantes, la capital de Yucatán es una ciudad que conserva la esencia y los encantos de los pueblos mexicanos. Cuenta de ello da la plaza principal con sus sillas gemelas, las ventas de artesanías y de golosinas locales como las marquesitas: barquillos rellenos con queso de bola y crema y hasta Nutella.

En la plaza sobresale la catedral de San Idelfonso, construida en 1561 con piedras de las ruinas de las pirámides y templos mayas. Allí también está el Palacio de Montejo, que fue la casa del fundador Francisco de Montejo y el Palacio del Gobernador, con una impresionante colección de murales que recrea la historia de México. La entrada a ambos sitios es gratuita.

Mérida vive una gran fiesta cultural los 365 días del año. El centro histórico invita cada noche a una velada cultural. La comida yucateca es toda una delicia. En cada rincón de la ciudad se come muy bien, pero vale la pena visitar mercados locales como el del Parque Santa Ana, a menos de diez cuadras del centro. Desde allí se llega al Paseo de Montejo, una amplia avenida inspirada en los bulevares franceses y sembrada con laureles frondosos, con mansiones, palacetes, casonas blancas y amplias muy al estilo parisino. En sus más de cinco kilómetros se atraviesan museos, restaurantes y coquetos hoteles boutique.

El oro verde.

Estando en Mérida hay que visitar las haciendas que recuerdan la época gloriosa del cultivo del henequén, fibra utilizada por los mayas para sus cultivos y construcciones, y considerada a finales del siglo XIX y comienzos del XX como el "oro verde" de Yucatán. Allí, antes de que existiera el nailon, se producía henequén y se exportaba a todo el mundo.

Todo este pasado cobra vida en varias haciendas convertidas hoy en museos, restaurantes y hoteles boutique. Una de ellas es la hacienda Sotuta de Peón, en el municipio de Tecoh, a 45 minutos de Mérida, hoy promocionada como "hacienda viva de Yucatán". Viva porque, pese al transcurrir del tiempo, allí se conservan los cultivos de henequén y se extrae la fibra para la elaboración de artesanías.

Los visitantes conocen los extensos cultivos como se hacía en el pasado: en plataformas de madera sobre rieles, tiradas por caballos, y llegan hasta una típica casa maya. Allí, quien recibe a los turistas es Antonio, un abuelo maya de 87 años y 1,52 metros de estatura que narra leyendas sobre la bonanza que vivió Yucatán por cuenta del henequén. Él mismo es también una leyenda. 

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Naturaleza, arqueología y tradición en México. (Foto: Google)

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