EL PERSONAJE
La escritora, guionista y directora uruguaya acaba de sacar nuevo libro y película, con una historia atravesada por las vicisitudes de una maternidad complicada.
Laura Santullo atiende la llamada de Revista Domingo en su hogar en Ciudad de México, recién llegada de Montevideo. Presentó acá su nuevo libro y, también, la nueva película que su pareja Rodrigo Plá y ella hicieron sobre ese texto. Ambos trabajos llevan el mismo título: El otro Tom, aunque por supuesto hay matices que distinguen a la película del libro, editado recientemente por HUM.
Hace más de 20 años que ella regresó a México desde Uruguay, a diferencia de sus dos hermanos, Rodolfo y Fernando, que ahora viven acá. Y aunque viene de forma más o menos regular desde hace tiempo -incluso vino a vivir durante cinco años, en la época de la película La demora (2012)- “su” país es México, tal como lo es para Plá, su pareja y socio creativo.
Ella y sus hermanos tuvieron que irse porque sus padres se exiliaron en México durante los años dictatoriales. Cuando ese período se terminó, regresaron. Con 23 años (ahora tiene 52), viajó de nuevo al país donde había pasado parte de su infancia, aunque al principio no era para quedarse. Básicamente, dice ahora, fue un viaje para reencontrarse con amigos y volver a comer tacos. Pero México la atrapó y desde entonces Laura Santullo construyó una obra literaria y cinematográfica (siempre escribe los guiones) destacada y elogiada, con cinco libros y seis películas que llevan su nombre.
Lo primero que llamó la atención de ella y Plá en cuanto a cine fue La zona (2007), una historia de ribetes oscuros y trágicos sobre vecinos de un barrio privado que se ven “invadidos” por personas que son percibidas tan diferentes que pasan a estar en la categoría de “el otro”. Esa colaboración fue el puntapié para una sociedad con Plá que se mantiene hasta hoy que se está estrenando El otro Tom en cines locales.
La historia narrada tiene la particularidad, como ha contado Santullo en otras entrevistas, que fue haciéndose casi en simultáneo respecto del libro. Por lo general, es primero el libro y luego la película, pero ella y Plá procedieron de otra manera en esta oportunidad, algo que uno imagina difícil de poder hacer si no se cuenta con años de experiencia en esto de trabajar juntos.
—¿Cómo ha evolucionado la manera en la que trabajan con Rodrigo?
—Yo fui aprendiendo de cine a medida que íbamos haciendo las películas. Era una espectadora, cinéfila y todo (era socia de Cinemateca), había estudiado teatro y cuando nos conocimos, yo ya había publicado mi primer libro de cuentos, Del otro lado. Pero la posibilidad de contar historias a través de lo fílmico surgió cuando me propuso trabajar con él: “¿Por qué no escribimos juntos?” A partir de ahí, hice de escribir para el cine mi modo de vida, algo que me hace muy feliz. Él sí hizo una carrera en el cine y se formó en una escuela de cine muy importante acá en México.
—¿O sea que ahora las competencias de uno y otro son las mismas o similares?
—En el caso de El otro Tom, trabajamos de manera muy cercana en todo: la escritura del guión, la elección de los actores, la elección de locaciones y el trabajo durante el rodaje mismo.
El otro Tom fue rodada en la zona fronteriza entre México y Estados Unidos, y aunque casi todo el ambiente está impregnado por la cultura mexicana, la película es en inglés (una decisión tomada sobre la marcha porque el protagonista Israel Rodríguez no habla castellano). Tom es el hijo de Elena (Julia Chávez), y lo que al principio aparenta ser un comportamiento díscolo y problemático, pronto es diagnosticado comoTDAH (Trastorno por déficit de atención e hiperactividad). Con ese diagnóstico llega la medicación psiquiátrica y con eso llega también la intromisión del Servicio Social en la vida de Elena y Tom.
Para complicar aún más las cosas, Elena tiene que lidiar con que el padre de Tom no aporta regularmente a la manutención de su hijo y que el trabajo que tiene no da precisamente para tirar manteca al techo. En otras palabras, lo de Elena es una odisea llena de obstáculos, pero en ese camino también hay momentos de luz, como cuando un maestro de dibujo le muestra lo hecho por Tom en la escuela.
“Un poco es así, una odisea”, dice Santullo sobre el periplo de Elena en la historia. “Ella se enfrenta a todo el sistema, porque ese diagnóstico y esa medicación vienen a imponerle nuevos retos a esa familia. Pero además de enfrentarse al sistema, ella también se enfrenta a sí misma, buscando su identidad como madre y una forma de ser madre de ese hijo, de ser el adulto a cargo. Para ella, la maternidad no ha sido sencilla”.
La propia Santullo ha dicho que una parte de la inspiración para El otro Tom viene de haberse convertido en madre y de ver a amigos y conocidos encarar esa etapa de la vida. En realidad, cuenta, el origen de El otro Tom tiene como una década de historia, pero recién ahora se pudo concretar. Es lo que tiene el cine: puede llevar años y años concretar o transformar una idea en una película.
Además de lo personal, El otro Tom también plantea preguntas sobre los límites (reales o deseables) a la acción del Estado sobre la vida de los individuos, porque en un momento de la película una funcionaria le advierte que si no cumple con ciertas condiciones en el tratamiento de su hijo, el Estado le podría quitar la tenencia de Tom. Esto de estar a merced de fuerzas más poderosas e influyentes que uno es un tema que ella ya había explorado en Un monstruo de mil cabezas, su novela anterior, en la que una mujer tiene que enfrentar a una aseguradora de salud privada. “No tengo una certeza sobre el límite que debería tener el Estado. La película enarbola una pregunta, pero creo en la importancia de un Estado que procure el bienestar y que dirima entre los individuos. Lo que tiene que haber es participación ciudadana para ponerle coto al exceso de poder, tanto si es el poder del Estado o el poder de una entidad privada”.
Reflexiones sociales aparte, Santullo es una creadora con un pie en la literatura y otro en la cinematografía, dos mundos con puntos en común pero también condiciones muy distintas. Mientras que en el cine hay que trabajar en equipo y encolumnarse tras un proyecto colectivo, la escritura es un asunto solitario.
—¿Cómo te definirías como escritora? ¿Sos de esas que se sienta a escribir y no sale del “modo escritora” hasta que la historia está más o menos terminada?
—No, no. Como escritora no soy muy ordenada que digamos. Soy un divague (se ríe). A veces escribo durante varios días seguidos, pero también tengo períodos en los que no. Pero incluso en esos lapsos siempre estoy pensando en la historia. Nunca pierdo de vista eso, aunque eso no signifique que esté escribiendo. Me encantaría ser más ordenada, pero no creo que lo consiga ya.
—¿Y cómo es tu proceso creativo cuando encarás una película?
—Ahí siempre sé que es algo que estamos construyendo juntos, primero con Rodrigo y luego con otros que van sumándose al equipo, como la persona a cargo de la edición o la fotografía. Ahí hay una idea muy clara: el guion está al servicio de algo que es comunitario. Por lo tanto, tengo una flexibilidad que no necesariamente tengo cuando estoy escribiendo. Eso es algo que me pertenece... (hace una pausa) “Pertenece” suena muy capitalista, ¿no? (se ríe), como si hablara de propiedad privada. Lo que quiero decir es que es el proceso el que me pertenece, con lo bueno y lo malo. En el cine, tengo clarísimo que es algo compartido incluso escribiendo el guión de una película
De un polo a otro, Laura Santullo va construyendo historias y obras que, según ella misma, le permiten tener experiencias de vida muy distintas.
Sus cosas
Rodolfo Santullo tiene una destacada trayectoria como autor de cómics, por eso su hermana dice que le cuesta elegir entre los títulos que él ha publicado, pero obligada a elegir se decanta por Valizas, por el “espíritu” que tiene. “Hay algo muy poético ahí”, define.
“Este es el disco que más me gusta de Fernando, el primero que hizo como solista”, dice Laura sobre el álbum publicado en 2009, pero también tiene una “queja”: “Con Rodolfo siempre bromeamos que vamos a demandar a Fernando porque al titularlo Santullo se apropió del apellido familiar”.
Como dice en la nota central, volvió a México para reecontrarse con amigos de la infancia y volver a comer tacos. Y entre las muchísimas variantes de tacos que existen en el gran país norteamericano, su preferido es el “de cochinita”, que es uno de los menos picantes, dice la escritora sobre este clásico de la cocina mexicana.