Le gusto mucho, poquito, ¿nada?

La conducta que coloquialmente se llama "histeriqueo" consiste básicamente en seducir pero no concretar. Aunque se la ha asociado a las mujeres, cada vez son más los hombres que adoptan este vínculo sexual, que puede esconder falta de autoestima, inseguridad o carencias afectivas.

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Histeria deriva de "hysterus", que significa útero en griego. Esto explica por qué la conducta fue considerada un patrimonio femenino. Lucha de poder, detrás de ello.

LEONEL GARCÍA

Hacía semanas que la temperatura en la oficina se estaba elevando para Mario. De tibio a tórrido, gracias a la creciente simpatía de Alicia. De sonrisas a miradas, y de frases ("qué rico perfume tenés hoy", "qué lindo que quedás con el pelo así") a roces cada vez más parecidos a caricias. El que no lo notaba era ciego. Un momentáneo pasaje a otra sucursal de la empresa, cambió el chichoneo personal por el telefónico, varias veces al día, todos los días. Y ese fue el desencadenante. "Te cuelgo, Mario, si no van a pensar que somos amantes… lo que no sería una mala idea".

Como en la canción Colombina, Mario tiró el disfraz en el respaldo del asiento, borró los restos de pintura con su mano, y se fue a buscar a su princesa. Ya no había lugar a más demora. "¿Querés tomar un café? ¿Caminar? ¿Ir a un lugar más tranquilo?" La respuesta que recibió fue aquella que no por frecuente deja de ser la más lapidaria para un varón: "Te confundiste, flaco". Alicia no sería aquella musa de Jaime Roos, pero igualmente lo dejó como si nada. "¿En qué me confundí? ¿En las caricias? ¿En el rico perfume? ¿En la buena idea?"

Para desgracia de Mario, Alicia resultó ser una de esas mujeres comúnmente llamadas "histéricas". En realidad éste es un término inexacto pero el más potable de una larga lista de sinónimos impublicables. Ladrar pero no morder, mirar pero no tocar, seducir pero no concretar. En definitiva, preparar el terreno para culminar con un deseo insatisfecho, al decir del psicoanalista Jacques Lacan.

La palabra viene de hysterus, "útero" en griego. Pese a los siglos transcurridos desde Hipócrates hasta hoy, este tipo de actitudes aún se considera patrimonio del sexo femenino. Pero antes que alguna lectora furiosa decida tirar estas páginas al tacho, que sepa que cada vez más hombres están teniendo esa misma conducta. Con seguridad, más de una ya lo sabe.

Poder. Más allá de su etimología, esta definición de "histeriquear" se gestó y popularizó en Argentina, dice la psicóloga y sexóloga Carolina Villalba. Obviamente, la acepción cruzó el Río de la Plata. Ya lejos del concepto antiguo de histeria como producto de los cambios hormonales de la mujer -muy populares durante la medicina victoriana, en el que se culpaba al útero de buena parte de los malestares femeninos, e incluso durante las primeras etapas del desarrollo del psicoanálisis- esta experta lo describe como "coquetear pero como un juego, no como una manera de acercarse o pasar a la acción". Sería, agrega, "una especie de provocación, casi virtual, como si el seducido fuera usado para alimentar la autoestima al recibir admiración, atención, deseo del otro pero no acción; o por lo menos, esto no es lo que se busca frecuentemente".

Santiago Cedrés, sexólogo clínico y director del centro especializado Plenus, se apresura a señalar que el "histeriqueo" no es un trastorno -a menos que se llegue a casos extremos, como la neurosis histérica en la mujer o el llamado "donjuanismo" en el hombre- sino una modalidad de vínculo sexual. Entre ellas, las manifestaciones más comunes pasan por jugar mucho con su cuerpo, el pelo, las manos, las miradas, el tono de voz elevado o el cruce de piernas. En los hombres, si bien alguna de las anteriores características pueden repetirse, una buena "labia" es una condición fundamental, sumada a una galantería que pareciera estudiada. "Es querer ser siempre el centro de atención". Claro, cuando alguien se "confunde", el siguiente paso es escabullirse. La seducción como un fin y no como un medio es la característica clave de esta conducta. Y es aquí cuando el incauto -o la incauta- se da cuenta, tarde, que se topó con uno de estos especímenes.

Villalba dice que detrás de una conducta de este tipo se pueden ver juegos, testeos y lucha de géneros. En definitiva, resume, es una pugna por el poder. Cedrés prefiere hablar de personalidades inseguras, con poca autoestima, tal vez con carencias afectivas y que necesitan reafirmar que tienen algún tipo de -nuevamente- poder sobre los demás.

Invasión. Fernando muestra orgulloso a sus amigos todos los números de celular de mujeres que consiguió durante la semana. Trabajar en un rubro que lo contacta con mucha gente, una "parla" a prueba de cañonazos, una buena pinta y un galanteo que le sale muy natural le facilitan la cosecha. Las charlas de bar no se caracterizan por las preguntas con eufemismos: "¿Y con cuántas te encamaste?" "No, con ninguna. No me interesa". Silencio y telón rápido. Por suerte, tiene amigos muy discretos.

Fernando no llama a ninguna; es más, no sale con nadie. Sí lo han llamado a él algunas de sus "víctimas" recriminándole su actitud en los peores términos, de los cuales "histérico" fue el menos insultante. Su logro pasa por sentir que podría haber salido con esas mujeres de haberlo deseado. Otra vez, la seducción como objetivo y no como paso intermedio.

Desde hace tiempo el histeriqueo en los hombres ha llegado para quedarse. La psicóloga Villalba señala que "hoy las mujeres están apoderándose de muchas áreas y luchando por la equidad en espacios perdidos por la influencia de la cultura machista". Esto puede ser una explicación de por qué esta conducta cada vez es más frecuente en los hombres.

La revista digital argentina Alrededores señala, en un artículo sobre este tema de enero de 2007, que en los principios del psicoanálisis calificar a un hombre de histérico equivalía a eliminar su condición de macho, obligado a ir a los bifes sin más vueltas. "En la cultura machista se dibujó lo que se entendía como femenino y masculino, y quien no actuara así quedaba en un lugar en el que podía cuestionarse su género", enfatiza Villalba. La resaca de esa cultura aún perdura en muchos ambientes. Más por una cuestión de sabiduría callejera que otra cosa, se cree que se da en muchas menos ocasiones que en las mujeres. Pareciera que, a nivel popular, la delgada franja que separa a un histérico de algo así como un reverendo nabo es por demás fina.

Así como las mujeres comenzaron a ocupar espacios tradicionalmente masculinos, los hombres comenzaron a invadir la psicología femenina, explica Cedrés. Se difundieron los metrosexuales; el histeriqueo también. "Concretamente, el histérico busca saber que todas están detrás de él. Quizás la forma de expresarlo sea distinta, tal vez jugar con la marca de su auto, con la marca de ropa que usa, con determinada posición social". El objetivo, en definitiva, es el mismo.

Pérdidas. "Si me dices que sí dejaré de soñar y me volveré un idiota / Mejor dime que no y dame ese sí como un cuenta gotas", canta Ricardo Arjona en Dime que no. O el cantante guatemalteco -un pretendido conocedor del alma femenina- se tiene mucha fe, o no tiene la menor idea de en lo que se está metiendo.

¿Se gana algo con una actitud de este tipo? Más allá de la sensación de ser protagonista, de sentirse deseado o deseada, o de ser el centro de atención, el director de Plenus sostiene que es mucho más lo que se pierde. Según este especialista, este comportamiento esconde dificultades de profundizar un vínculo. "Y si por esa casualidad de los planetas (sic) la convencés de ir a la cama, probablemente sea un desastre. Tal vez sea anorgásmica, o no lubrique. Y en un hombre histérico, la gran inseguridad que tiene puede ocultar una disfunción eréctil".

La filosofía popular es clara sobre qué hacer con estos seres: huirles como a la peste y punto. En cambio, si alguien aún pretende involucrarse en una relación de pareja con alguna persona que presente esta conducta, deberá sugerirle que siga una terapia que le ayude a poder establecer un vínculo real; eso, y armarse de mucha paciencia.

Internet se considera un campo fértil

Aunque una reciente investigación de la Universidad de Stanford, en Estados Unidos, reveló que los adultos que tienen Internet en sus casas tienen más posibilidades de entablar una relación que los que no (en una relación de casi cuatro a tres), también es cierto que la "red de redes" fomenta mucho estas conductas del tipo seducir pero no concretar.

"Los juegos sexuales por Internet son una expresión del histeriqueo", señala la psicóloga y sexóloga Carolina Villalba. "A través del chat u otras herramientas, varones y mujeres, en todas las combinaciones posibles, se seducen, se estimulan, buscan generar la atracción en el otro y el deseo, y muchos llegan a altos grados eróticos con comunicaciones muy explícitas. Y la mayoría de ellos no tienen interés de llegar a un contacto real con quien se relaciona".

La experta agrega: "En muchos casos, el anonimato o el no riesgo de exponerse parece elevar el disfrute del juego". Una realidad muy útil para aquellos que histeriquean, quienes presentan dificultades para establecer un auténtico vínculo amoroso.

Patologías: la neurosis y el donjuanismo

El médico internista y sexólogo clínico Santiago Cedrés sostiene que el "histeriqueo" no configura una patología -por lo tanto, es una conducta sumamente difícil de mensurar- pero sí puede ser un estadio inferior a otros cuadros que sí ameritan tratarse.

La "neurosis histérica" ha estado históricamente asociada a las mujeres, motivo por el cual recién en los últimos tiempos se hable de histeriqueo en los hombres. Esta se expresa mediante trastornos conversivos: "Se nubla la vista, tiene mareos, se paralizan las manos, no puede caminar, llega a sufrir convulsiones sin que haya problemas cerebrales. Este es el caso de una histérica patológica". Además, Cedrés indica que en su consulta del Centro Médico y de Investigación Sexológica Plenus, entre un 30% y un 40% de las mujeres padecen rasgos histéricos acentuados, como el vaginismo.

Entre los hombres, el histeriqueo parece un bebé de pecho al lado del llamado "donjuanismo". A diferencia del anterior, en estos casos a la seducción de la mujer (de preferencia, virgen) le sigue la concreción del acto sexual, y luego, olvidarse de su "presa". Por más que un hombre de estas características puede ser el ídolo de la barra, encierra una conducta compulsiva que requiere tratamiento. Según Cedrés, en su clínica 1 de cada 15 pacientes tienen actitudes de este tipo. La proporción de histéricos, indica, es bastante mayor.

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