El vínculo con Latinoamérica corre por la sangre. Sus bisabuelos fueron inmigrantes italianos que cruzaron el Atlántico buscando trabajo en un período de entreguerras y escasez en Europa. De ahí que en la adultez, y tras escuchar muchas anécdotas sobre esta que fue “la tierra prometida” para su familia, Leo Ferraro sintió curiosidad de saber por qué, por ejemplo, su abuela materna se llamaba Colombia y una hermana de su padre, Argentina.
“Nunca me había preguntado por qué se llamaban así, hasta que me di cuenta de que había una historia detrás que no conocía”, cuenta en charla con Domingo, el DJ radicado desde hace 12 años en Montevideo y reconocida figura de la noche uruguaya.
“Empecé a investigar y encontré estudios de profesores de historia de la zona donde vivía sobre los migrantes que tuvieron éxito y ahí aparecía, entre varios, el nombre de mi bisabuelo. Entendí un poco la historia hasta que, en un momento, quise ir a ver qué había pasado, por lo menos sentir la energía de sus vivencias”, suma con un cantado acento, quien ya sentía una conexión fuerte con la región y decidió viajar a estas tierras.
Natural de Morano Calabro, un pequeño pueblo de la región de Calabria, en el sur de Italia, Leo tuvo desde chico una marcada vena artística. Primero para el audiovisual —es licenciado en cine— y luego para la música, aunque ambas cosas nunca dejaron de convivir en su camino.
Arribó a Uruguay por primera vez en 2010. Vino a través de un proyecto social junto a una ONG, con la misión de brindar talleres de música y audiovisual a niños y adolescentes de la periferia de Montevideo. Estuvo un año y este periodo fue suficiente para establecer lazos y enamorarse de varios aspectos de la cultura local. “Fue una experiencia muy fuerte y que me marcó, porque conocí a América Latina desde una perspectiva muy real”, recuerda.
Después se fue por un tiempo, vivió en Brasil y, cuando tuvo que definir sus próximos pasos, decidió regresar a Uruguay en 2013. Con la mudanza, vino también la certeza de que ya era hora de darle el protagonismo a su trabajo con la música.
“La gente se sorprende de que haya elegido vivir en un país que no es tan grande o conocido como sus vecinos, pero cuando llegué acá sentí que había un espacio para mí, había una cierta apertura a la música, al arte, a lo social. Sentí que mis ideas musicales podían cuadrar de alguna forma y creé mi espacio”, cuenta quien desde la adolescencia tuvo interés por la música africana, hizo de la percusión su eje de investigación musical y al llegar acá se sintió inmediatamente conectado al candombe.
“Es increíble la importancia que tiene el tambor en la vida de los uruguayos y también el ritual de hacerlo en la calle, de calentar las lonjas con el fuego; hay una visión tribal dentro de la ciudad, y eso me fascina. Por todo eso, sentí que mis gustos y mis pasiones estaban todos en el mismo lugar. Me sentía en casa”, describe.
Así nació DJ Zingabeat, una fusión de un apodo de entrecasa —Zíngaro—, y beat, que remite a batida, ritmo. Lo caracteriza la mezcla de ritmos como funk, candombe, jazz y disco, con la música electrónica. Sobre estas fusiones y beber del candombe, advierte: “Aunque de alguna forma transita por mi cultura, siempre supe que no lo es. Por eso siempre lo hago con mucho respeto, porque sé que es algo ancestral”.
Para Leo es importante vivir liviano de cargas y por eso también quiso desarrollar un proyecto que pudiera llevar en la mochila a todos lados. De ahí viene el concepto de “nómada del groove” que él abrazó y lo caracteriza también desde la perspectiva musical: en sus sets hace un viaje por la música de varias partes del mundo.
Al principio, confiesa, costó creer que ese camino sería redituable, pero la pasión ganó al miedo. “Hay un mandato y todos te dicen que es difícil, pero entendí que si iba a dedicarme a eso, tenía que ser por entero. Me convencí de que era mi misión. Sentía y siento que es mi propósito transmitir alegría y celebrar la vida a través de la música”, dice.
Vivir entre hemisferios
Desde hace unos años vive casi que en un eterno verano. En julio vuelve a Italia, trabaja la temporada de verano allá y regresa a tiempo para vivir las estaciones más luminosas del año por acá.
“Me pasó que el año que me quedé en Uruguay terminé viviendo dos inviernos porque me quedé todo el invierno uruguayo y todo el italiano. En un momento dije ‘pará, ¿por qué estoy haciendo esto si hay dos hemisferios opuestos y puedo vivir dos veranos?’”, recuerda entre risas. “Entonces empecé a jugar con ese deseo, y con ese sueño que ahora estoy cumpliendo. Después de la pandemia estuve más tiempo en Italia y venía solo a hacer la temporada por tres meses, pero ahora estoy retomando mi base acá”, añade.
Así como en Uruguay, donde vive el verano con la agenda llena entre Rocha, Maldonado y Montevideo, en Europa ha tejido redes que, año a año, le hacen cosechar buenos frutos, como estar en festivales importantes y compartir escenario con referentes de la música electrónica como los estadounidenses Nickodemus y Louie Vega, el sudafricano Black Coffee, entre otros.
La misa de miércoles
Hace una década Zingabeat dio vida al ciclo Funktastic que convoca El Farolito. Allí, todos los miércoles transporta un asiduo público al universo del funk. “Es mi casa, el lugar de mis comienzos y que se mantiene todavía después de tantos años. Creo que es uno de los ciclos más longevos de Uruguay y que tendría que salir en las guías turísticas ya”, dice con buen humor.
“Ya es como una misa. Se genera una magia que siento en pocos lugares. Los que van, saben a lo que van, es como un pequeño ritual. Tengo un cariño especial y lo cuido, porque es un espacio donde me siento más libre de poder proponer músicas, salir un poco de las tendencias y volver más atrás en el tiempo, tratar de que se cuide el funk”, suma.
Allí, en la “cueva”, como define Leo, reina la diversidad de pasos y de estilos. Hay miradas, ojos cerrados, y una infinidad de expresiones que son como un termómetro para Zingabeat, quien vibra, aplaude y hace guiños detrás de sus bandejas. “Me doy cuenta de cuando se soltó el público. Me voy guiando por lo que veo y realmente me siento manejando un barco, como que en un momento hay calma y en otros hay mucha euforia y sé que, cuando es demasiado fuerte, hay que bajar un poquito. Es muy divertido”, comparte.
Al final de las fiestas hay un momento que nunca falla: los aplausos de la gente que durante varias horas dejó energía y sudor en la pista. “Ese es el momento mágico, y yo también aplaudo que hayan bailado con mi música, es un aplauso colectivo. Hay un chico, con quien ya nos hicimos amigos porque siempre va a las fiestas donde toco, que un día me dijo que estar allí era como una sesión de terapia, que se sentía tan bien que aquella energía le duraba toda la semana. Y eso es lo mejor que alguien me puede decir”, anota.
Mi misión es celebrar la vida a través de la música
En un medio que puede ser colaborativo, en donde todo se vincula o se aleja según el estilo musical, Zingabeat ha generado lazos con otros DJs de la escena local. Uno de ellos fue Gonzalo Magallán, quien falleció a principios de este mes. “Fue un gran referente, hemos compartido muchísimas fiestas en estos años. Cuando supe de su partida quedé muy triste, estaba en Rocha y tenía dos eventos esa noche y quise homenajearlo. No soy de hablar al micrófono, no lo hago nunca, pero en esta ocasión sentí que tenía que decir algo porque era una persona totalmente entregada a la música, amante del funk y un pilar en Uruguay. Duele mucho que no esté más con nosotros, pero seguramente está bailando en cada fiesta con nosotros”.
Un presente movido
En estos días divide su tiempo entre eventos privados y conocidos bares y clubes en el Este. Percibe que en los últimos años el escenario local de las fiestas viene en ascenso y eso, en cierta medida, hace que, cada vez más, haya una mejor producción de los eventos.
“En los últimos tres veranos veo un crecimiento exponencial. Hay más artistas internacionales, fiestas masivas, más movimiento de turistas extranjeros y siento que hay más interés en la música electrónica y alternativa en general. Me parece que es un buen momento”, dice quien en noviembre abrió uno de estos eventos masivos en la escena, cuando el DJ brasilero Mochakk —joven fenómeno del tech-house— se presentó en Uruguay.
A propósito de eso, 2024 fue un año especial ya que no solo compartió con artistas de peso, sino que también lanzó música y recibió el reconocimiento al ser nuevamente nominado a los Premios Grafitti en la categoría Mejor Single de Música Electrónica, esta vez por “Kandombe Experiment”.
Por todo esto, el deseo de Zingabeat, el nómada del groove, para este 2025 es crear más en su estudio y seguir contando historias sonoras, haciendo esto que lo mueve y que hace mover a otros: la alquimia de la música.
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