Un Artigas con lentes 3D, una banda de músicos con los rostros del prócer, un Bruno Mauricio de Zabala tomado del envoltorio de los caramelos que llevaban su nombre. Las tapas de los libros del historiador Leonardo Borges son diferentes y transgresoras, al igual que muchas de sus opiniones sobre los hechos del pasado. El escritor y docente acaba de lanzar su último libro, Nazis en Uruguay (1922-1942), publicado por Ediciones B.
Muchas veces son los docentes los que nos terminan marcando la vida. Leonardo Borges (Montevideo, 1981) tuvo dos profesores de historia, en quinto y sexto año de Secundaria, que le inocularon el amor por esa disciplina. “Cuando terminé el liceo estaba convencido de que quería ser docente de historia. Así fue que me metí a estudiar de muy chico. Comencé la carrera con 17 años. Egresé muy joven y ya arranqué a escribir”, comenta Borges a Domingo.
Siendo aún estudiante, en el año 2000, hubo un concurso de ensayos históricos por los 150 años de la muerte de Artigas. El llamado abarcaba desde preescolares hasta Formación Docente. Se presentó en esta última categoría y ganó. Pero en ese momento hubo un cambio de gobierno -y por tanto de titulares en el Codicen- y no llegó a recibir el premio. “Las autoridades nuevas nos dieron una bandera de Artigas, un par de libros y publicaron mi trabajo en una revista de esa época llamada Educar. También nos dieron la posibilidad de entrevistarnos con historiadores, que para mí fue lo más importante, porque cuando yo era estudiante ellos eran como inalcanzables”, recuerda.
Esta situación le permitió conocer a Carlos Maggi, con quien terminó trabajando muchos años. “Ahí me reuní con un montón de gente. Con Guillermo Vázquez Franco (quien en junio cumplirá 100 años), con (la hoy viceministra de Cultura) Ana Ribeiro y con Julio Rodríguez. En su momento le dije a Ribeiro que quería trabajar de esto y ella me pasó el número de Maggi, porque precisaba a alguien que lo ayudara. Así fue que lo conocí. Hicimos dos libros juntos y con él aprendí gran parte de lo que sé. Yo iba mucho a su casa, vivíamos cerca. Maggi era uno de los intelectuales que jamás te iba a tirar por delante ni su edad ni su trayectoria. Siempre te hablaba de igual a igual. Esa humildad de los grandes para mí es fundamental”, comenta.
Su ingreso a los medios
Se dio cuando era todavía un estudiante en una emisora de radio de Atlántida, donde tuvo durante un tiempo una columna de historia. Después, en 2006, ingresó a La mañana en Camino, un programa de radio conducido por Alejandro Camino. Allí hizo ocho temporadas.
En televisión debutó en VTV, en un programa, también de Camino, llamado Día Positivo. Posteriormente alcanzó mayor visibilidad en Buen día Uruguay (Canal 4). “A veces iba de invitado a presentar un libro y me pedían que me quedara a hacer una columna, me pasó varias veces”, anota.
También fue panelista de Esta boca es mía. Y más recientemente se lo ha visto en Polémica en el Bar. “Aquello de Esta boca es mía fue allá por 2015 o 2016. Fue interesantísimo, ahí aprendí lo que es la televisión en vivo y un programa diario en el cual vos tenés que estar de alguna manera informado de todo lo que viene sucediendo. En Polémica estamos ahora una vez por semana; antes eran dos, pero ahí vos te pegás unas lecturas antes del programa y te podés informar”, dice el historiador.
Borges confiesa que le gusta la televisión. Y no siente que él haya sido quien abrió la puerta para que la historia (que necesita un espacio sin urgencias para ser explicada y analizada) permeara en la audiencia de un medio donde “el tiempo es tirano”.
“Ya desde antes venían haciéndolo un montón de columnistas e historiadores. Pienso en Diego Delgrossi o en Gabriel Quirici. Yo creo que el historiador tiene mucho que decir sobre política, educación y un montón de cosas. Suele suceder (a veces bromeo sobre esto con amigos como Fito Garcé o Daniel Buquet) que los politólogos ocuparon el lugar de los historiadores como opinólogos. Los historiadores tienen una perspectiva temporal que a veces los politólogos no tienen”, declara el autor de Nazis en Uruguay (1922-1942).
Y agrega: “Si yo fuera dueño de un programa, hoy llevaría a un historiador a hablar del conflicto entre Irán e Israel; no solo llevaría a un licenciado en relaciones internacionales”. Luego piensa un instante y reflexiona entre risas: “Gerardo Caetano lo suma todo, porque es politólogo e historiador”.
Sin pretender caer en falsa modestia, Borges entiende que está aportando un granito de arena para que exista una mirada diferente sobre la historia. “A mí me gusta el rock and roll y estoy en eso (toca el bajo en una banda llamada El asilo de la bestia). Y el rock and roll aparece para patear el tablero, a romper de alguna manera con lo que era el statu quo de los años 60. Está muy claro que ya no lo hace, pero lo hizo en su momento. La idea es hacer historia con un martillo (Friedrich Nietzsche hablaba de ‘filosofar a martillazos’), tratar de romper los mitos, el relato, la historia oficial, de preguntarte cosas. A veces te das cuenta de que no sirve romper con algunas cosas que tienen que ver con la identidad, porque vivimos en un Estado nacional y necesitamos determinados hitos, pero está bueno el ejercicio. Es sano para una sociedad preguntarse cosas”, señala.
Mitos de la historia nacional
Artigas jamás luchó por la independencia del Uruguay porque no creía en ese proyecto y ni siquiera existía Uruguay como país. Vivió sus últimos 30 años exiliado en Paraguay, de donde nunca quiso regresar. Y seguramente no habría aprobado que sus restos fueran exhumados de tierras guaraníes y traídos para reposar in aeternum en una plaza montevideana llamada Independencia.
“En historia existe un relato que de alguna forma explica quiénes somos y que busca hacernos sentir superiores al resto. Hay mojones muy importantes de mitificación, uno de los cuales sin lugar a dudas es Artigas. El artiguismo se ha convertido en una falacia muy grande en la construcción de nacionalidad. Se coloca como padre de una nacionalidad a alguien que no fue parte de esa nacionalidad. Artigas vivió en una época en la que no había naciones, por lo que claramente ahí tenés un error conceptual brutal”, destaca Borges.
—¿Por qué Artigas “calza” bien tanto para los partidos de izquierda como para los de derecha y para los militares del proceso?
—Para todo el mundo, porque nosotros construimos al héroe como pretendemos que sea. Por eso cuando Cabildo Abierto (que tiene la bandera de Artigas) dice “somos artiguistas”, o la Vertiente (que tiene la bandera de Otorgués) dice lo mismo, yo lo que veo es una debilidad ideológica fuerte. Ser artiguista representa un conjunto de ideas que hoy día no representan nada en particular. Artigas es un héroe multiuso. Ser artiguista hoy es como colgarse una cucarda que es la nada misma.
Según el escritor, otro punto de mitificación muy importante de la historia nacional es el batllismo: “El batllismo como proceso histórico ha sido colocado en un sitial muy muy alto. Carlos Maggi llegó a decir que todos los uruguayos somos batllistas. Después Barrán lo repitió. Y es muy fuerte decir eso. Nos hemos enamorado del batllismo como un conjunto de ideas o acciones que supuestamente nos explican la uruguayez. En lo que tiene que ver con lo político, Uruguay se jacta de ser democrático, pero durante 98 años gobernó el mismo partido. Si nosotros extrapolamos eso a otro país, no es muy democrático. Nadie puede negar por ejemplo que durante ese período se crearon un montón de leyes laborales, pero también hubo conflictividad laboral y obreros muertos en enfrentamientos con la Policía. No era todo color de rosa como pensamos”.
Borges señala que a lo largo de la historia nacional hay, además, muchos “pequeños” mitos. Como el de los 33 Orientales, que no eran 33 (un número que representa el grado máximo de la masonería) o el de Hernandarias como la figura que introdujo el ganado al territorio. “Desde los años 70 se sabe que no es así. Los estudios de Fernando Assunção ya nos decían que no fue Hernandarias, sino los jesuitas. Pero seguimos repitiendo lo mismo. Son cosas que creo nos hacen daño, tenemos que remover un poco la historia, porque el uruguayo de hoy no es el de hace 30 años”, remata.