EL PERSONAJE
El cantante de la banda de rock uruguaya Pecho E’Fierro prepara un compilado de las canciones más conocidas, con vistas a abrirse un camino en otros países de la región.
“Estamos canosos”, es lo primero que dice Leonardo Carlini (49) cuando nos encontramos para charlar. Si los recuerdos no me fallan —algo que es muy posible— nos vimos una única vez hace más de una década. Primer dato a tener en cuenta de Carlini: tiene buena memoria. Segundo dato: le gusta el rock, como indica la remera de Queen que lleva puesta y que parece recién sacada de la bolsa en la que venía cuando la compró.
Carlini es el cantante y compositor de Pecho E’ Fierro, una banda que como dice la canción de Luis Fonsi, ha crecido “pasito a pasito”. Nunca tuvo una explosión de popularidad, pero sí ha ido conquistando los espacios que tiene y el público que la sigue de manera gradual. Si se hiciera una equivalencia entre Pecho E’ Fierro y una liga de fútbol, se podría decir que el grupo comandado por Carlini (con el baterista Elvis Morales como mano derecha) juega en Primera aunque todavía no llegó a ocupar de forma prolongada los primeros puestos de esa liga.
Carlini es oriundo de San José, pero desde hace muchos años que vive con su familia en el Cerro, donde ha encontrado su lugar en el mundo. Fue en San José que se encontró con el rock, porque el folclore y el tango ya lo tenía. Su mamá era cantante de tangos y su padre lo llevaba a muchos lados (algunos de ellos no muy aptos para menores de edad, dice Carlini ahora), entre ellos boliches donde se escuchaba y se tocaba folclore.
Pero en la adolescencia descubrió el rock. Principalmente, gracias a un compañero de clase (Carlini iba al liceo nocturno porque de día trabajaba en un taller de chapa y pintura), Rómulo Acosta, que era bastante particular. Por ejemplo, se vestía con sobretodos largos y peinado a lo Robert Smith, el cantante de The Cure. Había clases en los que este compañero se sentaba en el suelo y se negaba a sentarse en su silla. “Mi esposa me dice que tengo un imán para ese tipo de personas”, comenta entre risas. Se hicieron amigos y Acosta le pasó un casete y le dijo ‘escuchá esto’. Ahí estaban La Polla Records, Loquillo y Sus Trogloditas, Los Tontos, Los Estómagos, Traidores, La Tabaré... Una ensalada. Esa ensalada le despertó la pasión por el rock. Carlini cazó la guitarra que su papá le había regalado y se fue a tomar clases con un profesor. Pero ahí se le cruzaron el tango y la milonga, aunque él no lo haya querido. Es más, renegaba de eso, como buen adolescente.
“Cuando me apasioné con el rock —recuerdo que hacía malabares para escuchar El Dorado FM y había pegado páginas del suplemento El Día Pop en las paredes de casa— le dije a mi padre que quería ser parte de eso, si me podía conseguir una guitarra. Y me consiguió. Pero era una que tenía una calcomanía de Carlos Gardel. Se la quise sacar, pero fue imposible. No sé con qué la habrán pegado, pero no podía sacarla. Y fui a un profesor, pidiéndole que me enseñara a tocar rock. El tipo no tenía idea y lo único que me enseñaba eran milongas. Luego, cuando me puse a componer, quería hacer canciones de rock, pero me salían milongueadas. Pecho E’ Fierro no es algo de laboratorio, ha sido una historia de coincidencias y experiencias e influencias”, relata.
Cuando Carlini recuerda sus primeros años de vida y cómo empezó a tocar, suena como Bruce Springsteen. El rockero estadounidense solía decir que el rock lo salvó de una vida que parecía tener todo ya determinado: iba a hacer más o menos lo mismo que hacían los padres. También decía que la música tal vez no pueda cambiar al mundo, pero sí puede cambiar vidas, como cambió la suya. Carlini, sin citar a Springsteen, dice que el rock lo salvó y le hizo acceder a un mundo más amplio. En su casa, por ejemplo, no se leía mucho. Pero él, que adoraba al cantante de Sumo Luca Prodan, leyó una entrevista en la cual el ítalo-argentino decía que leía a Charles Baudelaire (ver Sus cosas). De ahí, era natural que Carlini siguiera otros poetas y escritores. Y así con muchas cosas. Eso, para él, es la “cultura rock” y menciona al Indio Solari cuando lo dice.
Cuando se mudó a Montevideo, con 17 años, comenzó a cantar en la calle y en los ómnibus. “Vivía solo en un hotel de Pajas Blancas. Y no iba a cantar un tema de La Polla Records en un bondi”, cuenta. Y no: los cantantes callejeros se apoyan en la interpretación de un repertorio reconocido para aumentar las probabilidades de que el que escucha meta la mano en el bolsillo y saque algo de dinero para dar.
Ahí se reconcilió con el folclore y el tango. Aquello que había rechazado en su adolescencia porque era la música de sus padres, ahora era suyo también. Cantaba temas de Atahualpa Yupanqui, Santiago Chalar, Los Olimareños y muchos más, y también algún que otro tango. Y no es que cuando le empezó a ir más o menos bien en Pecho E’ Fierro dejó de cantar en la calle. De hecho, la última vez que cantó en un ómnibus fue hace tres años.
—¿Te reconocían en los ómnibus cuando subías a cantar?
—A veces sí. Algunos me preguntaban por qué, estando en una banda y teniendo varios discos grabados, subía a cantar en un ómnibus. Pero a mí me encanta. Recuerdo a uno que cuando terminé de cantar, me dijo: “Tenés la voz igualita al cantante de Pecho E’Fierro. Tenés que hacer los temas de esa banda”. Le contesté: “’¿En serio? Lo voy a escuchar” (se ríe).
Tampoco ha dejado de tocar por su cuenta, aunque ya no es en la calle sino para eventos o fiestas privadas. Ahí va con su guitarra electroacústica e interpreta principalmente un repertorio de folclore y tango, con ocasionales canciones de su banda mezclados. Eso, la banda y las clases de guitarra que empezó a dar por Zoom cuando llegó la pandemia es lo que paga las cuentas. Porque Carlini es un músico profesional: vive de cantar y tocar.
El nombre de la banda fue para, de alguna manera, rendirle tributo al cantante uruguayo Tabaré Etcheverry, del cual Carlini era fanático. No es que Etcheverry ya no sea un referente, pero Carlini comenta que cuando uno es fanático de alguien establece un vínculo muy intenso, y que casi nunca es posible mantener esa intensidad. Más allá de cuán intensas o laxas sean sus influencias, lo cierto es que el resultado de todas ellas —y cómo él las plasma en su voz y sus canciones— es lo que le da a Pecho E’ Fierro su sello distintivo: rock “yorugua”, una mezcla de cosas llegadas de la cultura anglosajona y otras que tienen más arraigo acá.
La banda ha tenido más de una integración y casi siempre fue un trío (como The Jimi Hendrix Experience, The Police y tantos otros grupos). En algún momento hubo otro guitarrista, pero tanto a él como al baterista les parecía que otra guitarra no encajaba del todo con el estilo y la identidad del grupo. Curiosamente, Carlini dice que se siente más libre si no hay otra guitarra. Suele ser lo opuesto: los cantantes guitarristas suelen ver con buenos ojos (¿u oír con buenos oídos?) la llegada de otra guitarra que les permita liberarse de las responsabilidades de tocar y cantar al mismo tiempo. Pero Pecho E’Fierro es, dentro de las convenciones del rock, una banda atípica y como él mismo dice, una sumatoria de experiencias y coincidencias.
Ahora, por ejemplo, es un cuarteto desde hace unos años, por la inclusión del armonicista Eduardo Acevedo, que tocó durante años con Níquel y con El Sabalero. Además, Pecho E’Fierro está actualmente haciendo la gran Taylor Swift: regrabando temas viejos. El grupo está grabando sus temas más conocidos para lanzar un Grandes Éxitos con un ropaje ligeramente distinto, además de dos temas inéditos: una versión de Manifiesto de Víctor Jara y Balada para un loco, de Astor Piazzolla y Horacio Ferrer. La idea es empezar a abrirse camino en Chile y Argentina. Si él y los otros no lo llegaran a lograr, no será por falta de tesón o voluntad de trabajo.
Sus cosas
Baudelaire es una referencia para Carlini desde que, siendo adolescente, se enteró que uno de sus ídolos, Luca Prodan, era admirador del poeta. Tanto así que el francés lo ha acompañado desde entonces. El año pasado, Carlini condujo un programa de radio online, en el que leía Las flores del mal y pasaba música.
“Alguna de Gibson, como SG o Les Paul”, dice Carlini cuando se le pregunta por su guitarra favorita. Durante unos años, la competencia entre Fender y Gibson podía definir el estilo y la identidad de una banda o artista de rock. Carlini las prefiere porque las Gibson le permiten “pudrirla” un poco más.
“Muchas”, contesta Carlini, pero hay un autor en particular al que le gusta versionar: Osiris Rodríguez Castillo, poeta, compositor y cantante fundamental en la música popular uruguaya. “Fue un maestro en la poesía y la guitarra, y un pionero en destacar lo esencialmente uruguayo en la música”, comenta con admiración.