Leslie Ricciardi: “Quino es el tipo más sabio de los últimos 100 años”

Reconocido por su tira Burbujas de Papel, el dibujante trabajó 33 años en Búsqueda. También para medios de Argentina, Brasil, Bolivia, EE.UU., Francia, España y Japón.

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Leslie Ricciardi.
Francisco Flores/Archivo El Pais

Leslie Ricciardi fue durante 33 años dibujante de Búsqueda (reconocido por su tira Burbujas de Papel) y colaborador, durante diez años, de La Nación de Argentina y La Repubblica de Roma. También ha publicado sus trabajos en países como Brasil, Bolivia, Estados Unidos, Francia, España y Japón. Y posee más de 30 premios y menciones. En 2002 ganó en Vicenza, Italia, el Gran Premio Internazionale Scacchiera, siendo solamente él y Quino los únicos latinoamericanos que han alcanzado este galardón.

Ricciardi nació hace 62 años en Montevideo y es hijo de un padre bancario y una madre ama de casa. “Recuerdo que de chiquito vivíamos en un apartamento, mis viejos se habían casado hacía poco. Después nos mudamos a una casa que mi padre empezó a hacer en Punta Gorda, cuando el barrio era un baldío, nada que ver con lo que es hoy. La mayor parte de mis recuerdos de niñez son de ahí. Jugábamos al fútbol con mi barra de amigos, y si bien me gustaba dibujar, no le daba mucha bola al asunto”, comenta a Domingo.

Una maestra fue la que advirtió que tenía dotes para el dibujo. “Nos mandó un trabajo y yo hice una ilustración. Después fue a hablar con mi madre y le preguntó si lo había hecho yo. En casa ni pelota le habían dado. Y yo tampoco”, recuerda.

A pesar de que el creador de Burbujas de Papel actuó como jurado en varios concursos y también como docente, no cree que la caricatura pueda ser un curso académico. “Yo no puedo cobrarle a los alumnos. He hecho talleres por todos lados, en ministerios, intendencias y entes autónomos, pero para mí transmitir esto no puede ser un negocio. Es algo muy rico pero a la vez muy personal. Y no hay reglas”, sostiene.

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Viñeta de Leslie Ricciardi.

Influencias

De niño leía muchas historietas como Disneylandia o Patoruzito. “Quino (Joaquín Salvador Lavado) para mí es mi mayor influencia. Es el tipo con más sabiduría que ha dado el mundo en los últimos 100 años. Saul Steinberg es otro, era un dibujante europeo que se mudó a Nueva York y que tuvo mucha influencia de Quino. Hacía ‘monitos’ (personajes) simplificados, fue el padre de la simplificación; así como Charles Schulz, el creador de Snoopy, es el padre de la historieta secuencial que hemos visto siempre en la prensa”, comenta. Y agrega: “Siempre me gustó un dibujante que hacia una tira llamada Crazy Kat (George Herriman), quien tiene muchos climas gráficos. Y El Pequeño Nemo (de Winsor McCay), un chiquilín que sueña, con ilustraciones bien oníricas que incluso desbordan las viñetas, y siempre termina cayéndose de la cama. Es un formato bien simple, de comienzos de 1900”.

Otras influencias que reconoce Ricciardi son Jean-Jacques Sempé, un dibujante francés fallecido el año pasado, y el argentino Oski (Oscar Conti). “Él fue quien le dijo a Quino: ‘Si cuando tapás el último cuadro de Mafalda sabés lo que va a decir, la estás cagando’. Y Quino cuenta que dejó de dibujarla cuando le pasó eso. Fue un grande hasta para dejar la historieta. El diario El País publicó Mafalda durante 40 años, pero él la hizo solamente diez”, destaca.

En cuanto a autores uruguayos, conoció en el suplemento de humor La Balota (de los diarios Ahora primero y Última Hora después) a dibujantes como Blankito (Luis Blanco Álvarez). “Acá ha sido olvidado por completo, se quedaron hablando de Peloduro, que a mí no me gusta”, dice.

Sobre este último, cuyo nombre era Julio Emilio Suárez Sedraschi, tiene sus objeciones: “Peloduro era un muy buen caricaturista y un tipo muy creativo. Pero en historieta era flojo. Publicó años en El Diario de la Noche una tira que era mala e igual a una historieta yanqui del momento”.

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Leslie Ricciardi.
Francisco Flores/Archivo El Pais

Dibujante profesional

Sin saber que el dibujo sería el sustento de su vida y lo llevaría a publicar en varios países (y a residir en España, donde hoy viven sus dos hijos), Ricciardi comenzó a estudiar en la Facultad de Ingeniería. “No me gustaba mucho, pero nos hacían elegir entre Científico o Humanístico primero y Arquitectura o Ingeniería después”, recuerda.

“Cuando estábamos saliendo de la dictadura empecé a dibujar y esos bocetos le gustaron a mi viejo. Un día agarró algo que yo había hecho y me dijo: ‘Tiene algo de humor esto’. Fue entonces que empecé a ver el trabajo de distintos humoristas y a dibujar con más dedicación, en principio con palabras y luego sin ellas”, rememora. Tras afinar el trazo, nació su estilo tal cual lo conocemos hoy. Un estilo que, al estar exento de diálogos, le permite publicar en países muy diferentes.

Ricciardi recuerda cuando comenzó todo en 1983. “Armé una carpeta y la llevé a La Lupa, una de las tantas revistas de humor que salieron después de El Dedo (como El Carlanco y La otra). Incluso salieron revistas eróticas que copiaban a Sex Humor. Esa revista me publicó algo y a los dos números murió”, dice y se ríe.

Al poco tiempo, un amigo lo puso en contacto con el secretario de redacción de El Diario de la Noche, Horacio Silva Oneglia. “Me dio pelota y empecé a cobrar. En ese momento había un suplemento que se llamaba La Pulga y que no tenía dibujantes”, recuerda.

“Después empecé a trabajar en Guambia y enseguida hice un libro editado por Antonio Dabezies junto a otros dos dibujantes. Se vendieron todos en un mes. Al año me llamó Danilo Arbilla para empezar a trabajar en Búsqueda, donde tuve total independencia, incluso cuando publicaba cosas que no tenían que ver con el perfil del semanario”, agrega.

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Viñeta de Leslie Ricciardi.

Artista global

El secretario de redacción de Búsqueda fue también presidente de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) y gracias a sus contactos pudo vincular a Ricciardi con La Nación. Allí publicó durante una década una tira diaria llamada Humor al paso y Burbujas de Papel los domingos.

Con el tiempo sus trabajos se empezaron a publicar en otros países, gracias a un manager que comenzó a representarlo (al igual que a otros de sus colegas, como Tabaré). “Tuve un representante en Argentina y otro en Italia. El diario La Repubblica, que en ese momento era bastante nuevo, empezó publicar mucho humor gráfico. Trabajé con ellos muchos años. Y la diferencia es que en Italia se pagaba siete veces más, por eso podías tener un representante. Y este era un representante serio. El argentino no: me llegó a pagar pero también me afanó. También trabajé en Japón, en el diario The Yomiuri Shimbun, que tiene un tiraje de un millón de ejemplares”, repasa.

Hoy, Leslie Ricciardi es corresponsal de las revistas Quevedos y El Jueves (que sale los miércoles) de España. Además, un contrato con una editorial española le permite que sus trabajos sean publicados en varios medios de la Madre Patria que ni siquiera conoce. “A veces mi hijo, que vive allá, me dice: ‘Vi un dibujo tuyo en un diario de tal ciudad’. Pero yo ni me entero”, remata.

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