NOMBRES
Es la influencer del momento: Chikybombom contagia con sus alaridos, su aparente sinceridad y mensajes que transmiten optimismo.
“Buenas buenaaaaaasssss”. Así arranca el video que puso a Lissete Eduardo —ahora, mucho más famosa como Chikybombom— en el centro de la atención. Eduardo lo grabó para TikTok, esa plataforma que el gobierno de Estados Unidos quiso prohibir en algún momento pero que finalmente desistió. Antes de ese video, Eduardo ya tenía bastante éxito allí. No era precisamente ignorada y muchos de los contenidos que subía alcanzaban cifras nada desdeñables de visualizaciones. Por ejemplo, el que antecede al video que la impulsó hacia la fama tiene cerca de medio millón de reproducciones.
Pero esas métricas empalidecen con los 22 millones de visualizaciones del video en cuestión. Por si no lo ha visto, acá está:
@chikybombomreal HOY QUIERO DARLE ALEGRÍA Y MACARENA A MI CUERPO ##chikybombomlapantera ##chikybombomreal ##Lutierwigs ##tengolapersonalidad ##chikybombom
Esos segundos alcanzaron para que ella empezara a cimentar el camino hacia el reconocimiento masivo. Es relativamente fácil comprender por qué su video se hizo tan famoso. En primer lugar, el mensaje es uno con mucho predicamento en la actualidad.
Lo que ella enuncia son frases de empoderamiento, reafirmación y amor propio. Que además el cuerpo de Chikybombon no se ajuste de forma irrestricta a los tres o cuatro ideales de belleza hegemónicos occidentales, no hace otra cosa que potenciar ese mensaje.
Sin embargo, también hay otro elemento que destaca al registro: el carisma y la desfachatez de la protagonista. Sus alaridos tienen la gracia de alguien que aparenta autenticidad y entusiasmo y así lo percibieron millones de personas que se sintieron contagiadas por la personalidad (al menos, la parte de la personalidad que elige mostrar) de Eduardo.
La ahora influencer nació en República Dominicana hace 33 años. Ese dato —el de la edad— debe tomarse con algo de escepticismo. En muchos de los incontables artículos que se han escrito últimamente sobre Eduardo, se omite el año exacto de su nacimiento. La información sobre cuándo llegó a Estados Unidos —ella reside en Nueva York— también difiere de un artículo a otro. En algunos se dice que llegó a Estados Unidos a los 8 años. En otros, a los 11.
Sea como sea, lo que todos cuentan es que Eduardo es madre sola de un hijo (que aparece varias veces en los videos que ella hace) y que antes de conocer el éxito de la viralización no la estaba pasando bien: en varias entrevistas ha dicho que estaba deprimida y que llegó a contemplar el suicidio.
En 2015 empezó a subir videos a TikTok y como ya se ha dicho, no le iba tan mal. Aunque lejos de la fama que tiene ahora, Eduardo se hizo de muchos seguidores, que apreciaban su sinceridad y simpatía. Ella, a su vez, le tomó el gusto a eso de tener un público que estuviera pendiente de su día a día e interactuara con ella. Y cuando le agarró el gustito, empezó a expandirse: además de TikTok (donde tiene aproximadamente siete millones de seguidores), también se hizo un perfil en Instagram y abrió un canal de YouTube. Con todo, la plataforma de origen chino es la que sigue siendo su principal vía de comunicación.
Luego del famoso video y el crecimiento de su público, la influencer vio que sus redes no solo le podían dar reconocimiento, sino también algún que otro dinerillo. Aún así, no parece estar levantándola en pala. Por ahora, sigue viviendo en el mismo apartamento con su hijo. Y si la fama le abrió puertas para enamorarse o formar una pareja, eso es algo que ella elige no compartir hasta el momento.
Lo que sí comparte son mensajes de autoayuda, aderezados con frases que, tal como ella, contagian. “La vida me sabe a frutas” es, además del saludo, una de las que la caracterizan.
Pero claro... Un ascenso tan vertiginoso no iba a venir sin algún que otro inconveniente. Como toda estrella que se precie, también Eduardo tiene una legión de haters (“odiadores”). Vale decir, también, que ella echó algo de leña al fuego. Cuando la ¿canción? que ella interpretaba en el video empezó a ser usada por otros como grito de batalla o reafirmación, la influencer no tuvo mejor idea que demandar a una de las personas que recurrieron al “Buenas, buenaaaaasss” para sus propios contenidos. Error. La demanda fue la cuña por la cual los haters vieron la oportunidad de empezar a hacer daño.
Poco importó que Eduardo pidiera disculpas y aclarara que se había comunicado personalmente con la demandada para aclarar las cosas y limar las diferencias. El daño estaba hecho y el odio seguía asomando cada vez que ella subía un nuevo video.
“¿Por qué tanto odio?”, se preguntaba la influencer en otro video, tras recibir una andanada de insultos y, cuándo no, el exhorto a “cancelarla”.
Puede que esa reacción la curta aún más y la lleve a posturas más iracundas, menos conciliadoras.
Incluso en modo enojada, Eduardo es graciosa. En otro video en TikTok, ella le responde a sus haters y les dice algo así como que para enfrentarse a ella hay que hacer un curso, que ese curso lo da ella misma pero que ni se gasten: todos los cupos ya están agotados.
Quién sabe lo que el futuro le depara. La fama puede ser efímera y más aún en redes sociales. Si eso llegara a pasar, Eduardo puede mirar hacia atrás y anotar en la columna de haberes una participación en el ciclo televisivo Mira quién baila, haber grabado una canción con una de sus ídolas, Thalía, y haber puesto en el centro de la escena mensajes que, durante un tiempo, estuvieron entre los más valorados por un gran público.