Los desafíos de viajar por el mundo en familia

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Pasar meses viajando en familia puede ser un desafío para todos

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Pasar meses viajando hacia los destinos más exóticos con hijos, puede ser un sacrificio en muchos sentidos, pero al ver el impacto que produce en los niños, dicen que definitivamente vale la pena.

Eduardo Giusiano lleva 20 años viajando con su familia. En 2008 llegó a su casa y cuando todos estaban dormidos, encontró sobre los cuadernos de Sofía -su hija mayor- un trabajo para el colegio. Cuando terminó de leerlo, con lágrimas en los ojos, se dio cuenta de que valía la pena seguir con su proyecto de vida: una “Familia Viajera”. Los riesgos y sacrificios que implicaba pasar temporadas enteras en los más remotos países valían la pena. En ese trabajo, su hija había escrito: “¿Diferente? ¿Cuál es el problema? Toda mi vida aprendí a respetar y a entender a personas diferentes a mí. Me gusta hacerlo. Con personas de una raza distinta, otra cultura o de otra habla. Sean pobres o vivan bien... Una amistad no tiene fronteras”.

“Cuando tenía siete años, me veía en esos misteriosos lugares que aparecían en los libros y películas: las pirámides de Egipto, el Taj Majal, ciudades perdidas, selvas, desiertos...”, cuenta Eduardo, cuando se le pregunta por el origen de sus viajes. Pero su señora, Alejandra Barrios, soñaba con tener una familia grande con muchos niños: “El desafío pasó por no abandonar nuestros sueños y crear un proyecto de vida que uniera ambos” cuenta el viajero argentino.

También desde que eran muy pequeños, la familia de Michael y Courtney Adamo, calificados por distintos medios como “la familia con más estilo de Inglaterra”, viaja por el mundo con sus cuatro hijos. “Michael y yo somos apasionados por los viajes, y creo que nuestro entusiasmo se ha transmitido a nuestros niños” cuenta Courtney, que hoy espera su quinto hijo. Con el mayor de 11 años y la menor de cuatro, en 2015 vendieron su casa en Londres y se dieron un año para viajar alrededor del mundo. Partieron en Estados Unidos, siguieron hacia Sudamérica, luego Nueva Zelandia, Australia, Sri Lanka y Japón, para volver al verano europeo. Como hacen todas estas familias, ellos documentan y cuentan sus experiencias en su blog somewhereslower.com, pero donde tienen decenas de miles de seguidores es en Instagram.

A Eduardo Giusiano lo llamaron del jardín infantil “psicopedagoga, directora y maestra, me sentaron en una sillita y con cara de velorio me dijeron que mi hija fabulaba de una manera no tradicional: les contaba que anduvo en bicicleta por la Muralla China, que vio sillas voladoras, que un panda la miró a los ojos. Y cuando les conté con más entusiasmo que la niña que eso era verdad, se dieron cuenta de que el problema no era la hija, sino el papá”, cuenta con humor en una charla TED que dio relatando sus experiencias.

También desde Argentina, el pasado 4 de diciembre, partieron Norberto Medina y Florencia con sus hijas de 10, 8 y 6 años. Salieron de San Martín de Los Andes incluso con su perro (que ya era viejo, y con tristeza lo enterraron en Colombia), en una casa rodante. Subieron por Chile, Perú y Ecuador, y hoy ya van en México. Su meta es llegar a Alaska, y volver por el este del continente, aunque no tienen fecha clara para su regreso. “Arrendamos nuestra casa, que nos da un ingreso mensual, y en el camino vamos vendiendo artesanías, pulseras y postales que hacen Flo y las niñas” cuenta Norberto, que dice que hasta ahora la experiencia ha sido tan buena que su idea es dar la vuelta al mundo.

En Chile también hay familias que viajan con niños. Tere Razmilic y Francisco Spencer —quienes tienen la cuenta de Instagram @conchupeteymochila— renunciaron a sus trabajos y partieron al Sudeste Asiático. Siempre habían viajado, pero ahora estaba Lucas, su hijo que al momento de partir tenía poco más de un año y medio. Después de buscar por Bali, se instalaron en Canggu, “un pueblo al sur de Bali muy chico, con tres o cuatro calles principales, de playas, de surf, con mucho extranjero viviendo acá”, pero que pese a lo rústico contaba con buenos jardines infantiles, supermercados, farmacias completas, entre otros requisitos.

Ahí van a clases de yoga, pintura, de surf, Tere estudia en las mañanas y Francisco entrena mientras Lucas está en el jardín. “Alquilar una casa con cocina o comprar los ingredientes es muy caro por ser isla. En cambio, comer en locales es mucho más barato, y todos reciben niños. Además está la onda sana de jugos, hay cremas de zapallo, lentejas... No hemos cambiado los hábitos alimentarios”.

Otra familia viajera trasandina es la de Eduardo y Marcela, quienes llevaban viajando trece años, y ahora -con el hijo Lucas- llevan casi tres años en diferentes rutas. “Cuando nació Lucas, muchos nos decían: ‘Se acabaron los viajes y aventuras’. Ir en contra de esa postura y demostrar que con hijos se puede salir nos armó de valor para crear lo que hoy somos: una familia viajera” cuenta Eduardo. “Hay ventajas lógicas, como la prioridad para subir a los aviones, entrar primero a algunas atracciones y no hacer cola, además que un hijo hasta los dos años viaja prácticamente gratis”. Por otro lado, “lo más difícil es tener que aumentar el equipaje y lidiar con que hay hoteles que no aceptan niños. Pero niños hay en todo el mundo, por lo que ningún país debería ser descartado”.

Aprendiendo en el camino

Los Adamo o los Medina, que viajan más largo, asisten con clases a sus hijos durante el camino. “De lunes a viernes, hay clases de educación a distancia para las niñas” cuenta Norberto Medina. “Les vamos dando clases, y cuesta porque es un espacio muy reducido, pero vale la pena. Lo mejor es compartirlo todo: el día a día, verlos crecer, compartirles todo lo que uno sabe, no solo con dichos, sino con el ejemplo vivo, te están mirando todo el tiempo” continúa Norberto desde México.

En el caso de los Adamo, Michael dejó su trabajo y él fue el profesor durante este año de sus hijos, “un trabajo no remunerado y muy difícil, pero con una gran recompensa” comenta. Courtney es cofundadora de un exitoso blog para madres, por lo que ella trabaja desde cualquier parte que tenga conexión a Internet.

Pero son las experiencias las que marcan a estas familias.”Los niños son ‘abrepuertas’ naturales, se conectan con sus pares y conectan a las familias, eliminando todas las barreras” cuenta Eduardo Giusiano. Y destaca que han evolucionado en dos aspectos: en el técnico, ya son unos profesionales del viaje, cada uno con maletas de un color, con encargos específicos, porque “para familias comunes no se viaja con el dinero que sobra, sino que se pone todo el esfuerzo en cada proyecto”, implicando importantes sacrificios el resto del año. Y sobre todo, “la evolución que más nos llega al corazón es la espiritual: después de la India, que nos pegó fuerte en el corazón, el involucramiento fue insuficiente, y aprendimos que pequeños gestos en algunas partes del mundo pueden ser grandes cosas” y así decidieron visitar orfanatos, escuelas, asilos, entre otros, en cada uno de sus viajes, destaca el líder de los 6G, resaltando que este es el legado en vida para sus hijos.

Tips para viajar con niños

Cuatro periodistas chilenas crearon el blog Cuando dejamos de dormir. Una de sus secciones más destacadas es la de “Viajes con niños”, de donde una de sus creadoras, Paula Elizalde, destaca algunos consejos:

1. Lo primero es asumir que el viajar con hijos es un viaje diferente, con otro ritmo. Pretender hacerlo al ritmo de adultos solo generará más estrés del necesario.

2. En un viaje la rutina cambia y lo mejor es relajarse con las reglas de horarios y comidas, y tener siempre algo de comida liviana y agua a mano.

3. Menos es más. Si se puede elegir, preferir la menor cantidad de lugares para alojar, idealmente con cocina.

4. Hacerlos parte. Contarles un poco dónde se irá, qué harán y tratar de enseñarles algo del lugar.

5. Un papel y lápiz para dibujar, pueden salvar una larga espera.

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