Los desafíos que enfrentan las mujeres que emprenden

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El emprendedurismo femenino se afianza como una tendencia social y económica. Sin embargo, un reciente informe de ONU Mujeres señala varios desafíos a superar en el camino hacia el proyecto propio.

¿Es Uruguay un país de emprendores? El lugar común —cimentado sobre anécdotas personales, relatos de Mario Benedetti, prejuicios (o juicios) sobre los empleados públicos y un montón de otros elementos— diría que no. Que somos muchos los que aspiramos a la seguridad de un empleo (si es público, mejor).

Sin embargo, la cultura del emprendedurismoaparece cada vez más en el debate público, sea para impulsarla como una panacea o criticarla como parte de una cosmovisión de “microcapitalismo benigno”.

Lo cierto es que el camino del emprendedor está lleno de desafíos, obstáculos y oportunidades. ¿Y el de ellas? Bueno, es un poco más difícil.

Una reciente investigación llevada a cabo por ONU Mujeres (que lleva el maratónico título “Mapeo del estado de situación de las inversiones de impacto con perspectiva de género en Uruguay”da cuenta de varios de esos desafíos y obstáculos, pero también presenta algunos de los posibles caminos hacia un estado de situación más equitativo entre hombres y mujeres que quieran impulsar su producto, servicio o idea en el mercado.

Para acercarse a ese ideal, empero, conviene tener en cuenta algunos datos de la realidad y, también, algunas maneras de interpretarla. El estudio, realizado este año entre 90 organizaciones y con 60 entrevistas entre representantes de gobierno, instituciones financieras, emprendedores y empresas de capital privado (entre otros), arribó a algunas conclusiones que explicitan algunas de las vallas que las emprendedoras deben superar en su carrera hacia la concreción de la idea o iniciativa. Vallas que, cuándo no, son un poquitito más altas que las que tienen que saltar muchos hombres.

Concretamente, se trata de una serie de obstáculos que en el estudio se resumen de esta manera: “Las principales barreras para el acceso a financiamiento de las mujeres o empresas lideradas por mujeres son: barreras sociales y culturales, requerimientos de garantías, falta de confianza de las mujeres en sí mismas, falta de modelos de rol, escasez de productos crediticios orientados a las mujeres y falta de fortalecimiento de las habilidades digitales”.

En otra parte de la investigación, se destaca también las diferencias que existen en cuanto a los factores recién mencionados si se toman en cuenta las distancias que existen entre la capital y el resto del país: “En el interior del país se agudiza aún más la brecha de acceso a financiamiento”.

Revista Domingo conversó con algunas integrantes de la red de emprendedoras maragata Dominga Emprende, una suerte de spin off de la idea madre Casa Dominga, fundada e impulsada por Mercedes Aldaz y Viviana Paz, en 2019 como un lugar de encuentro más cultural que otra cosa. En plena pandemia, nació Dominga Emprende.

Dominga Emprende
Dominga Emprende en San José.

Aldaz cuenta que ella, su socia y otras mujeres sentían la necesidad de reunirse con otras que tuvieran las mismas inquietudes y “estar conectadas, conocernos entre nosotras”. Aldaz agrega que si bien ella vive en “un medio chico”, de todas maneras había mucha desinformación y desconocimiento de ellas mismas.

Así, Dominga Emprende fue aglutinando a mujeres de orígenes y generaciones distintas para potenciar sus vínculos y sus negocios. Así, en la red dirigida por las dos líderes Aldaz y Paz, hay emprendimientos como los de Valentina Sellanes, estudiante de medicina de 20 años. Ella hace “lettering”, una disciplina que no solo genera diversos productos de diseño gráfico (cartas o tarjetas de presentación), sino que también tiene un componente que ella concibe como terapéutico y, al mismo tiempo, disciplinador.

Sellanes relata que empezó como una manera de paliar algunas de las angustias que llegaron con la pandemia. El hecho de sentarse a realizar trazos y formas con la mayor exactitud y precisión posible, la ayudaron no solo a despejar la mente y aliviar el estrés. También contribuyó a su poder de concentración. Tras siete infructuosos intentos de salvar un examen en una de sus asignaturas, consiguió salvarlo. Ahora, da cursos de lettering y ha conseguido auspicios que le costean los insumos y materiales.

Otro caso es el de Paola Pacheco (42). Ella conoció a la red de Casa Dominga cuando formó parte de un ciclo de charlas TED hablando de tecnología y cultura gamer, que se llevó a cabo en San José el año pasado. El contacto quedó y Pacheco se acercó: “Yo estaba empezando a participar en un programa de mentoría impulsado y financiado por la universidad ORT y la Embajada Estados Unidos. Vi que estaban abriendo muchas redes de mujeres a nivel de emprendedurismo y ahí fue que vi que en San José estaban haciendo algo parecido a lo que intentaba hacer la gente de ORT. Así que me puse en contacto con ellas, para empezar a conocer un poco qué era lo que hacían, cómo se organizaban y demás”.

La idea de Pacheco —egresada de uno de los programas del Plan Ceibal de programación informática y ganadora de un “hackaton” de San José— es una app que tiene como finalidad ayudar a prevenir suicidios. Se llama Tu Mano Amiga (TMA) y se encuentra en fase desarrollo. Ella presentó esa idea al programa de mentoría ya mencionado y TMA quedó como uno de los proyectos seleccionados para la final. Si gana, obtendrá US$ 3.000 y seis meses de apoyo y asesoramiento para concretar el lanzamiento de la app.

Pacheco cree que hubiese comenzado antes con esta idea de no ser por algo que ahora menciona y que antes no parecía tener en cuenta: tener una fuente de inspiración y motivación cercana. “Necesitaba inspiración y, hasta ese momento la sacaba de bibliografía, de ver cosas en la web. Pero para tomarme esto en serio, necesitaba estar rodeada de gente que ya lo estaba intentando, que ya lo estaba haciendo, que se equivocó y aprendió de sus errores y está sacando algo adelante”.

Pacheco intuía que había referentes locales, pero no sabía dónde estaban. Cuando se sumó al emprendimiento, encontró su lugar. También dice que tuvo que superar ciertas barreras internas para largarse a emprender: “Para personas que no venimos de familias con padres emprendedores, a veces es más difícil. No tenés una referencia cercana. Muchas veces no es que una no quiera emprender: es que no tiene idea que lo pueda hacer. Los estándares que uno conoce son los de las ocho horas”.

Ella y otras de la misma red convergen en ese espacio cocreado por Mercedes Aldaz, quien dice que siempre tuvo pasión por la gestión y el emprendimiento, y que pudo concretar su proyecto personal aún en un contexto complicado como la pandemia. “Cada mes que cumplimos es motivo de orgullo”, cuenta y añade que varios factores se alinearon para que ella pudiera darle el puntapié inicial, entre ellos que sus hijos ya eran grandes y no necesitaban de su constante atención y cuidado.

Una mirada académica

La socióloga e integrante del Grupo de Investigación Sociología de Género de la Universidad de la República Valentina Perrota comenta que “todo lo que tenga que ver con cómo las mujeres generan ingresos propios, ya sea vía trabajo dependiente o independiente (emprendimientos, negocios) está afectado por cómo resuelven los cuidados familiares. Esa es una desigualdad estructural. Para trabajar o para emprender un negocio deben primero tener resuelto quién cuida a sus hijos/as o personas mayores con dependencia o discapacidad (...) En el interior del país se agudiza aún más la brecha de acceso a financiamiento”.

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