Los mitos sobre el verano y el calor más repetidos, ahora explicados por la ciencia

¿Verdadero o falso? Lo que siempre creímos sobre el calor podría no ser cierto. Aquí, la ciencia separa los hechos de las creencias populares.

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Dia de calor en Montevideo
Gente refrescandose en la rambla de Palermo en dia de calor en la ciudad de Montevideo, altas temperaturas, verano, estado del tiempo, ND 20240201, foto Juan Manuel Ramos - Archivo El Pais
Juan Manuel Ramos/Archivo El Pais

El verano es una estación que despierta sensaciones intensas en las personas: algunos lo aman, otros lo odian. Es, también, el escenario de muchos mitos que se perpetúan de generación en generación. ¿O acaso nunca le dijeron que hay que esperar dos horas después de comer para entrar al agua y usted respetó la orden como si fuera palabra santa? Este es un mito tan extendido que una comisión especial de la Cruz Roja investigó qué evidencia científica había al respecto. Agarre el teléfono y llame a su madre o abuela: no hay ninguna. Y, por supuesto, ¡vaya a nadar! (Eso sí, si comió mucho, cualquier actividad física puede hacer que se sienta mal).

A menudo, los mitos relacionados con el verano y el calor se basan en percepciones populares o en una comprensión errónea de cómo funciona nuestro cuerpo frente a las altas temperaturas. Sin embargo, la ciencia tiene explicaciones para muchos de ellos, y desmentir estos mitos no solo ayuda a aclarar confusiones, sino que también nos proporciona una mejor comprensión sobre cómo debemos protegernos y disfrutar de la temporada de calor. A continuación, exploramos algunos de los mitos más comunes que se repiten durante la temporada y desentrañamos las explicaciones científicas que los desmienten.

1 “Si transpiramos más, bajamos más de peso”: Falso.

Las nutricionistas Lucía Pérez Castells y Tatiana Sztryk desmienten un mito común sobre los efectos del calor en el verano y la pérdida de peso: el sudor no está relacionado con la eliminación de grasa. Aunque la transpiración es más intensa en los días calurosos, este proceso no contribuye a la reducción de peso. El sudor se compone principalmente de agua y electrolitos (como sodio y potasio), esenciales para la regulación térmica del cuerpo. “El sudor elimina agua y electrolitos, pero no grasa”, advierte Pérez Castells. Al elevarse la temperatura interna, las glándulas sudoríparas se activan para enfriar el cuerpo, lo que provoca sed y nos impulsa a reponer los líquidos y electrolitos perdidos, recuperando el “peso perdido” sin afectar la grasa corporal. “Además, el proceso de sudoración no quema suficientes calorías como para generar una pérdida de peso real”, asegura Sztryk.

Hacer deporte con abrigo para “transpirar más y perder peso” no solo es inútil, sino también riesgoso. La actividad física intensa en altas temperaturas, junto con la deshidratación, es una combinación perjudicial.

2 “Comemos menos, por lo tanto, engordamos menos”: Falso.

Si no funciona lo de la transpiración para perder de peso… entonces, ¿nos salva la vida la comida más livianita? Es otro “no”. Sí es verdad que el calor hace más apetecible la ingesta de alimentos hipocalóricos como las frutas frescas y las ensaladas, pero “también es real” -dice Sztryk para que no nos engañemos- que las vacaciones y los encuentros sociales asociados a ellas suelen incluir comidas abundantes y calóricas. “Si bien el calor puede disminuir el apetito en algunos momentos, estas actividades pueden equilibrar o incluso aumentar el consumo calórico”, explica.

La recomendación es optar por opciones saludables siempre que sea posible, por ejemplo, en las comidas en casa.

Pérez Castells, por su parte, recuerda que los excesos de las vacaciones pueden compensarse con actividad física, ya que solemos tener más tiempo libre. “A algunas personas les sorprende que, al volver de las vacaciones, su peso se mantenga estable”, comenta a Domingo.

Ensalada de quinoa
Ensalada de quinoa
Foto: Freepik

3 “No podemos comer comidas calientes": Falso.

No hay ninguna regla que prohíba comer un guisito en pleno enero. Las profesionales recomiendan, eso sí, que las comidas calientes se preparen con cuidado, utilizando ingredientes bajos en grasa y ricos en fibra para evitar un consumo calórico excesivo. Por ejemplo, un guiso de verduras con quinoa y un huevo poché no solo aportan fibra y saciedad, sino que, según Pérez Castells, también ayuda a evitar el “picoteo” a lo largo del día.

Su colega agrega más opciones: un revuelto de zapallitos, milanesas al horno acompañadas de una ensalada fresca o choclos hervidos gratinados son alternativas perfectamente válidas para disfrutar incluso en los meses de calor.

4 “Vestir de negro da menos calor": Falso.

Entonces, para soportar mejor el calor, ¿me ayuda la ropa blanca? La respuesta parece sencilla, pero considerando el impacto de la ropa en nuestra sensación de frescura, se vuelve más compleja. La sabiduría popular dice que lo mejor para los días calurosos es vestirse de blanco, pues refleja la luz solar. Sin embargo, la ciencia tiene algo diferente que decir. Contrario a lo que creemos, el blanco no es necesariamente la opción más fresca. La clave está en cómo la ropa interactúa con la energía térmica que emite nuestro cuerpo. Cuando usamos ropa blanca, el calor que generamos rebota contra la tela, atrapando la energía térmica y evitando que el calor salga del cuerpo. Esto puede hacernos sentir más calurosos. En cambio, la ropa negra, aunque absorbe la luz solar, utiliza la energía absorbida para generar corrientes de convección, un proceso que permite que el calor se disipe con la brisa, manteniéndonos más frescos.

Este principio no solo se aplica al color de la ropa, sino también a su ajuste. Si la prenda es ajustada y no hay viento, el blanco puede reflejar el calor y evitar que se acumule en el cuerpo. Sin embargo, si la ropa es holgada y hay viento, la situación cambia. Esto explica por qué los beduinos, acostumbrados a las altas temperaturas del desierto, visten túnicas negras y sueltas. Esta combinación permite que el calor se libere de manera eficiente, manteniéndolos frescos a pesar del calor extremo.

En verano es fundamental aplicar protector solar con factor superior a 30. Foto: archivo El País
Gesto. Las parejas deben protegerse, en este caso del sol. Elhombre estuvo un buen rato pasándole bronceador a la novia sinchistar¶
JOSÉ LUIS BELLO¶

5 “Si estás bronceado, no hace falta más protección": Falso.

Unamos este mito con otro común: “No son necesarios los lentes de sol si está nublado”. Ambos son falsos, según la dermatóloga Alejandra Larre Borges. Ya vimos que la ropa oscura no solo ofrece mayor frescura, sino que, combinada con protector solar, puede prevenir el cáncer de piel. Los lentes de sol son esenciales para proteger los ojos de la radiación ultravioleta (UV), incluso en días nublados. Hasta el 80% de los rayos UV puede atravesar las nubes, por lo que nuestros ojos siguen expuestos. La exposición acumulativa a la radiación UV puede causar fotoceratitis (quemadura solar en la córnea), cataratas, degeneración macular e incluso cáncer de piel en los párpados. Por eso, es indispensable usar lentes que bloqueen el 100% de los rayos UVA y UVB, sin importar el clima.

“El bronceado es el oscurecimiento de la piel como respuesta a la radiación UV, ya sea del sol o de fuentes artificiales como las camas de bronceado. Este proceso es un mecanismo de defensa de la piel para protegerse del daño adicional inducido por la radiación UV, que puede causar daño al ADN y aumentar el riesgo de cáncer de piel”, explica Larre Borges. Desde el punto de vista de la salud, el bronceado no es deseable, y la protección siempre es necesaria. “Es un factor de riesgo para el desarrollo de cáncer de piel. Su popularidad ha contribuido al aumento de la incidencia de melanoma, especialmente entre los jóvenes”, señala la especialista, quien recuerda que esto era una excepción hace apenas 10 años.

Para quienes desean lucir una piel bronceada, existen alternativas más seguras, como los autobronceantes. Estos productos contienen dihidroxiacetona (DHA), que simula el aspecto de un bronceado sin necesidad de exponerse a la radiación UV. Sin embargo, Larre Borges advierte: “Estos productos tiñen temporalmente la capa superficial de la piel, pero no ofrecen una protección efectiva contra la radiación UV”. Son una solución estética, pero no sustituyen al protector solar.

6 “El sol está peor que antes": Ni verdadero ni falso.

Cuando se afirma que el sol está “peor” que antes, no se está diciendo toda la verdad. Según la dermatóloga, no es solo el aumento del Índice de Radiación Ultravioleta (IUV) lo que genera preocupación, sino también los cambios en el comportamiento humano frente a la exposición solar. El IUV, que mide la intensidad de la radiación ultravioleta en la superficie terrestre, es un indicador clave del riesgo de daño para la piel y los ojos. Este índice, aceptado globalmente, varía de 0 (muy bajo, como durante la noche) a 16 (extremo, como en los trópicos sin nubosidad). Durante el verano, el IUV tiende a ser significativamente mayor en el hemisferio sur que en el norte, lo que aumenta los riesgos en nuestra región.

Sin embargo, Larre Borges señala que el verdadero problema no radica únicamente en el aumento del IUV, sino en cómo nos exponemos al sol. En las últimas décadas, el comportamiento humano ha cambiado: pasamos más tiempo al aire libre, usamos menos ropa que cubra la piel, y existe una preferencia cultural por el bronceado. Todo esto incrementa considerablemente la exposición a la radiación UV y, como consecuencia, el riesgo de desarrollar cáncer de piel. Esto es especialmente relevante en países como Uruguay, donde el 90% de la población tiene origen europeo, con piel y ojos claros, lo que aumenta la predisposición a quemaduras solares. Por otra parte, un pequeño porcentaje de personas (alrededor del 10%) con melanoma presenta un componente hereditario que las hace más vulnerables, independientemente de su exposición solar.

Por otra parte, también es “falso” que la piel se acostumbre al sol; ante las reiteradas exposiciones, sigue acumulando mutaciones y riesgos. Larre Borges lo explica fácilmente: “El fumar más no hace que los pulmones o el corazón se acostumbren a los tóxicos, sino todo lo contrario”.

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Somos más conscientes de la importancia de dormir.
Foto: Pxhere.

7 “Dormimos menos y/o peor”: Ni verdadero ni falso.

Este mito no es del todo falso, pero tampoco completamente cierto. Y aunque el insomnio lo atrape durante las noches de calor, haciéndole pensar que esto es una contradicción total, la explicación tiene una base científica. Según la experta en cronobiología Bettina Tassino, la calidad del sueño en verano depende de varios factores que interactúan entre sí, como la temperatura ambiental y la exposición a la luz natural.

Durante el sueño, el cuerpo experimenta un descenso natural de temperatura, que alcanza su punto más bajo (o nadir) entre las 3 y las 4 de la madrugada, como parte del ritmo circadiano (su punto máximo ocurre alrededor de las 19 horas). En verano, cuando las noches son calurosas, este enfriamiento puede verse obstaculizado porque el cuerpo no logra disipar el calor. Como resultado, la calidad del sueño se ve afectada, con despertares frecuentes o un descanso interrumpido.

Por esta razón, es fundamental mantener una temperatura adecuada en la habitación: ni demasiado caliente ni excesivamente fría. Dormir con aire acondicionado muy bajo también puede ser contraproducente, ya que el cuerpo pierde su capacidad de termorregulación durante el sueño, lo que podría provocar despertares por frío. La clave está en encontrar un equilibrio que permita el enfriamiento natural del cuerpo durante la noche.

Sin embargo, el verano también ofrece un aliado para un buen descanso: la mayor exposición a la luz natural, especialmente por la mañana. La luz matutina es clave para sincronizar el reloj biológico, ya que estimula la producción de melatonina durante la noche, mejorando su calidad y adelantando su secreción. Para aprovechar este beneficio, Tassino recomienda exponerse a la luz natural temprano, idealmente durante al menos una hora sin usar lentes de sol. Esto no implica estar directamente bajo el sol, sino simplemente disfrutar de la luz al aire libre o cerca de una ventana.

¿AIRE ACONDICIONADO PRENDIDO SÍ O NO?

Aunque un aire acondicionado o un ventilador son herramientas efectivas para combatir el calor durante el sueño, pueden generar aire seco que irrita las vías respiratorias, aumentando el riesgo de rinitis, faringitis o sinusitis. Además, si el flujo de aire se dirige directamente al cuerpo, puede resecar la piel y las mucosas, agravando síntomas de resfriados o alergias.

8 “El calor aumenta el deseo sexual”: ni verdadero ni falso.

La relación entre el calor y el deseo sexual es más compleja de lo que parece y depende de una combinación de factores biológicos, psicológicos y contextuales. Según la psicóloga Marina Mammoliti, conductora del podcast Psicología al Desnudo, aunque el calor puede influir en el deseo sexual, este efecto no es automático ni universal. En términos biológicos, la exposición al sol durante el verano incrementa los niveles de vitamina D, lo que a su vez puede favorecer la producción de testosterona, una hormona vinculada al deseo sexual en todas las personas. Sin embargo, este impacto “no es inmediato ni drástico”, explica a Domingo. Además, el calor mejora la circulación sanguínea, lo que podría intensificar las sensaciones físicas placenteras asociadas al deseo sexual.

Por otro lado, los factores psicológicos también desempeñan un papel clave. Durante el verano, el uso de ropa más ligera y las actividades al aire libre pueden generar un aumento de estímulos visuales, influyendo en la atracción sexual. Pero aquí es importante considerar que el deseo sexual no depende únicamente de lo biológico: aspectos como el estado emocional, la relación con la pareja y el contexto social tienen un peso determinante.

En resumen, el calor y el verano pueden contribuir a un aumento del deseo sexual en ciertos contextos, como unas vacaciones relajadas, pero no actúan como un “detonante universal”.

Playa en Punta del Este. Foto: Ricardo Figueredo
Playa en Punta del Este. Foto: Ricardo Figueredo

9 “El calor nos hace más felices o, al menos, mejora nuestra salud mental”: ni verdadero ni falso.

Al menos, los del team verano la pasan mejor que aquellos que prefieren el invierno, pero afirmar que el calor nos hace más felices tiene, según Mammoliti, algunas limitaciones. Existen ciertos efectos biológicos y culturales que podrían respaldar esta idea: el sol aumenta la producción de serotonina, que mejora nuestro estado de ánimo, y regula la melatonina, lo que contribuye a una mejor calidad del sueño (si atendemos los consejos anteriores). Este fenómeno explica por qué algunas personas experimentan un aumento del ánimo en verano, especialmente aquellas sensibles a los trastornos afectivos estacionales, que suelen sentirse más deprimidas durante los meses de menor luz. Además, el descanso, el ocio y las actividades sociales aumentan la percepción de felicidad.

Sin embargo, no todas las personas experimentan un aumento en su felicidad durante esta temporada. Factores como la presión por cumplir con expectativas sociales (como disfrutar de vacaciones en un lugar idílico o mantener un cuerpo ideal) o condiciones preexistentes de salud mental (como ansiedad o depresión) no siempre traen consigo una mejora. “De hecho, la disrupción en la rutina o el aislamiento social durante las vacaciones pueden agravar sus síntomas”, alerta la psicóloga. En resumen, el verano puede traer beneficios para la salud mental, “pero no es una solución universal ni un reseteo automático”, apunta.

10 “Los mosquitos solo pican durante la noche”: Falso.

Este mito es solo uno de los tantos que rodean a estas molestas -pero de interés médico- criaturas, odiadas por igual por el team verano y por el team invierno. Aunque muchas personas creen que los mosquitos solo pican al atardecer o durante la noche, lo cierto es que algunas especies pueden alimentarse en cualquier momento del día. Andrés Cabrera, profesor adjunto de la Unidad Académica de Parasitología y Micología del Instituto de Higiene de la Facultad de Medicina (Udelar), explica que especies como el Aedes aegypti, transmisor del dengue, son más activas durante el día, con picos de actividad en la mañana y la tarde. Por ello, es fundamental contar con protección durante toda la jornada.

Otro mito común es que el sudor atrae a los mosquitos. Si bien es cierto que el sudor libera sustancias químicas como el ácido láctico, que resultan atractivas para estos insectos, no es la única razón por la que buscan nuestra piel. Los mosquitos también poseen receptores capaces de detectar el dióxido de carbono que exhalamos, el calor corporal y otros compuestos presentes en la piel. Por tanto, además del uso de repelentes, mantener una buena higiene personal puede ayudar a reducir las picaduras.

ESOS MOLESTOS MOSQUITOS

Estos insectos están rodeados de muchos mitos, como la creencia de que el ajo puede mantenerlos alejados. Andrés Cabrera, profesor adjunto de la Unidad Académica de Parasitología y Micología de la Facultad de Medicina (Udelar), explica que esta idea no tiene respaldo científico. Aunque se ha sugerido que el consumo de ajo podría liberar compuestos capaces de repelerlos, “no es un sustituto confiable de los repelentes aprobados por las diferentes autoridades sanitarias”, aclara.

Por último, está el mito de que la ropa oscura atrae a los mosquitos, y este sí es verdadero, lo que plantea un dilema. Aunque colores como el negro o el azul pueden ofrecer mayor confort térmico como ya hemos visto en esta nota, también son más atractivos para los mosquitos. “Usar ropa clara puede ayudar a disminuir la probabilidad de ser picado. Es mejor optar por colores claros, especialmente en las horas de mayor actividad”, recomienda Cabrera en diálogo con Domingo. Ante esto, si prefiere ropa oscura, acompañe su elección con repelente y cubra la mayor cantidad de piel posible; si prefiere ropa clara, haga lo mismo. En una temporada en la que se esperan brotes de dengue, más vale prevenir.

ENCUENTRO CON UNA AGUAVIVA

“Orinar en una picadura de medusa alivia la picazón”: Falso.

Chysaora láctea y Lychnoriza lucerna son dos veraneantes clásicas en Uruguay, aunque no muy bienvenidas. Son las aguavivas más comunes, de toxicidad moderada, que causan molestias entre los bañistas cuando un leve roce hace que desenrollen el filamento que contiene una sustancia tóxica, funcionando como un arpón. Sin embargo, no son los únicos animales gelatinosos: quien haya pisado una Liriope tetraphylla recordará la picazón que amargó su día de verano. Es la típica especie que se mete dentro del traje de baño: la tapioca común, una medusa que no supera los tres centímetros de diámetro. Pueden ocurrir encuentros aún peores. Una fragata portuguesa, fácilmente reconocible por su color azul intenso y tentáculos que pueden alcanzar los 10 metros, provoca un dolor intenso.

Si bien cada persona puede responder de manera diferente al contacto con una aguaviva, existen una serie de cuidados básicos para evitar complicaciones. Y, contrario a lo que se dice popularmente, la zona afectada nunca debe frotarse con arena ni lavarse con agua dulce o orina. Valentina Leoni, magíster de la Universidad de la República y experta en medusas, ha explicado que cualquiera de esas opciones provoca una mayor liberación de las toxinas. Lo que se recomienda es lo siguiente: lavar la zona afectada con agua salada o con vinagre, retirar cualquier resto de tentáculo usando guantes para evitar transferir la toxina a las manos, y aplicar compresas frías, sin entrar en contacto con agua dulce ni utilizar hielo directamente.

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